Los secretos de Fortuny: la f¨¢brica centenaria que produce en Venecia las telas m¨¢s sofisticadas del mundo
Hace un siglo que Mariano Fortuny, hijo y nieto de grandes pintores espa?oles, abri¨® en la ciudad de los canales una taller que sigue creando tejidos para los interiores m¨¢s suntuosos. Sus due?os, los hermanos Maury y Mickey Riad, est¨¢n llevando este legado al futuro, mientras mantienen la esencia y el misterio de una manufactura en la que nadie puede entrar.
Al turismo de masas con tiempo escaso no se le ha perdido gran cosa en la isla de la Giudecca, al sur de Venecia. Pocos montar¨¢n en el vaporetto que lleva hasta all¨ª en unos minutos, a pesar de alicientes como la bas¨ªlica de San Giorgio Maggiore ¡ªuna de las obras maestras del arquitecto manierista Andrea Palladio¡ª y de sus calles tranquil¨ªsimas en comparaci¨®n con los alrededores de la plaza de San Marcos. Peor para ellos: el t¨®pico dir¨ªa que se est¨¢n perdiendo el tesoro oculto de Venecia. Vista desde la Fondamenta delle Zattere, el otro lado del canal, destaca la mole neog¨®tica del hotel Hilton Molino Stucky, que en su vida anterior lleg¨® a ser la mayor f¨¢brica de pasta de Italia. Justo al lado queda una construcci¨®n mucho m¨¢s baja y modesta, una vieja nave de ladrillo en la que el ojo no se detendr¨ªa si no fuera por el enorme r¨®tulo que corona su fachada. Fortuny, dice esta inscripci¨®n que se?ala d¨®nde se oculta el verdadero tesoro dentro del tesoro.
La centenaria f¨¢brica de tejidos Fortuny presenta una cara visible y otra tan inexpugnable como un b¨²nker. El primero es el showroom de la firma, donde los rollos de tela se despliegan y superponen creando vistosos fondos escenogr¨¢ficos para el visitante. En cuanto al segundo espacio, la nave en la que se estampan esos pa?os, solo est¨¢ abierto a los empleados que participan en la producci¨®n. Y a sus actuales propietarios, los hermanos Mickey y Maury Riad, respectivamente el responsable creativo y financiero de la compa?¨ªa. ¡°Hace poco, una mujer me dijo que le encantar¨ªa ver la f¨¢brica¡±, cuenta Mickey. ¡°Yo le expliqu¨¦ que est¨¢ prohibido, y ella me asegur¨® que no pretend¨ªa copiarnos, que solo sent¨ªa curiosidad. Muy bien, le dije, el ¨²ltimo d¨ªa podr¨¢ usted venir. ¡®?El ¨²ltimo d¨ªa de la f¨¢brica?¡¯, pregunt¨®. ¡®No, el de usted¡¯, le respond¨ª, porque entrar¨¢, pero ya no la dejaremos salir¡±. La regla no except¨²a ni a las cabezas coronadas: hace unos a?os la reina Beatriz de Holanda solicit¨® el mismo permiso, que se le deneg¨® diplom¨¢ticamente, lo que la llev¨® a cancelar una visita ya programada.
Este a?o se celebra el centenario de la apertura de la factor¨ªa. Ante la pregunta del porqu¨¦ de tanto secretismo sobre sus procesos y maquinaria ¡ª?que, seg¨²n aseguran, no han cambiado en todo este tiempo¡ª, los Riad son igual de diplom¨¢ticos, pero tampoco sueltan prenda: ¡°Ese secreto forma parte de una m¨ªstica de la marca que se ha protegido durante 100 a?os, y que contribuye a que se entienda hasta qu¨¦ punto nos tomamos en serio nuestra responsabilidad. Esto suma a nuestra reputaci¨®n. Dice algo de nosotros¡±.
Ellos saben que para una firma de lujo es fundamental preservar su identidad, unas ciertas ra¨ªces. Por cierto, Fortuny es una empresa nacida en Venecia y fuertemente ligada a la ciudad, de la que nunca se ha movido, pero su fundador era un espa?ol muy cosmopolita, Mariano Fortuny y Madrazo (Granada, 1871-Venecia, 1949). Hijo del pintor Mariano Fortuny Marsal (quiz¨¢ el artista nacional m¨¢s afamado de la segunda mitad del siglo XIX) y de Cecilia Madrazo, perteneciente a una larga estirpe de pintores, tambi¨¦n se form¨® en los pinceles, pero pronto aplic¨® su talento a un espectro m¨¢s amplio. Grabador, fot¨®grafo, dise?ador escenogr¨¢fico, experto en iluminaci¨®n, autor de l¨¢mparas, muebles y vestidos ¡ªel Delphos, patentado en 1907 e inspirado en la vestimenta de la antigua Grecia, podr¨ªa llevarlo sin desentonar cualquier influencer actual, al contrario de lo que ocurre con las fantasiosas creaciones de sus contempor¨¢neos, como Patou, Vionnet o Poiret¡ª, fue un creador total capaz de reconciliar todas las ¨¦pocas.
Tras la I Guerra Mundial cre¨® una compa?¨ªa llamada Societ¨¤ Anonima Fortuny con el fin de producir tejidos para tapicer¨ªa e interiorismo, y la ubic¨® en un antiguo convento de la Giudecca, al lado de la f¨¢brica de pasta de su amigo y socio Giancarlo Stucky. Dada la carest¨ªa del momento, descart¨® sus materiales favoritos, como las prohibitivas sedas orientales, y opt¨® por el algod¨®n, m¨¢s barato y resistente. Pero, gracias a la metodolog¨ªa de estampaci¨®n que ¨¦l mismo hab¨ªa inventado, logr¨® que esos algodones parecieran tan lujosos como el brocado que envuelve a un dogo renacentista pintado por Bellini. Son las mismas telas que hoy sigue produciendo Fortuny en su modesto emplazamiento en la Giudecca, desde donde son distribuidas a Estados Unidos (que adquiere el 80% de la producci¨®n), Reino Unido, Francia, Suiza y Alemania, entre otros pa¨ªses.
El futuro no pasa por producir m¨¢s cantidad, sino por invertir en investigaci¨®n y diversificaci¨®n. ¡°Nuestro plan a largo plazo es mantener Fortuny con vida al menos otros 100 a?os¡±, dice Maury Riad. ¡°Para ello, la compa?¨ªa debe mantener un equilibrio entre arte y negocio: una estrategia comercial fuerte sin descuidar la cuesti¨®n art¨ªstica que nos caracteriza. Estamos buscando oportunidades para ser viables y crecer, porque si no creces te mueres¡±. Es aqu¨ª donde entra Alberto Torsello, arquitecto veneciano al que en un principio los hermanos Riad encomendaron el dise?o del nuevo showroom para terminar nombr¨¢ndolo director art¨ªstico de la compa?¨ªa.
Su fichaje dice mucho de la firmeza de ese doble prop¨®sito: ganador en 2018 del prestigioso Premio Compasso d¡¯Oro, que concede la Asociaci¨®n para el Dise?o Industrial de Italia, Torsello se hab¨ªa encargado de restaurar algunos de los edificios m¨¢s representativos de la ciudad, como el Fondaco dei Tedeschi, la Scuola Grande della Misericordia o el Palacio Ducal. A¨²n no se han decidido las novedades de las pr¨®ximas temporadas, pero Torsello vaticina sorpresas inminentes: ¡°Despu¨¦s de realizar un trabajo de investigaci¨®n en los archivos de la compa?¨ªa, estamos experimentando para recuperar estampados que eran bell¨ªsimos, pero que tuvieron que abandonarse por la dificultad de producirlos. Mi sue?o es poder presentar un nuevo tejido ¨²nico e irrepetible para este centenario¡±.
La experimentaci¨®n es la esencia misma de Fortuny. Mariano era un inventor tanto o m¨¢s que un artista. Pero tambi¨¦n dio importancia al valor de lo artesanal en un momento en que el mundo estaba fascinado ante los inicios de la producci¨®n masiva. As¨ª lo cree Gabriella Belli, directora del Museo Fortuny y de la Fondazione Musei Civici de Venecia, con el que la compa?¨ªa ha firmado un acuerdo para convertirse en su patrocinador: ¡°Fortuny se hizo un nombre gracias a esa artesan¨ªa de alt¨ªsima calidad. Y creo que ese mismo esp¨ªritu es el que ahora tiene la f¨¢brica. Hoy su vigencia es incluso mayor porque hemos vuelto a admirar las cosas hechas a mano¡±.
El museo, que se cerr¨® debido a los da?os producidos por las inundaciones de 2019 para reabrir el pasado mes de marzo, se ubica en el palacio Pesaro degli Orfei, construcci¨®n del siglo XV que fue la residencia de Fortuny ¡ªy su esposa y colaboradora Henriette Negrin¡ª. A la muerte de Mariano, la viuda traspas¨® la manufactura textil a la persona que mejor la hab¨ªa entendido, la interiorista estadounidense Elsie McNeill, que llevaba dos d¨¦cadas distribuyendo el producto en Estados Unidos, y que hab¨ªa sido un factor decisivo en su expansi¨®n internacional. Conocida como la contessa Gozzi por su matrimonio con el conde Alvise Gozzi, se convertir¨ªa en la propietaria de la firma hasta su muerte en 1994.
Su abogado y hombre de confianza, el egipcio-estadounidense Maged Riad, hered¨® de ella el negocio, pero pronto decidi¨® que sus hijos Mickey y Maury (que hoy comparten la propiedad con su hermana Mira, no involucrada operativamente en la empresa) eran m¨¢s apropiados que ¨¦l mismo para dirigirlo. Desde entonces, los hermanos pasan seis meses al a?o en Venecia y otros seis en Nueva York. ¡°Mi padre nos dijo que hab¨ªa prometido a la contessa que proteger¨ªa el legado de Fortuny, y que en nosotros reca¨ªa esa tarea¡±, cuenta Maury. ¡°Es una idea sencilla y quiz¨¢ ingenua, pero esa promesa sigue siendo la br¨²jula que gu¨ªa nuestras decisiones¡±. A lo que Mickey a?ade: ¡°En esta ¨¦poca donde todo se decide por algoritmos, Fortuny representa todo lo contrario. Es un producto que refleja el alma humana. Y eso lo hace tan relevante¡±.
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