Farrell y McNamara: ¡°Los edificios no son tan solo infraestructuras, representan sistemas de valores¡±
Con numerosas obras en Francia, Per¨², Italia, el Reino Unido e Irlanda, las directoras del estudio Grafton Architects, Yvonne Farrell y Shelley McNamara, han ganado algunos de los premios de arquitectura m¨¢s prestigiosos del mundo. Tras hacerse con el Le¨®n de Plata, en 2018 comisariaron la Bienal de Venecia reclamando espacios amables para el ciudadano. En 2020 obtuvieron el Pritzker y hace unos d¨ªas recogieron en Barcelona el Premio Mies van der Rohe, que concede la Uni¨®n Europea.
Internacionales e intr¨¦pidas, sus edificios, la mayor¨ªa educativos, intentan acercar el conocimiento y la gente, la calle o las distintas ramas del saber. Aunque ambas sonr¨ªen y han hecho de la amabilidad una condici¨®n sine qua non desde que se conocieron estudiando Arquitectura en Dubl¨ªn, Yvonne Farrell (Tullamore, 1951) es dulce, tambi¨¦n poco cartesiana. Y Shelley McNamara (Lisdoonvarna, 1952), estudiosa y tajante. En Barcelona, una ola de calor ha mareado a McNamara, que se incorpora avanzada la conversaci¨®n con su socia desde hace 44 a?os.
Enhorabuena por su premio. Uno m¨¢s.
Yvonne Farrell: No es uno m¨¢s. Lo mejor de Europa compite en el Mies buscando un mensaje que pueda hacer mejorar el mundo.
?Ha llegado el momento de premiar a arquitectas?
Y. F.: Cada proyecto es un experimento y aqu¨ª, arriesgando, acertamos. Unir dos cosas antag¨®nicas ¡ªel movimiento del baile y la quietud de una biblioteca¡ª es o algo loco o un hallazgo. Al final uno vive en edificios construidos, no en ideas. Una de las cosas que nos desmoraliza es que el p¨²blico que se emociona en un partido de tenis o de f¨²tbol no se interese por la arquitectura. Me pregunto si hemos elegido un idioma que nadie entiende.
?Y qu¨¦ se responde?
Y. F.: Tener formaci¨®n de arquitecto es un privilegio. Pero tenemos una responsabilidad con la sociedad. Ah¨ª reside la grandeza de la arquitectura: en evitar que sea un arte ensimismado. Cuanto mayor te haces, m¨¢s claro lo ves.
?Lo aprendieron en la Escuela de Arquitectura?
Y. F.: Es humanidad. Si algo define a la Uni¨®n Europea son los valores compartidos, el bienestar ¡ªque solo puede ser com¨²n¡ª y la libertad. Es tan importante que un edificio no tenga goteras como poder sentarte a la sombra de un casta?o. A nuestros estudiantes les exigimos que sepan de ¨¢rboles. Arquitectura y paisaje van juntos. Es un error separarlos. Somos naturaleza. La arquitectura no son objetos sino conexiones. Es algo f¨ªsico.
?C¨®mo ha llegado a ser tan te¨®rico?
Y. F.: Cuando no tenemos nada mejor que hacer, los seres humanos nos ponemos a pensar. La arquitectura son valores. Es algo vivo, un organismo.
Shelley McNamara: Desde siempre, lo que hace valiosa a la arquitectura es la humanidad y la generosidad. Pensar en los dem¨¢s es la clave.
Siendo irlandesas, han construido por medio mundo: de Francia a Per¨² y de Italia a Jordania.
S. M.: Hemos competido mucho. Y hemos aprendido viajando.
Y. F.: Yo llegu¨¦ a Jordania para dar clases en la escuela de Arquitectura.
Y aprovech¨® para casarse en El Cairo.
Y. F.: Michael de Courcy, que tambi¨¦n era arquitecto, vino de Londres. Y yo llegu¨¦ de Am¨¢n porque quer¨ªamos pasar nuestra luna de miel en Egipto. Era el gran plan y result¨® uno de los d¨ªas m¨¢s solitarios de nuestra vida. Pensamos que nos bast¨¢bamos el uno con el otro, que ¨¦ramos modernos y desprejuiciados. Y¡ echamos de menos compartir la celebraci¨®n. Fue una lecci¨®n sobre lo que implica olvidar la tradici¨®n y los rituales.
?C¨®mo traduce esa lecci¨®n a arquitectura?
Y. F.: Los edificios no son tan solo infraestructuras. Representan anhelos, conquistas, posibilidades. Cuando dise?amos una universidad, no solo pensamos en los estudiantes, tambi¨¦n en los padres que se matan para darles una carrera. Queremos que ir all¨ª a ver c¨®mo se grad¨²an sus hijos los llene del orgullo que merecen. Los edificios representan sistemas de valores.
Cuando se cas¨®, era poco habitual que una pareja de arquitectos no se asociara.
Y. F.: Ya estaba asociada a Shelley.
Luego Michael muri¨® de accidente.
Y. F.: Con 29 a?os, en el verano de 1984, jugando un partido de f¨²tbol amistoso.
Se qued¨® sola con un hijo de nueve meses.
Y. F.: Y Shelley me ayud¨®. Hoy Mathew es abogado. Y una persona maravillosa. Est¨¢ felizmente casado en Dubl¨ªn.
Llevan 44 a?os juntas. Mucho m¨¢s que muchos matrimonios.
S. M.: Compartimos valores. ?Aunque no siempre pensamos lo mismo! Nos respetamos. Esa es la clave. Tambi¨¦n que cada una tiene una vida al margen del despacho.
La suya es con el pintor Michael Caine.
S. M.: Y con sus dos hijos.
Y. F.: ?ramos cinco cuando empezamos, los colegas de la universidad. Nos llamaban ¡°el escuadr¨®n Le Corbusier¡± porque nos parec¨ªa el mejor arquitecto.
?Lo siguen pensando?
S. M.: Nos fascina su capacidad para mezclar lo racional ¡ªla construcci¨®n¡ª con lo pl¨¢stico-art¨ªstico. Construyendo la Universidad Bocconi en Mil¨¢n aprendimos que la estructura, cuando define el espacio, habla. Tiene ese poder. Esconderla es disfrazar.
Les han dado el Premio Mies van der Rohe de la Uni¨®n Europea. ?Deber¨ªa llamarse Le Corbusier?
Y. F.: Mies van der Rohe fue un gran arquitecto. En Brno, su casa Tugendhat es un monumento a la vida y al progreso. Pero la m¨¢s famosa, Farnsworth, me decepcion¨®. Es m¨¢s una idea que una casa. Y empe?arse en eso es peligroso.
Defienden una arquitectura conectada.
S. M.: Nos interesa m¨¢s lo que conecta que lo que desconecta. Algunos urbanismos laber¨ªnticos unen a la gente en plazas y calles. Otros ordenados la separan. Estamos a favor de lo que une.
Y. F.: Yo viv¨ª en una casa con un jardincito delante y un patio detr¨¢s. Con las dos puertas abiertas me parec¨ªa que la naturaleza la atravesaba. Mucha de la arquitectura se nutre de vivencias propias.
?Prestar atenci¨®n a c¨®mo la arquitectura afecta a la gente es una cualidad femenina?
Y. F.: Creo que la mayor¨ªa de las mujeres tienen m¨¢s en cuenta a los dem¨¢s. Pero podr¨ªa decir lo mismo de los hombres amables. Y no todas las mujeres son amables. Es una discusi¨®n delicada. Se ha convertido en un territorio peligroso. Somos distintos. Y eso es bonito. Aunque la voz de la mujer deber¨ªa ser m¨¢s escuchada.
S. M.: Nuestro despacho es un colectivo de hombres y mujeres con actitudes, destrezas y curiosidades diferentes. Nos une una ambici¨®n m¨¢s social que personal. No defendemos formas, defendemos calidad de vida.
?Cu¨¢nta gente trabaja en su despacho?
Y. F.: La mitad.
S. M.: Es un chiste. Y no es verdad. Somos 13 y todos son muy trabajadores.
?En alg¨²n momento han cobrado menos por ser mujeres?
Y. F.: En absoluto. Hubiera enloquecido. Ser¨ªa insultante.
S. M.: En general, los arquitectos est¨¢n infrapagados, comparado con otros profesionales. No se los valora. Pero hemos sido nuestras propias jefas y seguramente nos hemos pagado menos de lo que merecemos. Sin embargo, nos parece despreciable que una arquitecta cobre menos que un arquitecto por hacer el mismo trabajo.
?Han tenido que sacrificar algo para ser las profesionales que son?
S. M.: No. Es cierto que antes de que pudi¨¦ramos llegar a la universidad las mujeres no pod¨ªan llevar vaqueros. Nos encontramos el camino hecho.
?Se han sentido cuestionadas por sus colegas por valorar el lado emocional de la arquitectura?
Y. F.: A veces cuesta utilizar palabras como amabilidad o cortes¨ªa. Pero no se trata de ser dulce. Se trata de hablar de lo necesario. Y tan necesario es hablar de la sombra como de la estructura.
La empat¨ªa o la amabilidad que defienden ?garantizan buena arquitectura?
Y. F.: En absoluto. Hay una destreza para conseguir que el espacio de un edificio sea mejor que lo imaginado. Cuando entramos en la Universidad Bocconi, bajo el voladizo de 22 metros vimos que all¨ª estaban las fuerzas de la naturaleza suspendidas.
?C¨®mo supieron que funcionar¨ªa?
Y. F.: No lo sab¨ªamos, claro.
S. M.: Ten¨ªamos el voladizo de 22 metros y justo antes de enviar la propuesta al concurso a?adimos dos columnas. Lo maravilloso es que, cuando ganamos, la universidad organiz¨® un equipo de ingenieros que nos propuso quitar las columnas. Hubieran resultado rid¨ªculas.
?Representaban su miedo o su cautela?
Y. F.: Las dos cosas. Ahora, afortunadamente, representan que una buena relaci¨®n entre ingenieros y arquitectos mejora la arquitectura. Al final, los edificios terminan hablando.
Habla de atributos que tienen poco que ver con la vista: sonido, tacto¡
Y. F.: La arquitectura que se concentra solo en el sentido de la vista es un problema para la arquitectura. En la prensa cuenta la imagen, pero un edificio no se puede explicar en dos dimensiones. Se pierde. Por eso en la Biennale no quer¨ªamos hablar de objetos hermosos. La arquitectura es el espacio y el espacio es el hueco, el vac¨ªo, la nada. Alejandro de la Sota lo dijo: ¡°Los arquitectos deber¨ªamos hacer tanta nada como nos sea posible¡±.
?Son religiosas?
Y. F.: Creo profundamente en la belleza de la vida. Eso para m¨ª es el sentido. Creo en el universo como un todo y en la importancia sagrada de cada momento.
?Qu¨¦ da sentido a la arquitectura?
Y. F.: Pensar en las personas: la sombra, los bancos para quienes esperan. El voladizo para cobijar cuando llueve.
S. M.: La arquitectura traduce a una sociedad las necesidades, las posibilidades, las prioridades. Valorar el tacto por encima de la vista ?es dar valor a la artesan¨ªa?
Y. F.: Uno de los problemas de la arquitectura actual es la separaci¨®n entre los dise?adores y los constructores que se convierten en gestores econ¨®micos y dejan de buscar la mejor piedra o el ladrillo m¨¢s expresivo para centrarse en cuadrar el presupuesto, que tambi¨¦n es importante. Pero solo tambi¨¦n. Solo he descendido por un r¨ªo una vez, pero creo que hacer un edificio es como hacer rafting: te lo juegas todo.
S. M.: Todo habla en un edificio. Incluso el color de la tierra que se a?ade a la mezcla para hacer el mortero.
?Qu¨¦ les preocupa como arquitectas?
S. M.: El porcentaje de lugares p¨²blicos de las ciudades se ha reducido dr¨¢sticamente en las ¨²ltimas d¨¦cadas por la privatizaci¨®n y la comercializaci¨®n del espacio de todos, el que define la ciudad. La conexi¨®n entre edificios es como el aire que respiramos. No se ve. Pero es vital. Y se est¨¢ perdiendo.
?La conciencia de cuidar es un atributo femenino?
Y. F.: Es la habilidad de ponerte en la piel de los dem¨¢s y anticipar sus necesidades. Tiene que haber una luz para quien llega a una casa. Un banco para que se siente quien se cansa caminando.
S. M.: El tacto humaniza los edificios. Transmite una intimidad que no est¨¢ re?ida con la monumentalidad ni con espacios que consiguen elevar el esp¨ªritu. Una cosa es la destreza, otra el cuidado. Cualquier profesi¨®n bien hecha ayuda y mejora el mundo. Mucha generosidad de m¨¦dicos, obreros o jardineros an¨®nimos ha mejorado el mundo. Si como arquitectos no la tenemos, no estamos contribuyendo a mejorar la sociedad.
?Qu¨¦ es el riesgo en la arquitectura?
Y. F.: Construir. Si realmente pensaras en los riesgos que conlleva ser arquitecto ¡ªen el edificio y en tu negocio¡ª, te dedicar¨ªas a cocinar pasta.
Sin embargo, son muchos los arquitectos que defienden la necesidad de arriesgar.
Y. F.: Vivir es arriesgar. No hay ninguna profesi¨®n que est¨¦ exenta del riesgo. Si diagnosticas, arriesgas; si usted escribe, arriesga. Y si no lo hace, tambi¨¦n.
En cuatro d¨¦cadas trabajando juntas, ?qui¨¦n ha cambiado m¨¢s?
Y. F.: Nos hemos ido definiendo. Igual Shelley no ha cambiado en una cosa: jam¨¢s se ha contentado con lo correcto. Nunca ha dejado de investigar. Ella es mucho m¨¢s segura que yo, que soy m¨¢s desastre: tengo gatos, cuido del jard¨ªn, me gusta leer ficci¨®n¡ Shelley prefiere investigar. Pero somos amigas. Confiamos la una en la otra. Nos respetamos. Uno no se despierta un d¨ªa con el brazo sobre el hombro de otra persona. Eso tambi¨¦n se construye.
S. M.: Somos distintas. Vivimos vidas independientes y a la vez tenemos mucho en com¨²n. Nos rodean personas que, a lo largo de todos estos a?os, han enriquecido nuestro mundo intelectual. Y emocional.
Y. F.: Cuando Mike muri¨® y mi hijo ten¨ªa nueve meses, pens¨¦ que no podr¨ªa seguir trabajando. Pero tuve la suerte de que mis suegros y Shelley me recordaban a diario que todo ese dolor pasar¨ªa. No lo he olvidado.
?Han encontrado dificultades especiales por el hecho de ser mujeres?
S. M.: Si las encontramos, no nos dimos cuenta. O las ignoramos.
Y. F.: Es cierto que, en 2008, nos dieron un premio por la Universidad Bocconi y la primera pregunta que hizo una periodista fue: ¡°?Qu¨¦ opinan sus maridos?¡±. Y era una periodista. Podemos ser nuestro peor enemigo.
?C¨®mo sab¨ªa que ten¨ªan marido?
Y. F.: No contestamos. Solo abr¨ª la boca. En la vida no hace falta ser amable, pero no es inteligente no serlo. Hay una diferencia entre ser amable y ser servil. Ser amable te relaciona de una manera bonita con los dem¨¢s. Tal vez todo esto se deba a la educaci¨®n que recibimos o a nuestras familias. Fuimos siete hermanos.
S. M.: Nosotros fuimos cuatro. Pero tambi¨¦n hemos tenido clientes extraordinarios. Cada vez que dise?amos un edificio empezamos de cero. Eso quiere decir que repensamos siempre nuestro trabajo. Es estimulante, pero tambi¨¦n exige saber convivir con la duda. Parad¨®jicamente, replantearnos continuamente las cosas es lo que nos ha fortalecido.
?Qu¨¦ les parece esencial en un edificio?
Y. F.: Lo mismo que en una persona: que sea cercano, que mejore la vida, que envejezca bien. Un edificio necesita cuidados. Al igual que un individuo, descuidados no envejecen bien. Un edificio descuidado es como una persona que ha perdido la ilusi¨®n de vivir. Est¨¢ comprobado que para vivir m¨¢s lo esencial es la amistad y la risa. Luego vienen asuntos m¨¢s inc¨®modos como ducharse con agua helada. Pero los dos primeros son un regalo de la vida.
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