Que sea para bien
Columna de Juan Jos¨¦ Mill¨¢s.
He aqu¨ª a Olaf Scholz, sucesor de Angela Merkel al frente de la canciller¨ªa alemana, en una de las primeras fotos que han circulado de ¨¦l desde su toma de posesi¨®n.
?Qu¨¦ nos dice esta imagen?
Nos dice que a Scholz, como a nuestro Pedro S¨¢nchez, entre otros, le gusta la est¨¦tica kennedyana, que viene a ser la de un hombre en mangas de camisa (blanca), dotado de la energ¨ªa del que ha dormido bien, reci¨¦n duchado, reci¨¦n afeitado, y quiz¨¢ despu¨¦s de haber hecho un poco de cardio en el gimnasio. Se trata de una est¨¦tica que, como la de los buenos detergentes, sufre pocas modificaciones porque sirve para todos los tiempos. La limpieza exterior sugiere en el que la observa una pulcritud de car¨¢cter moral que, racionalmente hablando, no tiene por qu¨¦ darse. Pero aqu¨ª no hablamos de la raz¨®n, sino de los sentimientos, y este se?or transmite una sentimentalidad pol¨ªtica de una eficacia sorprendente.
Funciona su postura corporal. Funciona el juego de sus manos, funciona la alianza matrimonial. Le funciona la calva, el entrecejo, las orejas, las gafas, le funciona todo del mismo modo que funcionan los asientos de piel, el cintur¨®n de seguridad que atraviesa uno de ellos y la luz sin m¨¢cula que entra por la ventanilla de la izquierda. Cabe suponer que funcionan asimismo los motores de la aeronave que lo conducen de un lado a otro leyendo siempre el mismo informe. Si un pedazo tan peque?o del pa¨ªs que dirige este hombre funciona as¨ª, el pa¨ªs debe de ir como una moto. Y de eso se trata, de que parezca que va como una moto. Lo que hace falta es que sea para bien.
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