Gilles Lipovetsky, fil¨®sofo: ¡°El lujo era lo m¨¢s bello, lo m¨¢s caro y lo m¨¢s raro. Hoy tambi¨¦n es el mal gusto, lo feo, incluso lo vulgar y lo obsceno¡±
En ¡®La era del vac¨ªo¡¯ defini¨® los par¨¢metros del nuevo individualismo y en ¡®El imperio de lo ef¨ªmero¡¯ aplic¨® a la moda un an¨¢lisis de calado sin precedentes. El franc¨¦s Gilles Lipovetsky es, desde hace cuatro d¨¦cadas, el gran fil¨®sofo de la est¨¦tica. Lo visitamos en su casa de Grenoble para hablar de Spinoza, la democratizaci¨®n del lujo o los nuevos ricos.
A Gilles Lipovetsky (Millau, 79 a?os) el lujo le interesa poco. Lo dice de entrada, en el amplio sal¨®n de su apartamento en Grenoble, con vistas a la ciudad y a los Alpes. Pero, a la vez, le apasiona. ¡°En toda mi juventud no tuve habitaci¨®n ni sala de ba?o¡±, dice el pensador franc¨¦s. ¡°Probablemente, es por eso por lo que la ausencia de lujo no me molesta. Puedo vivir sin ¨¦l¡±. Puede vivir sin ¨¦l, s¨ª. Pero no sin pensar en ¨¦l. No sin hacer lo que ha hecho toda su vida. Aplicar su afinado radar no al pasado, sino al mundo que le ha tocado vivir. Observar. Captar el aire de los tiempos. Y el lujo no es que explique nuestros tiempos, como descubriremos durante la conversaci¨®n; explica tambi¨¦n la humanidad.
El escritor vive f¨ªsica e intelectualmente en un lugar, a primera vista, inveros¨ªmil: un barrio y una ciudad exc¨¦ntricos, lejos de la crema de la intelectualidad parisiense. Al mismo tiempo, es un ambiente adecuado para un hombre ¡ªse le presenta como soci¨®logo y fil¨®sofo; en realidad es un humanista, o un cart¨®grafo de su tiempo¡ª que piensa a su ritmo y a contrapi¨¦. En su obra disecciona las transformaciones profundas en nuestras sociedades, desde que en La era del vac¨ªo defini¨® todo un tiempo y hasta su ¨²ltimo ensayo, Le nouvel ?ge du kitsch (la nueva edad del kitsch), coescrito con Jean Serroy y publicado la pasada primavera en Francia. El 20 de marzo de 2024, Anagrama publicar¨¢ La consagraci¨®n de la autenticidad, que en Francia sali¨® a la venta en 2021.
Lipovetsky, coautor de El lujo eterno, creci¨® en una familia modesta de origen inmigrante. Por parte de padre, jud¨ªos del este de Europa. Por la de la madre, italianos. Pero ¨¦l es hijo, y una perfecta encarnaci¨®n, de la Francia laica y republicana, integradora, la Francia ilustrada que ni se planteaba si pertenec¨ªa a una comunidad, ni le quitaba el sue?o la identidad, ni le importaba demasiado. Eran otros tiempos. Nunca le interes¨® indagar en los or¨ªgenes ni reclamar de ellos. Y es tajante: ¡°Me interesa el presente y el futuro. El pasado, no. En absoluto¡±. No hay mejor carta de presentaci¨®n.
Usted escribi¨® hace unos a?os: ¡°No siento ning¨²n gusto particular por el lujo¡±. ?Debemos creerle?
S¨ª. De verdad. Ninguno.
?De verdad?
Mi mirada sobre el lujo es externa.
Seguro que usted tiene lujos.
No, no. Soy, modestamente, un intelectual. Lo que m¨¢s me interesa es hacer libros, pensar. Los griegos y, particularmente Arist¨®teles, consideraban que el pensamiento era la cumbre de la felicidad, y que la vida contemplativa permit¨ªa la culminaci¨®n del hombre porque es un ser pensante. En las sociedades modernas y materialistas, nos fijamos en las riquezas materiales como la v¨ªa de acceso al bienestar. Pero yo, por mi parte, encuentro infinitamente m¨¢s felicidad y satisfacci¨®n personal al entender las rarezas, las contradicciones, los excesos del mundo. No ha dejado de apasionarme. Es infinito. El pensamiento no tiene l¨ªmites, mientras que la relaci¨®n con las cosas materiales s¨ª los tiene. Podr¨ªa comprarme trajes, qu¨¦ s¨¦ yo, de Armani, pero al cabo de unos cuantos trajes, ?qu¨¦? Tampoco voy a tener un centenar. Comprender es dif¨ªcil, a veces deprimente, porque no encontramos la clave, pero al mismo tiempo proporciona muchas satisfacciones y llena la vida. Da una vida rica, no en el sentido del lujo, sino rica en el interior. No es que yo tenga una voluntad asc¨¦tica, pero el lujo no me interesa, me da igual.
Y, sin embargo, le ha apasionado como tema de estudio.
Es casi una paradoja. Pero pienso que es bueno no adherirse totalmente a lo que estudiamos. En este caso, lo miro desde fuera, m¨¢s bien con simpat¨ªa, porque, como sabe, y se me ha criticado por esto, no soy un pensador apocal¨ªptico. Soy spinozista y hegeliano. Quiero entender. Para m¨ª, la vida intelectual no consiste en juzgar ni en denunciar, sino, ante todo, en entender. Los intelectuales denuncian el neoliberalismo, el capitalismo, el consumo, la mundializaci¨®n, la inteligencia artificial. Parece que la cr¨ªtica es el signo de un buen pensamiento. Yo tengo dudas sobre eso. Creo que la tarea de un fil¨®sofo es la cartograf¨ªa y la radiograf¨ªa. Fijar la anatom¨ªa de nuestro mundo, c¨®mo funciona. En un segundo tiempo, se pueden hacer las cr¨ªticas, y hay que hacerlas, pero bajo la condici¨®n de que con anterioridad las cosas se hayan dicho bien. Lo que sucede es que, cuando se describe bien, no suele haber manique¨ªsmo.
?Con el lujo, por ejemplo?
S¨ª. Hay veces en las que es dif¨ªcil de aceptar, pues hay una inmoralidad en ¨¦l. Pero si tomamos distancia, ?hay que echarlo todo al mar? ?No debe existir?
No es su posici¨®n.
No. Pero no por razones morales. Por razones morales, el lujo no se justifica. Pero la moral no lo es todo en la vida.
?Por qu¨¦ no se justifica el lujo moralmente?
Va usted a un hotel de lujo y paga 4.000 euros por noche. Mientras tanto, hay personas sin techo. Algunos tienen demasiado y otros no bastante. Algunos no saben qu¨¦ hacer con su dinero y otros no tienen lo b¨¢sico. Si yo fuese un sabio que observase el planeta, dir¨ªa que es curioso c¨®mo funciona. Unos tienen aviones privados, contaminan el planeta, viven en residencias inveros¨ªmiles, poseen bolsos de 20.000 euros. Y los otros van al supermercado y miran si pueden ahorrarse 20 c¨¦ntimos para comprarse un queso o una manzana. Hay algo de despilfarro en el lujo, algo que, desde el punto de vista de la ¨¦tica y la justicia social, plantea un problema.
?Todo el lujo es as¨ª?
Es un viejo debate. Los griegos y los romanos ten¨ªan una posici¨®n interesante. Dec¨ªan que el lujo privado es malo, porque demuestra hybris: exceso y vanidad. En aquella ¨¦poca, el lujo privado eran los cosm¨¦ticos: la mujer se pone cremas y colorines para enga?ar. Es vieja y quiere parecer joven. El lujo es mentira y vanidad. En la tradici¨®n cristiana, los padres de la Iglesia retomar¨¢n esta denuncia. Al mismo tiempo, los griegos y los romanos celebraban el lujo p¨²blico. Los ricos hac¨ªan donativos para la ciudad, para construir estadios y monumentos. He aqu¨ª un lujo leg¨ªtimo, y no estoy lejos de pensar igual. Porque, si tuvi¨¦semos que eliminar todas las manifestaciones del lujo, ?el planeta ser¨ªa m¨¢s bello, m¨¢s deseable? Pienso que no. ?Qu¨¦ van a ver los turistas? Las maravillas del mundo. Las pir¨¢mides, el templo de Angkor, Granada. En su ¨¦poca eran grandes lujos, los palacios de los reyes. ?Y nuestros museos? Son lujos inveros¨ªmiles. ?Hay que prescindir de ellos? ?El Prado sirve a los sin techo de Madrid? ?Hay que arrasarlo? No. Hay una aspiraci¨®n humana, tambi¨¦n leg¨ªtima, a la belleza y la grandeza, al encanto de las cosas. No somos solo seres ¨¦ticos.
No todo el lujo es amoral.
Es parad¨®jico. Hay una parte aceptable, deseable, incluso necesaria.
¡°Incluso el ¨²ltimo de los mendigos lleva encima alg¨²n objeto superfluo. Red¨²zcalo a sus necesidades naturales y el hombre es una bestia¡±, escribe usted citando a Shakespeare. ?El lujo es lo que nos hace humanos?
S¨ª. ?Conoce a mucha gente que se case y vaya a comer a un McDonald¡¯s? No. El d¨ªa de la boda, incluso las personas m¨¢s modestas hacen una fiesta. Y la fiesta, como dec¨ªa Georges Bataille, es la forma primitiva del lujo. Desde que los hombres existen, desde el Paleol¨ªtico, ha habido manifestaciones del lujo. Ninguna civilizaci¨®n lo ha ignorado. No hablamos de las marcas, claro. Pero ?por qu¨¦ la fiesta es lujo? Porque va m¨¢s all¨¢ de las necesidades. Se gasta sin contar. Es la prodigalidad, que encontraremos en la ¨¦tica de los se?ores, en la Edad Media. El noble no cuenta el dinero, contar es para los burgueses, es despreciable. Desde siempre los hombres han construido modelos de vida que no se reduc¨ªan a sobrevivir: comer, beber, defenderse. Siempre ha habido otra dimensi¨®n y el lujo forma parte de ello. Se puede tener un punto de vista moral, pero, desde un punto de vista antropol¨®gico, no hay humanidad sin lujo.
?No hay humanidad sin lujo?
No. Se puede juzgar que es obsceno, pero as¨ª es el Homo sapiens. Spinoza dec¨ªa que hay que aceptar a los hombres tal como son. Podr¨ªamos reconstituir el mundo y decir: ¡°Deber¨ªan ser de otra manera¡±. Mientras tanto¡ ?Nunca ha habido tanto lujo! Y se ha democratizado. La pasi¨®n por el lujo no es solo un asunto de los ricos. Est¨¢ por doquier.
Un ox¨ªmoron, el lujo democr¨¢tico.
Pero es un ox¨ªmoron contempor¨¢neo. Antes no era as¨ª. Durante tiempo el lujo era para la ¨¦lite social, y solo para ella: la aristocracia y la corte, y despu¨¦s la gran burgues¨ªa que copiaba el modelo de los se?ores. Pero el pueblo ni siquiera ten¨ªa el gusto ni el deseo del lujo. Le har¨¦ una confidencia. Yo soy de la generaci¨®n de los a?os sesenta. En esta ¨¦poca, yo apenas sab¨ªa qu¨¦ era el lujo, me habr¨ªa costado citarle ni una sola marca de lujo. No me interesaba y consideraba que el lujo era para las se?oras mayores.
?Qu¨¦ ha cambiado en nuestras sociedades desde entonces?
Hoy los j¨®venes aman el lujo. Incluso en las favelas. Conocen las marcas. Lo que ha cambiado es que el lujo tambi¨¦n es para los modestos. Ha habido una revoluci¨®n cultural. Anta?o era: ¡°El lujo no es para nosotros¡±. Ahora es: ¡°?Por qu¨¦ no?¡±. Los grandes emblemas del lujo eran el ocio, los viajes, el turismo, las bellas marcas. Hoy todo el mundo aspira a ello. ?Qui¨¦n no desea ir de viaje a un hotel? ?O pasar dos d¨ªas en un spa, o comprarse un bolso de Herm¨¨s o Loewe? Antes, en un medio social modesto, le miraban de manera negativa porque se consideraba que quien hac¨ªa esto quer¨ªa mostrarse. Hoy ya no es indigno. Se ha democratizado, no tanto el lujo como el gusto por el lujo.
?Y hay una democratizaci¨®n de las posibilidades de acceso al lujo, tambi¨¦n?
S¨ª, de las posibilidades de acceder a un cierto lujo. Porque se ha vuelto plural. Antes no. Estaban las carrozas, los lacayos, los castillos. Todo era ¨²nicamente para los grandes privilegiados. Ahora uno puede comprarse un llavero Vuitton. O un perfume Dior o Chanel de vez en cuando. O un pintalabios. Al mismo tiempo, se ha reconstituido un lujo inaccesible, un ultralujo, un hiperlujo, para los milmillonarios. Cada vez hay m¨¢s en el mundo. Y el lujo se ha mundializado. Antes las grandes marcas eran europeas y el mercado era Europa y Am¨¦rica del Norte. Ahora est¨¢ China, la India. La verdadera cr¨ªtica no es tanto al lujo, sino a la distribuci¨®n de la riqueza. Si no hubiera ricos, no habr¨ªa lujo. Es f¨¢cil denunciar el lujo, pero si lo hay es porque hay fortunas.
Usted acaba de publicar un libro en Francia sobre el kitsch donde analiza el mal gusto en el lujo. Pero el lujo se asociaba hist¨®ricamente a lo elegante, a lo selecto, al buen gusto. ?Ya no es as¨ª?
El lujo era lo m¨¢s bello, lo m¨¢s caro y lo m¨¢s raro. Y, por tanto, lo m¨¢s deseable. Y he aqu¨ª que hoy un cierto n¨²mero de marcas prestigiosas coquetean con el kitsch, el mal gusto, lo feo, incluso lo vulgar y lo obsceno. Pienso que comenz¨® en los a?os noventa con el porno chic en la comunicaci¨®n de las marcas de lujo, con anuncios publicitarios con alusiones pornogr¨¢ficas y a la zoofilia. Aquello fue un inicio. Despu¨¦s continu¨®. Mire lo que hizo John Galliano. Hizo desfiles con mendigos y top models al mismo tiempo para vender vestidos de alta costura que cuestan decenas de miles de euros. Hay ah¨ª algo vulgar, un espect¨¢culo que se quiere art¨ªstico pero que puede relacionarse con el mal gusto. No es una falta moral, no hace da?o a nadie. Ahora Balenciaga y otros presentan zapatos crocs, que eran lo contrario de chic, y ahora se venden por centenares de euros. Es un vuelco: el kitsch se convierte en chic. Tambi¨¦n lo vemos en el arte. Los artistas acusados de ser kitsch son los m¨¢s caros.
?Piensa en Jeff Koons?
S¨ª. O en Damien Hirst. Desde el siglo XIX el kitsch era lo barato, lo cheap. Ahora los artistas asociados al kitsch son los m¨¢s caros del mundo.
Una parte del lujo se ha vuelto democr¨¢tico. Y lo popular ha conquistado el lujo bajo la forma del kitsch. ?Es la venganza de lo popular?
Un poco, s¨ª. La venganza de la democracia. Durante mucho tiempo se despreci¨® al pueblo porque ama lo que brilla. Pero mire a Trump. Le gusta lo cantoso. Parad¨®jicamente, los ricos se unen al gusto popular.
?C¨®mo lo explica?
El auge del capitalismo de consumo y de la individualizaci¨®n han roto las culturas de clase. Durante siglos y milenios, los comportamientos de las ¨¦lites no ten¨ªan nada de individual, eran obligaciones. Cuando ten¨ªan castillos o vestidos dorados, no era que les gustase, era una obligaci¨®n de casta.
?Eran c¨®digos?
S¨ª. Si no, se los rechazaba. M¨¢s tarde, en la modernidad, el mundo del lujo era peque?o, confidencial. Las mam¨¢s aconsejaban a sus hijas tal o tal perfume. Con la sociedad de masas todo esto ha estallado en mil pedazos. Los ultrarricos ya no son, como dec¨ªa Veblen, la clase del ocio. Ahora son hombres hechos a s¨ª mismos. Trabajan. En la banca, las finanzas, lo inmobiliario, el comercio, las materias primas como el petr¨®leo y el gas: los nuevos ricos rusos. O los narcotraficantes. Los futbolistas. Las estrellas del show business. ?Puede decirme qu¨¦ unidad hay ah¨ª?
Ya no es una clase.
No lo es. Todos son muy ricos, pero no hay una cultura de clase.
El aut¨¦ntico lujo ?no es poder renunciar al lujo? El que no necesita objetos, ni tel¨¦fonos, o el que puede irse 15 d¨ªas a caminar a la monta?a.
Dudo que exista un verdadero lujo, porque hay varios. Lo que usted dice, ser¨ªa el m¨ªo. Para algunos, hay un nuevo lujo que es el del tiempo, el del espacio y el de la distancia respecto a las cosas. Depender menos de las cosas nos da autonom¨ªa: era la sabidur¨ªa de los antiguos. Pero otros aman lo visible, las bellas cosas, las bellas materias. ?Cu¨¢l es el verdadero? No lo hay.
Un mundo sin lujo, ?es imaginable?
No lo creo. Primero, porque cada vez hay m¨¢s ricos en el planeta. Segundo, por la democratizaci¨®n del lujo: a la gente le gusta. Y tercero, porque hay en el lujo una parte de sue?o.
Y el ser humano necesita sue?os.
Hoy, ?sabe?, ya no hay tantos sue?os. Es humano tenerlos.
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