El final de la guerra
Aunque muchos creyeron que ser¨ªa breve ¡ªcomo lo cree todo el mundo al principio de las guerras¡ª, ah¨ª sigue, imp¨¢vida y letal
En 1814, poco antes de que Waterloo rematara 25 a?os de convulsiones b¨¦licas que cambiaron el mundo, Benjamin Constant escribi¨®: ¡°El objetivo ¨²nico de las naciones modernas es el reposo, con el reposo el desahogo y, como fuente del desahogo, la industria. La guerra es un objetivo cada d¨ªa m¨¢s ineficaz para alcanzar ese objetivo (¡). Por tanto, la guerra ha perdido su encanto y su utilidad. El hombre ya no se ve obligado a entregarse a ella ni por inter¨¦s ni por pasi¨®n¡±. As¨ª que, a principios del siglo XIX, una de las mejores cabezas de Europa afirmaba que hab¨ªa acabado el tiempo de las guerras, que los hombres hab¨ªan aprendido que ya no eran el instrumento adecuado para resolver sus problemas ¡ªcomo hab¨ªan cre¨ªdo siempre¡ª: las guerras ya no ofrec¨ªan ¡°ni a los individuos ni a las naciones beneficios que puedan compararse con los frutos del trabajo apacible y los intercambios regulares¡±. Constant no era el ¨²nico que alimentaba por entonces ese optimismo ilustrado: esperanzas semejantes albergaban desde Auguste Comte hasta los saintsimonianos, desde los liberales hasta los socialistas. Por supuesto, todos se equivocaban.
Pero al principio no lo pareci¨®. De hecho, en los 100 a?os posteriores a Waterloo rein¨® en toda Europa una calma que parec¨ªa confirmar aquellos pron¨®sticos triunfalistas; no es que en ese tiempo no se produjeran guerras: es que ninguna fue comparable a las napole¨®nicas y ninguna puso en peligro la arquitectura del poder continental; la tranquilidad lleg¨® hasta el punto de que, ya en 1819, Schopenhauer se?alaba al aburrimiento (el grand ennui) como el mal de su tiempo, a mediados de siglo Th¨¦ophile Gautier exclamaba ¡°?Antes la barbarie que el aburrimiento!¡± y hacia 1914, como escribi¨® Stefan Zweig, ¡°se cre¨ªa tan poco en reca¨ªdas en la barbarie ¡ªpor ejemplo, guerras entre los pueblos de Europa¡ª como en brujas y fantasmas¡±. Justo entonces, sin embargo, se acab¨® el tedio y regres¨® la barbarie, y adem¨¢s lo hizo de la manera m¨¢s inesperada y m¨¢s absurda: se han escrito libros magn¨ªficos sobre el verano calamitoso de 1914, pero seguimos sin entender por qu¨¦ demonios (dejando de lado la infinita estupidez humana) estall¨® en aquel momento una guerra que no ten¨ªa por qu¨¦ estallar, que provoc¨® una matanza inaudita, que cambi¨® de nuevo la faz de la tierra y que no dur¨® cinco a?os, como dicen los manuales de historia, sino 30, porque la Segunda Guerra Mundial fue el resultado de la nefasta resoluci¨®n de la Primera¡ Y vuelta a empezar. Quiero decir que aqu¨ª est¨¢bamos nosotros, convertidos tras casi 80 a?os de paz en los primeros europeos que no han conocido una guerra en el continente ¡ªal menos, una guerra entre grandes potencias: no olvido Yugoslavia¡ª, casi seguros de nuevo, como Constant, de que ¡°el objetivo ¨²nico de las naciones modernas es el reposo¡± y de que ¡°la guerra ha perdido su encanto y su utilidad¡±, casi tan convencidos como Zweig de que era imposible otra gran guerra en Europa, cuando estall¨® la de Ucrania.
El viernes pr¨®ximo cumplir¨¢ un a?o y, aunque muchos creyeron que ser¨ªa breve ¡ªcomo lo cree todo el mundo al principio de las guerras¡ª, ah¨ª sigue, imp¨¢vida y letal. Sobre ella se ha escrito mucho, pero lo m¨¢s inteligente que yo he o¨ªdo decir lo han dicho ucranios de a pie, viejos y j¨®venes, casi siempre antes de romper a llorar: ¡°No entiendo c¨®mo es posible que en Europa a¨²n haya guerras¡±. Aunque Putin avis¨® desde el primer d¨ªa ¡ª?igual que Hitler¡ª, yo tampoco lo entiendo. Desde hace dos siglos, no digamos tras la creaci¨®n de la UE, la guerra en Europa es un anacronismo, pero sigue ocurriendo. ?Qu¨¦ pasar¨¢ ahora, en este segundo a?o de guerra? Nadie lo sabe. No hay que ser alarmista, pero tampoco ingenuo: aunque aspiramos a que termine de inmediato, esta guerra podr¨ªa ser s¨®lo el principio, podr¨ªa destruir una Europa que cre¨ªamos para siempre ¡ª?como lo cre¨ªan en 1789, 1814 o 1914¡ª, y por eso no falta quien piensa que el mal menor ser¨ªa que se enquistase en un conflicto local, y que en los pr¨®ximos a?os se convirtiera en un rumor de fondo de nuestros telediarios, mientras en Ucrania se sigue muriendo y matando.
No tenemos remedio.
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