El esp¨ªritu del Johnny resiste: de c¨®mo un colegio mayor busca renacer tras luchar contra la especulaci¨®n y la ¡®okupaci¨®n¡¯
Centro de agitaci¨®n pol¨ªtica, intelectual y cultural de Madrid desde la d¨¦cada de los sesenta, la residencia universitaria San Juan Evangelista lleva casi nueve a?os sumida en un limbo de abandono. Un grupo de antiguos alumnos y amigos lucha por recuperarlo
Un Seat Toledo blanco yace pintarrajeado y destartalado, sin ruedas y con los cristales rotos, en mitad del jard¨ªn principal. Nadie sabe c¨®mo lleg¨® all¨ª. El paisaje que lo rodea no es menos desolador: edificios con techos quemados, ventanas destrozadas, paredes grafiteadas, trastos viejos, puertas forzadas, canastas ca¨ªdas, bicicletas inservibles, sillas abandonadas en lo profundo de la piscina vac¨ªa¡ El desamparo llega hasta los huesos mientras los hierbajos sobresalen del cemento con alegr¨ªa salvaje, imponi¨¦ndose al ej¨¦rcito abatido de cigarrillos consumidos, preservativos usados y pilas sin bater¨ªa que se ven en el suelo. Podr¨ªa ser el territorio asolado por un apocalipsis zombi. Sin embargo, es el colegio mayor San Juan Evangelista, conocido popularmente como el Johnny, en pleno coraz¨®n universitario de Madrid, en el campus de la Complutense, a poco m¨¢s de 10 minutos en transporte p¨²blico del centro de la capital.
¡°Esta es la fotograf¨ªa¡±, se lamenta, con un dedo se?alando al jard¨ªn, Jos¨¦ Joaqu¨ªn Caerols, presidente de la Fundaci¨®n San Juan Evangelista, una iniciativa formada por excolegiales y amigos del Johnny para defender el futuro del colegio mayor, cerrado a cal y canto desde 2016 despu¨¦s de dos a?os de abandono, vandalismo y okupaci¨®n que terminaron por convertir en insostenible la situaci¨®n de un centro pionero en la integraci¨®n estudiantil y referencia durante d¨¦cadas de la agitaci¨®n pol¨ªtica, intelectual y cultural de Madrid. ¡°Te sent¨ªas en el centro de todo lo importante¡±, recuerda Caerols, que lleg¨® al Johnny en 1979 procedente del pueblo albacete?o de Caudete y qued¨® impresionado por la actividad que bull¨ªa. ¡°Fue un hito cultural en una ¨¦poca incre¨ªblemente casposa y pobre. Cuando el franquismo se desmoronaba, era el buque insignia de la cultura alternativa. Un lugar absolutamente maravilloso¡±, afirma la escritora Rosa Montero, antigua alumna de su grupo teatral y que vivi¨® intensamente su ¨¦poca universitaria all¨ª a finales de los setenta. De pie, en mitad de un enorme patio rodeado de edificios grises que a?os atr¨¢s acogieron a 400 estudiantes por curso, Montero observa con ojos tristes lo que en otro tiempo era un espacio de una agitada vida universitaria.
Bajo su techo desfilaron los principales l¨ªderes pol¨ªticos que se opon¨ªan al franquismo, se distribuyeron las pel¨ªculas y libros censurados por el r¨¦gimen, se desarroll¨® una de las escuelas de teatro alternativo m¨¢s importantes de Espa?a y se disfrut¨® de noches interminables de m¨²sica en directo con leyendas como Miles Davis, Chet Baker, Dizzy Gillespie, Art Blakey o Mercedes Sosa. All¨ª, en su escenario ahora abandonado, Camar¨®n de la Isla dio su ¨²ltimo concierto en Espa?a, pocos meses antes de su fallecimiento. ¡°Ninguno sab¨ªamos que estaba enfermo de c¨¢ncer¡±, recuerda Tomatito, el ¨²nico acompa?ante que tuvo en el escenario Camar¨®n aquella noche y que cogi¨® al cantaor del brazo para llevarle hasta su silla de mimbre donde dar¨ªa una actuaci¨®n hist¨®rica ante 525 personas. Un concierto que comenz¨® con la frase de un gitano entre el p¨²blico que Tomatito hoy recuerda: ¡°A ver, se?ores, silencio, que en misa no se habla¡±. Hoy, en cambio, el silencio pesa como un muerto en el Johnny.
Como en una distop¨ªa, el colegio, en mitad de un campus lleno de vida, permanece cerrado. Una atm¨®sfera pesada y solitaria cubre el enorme complejo universitario. Su futuro depende de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). La fundaci¨®n de exalumnos present¨® en 2016 a la UCM un proyecto para su rehabilitaci¨®n. ¡°Hemos trabajado por la reapertura del colegio y por que su propiedad y gesti¨®n sean p¨²blicas. Y as¨ª lo ha respaldado por unanimidad el Consejo de Gobierno de la Complutense¡±, explica Juan Cuesta, vicepresidente de la fundaci¨®n. Bajo el nombre de El San Juan Evangelista del siglo XXI, el plan argumenta que el colegio re¨²ne las condiciones para volver a ser una instituci¨®n acad¨¦mica y cultural de primer orden, ofreciendo precios asequibles a los estudiantes m¨¢s vulnerables. La reapertura permitir¨ªa luchar contra la gentrificaci¨®n y la proliferaci¨®n de residencias elitistas en el campus. Su coste ser¨ªa cercano a los 10 millones de euros, seg¨²n este colectivo.
¡°El compromiso de la Complutense a comienzo de curso, en septiembre, fue la convocatoria del concurso p¨²blico para el proyecto de rehabilitaci¨®n y la solicitud de ayudas a los fondos Next Generation de la Uni¨®n Europea. Cinco meses despu¨¦s, seguimos esperando¡±, dice Cuesta. Desde la Universidad se?alan que el proyecto no est¨¢ terminado y va con retraso en el proceso administrativo, aunque ¡°est¨¢ avanzad¨ªsimo por parte de los t¨¦cnicos¡± para poder presentarse ¡°con todas las garant¨ªas¡± a los fondos europeos. ¡°Queremos configurar un colegio de la Complutense con unos niveles m¨¢ximos de sostenibilidad, inteligencia y digitalizaci¨®n, tal y como requieren las memorias t¨¦cnicas de Europa¡±, explica Jos¨¦ Mar¨ªa Coello, vicerrector de Relaciones Institucionales de la UCM. ¡°Estamos todos remando en la misma direcci¨®n porque queremos recuperar el Johnny como un faro de vanguardia universitaria¡±, a?ade Coello.
Juan Cuesta es uno de los excolegiales m¨¢s veteranos. Atraves¨® las puertas del colegio en enero de 1974, un a?o con muchas huelgas en el que fue condenado a muerte por las autoridades franquistas el anarquista Salvador Puig Antich, uno de los dos ¨²ltimos ejecutados por medio del garrote vil. Nueve meses m¨¢s tarde, entr¨® al colegio mayor Ricardo Curtis, secretario de la fundaci¨®n. Los dos vivieron los a?os en los que ¡°los grises entraban cada dos por tres¡± al colegio en busca de agitadores pol¨ªticos, como el 4 de junio de 1975, cuando m¨¢s de un centenar de antidisturbios desalojaron el recinto y aporrearon a los estudiantes ¡°hasta el cielo de la boca¡±. Uno de esos agitadores era Ricardo Curtis, a quien pill¨® la polic¨ªa cuando realizaba una pintada en un recinto que Franco iba a visitar al d¨ªa siguiente. Logr¨® huir y se refugi¨® en casa de Luis Pastor, en el barrio de Vallecas. ¡°No siento ninguna nostalgia de una ¨¦poca que no quiero volver a vivir¡±, afirma. ¡°Pero s¨ª la tengo de lo que significaba el Johnny: compromiso con la democracia, la educaci¨®n y la cultura¡±. Y a?ade: ¡°Residencias de lujo y a precios inalcanzables ya nos sobran. Lo que no hay son colegios mayores accesibles para las familias menos favorecidas¡±. La historia del Johnny, que fue pionero en las habitaciones mixtas y hac¨ªa una cuidada selecci¨®n de sus alumnos dando preferencia a los de menor poder adquisitivo y valorando sus inquietudes culturales y sociales, es una historia de autogesti¨®n, creatividad, agitaci¨®n cultural e igualdad de oportunidades. Pero tambi¨¦n es una historia de lucha contra la especulaci¨®n inmobiliaria. Porque el Johnny cerr¨® tras un sonado enfrentamiento con Unicaja, banco gestor del centro, que deriv¨® en la actual situaci¨®n de abandono.
El San Juan abri¨® en 1966, impulsado por Jes¨²s Cobeta, fundador, animador y primer director del colegio. En 1970, pas¨® a la Caja de Ahorros de Ronda. Su presidente, Juan de la Rosa, se enamor¨® de su vida universitaria y ayud¨® a dise?ar un colegio activo y comprometido, adscribi¨¦ndolo a la obra social del banco. Cuando la Caja de Ronda fue absorbida por Unicaja, todo se mantuvo igual hasta entrado el siglo XXI. En 2009, saltaron las alarmas cuando el banco quiso hacer un primer cierre temporal para una reforma que nadie se crey¨®. Los colegiales sospecharon que detr¨¢s de aquella propuesta hab¨ªa un plan oculto para convertir el Johnny en una residencia de lujo. Esto llev¨® a un choque entre los gestores y los estudiantes. Qued¨® claro cu¨¢l era la fuerza del ¡°esp¨ªritu sanjuanero¡±.
A Caerols, Cuesta, Curtis y a los dem¨¢s excolegiales reunidos para este reportaje se les enciende la mirada cuando se refieren a aquel sentimiento com¨²n, ¡°un orgullo colegial donde no exist¨ªa la resignaci¨®n¡±, explica Cuesta. Este esp¨ªritu llev¨® a los universitarios a movilizarse y plantar cara al banco en 2009, que finalmente no present¨® ning¨²n proyecto. Aquel a?o los estudiantes convocaron una asamblea con 500 veteranos y en 2010 crearon la fundaci¨®n para luchar por la continuidad del colegio mayor. En menos de 48 horas recaudaron 30.000 euros en donaciones de antiguos alumnos. El objetivo era cubrir la dotaci¨®n fundacional y preparar un plan para una gesti¨®n del Johnny sin Unicaja y compartida con otras entidades sin ¨¢nimo de lucro. El banco, por su parte, solicit¨® una pr¨®rroga de la concesi¨®n y present¨® un proyecto para ir de la mano de una empresa inmobiliaria. ¡°Con ¨¢nimo de lucro la extensi¨®n de la concesi¨®n era ilegal, y Unicaja perdi¨® la batalla¡±, explica Cuesta. Pero lejos de retirarse, el banco cerr¨® abruptamente el San Juan.
Nani Escobar, una periodista de 27 a?os, estaba en el Johnny el d¨ªa que Unicaja decidi¨® cerrar el recinto en el verano de 2014. ¡°Fue una aberraci¨®n¡±, recuerda. Llamaron a todos los estudiantes y les dijeron que ten¨ªan un d¨ªa para coger sus cosas y que cuando volvieran en septiembre ya no existir¨ªa el colegio. Como muchos estudiantes estaban fuera de Madrid por vacaciones, un grupo de veteranos se moviliz¨® para salvar los enseres de los residentes y la memoria del Johnny mientras unos chatarreros, convocados por la direcci¨®n del colegio, tiraban archivos y mobiliario desde las ventanas de las 327 habitaciones. ¡°Me pas¨¦ todo el d¨ªa llorando¡±, rememora Escobar. ¡°No hab¨ªa derecho¡±, se lamenta el veterano Ricardo Curtis. ¡°Fue una atrocidad¡±, sentencia Eduardo Fern¨¢ndez, de 38 a?os, excolegial que se encarg¨® de poner todas las tomas de wifi del centro en 2002 y, poco despu¨¦s, cre¨® su dominio de correo electr¨®nico. ¡°Durante un curso suspend¨ª todo en la carrera de Inform¨¢tica por ayudar en el Johnny y pas¨¢rmelo muy bien¡±, recuerda Fern¨¢ndez, que acab¨® trabajando para Google y ahora tiene su propia empresa de productos inform¨¢ticos en Estados Unidos que colabora en la actualidad con empresas como Google o Apple. ¡°El Johnny me ofreci¨® una beca que nos inventamos si los ayudaba con la transici¨®n inform¨¢tica. Y luego otra beca a mi hermana por seguir ayudando. En el Johnny funcion¨¢bamos con la autogesti¨®n. Am¨¢bamos el talento y era el entorno ideal para no estarse quieto¡±, explica.
Cerrado el centro sin colegiales en 2014, empez¨® el declive. Se dej¨® que el Johnny, el mismo sitio que los m¨²sicos Enrique Morente y Pedro Iturralde llamaban casa, fuera un territorio pasto de los bandidos. Bajo sus techos se montaron raves y fiestas ilegales. Vagabundos y merodeadores de todo pelaje entraban y sal¨ªan a sus anchas. Y capos de la mafia acabaron alquilando ilegalmente habitaciones a inmigrantes. ¡°Parad¨®jicamente, la okupaci¨®n y la subsiguiente destrucci¨®n del edificio habr¨ªa podido facilitar los intereses residenciales del banco¡±, subraya Cuesta. Tras m¨¢s de un a?o de ocupaci¨®n, el centro estaba en el m¨¢s absoluto deterioro sin que se atisbara soluci¨®n alguna. En noviembre de 2015, el atentado en la sala de espec?t¨¢culos Bataclan en Par¨ªs puso en alerta a toda Europa ante el terrorismo yihadista. ¡°En el Johnny hab¨ªa 300 ocupas sin identificar: el desalojo fue inmediato¡±, explica Ricardo Curtis. Finalmente, Unicaja renunci¨® al litigio en 2017 y el colegio qued¨® en manos de la Complutense. Y as¨ª sigue: a la espera de alg¨²n plan de rehabilitaci¨®n mientras el Johnny se ve desde las verjas del campus universitario como si fuera una ruina de posguerra.
Hoy, el centro est¨¢ custodiado por vigilantes de seguridad privados, dependientes de la Gerencia del Rectorado de la UCM y que se resguardan en una caseta de obra en la entrada principal, donde luce un gran candado. Nadie puede entrar al Johnny sin permiso del Rectorado. En otro tiempo, sus puertas estaban abiertas de par en par. Todo Madrid disfrutaba de su incansable actividad y ambiciosa programaci¨®n cultural. Durante los setenta, hab¨ªa seminarios clandestinos de l¨ªderes de izquierda, a los que tambi¨¦n acud¨ªan los de la derecha democr¨¢tica, que buscaban un nuevo pa¨ªs ante la agon¨ªa del franquismo. En aquellos a?os tambi¨¦n funcionaba el cineclub: la especialidad eran las pel¨ªculas censuradas y fuera de los circuitos comerciales. No se anunciaban y corr¨ªa de boca en boca, como recuerda Caerols: ¡°Cuando estrenamos Quadrophenia, el colegio se llen¨® de mods sin que nadie lo hubiese anunciado en ning¨²n lado¡±.
El Johnny era tambi¨¦n una gran cantera teatral con El Corral de Comedias, que acogi¨® en su sal¨®n de actos a algunos de los mejores grupos de teatro independiente, dado que ten¨ªan pocos locales donde poder actuar. Famosas fueron las representaciones de las compa?¨ªas como Els Joglars, el TEI, Esperpento, Bulul¨², T¨¢bano, Teatro Universitario de Murcia, La Cuadra de Sevilla, Los Goliardos y Els Comediants, entre otros. All¨ª estrenaron directores como Jos¨¦ Carlos Plaza, ?ngel Facio o Juan Carlos Oviedo; o actores como Victoria Vera, Rafael ?lvarez, El Brujo, Quino Puello o Enriqueta Carballeira, y autores importantes en la actualidad como Juan Margallo, Jos¨¦ Luis Alonso de Santos o Albert Boadella. La escritora Rosa Montero, que empez¨® en el grupo de teatro que dirig¨ªa Antonio Castej¨®n, recuerda el d¨ªa que conoci¨® en 1979 a Juan Margallo, ¨²ltimo premio Nacional de Teatro. ¡°El Johnny ofrec¨ªa su teatro para todo y estaba siempre abarrotado. Un d¨ªa, estaba ensayando con 18 a?os cuando apareci¨® un tal Juan Margallo buscando actrices. Me eligi¨®¡±. Lo mismo le sucedi¨® a la cantante y actriz Julia de Castro, que particip¨® en la compa?¨ªa Grupo 13 entre 2003 y 2005. ¡°Este colegio me cambi¨® la vida. Ofrec¨ªa una perspectiva completamente desconocida donde, en un ambiente de libertad y respeto, primaba el talento y la autogesti¨®n. Se nos daban muchas responsabilidades para comprometernos con la vida cultural. Yo fui secretaria del Club de M¨²sica y Jazz¡±.
Fundado en 1969, el Club de M¨²sica y Jazz estaba dirigido por Alejandro Reyes, el alma de la historia musical del Johnny. Esta asociaci¨®n naci¨® despu¨¦s de que algunos colegiales se hartaran de hacer colas en el Teatro Real para ver conciertos de m¨²sica cl¨¢sica. Fundaron el club para montar sus propios conciertos de m¨²sica cl¨¢sica, pero acabaron especializ¨¢ndose en jazz y flamenco. En cuesti¨®n de unos a?os, el Johnny se convirti¨® en un referente musical en toda Espa?a. ¡°El club me dio unos valores que no me dio la carrera de Periodismo, como contestaci¨®n, rebeld¨ªa, curiosidad, experimentaci¨®n¡¡±, comenta Pablo Sanz, que fue encargado del departamento de prensa del club durante los cinco a?os que estudi¨® en la Complutense, entre 1986 y 1991. Sanz guarda recuerdos imborrables de la actuaci¨®n de Camar¨®n: ¡°Ese d¨ªa me ped¨ª trabajar en los camerinos. Vi llegar a Camar¨®n con Tomatito y con el m¨¦dico. Lleg¨® muy malito, hecho una piltrafa. Pero dio 40 minutos sublimes¡±.
El mismo escenario donde Camar¨®n se despidi¨® para siempre del p¨²blico espa?ol o Miles Davis hizo sonar su trompeta a altas horas de la madrugada parece ahora un vestigio de una guerra. El candado sigue echado en el colegio San Juan Evangelista, un centro que hasta sus ¨²ltimos d¨ªas se mantuvo como un referente de valores educativos, intelectuales y culturales. ¡°El Johnny es una idea, un esp¨ªritu que ha cimentado todas las generaciones que han pasado por el colegio desde los a?os sesenta. Y ese esp¨ªritu es el que alumbra el proyecto de nuestra fundaci¨®n para el Johnny del siglo XXI, que volver¨ªa a hacer del colegio un referente educativo en toda Europa¡±, explica Juan Cuesta. Es el conocido ¡°esp¨ªritu sanjuanero¡±, el mismo que luch¨® contra los gigantes bancarios e inmobiliarios y el mismo que ahora busca su reapertura.
Nadie sabe c¨®mo lleg¨® el Seat Toledo blanco destartalado y pintarrajeado al jard¨ªn del Johnny, pero, si ma?ana reabriese el colegio mayor, nadie duda, ni siquiera los guardias de seguridad que hoy custodian el edificio desde la caseta de vigilancia, que sobrar¨ªan manos de excolegiales para sacarlo de ah¨ª.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.