C¨®mo es la vida en un apartamento del siglo XXI... dentro de un palacio decimon¨®nico
Cuando una pareja joven con dos hijos se fij¨® en esta casa en el centro de Madrid era un espacio deslucido, en ruinas y con el techo derrumbado en algunas partes. Estaba muy lejos de ser el hogar que es hoy.
En otra vida, hace dos siglos, fue el palacio de un duque en el centro de Madrid, pero en alg¨²n momento el transcurso de los siglos acab¨® despojando al palacio de toda nobleza y personalidad. El edificio se convirti¨® en pisos y la segunda planta acab¨® siendo primero un estudio de arquitectura y despu¨¦s un showroom. Cuando una joven pareja con dos ni?os peque?os acudi¨® al arquitecto Jon Albistur, el conjunto estaba en ruinas. Literalmente. Con andamios por todas partes y en medio de una reforma integral, el espacio que compraron no se parec¨ªa en nada a una casa. El techo estaba ca¨ªdo en algunas habitaciones. En las que no se hab¨ªa derrumbado por la humedad hab¨ªa un pladur que lo tapaba todo. Una moqueta carente de personalidad cubr¨ªa todo el suelo. M¨¢s paredes de pladur imped¨ªan la vista al amplio patio interior del edificio, privando a este de toda luz. De hecho, ni siquiera era una casa. La pareja pens¨® que jam¨¢s llegar¨ªa a serlo. Pero Albistur vio una oportunidad ¨²nica.
¡°Me propuse quitarlo todo a ver qu¨¦ descubr¨ªa. Era una inc¨®gnita. Picamos el techo pensando que hab¨ªa molduras, pero ni siquiera eso. Solo hab¨ªa yeso viejo estropeado. As¨ª que seguimos picando hasta llegar a las vigas de madera y yeso antiguo. Decidimos dejarlo as¨ª porque nos recordaba a un artesonado¡±, rememora el arquitecto. El resultado es un techo alt¨ªsimo y poco com¨²n en un piso que muestra las cicatrices y tripas del edificio. Debajo de la insulsa moqueta, Jon Albistur esperaba encontrar un precioso suelo de madera palaciego. Pero tampoco hab¨ªa nada: ¡°Cemento y solo cemento¡±.
Con todo el pladur fuera y la casa desnuda, tuvo ante s¨ª una hoja en blanco lista para llenar. La idea era recuperar la distinci¨®n de la vivienda, el brillo de la aristocracia del siglo XIX combinado con el d¨ªa a d¨ªa de una familia del siglo XXI. Para la reforma quisieron utilizar los materiales que se habr¨ªan empleado en la ¨¦poca de su construcci¨®n. Los suelos de pino melis, el que se usaba en Espa?a en el siglo XIX, y las puertas fueron rescatadas de los derribos de casas de esa ¨¦poca. ¡°Deb¨ªa ser una casa en la que vivir y por la que los ni?os pudieran montar en bicicleta¡±, recuerda Albistur. Los 300 metros cuadrados del piso y la distribuci¨®n di¨¢fana lo permiten de sobra.
¡°Nos gustaba la idea de las casas antiguas de habitaciones concatenadas como vagones de un tren¡±, relata el arquitecto. Decidieron mantener el pasillo de toda la vida que sale de la cocina y da paso a los dormitorios, pero al mismo tiempo crearon un nuevo acceso alrededor de la galer¨ªa que rodea el luminoso patio interior. De esta manera, se puede hacer un recorrido circular por toda la casa. Adem¨¢s, el responsable de la reforma se encarg¨® ¨¦l mismo de crear algunos de los muebles m¨¢s representativos, como la mesa roja que da la bienvenida. ¡°En realidad es un biombo chino que rescatamos de una tienda de antig¨¹edades. Le di la vuelta para que la parte decorada quedase oculta y no a la vista. As¨ª, cuando los ni?os juegan se meten debajo de la mesa y ven algo parecido a la Capilla Sixtina¡±, explica. El sof¨¢ modular del sal¨®n, revestido de lino, lo dise?¨® Albistur a medida en colaboraci¨®n con un tapicero.
La presencia de telas naturales y maderas apenas tratadas se integra muy bien con el resto de los muebles y los detalles decorativos. La pareja, amantes del arte y empedernidos coleccionistas, a?adieron su toque personal con muebles de Charlotte Perriand, la butaca Eames o un colgador de Le Corbusier. Obras de Jos¨¦ D¨¢vila y Chillida, entre otros, pueblan las paredes. La ¨²nica nota discordante la marca la cocina. De enormes dimensiones para encajar en la casa, Albistur quiso hacerla en acero inoxidable como las cocinas de los cocineros profesionales. ¡°Es el punto moderno de la casa palaciega¡±, sostiene. La pareja tard¨® dos a?os en reformar la vivienda y lleva dos m¨¢s dom¨¢ndola. Ya no tienen ninguna duda de que el espacio en ruinas que compraron es una casa. Un hogar con todas las letras.
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