La vida encoge. Sobre la crisis de la mediana edad
El tiempo, en efecto, va redimensionando la felicidad hasta que la felicidad ya consiste en que no te pase nada horrible
El d¨ªa que cumpl¨ª 40 a?os fue un d¨ªa muy feliz, pero ¡ªcomo una nube que de pronto oculta el sol¡ª se me cruz¨® por un instante un pensamiento: ¡°Aquello que va a matarme ya ha nacido¡±. Una de las alegr¨ªas menos alabadas de la juventud pasa por tomar la vida como un set de posibilidades infinitas y no como algo que siempre ¡ªsin remedio¡ª va a peor. El tiempo, en efecto, va redimensionando la felicidad hasta que la felicidad ya consiste en que no te pase nada horrible: que esa tos no lleve consigo una sorpresa, que el n¨²mero desconocido sea de un repartidor y no del tanatorio. La mayor alegr¨ªa de este mes ha sido hacerme unos an¨¢lisis y que el m¨¦dico diga: ¡°?Est¨¢s hecho un pimpollo!¡±. Es lo que te dicen cuando ya no eres un pimpollo.
Que el paso de los a?os sea una cat¨¢strofe universal no significa que uno no lo sienta como una putada personal¨ªsima: podemos tener un car¨¢cter apacible, podemos tomarlo con madurez, que nada de eso lima los destrozos. Vista desde la juventud, la mediana edad era una aprensi¨®n lejana, a imagen de esas noches de gloria en las que, pese a todo, algo anidado en nuestro c¨®rtex sabe que ma?ana a¨²n habr¨¢ que ir a trabajar y pagar tasas e impuestos. Luego vemos que la mediana edad solo llega, no se anuncia. Y uno mira sus efectos como el perito que se mete en una casa a evaluar los da?os.
Los primeros son los f¨ªsicos: las canas dejaron de ser una broma privada con el peluquero para ser la nueva normalidad. De pronto lo que nos importa es ir al ba?o con solidez, mantener algo de pelo, las piezas dentales, una erecci¨®n esbelta: despu¨¦s de todo, ya estamos rodeados de gentes para quienes palabras como ¡°quimio¡± o ¡°biopsia¡± son parte de su d¨ªa a d¨ªa. Luego viene lo metaf¨ªsico, porque tambi¨¦n encoge esa felicidad modesta que son las alegr¨ªas: hace poco quer¨ªamos probar cierto vino, nos ilusionaba ir a aquel sitio de sushi; ahora lo que nos da contento es tener un buen seguro de hogar o haber comprado casa con cabeza. Puntos extra si en el banco te invitan a un nespresso. Contemplar el fondo de inversiones empieza a tener algo de complacencia er¨®tica: cre¨ªamos que lo de ?Map?fre ¡ª¡±el puente hacia su jubilaci¨®n¡±¡ª eran anuncios y resulta que eran profec¨ªas. Ocurren cosas que nunca hubi¨¦ramos cre¨ªdo: ir a ver alfombras ¡ª?o l¨¢mparas!¡ª se convierte en un plan excitante.
La sociabilidad cambia, claro. La realidad se empieza a poblar de moralejas en cabeza ajena: el fracaso ¡ªaprendemos¡ª solo es fracaso, no una forma heroica de belleza. Con frecuencia, el sentimiento es el de ir caminando en un desguace. Aquel periodista que promet¨ªa tanto. Ese noviazgo prolongado de m¨¢s. El ni?o que bien pod¨ªamos haber dejado en el limbo de los no nacidos. Las relaciones se enrarecen: a poco que te vaya bien, habr¨¢ muchos voluntarios para odiarte, pero ahora sabemos que, de no haberte ido bien, tampoco iban a quererte. El tiempo nos reconcentra: nos aleja, no nos acerca a los dem¨¢s. As¨ª, el silencio cartujano puede no ser muy agradable, pero suele hacerse preferible al contacto con individuos de nuestra misma especie biol¨®gica. Pese a todo, tenemos que conocer gente, y estrechamos sus manos como si nos ajust¨¢ramos una corona de espinas, y todav¨ªa hay que sonre¨ªr con la sonrisa que uno pone cuando le est¨¢n endodonciando. Laboralmente hay quien mantiene grandes ambiciones pero, una vez nos hemos demostrado que no somos los m¨¢s in¨²tiles de los alrededores, ese empuje napole¨®nico ya parece una chiquiller¨ªa o una vanidad. Culturalmente, nuestra propia ¨¦poca termina por adelantarnos ¡ªy sepultarnos¡ª a todos: como dice un amigo, ¡°yo cre¨ªa que Green Day era una plataforma ecologista¡±. No se muere moderno.
Quiz¨¢ lo peor sea, con todo, intuir que lo malo solo acaba de empezar, que llegar¨¢ el momento de saberse sobrantes, que al final nos iremos del mundo como se arranca una costra: con dolor y a la vez con alivio. S¨ª, ciertamente siempre hay razones para vivir: por ejemplo, entregarse a la bebida, pero si algo hemos aprendido es que aqu¨ª vamos a pagar hasta la ¨²ltima ronda. ?Qu¨¦ hacer? Valent¨ª Puig busca ¡°crep¨²sculos para tener una copa en la mano / y pruebas de alg¨²n afecto que perdure¡±. Es cosa muy hermosa. Si no, siempre podemos quedarnos en casa a verlas venir, enfundados en un c¨¢rdigan: ya pasaron los d¨ªas de sol, ahora nos toca la temporada de las lluvias. Pero quiz¨¢ haya otras lecciones de la edad: nada nos anima a pelear como tener todo que perder.
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