Aquella infancia ucrania de la escritora Ir¨¨ne N¨¦mirovsky
La ni?a que a la postre escribir¨ªa la monumental novela ¡®Suite francesa¡¯ y que morir¨ªa en Auschwitz con 39 a?os vivi¨® en la hoy agredida Kiev.
Enero de 1914. El Orient Express corre a toda velocidad de Odesa a Par¨ªs. La ni?a de 10 a?os esp¨ªa el pasillo del tren y ve a su madre alejarse hacia el vag¨®n-restaurante del brazo de un joven apuesto. Entonces la ni?a, que viaja sola con su madre, entra en su compartimento, coge la enorme mu?eca que por Navidad le regalaron sus padres y abuelos, que celebraban tanto las fiestas jud¨ªas como las cristianas ortodoxas, y la tira por la ventanilla del tren sobre la infinita superficie nevada. La mu?eca tiene una melena larga y rubia como su fr¨ªvola y despiadada madre.
Aquella ni?a ucrania, llamada Irina Nemir¨®vskaia, observa la blancura del paisaje y piensa en el barrio elegante de Kiev donde vive, a dos pasos de los palacios imperiales. Desde su balc¨®n miraba los innumerables parques de la ciudad que descend¨ªan la colina en terrazas sucesivas hasta llegar al r¨ªo. En verano acompa?aba a su estimado padre en cruceros por el Dni¨¦per. De noche se dejaban mecer por las olas, de d¨ªa visitaban pueblos en los que su padre ten¨ªa negocios con los terratenientes ucranios. A Irina, aquel mundo rural le parec¨ªa descuidado y le recordaba las descripciones de los paisajes y los pueblos que le¨ªa en los libros de G¨®gol Taras Bulba y Las veladas de Dikanka. G¨®gol era su escritor ucranio predilecto. El resto del verano recorr¨ªa su soleada Kiev barrida por el viento del C¨¢ucaso: con su institutriz francesa sub¨ªa las calles empinadas, caminaba por los bulevares amparados por hileras de tilos y casta?os que proteg¨ªan sus ojos del brillo de las c¨²pulas doradas de las iglesias.
Desde el Orient Express la ni?a observa la llanura invernal y recuerda la reciente celebraci¨®n del A?o Nuevo en Odesa. Su abuela prepar¨® unos deliciosos zakuski de salm¨®n, caviar, pastas y pepinillos, que todos regaban con champ¨¢n e incluso Irina prob¨® unos sorbitos. En Odesa, cada ma?ana sol¨ªa bajar con su abuelo al animado puerto por la inmensa y helada escalera que m¨¢s tarde reconocer¨ªa en la pel¨ªcula El acorazado Potemkin, de Sergu¨¦i Eisenstein.
El Orient Express lleva a Irina con su madre de compras a Par¨ªs. Sin la mu?eca se siente como si tuviera alas. Mira la nieve que lo cubre todo como el olvido y a¨²n no sabe que pronto estallar¨ªa una guerra mundial y que su familia huir¨ªa de Kiev y del ambiente cargado de disturbios que m¨¢s tarde desembocar¨ªan en la revoluci¨®n. Tras pasar un tiempo en San Petersburgo, donde residir¨ªan en la misma calle que el joven Nabokov, la familia decidir¨ªa huir de la revoluci¨®n a Finlandia y de all¨ª a Par¨ªs. En la capital francesa, Irina Nemir¨®vskaia se convertir¨ªa en Ir¨¨ne N¨¦mirovsky. Vivir¨ªa all¨ª el resto de su corta vida: dos d¨¦cadas y media llenas de escritura y ¨¦xitos, con dos hijas y un marido cari?oso que pasaba sus manuscritos a m¨¢quina. Su madre cobrar¨ªa vida en la mayor¨ªa de sus novelas como una mujer mundana, vac¨ªa y cruel.
Ir¨¨ne hizo caso omiso a su padre cuando intentaba persuadirla de que se trasladase a Estados Unidos, donde el antisemitismo no hab¨ªa arraigado; la escritora ten¨ªa una fe ciega en la integridad ¨¦tica de Francia. Solo se arrepinti¨® de no haber escuchado a su padre cuando ya era demasiado tarde: tras la ocupaci¨®n alemana, ella y toda su familia se vieron perseguidas. En verano de 1942 la detuvieron y la enviaron a Auschwitz. Un mes despu¨¦s, la autora de Suite francesa ¡ªsu gran novela p¨®stuma¡ª mor¨ªa a los 39 a?os.
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