La palabra autopercepci¨®n
¡°Con¨®cete a ti mismo¡± fue la piedra de base de la filosof¨ªa; ahora empezar¨ªamos a cambiarla por ¡°inv¨¦ntate a ti mismo¡±
Antes que nada, mis disculpas: s¨¦ que no tengo excusas para someterles esta ma?ana otra palabra nueva e inventada, un engendro sin gracia ni perd¨®n. Pero es que en algunos lugares se usa mucho, y me impresiona.
Es cierto: ni siquiera la Academia la reconoce todav¨ªa. Pero, mientras: la palabra autopercepci¨®n significa, como bien se ve, lo que uno percibe de s¨ª mismo. Y exhibe un origen y prefijo con prosapia: la palabra auto.
La palabra auto tiene ¨¦pica: durante milenios signific¨®, gracias al griego, lo que ten¨ªa que ver con uno mismo, lo que se hac¨ªa uno a uno mismo, y no consigui¨® mucha difusi¨®n porque eso no importaba tanto. A fines del siglo XIX le toc¨® el gordo: un franc¨¦s decidi¨® llamar automobile a esos engendros que eran como carrozas sin caballos ¡ªy se mov¨ªan a s¨ª mismos. Desde entonces la palabra auto carg¨®, durante todo el siglo XX, el prestigio del objeto m¨¢s deseado. Hasta que, ¨²ltimamente, la explosi¨®n del yo le ofreci¨® un espacio estrepitoso. Florecieron la auto ayuda, la auto biograf¨ªa, la auto censura, la auto medicaci¨®n, la auto cr¨ªtica, la auto nom¨ªa, la auto defensa, el auto bombo, el auto gol, el auto erotismo, la auto r¨ªa y, por fin, la auto percepci¨®n ¡ªque se nos ha vuelto un sonsonete pertinaz.
La autopercepci¨®n empez¨® a difundirse, como tantas cosas, desde los vientres bajos. Sus primeros usos sirvieron para sostener que cada cual pod¨ªa reclamar el g¨¦nero que quisiera: si alguien tiene una barba de seis d¨ªas y tremendo asunto entre las piernas pero se autopercibe mujer, nadie puede decirle que no lo es, porque qui¨¦n es el otro para decirle a uno nada sobre uno. As¨ª fue c¨®mo, por ejemplo, el violador escocesa Adam Graham consigui¨® que lo mandaran a una c¨¢rcel de mujeres porque, durante el juicio, se hab¨ªa convertido en la se?ora Isla Bryson. As¨ª fue c¨®mo, por ejemplo, un autopercibido hombre en Estados Unidos se present¨® en un hospital para que lo trataran de un terrible dolor de panza y termin¨® perdiendo a su beb¨¦ en el parto. O c¨®mo un holand¨¦s de 68 a?os se plant¨® en su registro civil para que le cambiaran su fecha de nacimiento a 20 a?os m¨¢s tarde, porque ¨¦l se autopercib¨ªa de cuarenta y tantos, din¨¢mico y pleno y no quer¨ªa ser discriminado ni jubilado ni pensionado como un viejo que no era. Y siguen las historias: en general son menos dram¨¢ticas ¡ªo rid¨ªculas, que se parece tanto¡ª pero tienen ese elemento com¨²n: alguien que se cree que es lo que en principio no es y cree que debe y puede actuar como si fuera lo que se cree aunque la realidad, ese animal molesto, intente desmentirlo.
Conseguir que otros crean de uno lo mismo que uno es la gran misi¨®n de las personas desde siempre. Para eso estudian, trabajan, migran, roban, se jactan, se desviven, se desvisten. Ahora hemos decidido que esa b¨²squeda no debe aceptar l¨ªmites f¨ªsicos. Son tiempos en que no tenemos grandes esperanzas de actuar sobre el cuerpo social, as¨ª que muchos se dedican a actuar sobre el propio. La pregunta ya no es qui¨¦nes somos, qui¨¦nes queremos ser, sino qui¨¦n soy, qui¨¦n quiero ser.
Es un prop¨®sito posible y, para algunos, una necesidad. El problema es que para funcionar como sociedad necesitamos consensos, ideas que no dependan de la percepci¨®n individual sino de un acuerdo compartido. Mientras, seguir¨¢n apareciendo t¨¦cnicas cada vez m¨¢s eficaces para conseguir que nuestros cuerpos se adapten a nuestras ilusiones: la autoconstrucci¨®n es la consecuencia perfecta de la autopercepci¨®n. Hasta ahora la ¨²nica frase donde la palabra auto siempre aparec¨ªa fue la famosa de S¨®crates seg¨²n Plat¨®n: , gnosi se aut¨®n. ¡°Con¨®cete a ti mismo¡± fue, por milenios, la piedra de base de la filosof¨ªa; ahora empezar¨ªamos a cambiarla por ¡°inv¨¦ntate a ti mismo¡±.
Para decir que no hay algo cierto que importa conocer sino un deseo que importa satisfacer. Ese deseo puede ser firme o fr¨¢gil, ya se ver¨¢, pero ser¨ªa la base de toda decisi¨®n ¡ªy eso no es bueno ni malo sino todo lo contrario. Al fin y al cabo, las personas siempre quisieron ser avatares de s¨ª mismas. Cada vez tendr¨¢n el poder de hacerlo m¨¢s, cambiarse m¨¢s, mientras no jodan a los que de verdad usan su poder para que nada cambie.
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