Una peque?a historia
Nos ense?a que aprender a morir (a soportar el miedo de la muerte) es la mejor v¨ªa para aprender a vivir | Columna de Rosa Montero
D¨¦jame contarte una peque?a historia que me ha hecho volar el coraz¨®n. El pasado 17 de abril, domingo de Pascua, fui a firmar a la preciosa Cuesta de Moyano de Madrid, una hist¨®rica hilera de antiguas casetas con librer¨ªas de segunda mano. A media ma?ana se par¨® frente a m¨ª una mujer atractiva de unos 50 a?os (luego he sabido que tiene 53), primorosamente vestida y con un parche negro sobre un ojo. Le firm¨¦ su libro y a continuaci¨®n, con total naturalidad, me explic¨® que le acababan de diagnosticar un c¨¢ncer de cerebro muy avanzado y que le quedaban pocos meses de vida. Me la qued¨¦ mirando con estupor: su plena serenidad era irreal. Junto a ella estaba su hija, una veintea?era que no abri¨® la boca, dej¨¢ndole a la madre, como es natural, el dominio de las palabras. Pero tambi¨¦n la joven me contemplaba con una compostura extraordinaria, incluso con una peque?a, amable sonrisa en la comisura. ¡°Hemos descubierto el tumor a causa del ojo, que ya lo he perdido¡±, dijo la mujer, se?alando el parche.
Aquel domingo de abril hac¨ªa un tiempo precioso, tibio y soleado, primavera pura. De pronto sent¨ª que algo se apagaba, que algo se enfriaba, que la muerte bat¨ªa sus negras alas de gasa alrededor, esa muerte a la que siempre he tenido tanto miedo. Me fij¨¦ en los ojos de las dos mujeres: perfectamente secos, sin rastro de hinchaz¨®n, sin ninguna huella de haber derramado l¨¢grimas. En su lugar, me consta que yo hubiera llorado hasta secarme. Les habl¨¦ de casos que conozco que fueron considerados terminales de manera err¨®nea, porque segu¨ªan estando muy vivos a?os despu¨¦s. Ella, que dijo ser enfermera (cosa que quiz¨¢ sea peor, porque sabes m¨¢s), contest¨®: ¡°A eso queremos agarrarnos. No s¨¦, a¨²n no me lo creo. Me parece que estoy en shock¡±.
Durante los pasados meses he pensado bastante en la mujer del parche y en su estoica hija, en la formidable y fantasmag¨®rica entereza de ambas; no oculto que a veces me tem¨ªa que estuviera navegando las oscuras aguas del final. La existencia es as¨ª de incierta, as¨ª de poca cosa; uno vive en toda su plenitud, con sus deseos y sus memorias y sus proyectos, y de pronto, en menos de un parpadeo, ya no vive, y todo lo que fuiste se ha borrado. Confieso que en m¨¢s de una ocasi¨®n me pregunt¨¦ si ya no existir¨ªa la mujer del parche. Hasta que, hace algunos d¨ªas, recib¨ª un e-mail suyo (cuando nos conocimos le apunt¨¦ mi direcci¨®n en su libro), una carta portentosa que voy a extractar aqu¨ª: ¡°Los onc¨®logos ya est¨¢n hablando no de meses sino de a?os, lo que es una enorme diferencia. Estoy recibiendo radioterapia diaria y quimioterapia y estoy fundida pero tengo el ¨¢nimo muy alto, gracias a Dios, a mi familia que es maravillosa y a mis grandes amigos¡±. Luego cuenta que montaron un encuentro con todos sus conocidos, y que de ah¨ª sali¨® la idea de volver a casarse con su marido tras 32 a?os de matrimonio, cosa que hicieron renovando los votos en una iglesia y celebrando un fiest¨®n en una finca con 85 invitados, todo organizado en una semana con la ayuda de sus dos hijas.
¡°Ahora estamos preparando un crucero por los fiordos noruegos, yo no s¨¦ si se me ha ido la pinza, estando como estoy¡ S¨®lo s¨¦ que quiero vivir a tope lo que me quede y que, desde que s¨¦ que tengo c¨¢ncer y los d¨ªas contados, me acuesto feliz¡±. S¨ª, la carta dice exactamente eso: que se acuesta feliz. Y a?ade: ¡°?Es posible sacar algo bueno del c¨¢ncer? Pues a la vista est¨¢ que s¨ª. No lo puedo explicar bien, noto una sensaci¨®n de alegr¨ªa interna seg¨²n abro los ojos al despertar y me siento viva, m¨¢s viva que nunca¡ Disfruto con cualquier tonter¨ªa, con un vaso de agua fresca¡ Esto es una lecci¨®n de vida para m¨ª y los m¨ªos¡±. Incluso van a probar a enderezarle el ojo con b¨®tox y es posible que consiga recuperarlo.
He acompa?ado graves enfermedades de algunos seres queridos y s¨¦ por experiencia que lo que est¨¢ diciendo y haciendo esta mujer no es f¨¢cil. ¡°Mi d¨ªa equivale a tu a?o¡±, dec¨ªa Lou Reed. S¨ª, esa es la ambici¨®n. Pero ?c¨®mo lograr habitar el presente con esa intensidad?, ?c¨®mo conseguir inyectarse el instante de forma tan gloriosa? La mujer del parche nos ense?a que aprender a morir (a soportar el miedo de la muerte) es la mejor v¨ªa para aprender a vivir. Se llama Beatriz y es impresionante.
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