Hay un cura que lo hace todo en Espa?a
Pastor, profesor, vendimiador y hasta matarife, Te¨®filo Nieto lleva 43 parroquias en una zona despoblada de Zamora. A ritmo fren¨¦tico, se afana en su empe?o de unir m¨¢s a la gente y reivindicar el mundo rural sin edulcorarlo
Te¨®filo Nieto es cura. Para algunos es divino y para otros casi un demonio. Tiene un ojo azul. Otro gris. Lleva el pelo largo con barba, viste informal, demoniza el paradigma neoliberal, defiende la renovaci¨®n eclesi¨¢stica, oficia con lenguaje inclusivo, visita casa por casa a quien necesite compa?¨ªa. Asiste a 43 peque?as parroquias de Zamora, en una zona despoblada, envejecida. Su misal incluye cari?o y reflexi¨®n, mimar las relaciones, defender la identidad rural. Es un vers¨ªculo libre de la Iglesia. La ve anquilosada y elogia a Francisco por modernizar el clero. Asume cr¨ªticas de quien pone el grito en el cielo ante sus m¨¦todos: ¡°A vino nuevo, odres nuevos. Dijo Jes¨²s¡±.
La gente le llama Teo. Tiene 54 a?os, 28 entre altares. Ha estudiado Teolog¨ªa y Psicolog¨ªa y avanza en su tesis doctoral, un an¨¢lisis teol¨®gico-moral sobre los tratados de libre comercio. Vendimia, hace matanzas, es profesor en Alca?ices y pastorea a los chavales en las excursiones a Salou. Colabora en la Coordinadora Rural de Zamora y en el Movimiento Rural Cristiano. Agenda de ministro y maneras de siervo. ¡°Las fiestas de los pueblos y los entierros son sagrados¡±, afirma, momentos cumbre en una religiosidad discreta donde su servicio trasciende lo espiritual.
Esta hiperactividad convierte el coche en su confesionario. El veh¨ªcu?lo suma 155.000 kil¨®metros en tres a?os, c¨¢scaras de pipa rebosan de un posavasos, una manzana y unos chaskis ruedan por los asientos de atr¨¢s. En el maletero lleva una lata con hostias. Los domingos a?ade reservas de vino dulce. Este jueves de noviembre hay misa a las once de la ma?ana en Nuez de Aliste. Un hombre, sentado atr¨¢s, y 14 mujeres esperan la homil¨ªa abrigados. ¡°La gente est¨¢ a n¨ªscalos y a setas¡±, justifica antes de enfundarse el h¨¢bito blanco y la casulla verde y canturrear juntos: ¡°El Se?or nos llama y nos re¨²ne, somos un pueblo signo de unidad¡±. Debaten sobre la restauraci¨®n de una virgen antes de comulgar y rogar: ¡°Ten misericordia de todas nosotras¡±. ¡°El lenguaje crea pensamiento¡±, sentencia Nieto tras cerrar la iglesia con llaves de hierro. All¨ª quedan los cojines mullidos y bordados de las devotas.
El cura reflexiona mientras conduce por el paisaje ocre de antes del invierno. ¡°Hay que fomentar la identidad de los pueblos sin caer en chovinismo y positivizar el medio rural sin mitificarlo¡±, reclama rumbo a impartir Religi¨®n. ¡°Intentan convertir lo rural en un gran parque tem¨¢tico etnogr¨¢fico, como las reservas de indios¡±. Reivindica la vida perif¨¦rica como ant¨ªdoto contra ¡°el individualismo¡± que abarrota ciudades y le hace predicar en un desierto demogr¨¢fico. En el instituto pretende ense?ar a pensar ante la fugacidad: ¡°Hay grises entre el bien y el mal m¨¢s all¨¢ de algunos dogmas¡±. Se resigna en la cafeter¨ªa porque en un programa de la tele hablan de pose¨ªdos por el demonio: ¡°Hay otros demonios como el individualismo y el economicismo que tenemos que exorcizar¡±.
Los parroquianos lo celebran cuando entra a comer en el bar de Rabanales. Una se?ora exclama: ¡°?Con el negro, bien!¡±, porque curas africanos han entrado en la di¨®cesis, y a Nieto se le queda cierta cara de circunstancias. Pide paella y lengua de ternera y le entra al men¨² diciendo que ¡°la Iglesia se ha acomodado en el p¨²lpito¡±, alabando de nuevo el enfoque de este Papa: ¡°Hace cosas muy fuertes, veremos despu¨¦s su legado¡±. En la sobremesa aborda los abusos sexuales en el clero y denuncia la cultura de encubrimiento de la instituci¨®n a la que pertenece. Tambi¨¦n muestra su preocupaci¨®n por las guerras actuales. Hablando de Israel y Palestina, reflexiona sobre c¨®mo ¡°la religi¨®n ha sido siempre un pretexto para hacer al perfecto soldado fan¨¢tico¡±.
La actualidad se difumina yendo a su casa, en San Juan del Rebollar. La vivienda entremezcla imanes y estampitas religiosas con premios del sindicato UGT y libros de todo tipo. Siguiente parada, un funeral.
Las campanas tocan a muerto en Alcorcillo. La iglesia se abarrota para reconfortar a la familia, comuni¨®n inviable en la urbe, apunta Nieto, con casulla violeta. Los pasajes del ap¨®stol san Pablo a los romanos y del Evangelio seg¨²n san Juan se ali?an con refranes de la madre del cura: ¡°Que Dios me d¨¦ poco mal y buena muerte¡±. Los fieles dicen adi¨®s a Marina Barrera, fallecida con 92 a?os, e inician la comitiva hacia el cementerio. Fuera, un ni?o juega. La vida se apaga y la vida contin¨²a.
El motor resuena rumbo a Ufones, cuyo cartel emerge entre la penumbra y precede a tres se?oras, una con bast¨®n, otra con andador, otra con bastones de trekking, la Sant¨ªsima Trinidad del caminar seguro. Las amigas se refugian en casa de Margarita Calvo, como una rosa a meses de cumplir un siglo. ¡°?Teo, eres el mejor!¡±, ¡°?Ten¨ªas que ser t¨² el Papa!¡±, alaban Tina L¨®pez y Paula Tola, de 74 y 73 a?os, junto a la cuasicentenaria zamorana. Esta le desea salud.
¡ª?Temes endiosarte?
¡ªEl ego se come al yo ¡ªadmite.
Su manera de mantenerse en paz y bien enfocado es rezar, hacer retiros espirituales y correr al alba. Durante media hora junto a la lumbre, Nieto reconforta a estas feligresas.
De vuelta a Rabanales, Celia Carnero, de 29 a?os y presidenta del Movimiento de j¨®venes rurales cristianos, vacila a su amigo sobre cuando escandalizaba por sus pintas. Carnero admira sus jornadas eternas: ¡°?No entendemos c¨®mo no explota!¡±.
Tres hombres y 10 mujeres atienden la ¨²ltima misa del d¨ªa. Los cirios titilan entre muros de piedra. La liturgia sigue entre bromas con su reba?o. La gente sonr¨ªe. Arrugas, pa?uelos cubriendo ancianos cuerpos, almas de luto. El p¨¢rroco, de verde, les bendice antes de marcharse a una reuni¨®n virtual del Movimiento Rural Cristiano. ¡°?Pues a la lumbre a asar casta?as! Pod¨¦is ir en paz¡±. Y all¨¢ va ¨¦l con el mazo dando.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.