Contra el estigma del aborto
El 3 de octubre de 1976, ¡®El Pa¨ªs Semanal¡¯ publicaba en su primer n¨²mero un gran reportaje sobre las espa?olas que viajaban a Londres para interrumpir su embarazo. Lo hac¨ªan en secreto. Y regresaban en silencio. 45 a?os despu¨¦s, entre avances y retrocesos legales, el aborto sigue siendo uno de los derechos m¨¢s fr¨¢giles y amenazados del mundo. Mujeres de seis pa¨ªses con situaciones muy diferentes cuentan sus experiencias
Contra el estigma del aborto
ir al contenidoEl d¨ªa que Alba Lorena perdi¨® a su beb¨¦ estaba embarazada de cinco meses. Fue un aborto espont¨¢neo, pero la ley es tan restrictiva en El Salvador que fue condenada a 30 a?os de prisi¨®n por ¡°homicidio agravado¡±. El suyo no es un caso aislado. Seg¨²n los Juzgados de Paz del pa¨ªs, entre 1998 y 2019 un total de 181 mujeres fueron procesadas por abortos o emergencias obst¨¦tricas que provocaron muerte o riesgo de muerte al feto. En El Salvador, uno de los pa¨ªses con leyes m¨¢s duras del mundo junto con Nicaragua, Rep¨²blica Dominicana o Malta, abortar es ilegal en todos los supuestos, incluso en el caso de riesgo de vida para la madre. Y la ¨²nica salida para mujeres que desean interrumpir un embarazo es la clandestinidad. Cada a?o tienen lugar en torno a 25 millones de abortos inseguros en el mundo, seg¨²n c¨¢lculos de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, y al menos 22.000 mujeres y j¨®venes mueren por ello. El 97% corresponde al sudeste asi¨¢tico, Latinoam¨¦rica y ?frica, donde en muchos casos, al margen de las legislaciones, resulta inaccesible para la mayor¨ªa.
En las ant¨ªpodas del mapa mundial del aborto se encuentra China. Con la pol¨ªtica del hijo ¨²nico, vigente desde 1979 hasta 2016, era el Estado el que forzaba a muchas mujeres a abortar en contra de su voluntad. Xu, comadrona y madre de una hija, interrumpi¨® su segundo embarazo por miedo a perder el trabajo. ¡°La ley era la ley: un solo hijo. No hab¨ªa m¨¢s vuelta de hoja¡±, sentencia. Esa institucionalizaci¨®n del aborto ha diluido las barreras ¨¦ticas que tanto debate despiertan en torno a esta pr¨¢ctica en el resto del mundo. All¨ª cada a?o interrumpen su embarazo 28 mujeres por millar; m¨¢s del doble que en Estados Unidos o Espa?a, donde la tasa de aborto es inferior a 11 por cada 1.000. No ha sido raro en el gigante asi¨¢tico, ni siquiera recientemente, ver anuncios por la calle donde mujeres sonrientes muestran el procedimiento como algo glamuroso, no muy diferente a hacerse las u?as. Ahora, ante el problema de una poblaci¨®n altamente envejecida, el Gobierno plantea en un documento oficial limitar las interrupciones voluntarias. Los movimientos feministas chinos temen que se convierta en una herramienta del Estado para controlar la natalidad.
En la mayor¨ªa de los pa¨ªses no desarrollados existe una brecha entre la legalidad y el acceso. Diolinda Macunha (Mozambique, 21 a?os) ni siquiera sab¨ªa que desde 2014 el aborto era un derecho en su pa¨ªs cuando se qued¨® embarazada con 18. Quer¨ªa interrumpir su embarazo, pero no lo cont¨® en su entorno para que no la juzgasen. Recurri¨® a su vecina Amalia, consejera de M¨¦dicos Sin Fronteras. En muchos pa¨ªses no desarrollados, independientemente de su marco legal, son las ONG las que asumen gran parte de las interrupciones. Es eso, o recurrir a peligrosos y no siempre efectivos m¨¦todos caseros. ?frica subsahariana tiene la mayor tasa de abortos no seguros (77%), de acuerdo con datos del Instituto Guttmacher de 2021, a partir de estad¨ªsticas recabadas entre 2010 y 2014, muy por encima de la media global para ese mismo periodo (44%). Y el riesgo de morir por ellos es m¨¢s elevado en este contiente que en el resto, seg¨²n la OMS.
¡°Desde nuestra experiencia, lo que es seguro es que las mujeres no van a dejar de abortar¡±, remarca Estefanny Molina, abogada de Women¡¯s Link que ha litigado varios casos de aborto tanto en Espa?a como Am¨¦rica Latina y el este de ?frica. ¡°Por eso legalizarlo, al menos en algunas de sus causales, es el primer gran paso¡±. En los ¨²ltimos 25 a?os 47 pa¨ªses han modificado sus legislaciones para posibilitar un mayor acceso al aborto. Unos lo hacen despenalizando supuestos concretos, como la violaci¨®n, y otros con leyes de plazos que establecen hasta qu¨¦ semana est¨¢ permitido. El ¨²ltimo territorio en hacerlo fue Gibraltar, el pasado mes de junio, y Latinoam¨¦rica est¨¢ siendo el gran foco en los avances. En un lustro Chile y Ecuador han despenalizado algunas causas y Argentina y su ley de plazos aprobada en diciembre de 2020 sent¨® el precedente a seguir por los movimientos feministas del subcontinente. As¨ª, el 7 de septiembre la Suprema Corte de M¨¦xico dio un paso hist¨®rico y declar¨® inconstitucional sancionar a una mujer por interrumpir el embarazo. La nueva ley pill¨® a Amanda, de 22 a?os, en pleno procesamiento judicial. Aunque hay Estados mexicanos como Oaxaca donde se permite el aborto libre desde 2019, en otros como Guanajuato, donde vive Amanda, est¨¢ prohibido. A principios de a?o consigui¨® de forma clandestina las pastillas para abortar en casa. El proceso se complic¨® y acab¨® en urgencias. El personal sanitario la denunci¨® y ahora espera que la nueva ley la absuelva. ¡°Pero la despenalizaci¨®n no garantiza un acceso efectivo¡±, insiste Estefanny Molina. ¡°Ese es el segundo gran reto que afrontan ahora estos territorios¡±. Y m¨¢s all¨¢ de la ley, Amanda siente el peso del estigma. Porque a las mujeres de casi todo el planeta, sin distinci¨®n por su cultura o religi¨®n, se les ha asignado el rol ¨²nico de ser madres, y todo lo que atenta contra ello ¡°est¨¢ mal¡±, explica Molina.
Incluso en Espa?a, con una de las leyes de plazos m¨¢s avanzadas del mundo desde 2010, queda pendiente derribar el estigma. Las derivaciones a cl¨ªnicas privadas donde manifestantes provida reciben a las mujeres y los desplazamientos interterritoriales a consecuencia de una objeci¨®n de conciencia masiva hace que muchas, como Selene o Antonia, tengan que desplazarse a otras regiones para ejercer su derecho. A ninguna le explicaron por qu¨¦. ¡°Sientes como si fueras a cometer un delito¡±, coinciden. Aunque es legal y gratuito y el Gobierno est¨¢ preparando una modificaci¨®n de la ley para terminar con esas barreras, el derecho al aborto est¨¢ constantemente amenazado y cuestionado. Vox lleva en su programa electoral ¡°la defensa de la vida desde la concepci¨®n hasta la muerte natural¡± y el PP manifest¨® recientemente su intenci¨®n de derogar la ley actual.
En territorios como Texas (Estados Unidos) ese retroceso es ya una realidad. Desde el 1 de septiembre est¨¢ prohibido abortar tras las primeras seis semanas de embarazo en todos los supuestos, un periodo muy corto en el que muchas mujeres a¨²n no saben que est¨¢n embarazadas. Autumn Holcomb abort¨® all¨ª hace dos d¨¦cadas, haciendo uso de un derecho que el Tribunal Supremo reconoce en el pa¨ªs desde 1973. ¡°Temo lo que se avecina¡±, dice entre l¨¢grimas. Tambi¨¦n el pasado enero el Gobierno de Polonia, dirigido por el partido ultraconservador Ley y Justicia, volvi¨® a ilegalizarlo tras apenas dos a?os de despenalizaci¨®n. Un paso atr¨¢s que desde Europa ¡ªdonde solo era ilegal en San Marino, Malta y Andorra¡ª miran con preocupaci¨®n.
La lucha de Selene, Antonia, Xu, Amanda, Autumn, Alba y Diolinda es la misma. La del derecho a decidir, a ejercer de forma libre y gratuita ese derecho y terminar con el discurso hegem¨®nico y paternalista que se intenta imponer a las mujeres. Alzan la voz y comparten sus vivencias para romper uno de los tab¨²s m¨¢s extendidos del planeta. Y derribar el estigma sempiterno del aborto.
El Salvador
Donde perder un embarazo cuesta 30 a?os de c¨¢rcel
POR CARMEN VALERIA ESCOBAR
El 24 de diciembre de 2009 Alba Rodr¨ªguez iba a dar sepultura al beb¨¦ que hab¨ªa parido unas horas antes en su casa. Pero no lleg¨® a hacerlo. Se estaba ba?ando cuando la polic¨ªa llam¨® a su puerta. ¡°Me leyeron un papel que dec¨ªa que estaba detenida por el delito de homicidio agravado de mi propio hijo¡±, recuerda.
Su pesadilla hab¨ªa comenzado el d¨ªa antes, mientras hac¨ªa las compras para la cena de Navidad. Desde que tom¨® el bus comenz¨® a sentir dolores en el vientre y mientras caminaba entre los puestos empez¨® a sangrar. Ten¨ªa cinco meses de embarazo e inmediatamente fue a su casa. En cuesti¨®n de minutos los dolores se volvieron insoportables. ¡°?Llam¨¢ a la vecina!¡±, le gritaba a su hija mayor, de cinco a?os, en busca de socorro. Ah¨ª mismo, auxiliada por sus vecinas, Alba dio a luz. De ella sali¨® un cuerpo muy peque?o y totalmente morado. Una de ellas intent¨® darle respiraci¨®n boca a boca, pero el beb¨¦ muri¨®.
Cinco meses antes, su hermano mayor la hab¨ªa violado. No era la primera vez. Lo hac¨ªa desde que ella ten¨ªa siete a?os. Nunca lo denunci¨® porque viv¨ªan en Opico, un municipio fuera de la ciudad, con una fuerte presencia de pandillas, y donde conocer a mujeres que hab¨ªan sido violadas era algo normal. Decidi¨® tener al beb¨¦.
Alba fue denunciada por una de sus vecinas y condenada en un juicio irregular. Ninguno de los tres defensores la entrevist¨®. Cuando el juez les pregunt¨® si ten¨ªan algo que decir, ellos respondieron: ¡°No, se?or¨ªa¡±. Esas ¨²ltimas palabras le valieron una condena de 30 a?os de c¨¢rcel y la separaron de sus dos hijas, de dos y cinco a?os. Seg¨²n la sentencia, ella misma golpe¨® la cabeza de su hijo e intent¨® asfixiarlo.
Es frecuente en El Salvador que las mujeres no sean condenadas por aborto sino por homicidio agravado. Esto aumenta la pena a 30 a?os de c¨¢rcel. Hasta la fecha hay 17 presas y 3 siguen su proceso judicial en libertad, seg¨²n la Agrupaci¨®n Ciudadana para la Despenalizaci¨®n del Aborto.
Alba fue llevada a la c¨¢rcel de mujeres en Ilopango. Antes de ingresar, una custodia le recomend¨®: ¡°No vayas a decir que and¨¢s por aborto porque si no te van a pegar. Dec¨ª que and¨¢s por droga¡±. Las c¨¢rceles de El Salvador son un reflejo del pa¨ªs y el aborto no est¨¢ bien visto. As¨ª que Alba pas¨® seis a?os pensando que era la ¨²nica presa por este motivo hasta que, en 2015, la Agrupaci¨®n Ciudadana para la Despenalizaci¨®n del Aborto reuni¨® a las mujeres condenadas para ofrecerles ayuda legal ¡ªhasta la fecha han logrado liberar a 52 revisando sus casos¡ª. En esa reuni¨®n fue la primera vez que se conocieron entre ellas. A Alba se le hizo muy obvio que todas respond¨ªan a un mismo perfil: ¡°?ramos pobres, sin estudios, sin dinero, sin abogados¡±.
Esas fueron las razones por las que en 2019, 10 a?os despu¨¦s de haber sido condenada, la Corte Suprema de Justicia de El Salvador orden¨® la liberaci¨®n inmediata de Alba junto a sus compa?eras Cinthia Marcela Rodr¨ªguez y Mar¨ªa del Tr¨¢nsito Orellana. El fallo concluy¨® que las tres hab¨ªan vivido ¡°en condiciones sociales, econ¨®micas y familiares inadecuadas¡±. A esto se le sum¨® el apoyo del ministro de Justicia y Seguridad de entonces, Mauricio Ram¨ªrez Landaverde, quien pidi¨® al Estado evaluar las soluciones que se estaban dando a las mujeres en esa situaci¨®n. Pero desde entonces hasta la fecha siete mujeres m¨¢s han seguido procesos judiciales por casos parecidos. Ni Alba ni las otras dos liberadas recibieron ning¨²n tipo de compensaci¨®n econ¨®mica por los a?os de encierro. Y sus antecedentes no han sido eliminados.
Cuando Alba sali¨®, sus hijas Nory y Juanita ten¨ªan ya 12 y 15 a?os respectivamente. Y en 2020, en medio de la cuarentena por la covid, dio a luz a Mariam. El beb¨¦ es su nueva oportunidad de vivir la maternidad. La cuidan entre ella, su pareja y sus hijas, de las que no se separa nunca. Quiere aprovechar cada segundo perdido durante sus a?os de presa. La mayor, una excelente estudiante y becada en un colegio privado, aspira a estudiar Derecho para evitar que m¨¢s mujeres pasen por lo mismo que vivi¨® su mam¨¢.
Mozambique
La brecha entre la ley y el acceso
POR ALEJANDRA AGUDO
Diolinda Macunha Me vive en uno de los barrios m¨¢s poblados de Beira, en Mozambique. Cuando ten¨ªa 18 a?os empez¨® a sentir ¡°s¨ªntomas extra?os¡± y su vecina Amalia, consejera de M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF), con quien hab¨ªa hablado en ocasiones del derecho a la salud sexual y reproductiva, le confirm¨® que estaba embarazada. ¡°De un enamorado¡±, dice Diolinda, que quer¨ªa seguir adelante. Pero ella lo tuvo claro: ¡°No estaba preparada para tener un hijo y quer¨ªa abortar¡±.
Macunha desconoc¨ªa que el aborto fuera un derecho en su pa¨ªs, que lo despenaliz¨® en 2014. Las mujeres pueden interrumpir su embarazo en determinados supuestos y plazos: preservar la salud de la madre ¡ªincluida la psicol¨®gica¡ª, en las 12 primeras semanas; en caso de violaci¨®n o incesto, en 16 semanas, y malformaci¨®n del feto, en 24. Como suced¨ªa en la Espa?a de los noventa, en teor¨ªa el argumento de la salud mental abre la puerta a interrumpir un embarazo no deseado. La pr¨¢ctica, sin embargo, se topa con la cotidianeidad de un pa¨ªs pobre a la cola del desarrollo en el que la brecha entre la ley y el acceso es tan amplia como los kil¨®metros que separan a las mujeres de un centro de salud. Arantza Abril, especialista en salud sexual y reproductiva de MSF, explica que esa brecha ¡°es mucho m¨¢s grande en zonas rurales y pobres. All¨ª no conocen sus derechos ni saben ad¨®nde ir a abortar¡±.
Fue el caso de Macunha. Ella nunca pens¨® en hacerlo de forma clandestina, pero tampoco se lo cont¨® a nadie de su entorno para que no la juzgasen. Recurri¨® a la ¨²nica persona que crey¨® que la ayudar¨ªa sin censuras. ¡°Amalia me explic¨® que ten¨ªa que ir a una cl¨ªnica y me acompa?¨®¡±. Una enfermera le detall¨® el proceso: ¡°Me dijeron que no era obligatorio, pero yo estaba decidida¡±. Tras los tres d¨ªas de reflexi¨®n preceptiva, le dieron las pastillas que acabar¨ªan con aquel susto que amenazaba sus planes de seguir estudiando, ser psic¨®loga, y s¨ª, tambi¨¦n de tener marido e hijos, pero m¨¢s adelante.
La falta de informaci¨®n y de autonom¨ªa, la carencia de recursos y el estigma son las principales barreras que enfrentan las africanas, incluso all¨ª donde la ley permite la interrupci¨®n voluntaria. De los 48 pa¨ªses de la regi¨®n subsahariana, 16 proh¨ªben el aborto, 5 lo permiten en el sentido amplio de legalidad y el resto tiene condiciones. A las cl¨ªnicas de Beira autorizadas para practicar abortos apenas llegan mujeres de las zonas rurales. Incapaces de pedir permiso a sus familias para trasladarse a la ciudad y poder someterse a un proceso seguro, lo mantienen en secreto y acaban recurriendo a m¨¦todos dr¨¢sticos. ¡°Se introducen perchas por la vagina. A veces nos llegan casos de perforaciones del ¨²tero y el intestino. Se meten palos y tambi¨¦n ingieren lej¨ªa u otros productos qu¨ªmicos, por lo que nos llegan a los hospitales con problemas esof¨¢gicos¡±, cuenta Abril, de MSF. En Mozambique, beben refresco de cola caliente o con sal. Tambi¨¦n infusiones de ra¨ªces que los curanderos proporcionan. Todos m¨¦todos peligrosos que pueden causar da?os y hasta la muerte.
De los 11,1 millones de abortos que se practican en ?frica al a?o, 8,3 millones son inseguros, seg¨²n el Instituto Guttmacher, una organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro especializada en el campo de la salud reproductiva. El fatal resultado es que 15.000 mujeres fallecen en el continente cada a?o por complicaciones derivadas de este tipo de abortos, lo que representa el 7% de las muertes maternas. ¡°Muertes evitables con acceso a interrupciones voluntarias del embarazo y a m¨¦todos anticonceptivos¡±, recalca el Guttmacher.
¡°La situaci¨®n de muchos pa¨ªses es comparable a la de Espa?a hace 40 a?os¡±, reflexiona Abril. ¡°Aun con niveles de pobreza distintos, quien puede permit¨ªrselo econ¨®micamente, accede a un aborto seguro. Y sin medios econ¨®micos, est¨¢n abocadas a una pr¨¢ctica insegura¡±. En este sentido, denuncia que algunos sanitarios se declaran objetores en los sistemas p¨²blicos para luego practicar abortos econ¨®micamente rentables en sus cl¨ªnicas privadas. Eso, si los hay. En Mozambique, la Asociaci¨®n de Obstetras y Ginec¨®logos del pa¨ªs (AMOG) advierte de la falta de especialistas: 100 obstetras de los que al menos 63 est¨¢n en Maputo. ¡°Un dato preocupante, ya que el pa¨ªs es vasto y sigue registrando altas tasas de muertes por aborto inseguro¡±, alertan en su web.
Dos a?os despu¨¦s de su aborto, que ya no esconde y acepta contar por videoconferencia desde una furgoneta en su barrio, Macunha se ha convertido en consejera para otras. ¡°No para obligar a abortar, sino para que sepan que es un derecho¡±.
Rosa (nombre supuesto) tampoco lo conoc¨ªa. Fue su hermana quien le dijo de acudir a MSF cuando supo que estaba embarazada por tercera vez de su marido. ¡°No quer¨ªa tener un tercer hijo. Me trataba mal y se desentend¨ªa de la casa. ?C¨®mo lo iba a criar? Estaba desesperada¡±, resume ella con una mirada que se empa?a de dolor al otro lado de la pantalla. Hoy est¨¢ divorciada, estudia y cuida de sus hijos de cuatro y seis a?os. Todav¨ªa le pesa el estigma y el rechazo que podr¨ªa sufrir si su historia trascendiese, pero est¨¢ convencida de que tom¨® la decisi¨®n correcta. ¡°Estoy bien. Ya pas¨®¡±.
China
Controlar la natalidad con las interrupciones
POR MACARENA VIDAL LIY
El trabajo de Xu (nombre supuesto) desde los 18 a?os era traer ni?os al mundo. Uno por familia, seg¨²n dictaba la ley china desde 1979 para tratar de controlar el crecimiento demogr¨¢fico en el pa¨ªs m¨¢s poblado del mundo. Aunque hab¨ªa algunas excepciones para las minor¨ªas ¨¦tnicas o los residentes en el medio rural. Pero un d¨ªa, cuando llevaba m¨¢s de un lustro ejerciendo como comadrona, esa misma pol¨ªtica oficial del hijo ¨²nico que hasta entonces solo hab¨ªa sido una consigna que hacer cumplir irrumpi¨® en su vida familiar: casada y con una hija, se hab¨ªa quedado embarazada de nuevo. ¡°Claro que me hubiera gustado tener dos hijos. Uno puede sentirse solo. Dos se hacen compa?¨ªa, crecen juntos, pueden ayudarse¡¡±, cuenta Xu, de 54 a?os, porte elegante y maquillaje cuidadoso, en un apartamento en el sur de Pek¨ªn. Ha llegado a jefa de enfermeras en su departamento de hospital. Est¨¢ acostumbrada a mandar; habla tajante, con seguridad.
Cuando supo que ven¨ªa otro ni?o en camino, por un momento fantase¨® con la posibilidad de tenerlo, pero sab¨ªa que era ilegal. ¡°El Gobierno solo permit¨ªa tener uno y, precisamente yo, trabajando en un hospital estatal como comadrona, no pod¨ªa ser una excepci¨®n. Ten¨ªa que dar ejemplo para no tentar a otros a violar la ley¡±.
Haber seguido adelante con el embarazo le hubiera supuesto el despido. ¡°Alguna compa?era en la misma situaci¨®n quiso arriesgarse y se qued¨® en la calle, incluso a?os m¨¢s tarde [cuando esta pol¨ªtica se aplicaba de modo m¨¢s relajado]. Yo vengo de una familia humilde de campesinos, no tuve opci¨®n de estudiar en la universidad. Ser comadrona es lo ¨²nico que sab¨ªa hacer y lo que daba rumbo a mi vida¡±, relata. No lleg¨® a esperar ¨®rdenes de sus superiores. Ella misma se registr¨® para someterse a la interrupci¨®n. ¡°La ley era la ley: un solo hijo. No hab¨ªa m¨¢s vuelta de hoja¡±, insiste.
La de Xu fue una tesitura en la que se vieron decenas de millones de chinas durante las m¨¢s de tres d¨¦cadas en que estuvo vigente la pol¨ªtica del hijo ¨²nico (1979-2016). Especialmente en los ochenta y principios de los noventa, si una mujer se encontraba encinta de un segundo hijo y su caso no figuraba entre las excepciones, el Estado preve¨ªa la interrupci¨®n del embarazo ¡ªpor las buenas o por las malas: funcionarios de la Comisi¨®n de Planificaci¨®n Familiar recorr¨ªan las aldeas en busca de gestaciones il¨ªcitas¡ª o el pago de una elevada multa en caso de llevarlo a t¨¦rmino. Solo en 1983, el a?o de mayor incidencia, se registraron m¨¢s de 14 millones de abortos.
Hoy d¨ªa, la pol¨ªtica del hijo ¨²nico, ya muy desva¨ªda en sus ¨²ltimos a?os ¡ªlas excepciones se hab¨ªan ido ampliando y la prosperidad hizo que m¨¢s familias optaran por pagar la multa¡ª, ha quedado abandonada. Desde este a?o, cualquier pareja casada que lo desee puede tener hasta tres ni?os. Pero al legado de los controles del crecimiento de la poblaci¨®n y la visi¨®n de las interrupciones como un m¨¦todo anticonceptivo m¨¢s se suman otros factores ¡ªpor ejemplo, una insuficiente educaci¨®n sexual¡ª que hacen de China uno de los pa¨ªses con mayor incidencia de abortos inducidos en el mundo (9,7 millones al a?o).
La legislaci¨®n permite el aborto sin necesidad de supuestos. Solo desde 2004 es ilegal interrumpir el embarazo por raz¨®n del sexo del beb¨¦: la marcada preferencia por un var¨®n hab¨ªa provocado un grave desequilibrio entre ni?os y ni?as en el total de nacimientos, entre otras consecuencias indeseadas de la pol¨ªtica del hijo ¨²nico.
Pero ahora las tornas podr¨ªan cambiar. Las restricciones a los nacimientos han hecho que China se precipite a un r¨¢pido envejecimiento demogr¨¢fico y busca v¨ªas para incentivar la natalidad. Este septiembre, la Gu¨ªa para el desarrollo de la mujer, que publica cada 10 a?os el Gobierno chino, declaraba que limitar¨¢ el n¨²mero de abortos por ¡°razones no m¨¦dicas¡±. Esto apunta a la preocupaci¨®n de Pek¨ªn por el abuso de este procedimiento como m¨¦todo anticonceptivo. Pero tambi¨¦n ha despertado el miedo a que se restrinja el derecho al aborto para aumentar los nacimientos.
La veterana feminista Feng Yuan, fundadora de la ONG Equality, matiza que ese lenguaje no es nuevo: ya figuraba en la gu¨ªa de hace una d¨¦cada. Y ni entonces, ni ahora, el texto detalla c¨®mo se planea reducir las cifras, por lo que puede que, como hace una d¨¦cada, quede en una mera declaraci¨®n de intenciones. E incluso de llevarse a cabo una reducci¨®n, puntualiza, no es necesariamente algo malo si se promueven como alternativa otros m¨¦todos anticonceptivos, dado el impacto f¨ªsico y psicol¨®gico que una interrupci¨®n del embarazo supone para la mujer. La clave, apunta Feng, ¡°estar¨¢ en c¨®mo se apliquen las medidas¡±.
¡°Al final, la cuesti¨®n principal no es la pol¨ªtica del hijo ¨²nico, de dos hijos o tres, sino que el Gobierno respete el derecho de las mujeres a decidir sobre sus embarazos. Que emita m¨¢s directrices en favor de la igualdad y ayude a las mujeres a superar las dificultades que tienen en lograr sus sue?os y sus derechos¡±, apunta la feminista.
Xu, por su parte, reh¨²sa volver la mirada atr¨¢s. ¡°Hemos podido dar a nuestra hija toda nuestra atenci¨®n y tiempo. Ha tenido una educaci¨®n excelente y ha estudiado en el extranjero. Si hubi¨¦ramos tenido otro ni?o, habr¨ªamos tenido que repartir¡±.
M¨¦xico
La letra peque?a de la despenalizaci¨®n
POR BEATRIZ GUILL?N
A Amanda hay que encontrarla lejos de la casa donde vive. Llega puntual con una bici vieja y embarrada a una alameda en el Estado de Guanajuato, una regi¨®n muy conservadora de M¨¦xico en la que se venden estampitas en las plazas y en las puertas de las iglesias cuelgan im¨¢genes de fetos. A Amanda le da terror que sus t¨ªos se enteren de lo que hizo. Elige un seud¨®nimo, pide omitir el nombre de su ciudad, recuerda que la fotograf¨ªa debe ser de espaldas y, aun as¨ª, preocupada, duda de si su familia reconocer¨¢ su peinado, su ch¨¢ndal rosa. ¡°Me dijeron que me correr¨ªan de la casa¡±, se justifica, ¡°si alg¨²n d¨ªa yo hac¨ªa eso¡±. A Amanda, de 22 a?os, buena estudiante universitaria, sensible y batalladora, este verano se le rompi¨® el preservativo estando con su pareja. Tom¨® la p¨ªldora anticonceptiva de emergencia y, aun as¨ª, qued¨® embarazada. Amanda abort¨®. Y el miedo ocup¨® todas las noches.
En M¨¦xico, solo en 4 de los 32 Estados es legal interrumpir el embarazo: se permite antes de las 12 semanas de gestaci¨®n en Ciudad de M¨¦xico, Oaxaca, Hidalgo y Veracruz ¡ªestos dos ¨²ltimos lo aprobaron este a?o¡ª. En el resto se consideran legales algunas causas como la violaci¨®n, la malformaci¨®n o cuando la vida de la madre est¨¢ en peligro; no siempre, no en todos. Por eso se practican cada a?o entre 750.000 y 1.000.000 de abortos clandestinos en todo el pa¨ªs y un tercio de ellos requieren atenci¨®n m¨¦dica urgente por complicaciones. Miles de mujeres pierden la vida y otras tantas se arriesgan a penas que van desde los 15 d¨ªas hasta los 6 a?os de c¨¢rcel.
Amanda abort¨® a principios de agosto, embarazada de apenas tres semanas, con las pastillas que le consiguieron en una asociaci¨®n feminista. Se las tom¨® en casa de su novio. ¡°El proceso fue muy doloroso, me impact¨® demasiado. Mucho sangrado, c¨®licos, diarreas, mareos¡¡±, cuenta. Con los d¨ªas, los dolores en el vientre empeoraron, se asust¨® y acudi¨® al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el sistema sanitario p¨²blico. ¡°No ten¨ªa el dinero para ir a un m¨¦dico privado¡±. Le ordenaron una ecograf¨ªa de urgencia. ¡°Yo sab¨ªa que no era legal en mi Estado, pero iba confiada en el protocolo de que deben ayudar al paciente¡±, dice.
Mientras estaba envuelta en una bata, una enfermera y la ginec¨®loga le informaron de que hab¨ªa cometido un delito e iban, en ese momento, a demandarla. ¡°Me dijeron que deb¨ªa ser castigada. Lo primero que pens¨¦ es que me iba a la c¨¢rcel, que mi vida, mis estudios, todo se hab¨ªa acabado¡±. Acorralada, se levant¨® de la camilla, recuper¨® su ropa y pidi¨® sin ¨¦xito sus documentos. ¡°No me dejaban salir porque deb¨ªa afrontar los cargos. Me dijeron que ya no ten¨ªa otra opci¨®n. Le arrebat¨¦ mis cosas a la trabajadora social y sal¨ª corriendo de la cl¨ªnica¡±.
A partir de ah¨ª, Amanda describe cada d¨ªa como un tormento. Esperando la citaci¨®n de la Fiscal¨ªa, se asustaba con cada llamada a la puerta. ?Vendr¨ªan a por ella? Ve¨ªa las marchas provida en el televisor, y dej¨® de dormir por la ansiedad, de comer por los nervios. ¡°Pens¨¦ en suicidarme¡±. Pero el 7 de septiembre, la Suprema Corte mexicana dio un paso hist¨®rico y declar¨® inconstitucional sancionar a una mujer por interrumpir un embarazo. En la pr¨¢ctica esta decisi¨®n judicial implica que cuando un caso de aborto llegue al juzgado, encontrar¨¢ una v¨ªa muerta; pero no elimina las acusaciones y la investigaci¨®n policial porque abortar sigue siendo ilegal en casi todo el pa¨ªs hasta que no reformen los c¨®digos penales.
¡°Cuando vi el gran titular con la noticia del tribunal, respir¨¦ y pens¨¦ que por fin todo hab¨ªa acabado¡±, dice. ¡°Ya no me pod¨ªan encarcelar¡±. Pero ahora conoce la letra peque?a: sin el cambio en la legislaci¨®n, no hay servicios p¨²blicos para interrumpir el embarazo y el trauma o el estigma no desaparecen. El d¨ªa antes de la entrevista con Amanda, unas 50.000 personas se manifestaron contra el aborto en Guadalajara, la segunda ciudad m¨¢s grande del pa¨ªs; y en Ciudad de M¨¦xico se realiz¨®, en una plaza p¨²blica, una ecograf¨ªa a una ni?a de 15 a?os embarazada mientras las im¨¢genes del feto se reproduc¨ªan en pantallas gigantes. ¡°Quieren tener un derecho sobre nuestro cuerpo que no les pertenece, solo nosotras podemos decidir¡±, apunta la joven entre los ¨¢rboles.
Amanda, que ha vivido los ¨²ltimos 20 a?os en casa de sus t¨ªos ¡ªdesde que su madre falleci¨® y su padre se esfum¨®¡ª, est¨¢ habituada a discutir con una familia que no la entiende. Criada como creyente, ha superado dos crisis de fe y arregla sus desacuerdos con Dios conversando con ¨¦l: ¡°?l no juzga¡±. Ahora, mientras batalla con un trastorno depresivo y sue?a con conocer Nueva York en Navidad o visitar Italia, solo se atreve a contar su historia por si ayuda a alguien m¨¢s. ¡°Tambi¨¦n para que los que nos insultan sepan que una joven con el futuro por delante se quiso suicidar por miedo al prejuicio¡±, dice serena y triste. ¡°Ahora yo tambi¨¦n tengo una voz dentro de esto: la maternidad ser¨¢ deseada o no ser¨¢¡±.
Texas
La fragilidad de un derecho
POR ANTONIA LABORDE
Autumn Holcomb siente que abortar le salv¨® la vida. Su novio abusaba emocional, verbal y f¨ªsicamente de ella cuando en su primer a?o de universidad qued¨® embarazada. ¡°Ten¨ªa mucho miedo de su reacci¨®n, pero fue peor de lo que imagin¨¦¡±, dice por Zoom desde Texas, zona cero de la lucha por el derecho al aborto en Estados Unidos. El hombre la llev¨® a un descampado en mitad de la noche y le puso una pistola en la cabeza. Holcomb no sabe por qu¨¦ no apret¨® el gatillo, pero s¨ª que la violencia solo habr¨ªa escalado durante el embarazo. Como muchas tejanas, creci¨® en el seno de una familia conservadora, pero le inculcaron que una mujer puede elegir qu¨¦ hacer con su cuerpo. As¨ª que en la decimosegunda semana de gestaci¨®n fue a un centro de Planned Parenthood, organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro dedicada a la salud reproductiva, y abort¨®: ¡°Fue simple y seguro¡±.
La situaci¨®n en Texas ha cambiado dr¨¢sticamente desde que Holcomb, de 40 a?os, empleada de una empresa de software, tom¨® aquella decisi¨®n con 19. El Estado, feudo conservador, ha promulgado 26 restricciones a la interrupci¨®n del embarazo en la ¨²ltima d¨¦cada. La ¨²ltima roza la prohibici¨®n. El pasado 1 de septiembre, el gobernador republicano, Greg Abbott, aprob¨® una ley que la impide a partir de la sexta semana, cuando la mayor¨ªa de mujeres a¨²n no conocen su estado. La ¡°ley del latido¡± contempla penas para cualquiera que ¡°ayude o sea c¨®mplice¡± de una intervenci¨®n, incluido el taxista que traslada a una embarazada a un centro de salud. Lyft y Uber cubrir¨¢n los costes legales de sus conductores demandados.
¡°No me puedo imaginar mi situaci¨®n con las cosas como est¨¢n hoy, sin dinero para viajar a otro Estado. Es draconiano¡±, dice entre l¨¢grimas. Un juez federal de Austin bloque¨® la normativa a principios de mes atendiendo a una demanda del Departamento de Justicia al considerar que atenta contra el derecho consagrado en 1973 por el Tribunal Supremo. Pero dos d¨ªas despu¨¦s una instancia superior la resucit¨® en Nueva Orleans. Empresas como la tecnol¨®gica Salesforce y Bospar han ofrecido ayuda econ¨®mica a los empleados que prefieran reubicarse fuera de Texas y hay gente que ha descartado sus planes de regresar cuando finalice la pandemia, como dos amigas de Holcomb, por negarse a criar a sus hijos en un sitio donde no se respetan los derechos de las mujeres.
En un Estado con una superficie superior a la de Francia, de 30 millones de habitantes, y donde vive una de cada 10 mujeres en edad reproductiva del pa¨ªs, ya hab¨ªa que sortear una serie de obst¨¢culos para practicarse un aborto antes de la restrictiva ley. Las 35 cl¨ªnicas que ofrecen la intervenci¨®n est¨¢n obligadas a agendar dos citas con las pacientes. La primera, para una ecograf¨ªa y un ¡°asesoramiento¡± que las organizaciones de derechos reproductivos ven como disuasorio. Incluso entregan un panfleto con la imagen de un feto de seis semanas que dice que su coraz¨®n en desarrollo comienza a latir. Planned Parenthood, citando a la comunidad m¨¦dica, explica que la actividad que se mide en una ecograf¨ªa al comienzo de la gestaci¨®n son impulsos el¨¦ctricos, no un verdadero latido. En la segunda cita, al menos 24 horas despu¨¦s, vuelven a realizar una ecograf¨ªa y proceden a la intervenci¨®n. ¡°Para m¨ª, es como si el Gobierno nos dijera que no sabemos lo que queremos. Es degradante¡±, afirma Holcomb. ¡°Soy alguien que ha pasado por esto y puedo decir que t¨² no tomas esta decisi¨®n sin pensar en ella, es lo ¨²nico que est¨¢ en tu cabeza las 24 horas del d¨ªa. Si tomas la decisi¨®n, la tomas. Creo que, si el Gobierno viera a las mujeres como iguales, esto no ocurrir¨ªa¡±.
Espa?a
M¨¢s all¨¢ de la legalizaci¨®n
POR SARA CUESTA TORRADO
Antonia Correa (Cartagena, 41 a?os) estaba embarazada de 20 semanas cuando detectaron que su hija, Ana, ven¨ªa con agenesia del cuerpo calloso completo (ausencia total de la estructura que conecta los dos hemisferios del cerebro). ¡°Me dijeron que era mejor hacer otra ecograf¨ªa en la semana 24. Pero no me explicaron que a partir de la 22 no era legal el aborto voluntario por malformaciones¡±, recuerda con la voz rota, siete a?os despu¨¦s. ¡°Me ocultaron informaci¨®n para quitarme mi derecho a decidir¡±.
En Espa?a la ley vigente, aprobada en 2010 por el Gobierno socialista de Zapatero, permite el aborto por libre voluntad hasta la semana 14 y provocado en caso de patolog¨ªa fetal o riesgo para la madre hasta la 22. A partir de ah¨ª, un comit¨¦ ¨¦tico valora caso a caso. Pero hay provincias como Murcia o Toledo donde no se realizan este tipo de intervenciones. Lo hacen por una supuesta objeci¨®n de conciencia institucionalizada que el actual Gobierno est¨¢ intentando corregir en su propuesta de modificaci¨®n de ley. ¡°Deber¨ªa ser obligatorio que el 50% de los ginec¨®logos en hospitales p¨²blicos no puedan ser objetores¡±, reclama Antonia.
Cuando ella y su marido, con los desoladores resultados m¨¦dicos en la mano, decidieron interrumpir el embarazo, tuvieron que esperar dos semanas la decisi¨®n del comit¨¦. Su caso prueba, en opini¨®n de la abogada Estefanny Molina, de la organizaci¨®n Women¡¯s Link, ¡°c¨®mo por causas religiosas¡± se ha intentado impedir un aborto. Si la ley se hubiese aplicado correctamente, Antonia no habr¨ªa tenido que recorrer 400 kil¨®metros hasta una cl¨ªnica en Madrid, ni habr¨ªa parido embarazada de 28 semanas y sola a su hija muerta. ¡°No dejaron entrar ni a mi marido y tuve que ver c¨®mo se la llevaban¡±. No respetaron su duelo. ¡°Toda mi experiencia fue tercermundista¡±, dice. Por eso denunci¨® al Hospital Santa Luc¨ªa de Murcia y su causa est¨¢ ahora en el Constitucional. ¡°Me sent¨ª despreciada, juzgada y sentenciada¡±.
Hasta hace apenas un a?o, Antonia compart¨ªa su testimonio con seud¨®nimo, pero esta vez ha querido hacerlo con su nombre y su rostro. Siente que hablar y romper el silencio en torno al aborto es la ¨²nica manera de cambiar las cosas. Quiz¨¢s su experiencia ha sido m¨¢s traum¨¢tica, pero su lucha es la misma que la de una mayor¨ªa: acabar con las diferencias territoriales, con los prejuicios y con ese paternalismo que a¨²n hoy recae sobre las espa?olas por decidir libremente y ejercer un derecho que la ley garantiza.
Selene Franco supo que estaba embarazada en febrero de 2020. Siempre hab¨ªa querido ser madre, pero sinti¨® c¨®mo el est¨®mago se le encog¨ªa cuando el test dio positivo. Ten¨ªa 19 a?os y no era su momento. Tras dos semanas de ¡°angustia¡±, decidi¨® interrumpir su embarazo en su ciudad, Salamanca. Como ella, ese a?o abortaron en Espa?a m¨¢s de 88.200 mujeres, el 90% de forma voluntaria. Antes de la ley de 2010, el 97% alegaba riesgo para la salud mental. Fue el resquicio legal para poder realizar interrupciones voluntarias (IVE) desde 1985, cuando se legaliz¨® el aborto en caso de violaci¨®n, malformaciones y riesgo grave para la salud f¨ªsica o mental de la mujer. ?Y antes? Era totalmente ilegal. Las que ten¨ªan recursos econ¨®micos viajaban a Londres y abortaban en secreto.
Selene no tuvo que irse a Londres, pero s¨ª a Valladolid porque en los hospitales de Salamanca no practican las IVE. Esto sucede en otras ocho provincias y en cinco comunidades aut¨®nomas. El 84,5% de las IVE en Espa?a se realizan en centros privados, pese a ser ¡°un servicio incluido en la cartera de prestaciones del sistema sanitario¡±, seg¨²n la ley. La falta de equipos con formaci¨®n espec¨ªfica en la sanidad p¨²blica y el choque con esa objeci¨®n de conciencia casi institucionalizada han cronificado una situaci¨®n de desigualdades territoriales que dificultan el acceso y estigmatizan a las mujeres.
Cuando Selene tuvo clara su decisi¨®n, empez¨® un viaje emocional y burocr¨¢tico que a¨²n hoy le cuesta recordar. Primero fue a su m¨¦dica de cabecera, de ah¨ª a una trabajadora social y luego al ginec¨®logo. ¡°Fue traum¨¢tico que me dieran la ecograf¨ªa¡±. Ese papel, la prueba m¨¢s n¨ªtida de su embarazo, era el pase de acceso a la cl¨ªnica. ¡°Sientes que est¨¢s cometiendo un delito¡±.
¡°Se ha mejorado much¨ªsimo¡±, advierte Isabel Serrano, ginec¨®loga de 69 a?os, expresidenta de SEDRA Federaci¨®n de Planificaci¨®n Familiar y activista por los derechos sexuales y reproductivos desde los a?os setenta. ¡°Porque ahora podemos abortar con seguridad y dentro de la ley¡±. Pero en su opini¨®n falta lo m¨¢s importante: la aplicaci¨®n correcta de esa ley y la informaci¨®n cuidada desde las instituciones. ¡°Porque, si pones en internet aborto en tal ciudad, lo primero que te aparecen son las cl¨ªnicas privadas. Eso puede despertar dudas. Pero si las consejer¨ªas cuidan y actualizan sus informaciones y se aseguran de posicionar en primera l¨ªnea, el mensaje que recibe la mujer es otro: que el aborto es legal, seguro y un servicio sanitario m¨¢s, como una operaci¨®n de apendicitis. Todo eso ayudar¨ªa a eliminar mucho sufrimiento innecesario, aquel que es ajeno a la decisi¨®n y al proceso y que est¨¢ potenciado por los fallos en el sistema, por el estigma social y por el silencio en torno al aborto¡±.
Selene sigue convencida de que tom¨® la decisi¨®n correcta, pero siente que la sociedad y el sistema le han fallado. M¨¢s all¨¢ de las trabas burocr¨¢ticas, de la falta de tacto, del desplazamiento, dice que fueron la de?sin?formaci¨®n, la desacreditaci¨®n constante (¡°en cada fase del proceso volv¨ªan a preguntarme si estaba segura, cuestionando mi capacidad de decidir, infantiliz¨¢ndome¡±) y la falta de acompa?amiento lo que m¨¢s da?o le ha generado. ¡°Acompa?amiento no solo al tomar la decisi¨®n o durante el proceso, sino despu¨¦s. Porque sigo teniendo muy presente lo que viv¨ª. No me arrepiento, pero duele¡±.
Eva Puig, fil¨®sofa de 47 a?os especializada en terapia del duelo por IVE, abort¨® hace 11 a?os. Se acababa de aprobar la ley de 2010 y el sistema estaba en pa?ales. Pero su experiencia no fue muy distinta a la que Selene ha vivido una d¨¦cada despu¨¦s. La misma falta de informaci¨®n, de empat¨ªa, de acompa?amiento. ¡°En mi caso tambi¨¦n hab¨ªa un conflicto a la hora de decidir, pero nadie me habl¨® de todo lo que pod¨ªa implicar¡±. Y el dolor la cogi¨® desprevenida. Fue entonces a una librer¨ªa de Barcelona especializada en literatura feminista. ¡°Les dije: ¡®Acabo de abortar y me siento muy mal. ?Qu¨¦ libros ten¨¦is?¡¯. Me dijeron que nada¡¡±. A partir de ese momento empez¨® a investigar. Hoy, madre de una ni?a de 7 a?os, ha fundado Proyecto Kora, especializado en duelos gestacionales, sobre todo en casos de interrupciones voluntarias. ¡°Esos son los que m¨¢s desautorizados est¨¢n socialmente. Yo soy de las primeras que han empezado a hablar de ello sin asociar el dolor con el arrepentimiento, que es la idea que se maneja desde los sectores provida¡±.
En sus Cartas ¨ªntimas tras un aborto voluntario (2019) desmonta los supuestos argumentos que deslegitiman el duelo sin arrepentimiento tras las IVE. Como que no puede haber dolor si se est¨¢ a favor del aborto y es una decisi¨®n voluntaria. ¡°No importa si es persona o no, sino cu¨¢n significativo es para ti ese grupo de c¨¦lulas. Adem¨¢s, no es una decisi¨®n necesariamente libre en cuanto a que no est¨¢ libre de circunstancias: las personales, las del contexto hist¨®rico y cultural de cada pa¨ªs e incluso las de cada familia. Y una decisi¨®n tomada aut¨®nomamente no implica que no haya dolor. Tambi¨¦n en un divorcio elegido puede haber dolor aunque no arrepentimiento¡±.
En su fanzine Abortos Felices, la traductora y editora Elisabeth Falomir (Valencia, 33 a?os) advierte: ¡°Si escuchamos una y otra vez que los abortos conllevan tristeza y duelo, acabamos por pensar que esas son las ¨²nicas emociones v¨¢lidas¡±. Habla desde el respeto hacia todas aquellas mujeres que como Selene, Antonia o Eva han vivido experiencias muy distintas, incluso traum¨¢ticas. Reconoce y comparte su dolor. Pero quiere que tambi¨¦n su vivencia tenga cabida en la sociedad y hablar de ella sin verg¨¹enza. ¡°Yo, que recib¨ª una educaci¨®n sexual e hice uso de todas las opciones anticonceptivas que se me ofrecieron, tuve que pasar por tres embarazos no deseados¡±, apunta. S¨ª, tambi¨¦n por tres abortos. ¡°En torno a esa afirmaci¨®n autom¨¢ticamente se construye un relato: seguro que no se cuid¨®¡±, se?ala. ¡°Pero no intento rebatirlo en una cuesti¨®n num¨¦rica. Quiero poner en el centro que, sean los que sean, qu¨¦ suerte tuve de tener a mi disposici¨®n una legislatura que, con sus fallos, me permiti¨® no tener una maternidad no deseada¡±. Pese a todo, el peso del estigma siempre est¨¢ presente. Ese es, en su opini¨®n, el dolor contra el que hay que luchar en Espa?a. ¡°El que nace de la desinformaci¨®n, de sentirse desatendida, juzgada y mal tratada desde la perspectiva sanitaria y emocional. Tambi¨¦n contra el dolor social, que es el m¨¢s dif¨ªcil. ?C¨®mo es posible que no pueda cogerme un d¨ªa en el trabajo tras un aborto para descansar porque me da verg¨¹enza, pero s¨ª por un dolor de espalda? Esto tiene mucho que ver con agresiones micromachistas¡±.
Para Eva Puig, el discurso de Falomir es muy importante. Porque el reto en Espa?a es que haya una sociedad concienciada y dispuesta a escuchar esas historias sin juzgar. ¡°Tendemos a generalizar nuestras propias vivencias. Y hay que entender el aborto como un proceso y no como un acto y, dependiendo de qui¨¦n seas t¨², doler¨¢ o no doler¨¢¡±, explica. ¡°No caigamos en negar la experiencia de ninguna mujer. Lo importante es que hablemos todas y nos reconozcamos. Cuantas m¨¢s voces y m¨¢s discursos, m¨¢s permiso daremos a las mujeres para que vivan y sientan su aborto como ellas quieran¡±..