Perversi¨®n
Mientras los creadores corren el riesgo permanente de ser silenciados, los pol¨ªticos parecen adquirir una impunidad total.
Carlos Gran¨¦s es en mi opini¨®n uno de los mejores ensayistas de nuestra lengua. Sus libros est¨¢n escritos en una prosa precisa y flexible, prodigan ideas frescas y son capaces de abrir perspectivas nuevas sobre viejos problemas. El ¨²ltimo ensayo suyo que he le¨ªdo se titula ¡°Una paradoja contempor¨¢nea: ?reputaci¨®n o visibilidad?¡± y se public¨® en Letras Libres.
Gran¨¦s empieza observando que, hasta hace poco, los artistas gozaban de una enorme libertad para decir las cosas m¨¢s salvajes sin que su reputaci¨®n se resintiera por ello. ¡°Desde mediados del siglo XIX¡±, recuerda el escritor colombiano, ¡°el prestigio del creador estuvo ligado a su sinceridad, a su coraje para desafiar las convenciones, desoxidar los moralismos o incluso ofender a los burgueses con la exhibici¨®n imp¨²dica de sus alucinaciones violentas y sus pulsiones m¨®rbidas¡±. Este esp¨ªritu ¨¢crata, fruto de la concepci¨®n rom¨¢ntica del artista como h¨¦roe o genio cuyas reglas de conducta eran excepcionales, se ha frenado en seco, lo cual podr¨ªa no ser del todo malo. Lo malo es que ahora estamos padeciendo el extremo opuesto; no es s¨®lo que el artista se abstenga de comportarse de manera escabrosa o de expresar lo incorrecto: es que ¡°ha pasado a ser un siervo del moralismo puritano que se extiende como la covid-19 por las sociedades contempor¨¢neas¡±. Seg¨²n constata Gran¨¦s, las noticias de grandes cineastas o escritores defenestrados de un d¨ªa para otro por comentarios o tuits, incluso por bromas o tonter¨ªas dichas o hechas hace d¨¦cadas, son ahora mismo un pasatiempo cotidiano en las redes sociales; as¨ª que, para no convertirse en v¨ªctima de la llamada ¡°cancelaci¨®n¡±, el artista procura no salirse del sendero trillado y, aunque a menudo alardeando de transgresor, evita cualquier atisbo de transgresi¨®n, cosa que lo amansa y lo vuelve d¨®cil, previsible y acomodaticio, tanto en su obra como en sus declaraciones p¨²blicas. Pero ¡ªy ah¨ª radica la paradoja denunciada por Gran¨¦s¡ª mientras los creadores corren el riesgo permanente de ser silenciados, los pol¨ªticos parecen adquirir una impunidad total. Tipos como Donald Trump o Jair Bolsonaro han logrado en efecto llegar a la presidencia de sus pa¨ªses soltando las mayores burradas y han descubierto as¨ª una de las reglas del ¨¦xito del l¨ªder nacionalpopulista, tal y como la formulan Leila Abboud y Victor Mallet en el Financial Times: si quieres ganar, s¨¦ radical, incluso ofensivo (el ultraderechista ?ric Zemmour, probabil¨ªsimo candidato a la presidencia de Francia, propuso en septiembre prohibir en su pa¨ªs los nombres de pila extranjeros, como Mohammed). Gran¨¦s refiere que el poeta venezolano Willy McKey, acosado en las redes sociales tras revelarse su relaci¨®n con una adolescente, acab¨® suicid¨¢ndose, mientras que en Argentina se siguen ganando elecciones en nombre de Juan Domingo Per¨®n, pese a ser de dominio p¨²blico que el general tuvo una amante de 14 a?os llamada Nelly Rivas. Tal vez esto explique el fen¨®meno desconcertante, de resonancias autoritarias, de que los pol¨ªticos critiquen por sus declaraciones a los escritores ¡ªy no lo contrario, que ser¨ªa lo l¨®gico¡ª: sin ir m¨¢s lejos, yo mismo he sido honrado con alguna lindeza por Matteo Salvini, y nuestra vicepresidenta D¨ªaz perdi¨® no hace mucho el comedimiento que le atribu¨ªamos insultando a Mario Vargas Llosa (¡°se?oro¡±, lo llam¨®) porque el novelista peruano record¨® la evidencia de que no basta con votar en libertad: adem¨¢s, hay que votar bien. ?O acaso no es evidente que los ingleses que votaron el Brexit votaron fatal, que los estadounidenses que votaron a Trump lo hicieron de pu?etera pena o que los alemanes que en 1933 elevaron al poder a Hitler votaron catastr¨®ficamente?
Nada bueno puede ocurrir, concluye Gran¨¦s, cuando las licencias del artista se las toma el pol¨ªtico y la prudencia del pol¨ªtico se le impone al artista. ¡°Quien deber¨ªa cuidar su reputaci¨®n, comprometi¨¦ndose moralmente con la sociedad, es el pol¨ªtico¡±, mientras que es saludable conceder al artista ¡°un amplio margen para decir o revelar cosas inc¨®modas¡±. Lo contrario, me permito a?adir, es una perversi¨®n. Y ya estamos empezando a pagarla muy caro.
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