Tristeza sobre tristezas
?Qu¨¦ m¨¢s dan las pompas de cualquier Ayuntamiento analfabeto y rid¨ªculo? ?Acaso ennoblecen al muerto? Yo creo que son m¨¢s bien un escarnio. | Columna de Javier Mar¨ªas.
Ahora que ha pasado algo de tiempo desde algunas muertes inesperadas ¡ªpoco para sus deudos, pero para ellos siempre ser¨¢ poco el tiempo¡ª, quiz¨¢ no est¨¦ de m¨¢s una reflexi¨®n al respecto. Nada grata, pues me lleva a la conclusi¨®n de que este pa¨ªs est¨¢ envilecido m¨¢s all¨¢ de lo aceptable, es decir, de lo acostumbrado. Probablemente estar¨¦ anticuado, pero la muerte creo que deber¨ªa invitar al silencio, al menos mientras permanezca reciente. A los enemigos del finado les toca callarse y no escribir sobre ¨¦l nada desagradable, aunque s¨®lo sea por respeto a quienes lo lloran y porque el difunto ya no puede contestar ni defenderse. Y a los allegados les toca lamentarse y despu¨¦s hacer una pausa, si no desean convertir a su ser querido y perdido en un t¨®tem, destino que nadie merece, o en un pretexto para librar batallas que a ¨¦l le resultan indiferentes, porque ya habita otro sitio, el pasado.
No digo que el pasado no deba perturbarse, y los humanos lo hacemos constantemente. Pero hay que dejar que el presente que contuvo al vivo se aleje, para que en verdad sea pasado. Lo m¨¢s triste tras las muertes de Ver¨®nica Forqu¨¦ y Almudena Grandes (a la primera no la conoc¨ª, a la segunda apenas, pero ambos fallecimientos los deploro) es que, sin soluci¨®n de continuidad, han pasado a formar parte del espec?t¨¢culo que domina nuestra vida p¨²blica. A ello han contribuido los pol¨ªticos y la prensa. En el caso de Forqu¨¦, porque muri¨® por su propia mano, tras ser ¡ªtengo entendido¡ª maltratada por un programa de televisi¨®n y vilipendiada en las redes sociales, siempre inclementes con los vulnerables. En el de Grandes, por su inconmovible militancia partidista. De casi ning¨²n pol¨ªtico espa?ol actual cabe esperar educaci¨®n ni elegancia, y quienes las aguardaran del alcalde Almeida eran unos verdaderos ilusos. A ese hombre m¨¢s le valdr¨ªa no abrir nunca la boca. No entiendo, sin embargo, la escandalera producida por sus superfluas y desabridas palabras; en primer lugar, por lo ya dicho; en segundo, porque, si Grandes lanz¨® incontables venablos contra el PP, nadie en su sano juicio podr¨ªa confiar en que los representantes de este partido le dedicaran una calle o la nombraran hija predilecta de buen grado (es como si mis allegados confiaran en que a m¨ª iban a honrarme p¨®stumamente el PP, el actual PSOE, Vox o Podemos, a los que he criticado con aspereza en numerosos art¨ªculos); y en tercero, porque no veo qu¨¦ pueden importarle, a nadie medio serio, chorradas de semejante calibre. ?Qu¨¦ m¨¢s dan las pompas de cualquier Ayuntamiento analfabeto y rid¨ªculo? ?Acaso ennoblecen al muerto? Desde mi punto de vista, son m¨¢s bien un escarnio, y les aseguro que no querr¨ªa que mi nombre fuera nunca una calle (¡°Vivo en JM 16¡å, qu¨¦ espanto) ni un premio literario (¡±He ganado el JM¡±, qu¨¦ oprobio) ni un instituto (¡°Estudio en el JM¡±, qu¨¦ deprimente). Hacer de eso un conflicto equivale a atribuirle importancia, cuando s¨®lo habr¨ªa que rest¨¢rsela.
Tambi¨¦n veo como peque?os escarnios ¡ªlo siento¡ª los ditirambos p¨®stumos. En esta sociedad narcisista, es como si se hubiera dado inicio a una competici¨®n para demostrar qui¨¦n quer¨ªa m¨¢s a las difuntas y qui¨¦n la suelta m¨¢s aparatosa. Toda exageraci¨®n tard¨ªa es a la postre una ofensa. Cuando Forqu¨¦ a¨²n viv¨ªa ¡ªy al parecer muy angustiada¡ª, no le¨ª que nadie la ensalzara como una de las mejores actrices nacionales y una de las m¨¢s queridas. Grandes, desde su muerte, es una maestra de las letras, una figura universal y una escritora fundamental del siglo. Puede ser, he de confesar que la le¨ª muy poco. Pero no recuerdo que hasta anteayer, cuando ella estaba en el mundo, casi nadie le brindara elogios tan superlativos, que seguramente la habr¨ªan alegrado y animado. Tan irrespetuosos han sido sus detractores como sus partidarios (bueno, mucho m¨¢s los primeros). Lo que no han hecho unos ni otros ha sido dejarla en paz, ni abstenerse de blandirla como arma arrojadiza.
No s¨®lo las muertes han pasado a ser un espect¨¢culo m¨¢s de nuestra vida degradada. Luego viene lo m¨¢s jugoso, por desgracia: la b¨²squeda de culpables para hacer durar m¨¢s la funci¨®n. En el caso de Forqu¨¦ ¡ªun desgarrador suicidio¡ª, la culpa se repart¨ªa entre los responsables del humillante programa (seguramente no m¨¢s que otros) y los desalmados de las redes. Y como en el de Grandes no hab¨ªa m¨¢s verdugo que la enfermedad, han venido de perlas las declaraciones de zarrapastrosos mentales como el alcalde de Madrid, los pol¨ªticos de Vox y sus columnistas y tertulianos esbirros. As¨ª se consegu¨ªan villanos, que la habr¨ªan menospreciado cuando a¨²n estaba de cuerpo presente (miren el Diccionario, porque esta expresi¨®n va perdiendo su significado). No s¨¦. Creo que si estas mujeres hubieran sido enemigas personales m¨ªas, no habr¨ªa pronunciado una palabra; y si hubieran sido amigas m¨ªas, habr¨ªa escrito mi entristecido obituario y luego habr¨ªa sido discreto, pasase lo que pasara. Todav¨ªa no alcanzo a aceptar que ninguna muerte se trate como un n¨²mero m¨¢s de la farsa en la que andamos inmersos. Claro que ya lo he dicho: estar¨¦ muy anticuado.
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