La palabra espa?ol
La disyuntiva es simple pero un poco brutal: ?c¨®mo se llama el idioma en que escribo estas l¨ªneas?
Hay nombres que no nombran del todo porque pueden nombrar cosas tan distintas que terminan por no nombrar nada. Nombres que son materia de debates y malos entendidos, reyertas y querellas. La palabra espa?ol suele ser uno de ellos.
La palabra espa?ol es antigua. Dicen que la inventaron los fenicios que ocuparon estas costas hace 2.500 a?os y que significaba ¡°tierra de conejos¡±, y que los romanos que la conquistaron despu¨¦s representaban a Hispania como una conejera: Terra cuniculosa la llam¨® el gran Catulo ¡ªy, en su boca, la palabra cunis val¨ªa toda una lengua. Despu¨¦s la marca qued¨® olvidada por cambio de due?o y empez¨® a reaparecer, lenta, dubitativa, hace unos pocos siglos, cuando una familia alemana, primero, y otra francesa gobernaron estos feudos.
Pero todos los historiadores coinciden en que la primera vez que se proclam¨® oficialmente fue en la Constituci¨®n de C¨¢diz, 1812, cuando los liberales que no quer¨ªan familias en el mando definieron a la ¡°Naci¨®n espa?ola¡± como ¡°la reuni¨®n de todos los espa?oles de ambos hemisferios¡±. En el otro hemisferio ya eran cada vez menos y las Cortes de C¨¢diz fueron disueltas y reprimidas por los Borbones que ahora reinan, pero el nombre qued¨®.
Y desde entonces. Vivimos en un pa¨ªs que se llama Espa?a, colmado de espa?oles que quieren o no quieren serlo, que se enorgullecen o se averg¨¹enzan de serlo ¡ªpero incluso los que se jactan tienen que convencerse. Se dir¨ªa que no deben cre¨¦rselo del todo, porque precisan repetirlo varias veces: yo soy espa?ol espa?ol espa?ol, cantan para darse ¨¢nimos.
Frente a una historia de brazos desplegados, frente a las culturas y conjuras y calenturas que tironean el Reino, ¡°espa?ol¡± es un concepto en liza. Pero en ning¨²n campo se discute tanto esa palabra como en el de la lengua. La disyuntiva es simple pero un poco brutal: ?c¨®mo se llama el idioma en que escribo estas l¨ªneas?
Yo siempre cre¨ª que se llamaba castellano. Cuando era chico, en la escuela, me ense?aban ¡°lengua y literatura castellanas¡±, no espa?olas ¡ªporque estudi¨¢bamos m¨¢s a Sarmiento y Mart¨ª y sor Juana que a Unamuno, m¨¢s a Neruda y Rulfo y Borges que a Miguel Hern¨¢ndez. Y decir ¡°espa?ol¡± nos habr¨ªa sonado, l¨®gicamente, al producto de un pa¨ªs llamado Espa?a. Pero me he encontrado, aqu¨ª y ahora, con que muchos dicen que hablan espa?ol y defienden ese nombre.
En ?am¨¦rica ¡ªformerly known as ¡°Hispanoam¨¦rica¡±¡ª muy pocos hablaban ¡°espa?ol¡±. De mi lado del agua siempre hablamos castellano, aunque ahora la palabra espa?ol se haya abierto camino. En estas d¨¦cadas la impulsaron los norteamericanos, que dicen ¡°spanish¡± porque su idioma no usa la palabra ¡°castillan¡±. Espa?ol, en ?am¨¦rica, es casi un anglicismo.
Y el nombre fluct¨²a y se discute y aparecen las razones hist¨®ricas y pol¨ªticas. Castellano es, en ¨²ltima instancia, el nombre del dialecto de una regi¨®n que se extendi¨®, pero no alude a ning¨²n pa¨ªs actual. Espa?ol es lo contrario: el gentilicio y adjetivo de lo que pertenece al Reino de Espa?a. Es l¨®gico ¡ªser¨ªa l¨®gico¡ª que 420 o 430 millones de se?oras y se?ores de 20 pa¨ªses no quieran pensar que hablan la lengua de otro.
Es fuerte. Una consecuencia de los siglos coloniales es que el globo rebosa de pa¨ªses que hablan idiomas que llevan el nombre de su conquistador: el ingl¨¦s y el franc¨¦s, por supuesto, y por supuesto el espa?ol. En un mundo donde se reivindican todo el tiempo identidades mucho menores frente a afrentas tanto m¨¢s tenues, no parece que los pa¨ªses excolonias se interesen todav¨ªa por llamar a la lengua que hablan con un nombre propio.
Puede ser una tonter¨ªa ¡ªo una gilipollez o una pelotudez o una huevada o una pendejada¡ª pero quiz¨¢ lleg¨® la hora de empezar a pensar un nombre para esa lengua que no sea el nombre del pa¨ªs que la impuso. Un nombre com¨²n, si se puede ¡ªser¨ªa bueno subrayar esa originalidad absoluta, 20 pa¨ªses capaces de entenderse en una lengua¡ª, pero uno que no sea el nombre de uno, el nombre de otro.
Yo, por supuesto, propondr¨ªa el que uso desde hace unos a?os: ?americano. Donde la e?e, ese estandarte de nuestro idioma, modifica la noci¨®n de americano para volverla nuestra. Pero esa es solo una opci¨®n mala. Seguro que puede haber mejores: la cuesti¨®n es decidirnos a buscarla. Y as¨ª, alg¨²n d¨ªa, sabremos qu¨¦ idioma hablamos, c¨®mo se llama nuestra lengua.
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