Ego¨ªsmo de n¨¢ufragos: por qu¨¦ somos cada vez m¨¢s individualistas
Abuso de la palabra libertad, culto al ¨¦xito personal, relaciones l¨ªquidas: florecen las filosof¨ªas individualistas extremas al tiempo que ¡®influencers¡¯ ultraliberales despliegan sus ideas contra lo comunitario, ?c¨®mo hemos llegado hasta aqu¨ª?
Aleister Crowley, el ocultista brit¨¢nico, fue un tipo muy raro. Fund¨® la religi¨®n de Thelema: sus miembros practicaban org¨ªas sagradas, ritos sincr¨¦ticos o la experimentaci¨®n m¨ªstica con drogas. Fallecido en 1947, caus¨® hechizo en sus seguidores, mientras que entre sus adversarios solo caus¨® esc¨¢ndalo y rechazo. Se hac¨ªa llamar La Bestia 666 y fue tildado por la prensa de la ¨¦poca como ¡°el hombre m¨¢s malvado del mundo¡±. Su m¨¢xima filos¨®fica, recogida en El libro de la ley, fue la siguiente: ¡°Haz lo que quieras ser¨¢ toda tu ley¡±.
El delirante Crowley, convertido en icono pop, fue exponente destacado de las corrientes m¨¢s individualistas que, si bien ten¨ªan ra¨ªces anteriores, se fortalecieron durante el siglo XX y lo siguen haciendo en el XXI. As¨ª lo considera el ensayista John Higgs en su libro Historia alternativa del siglo XX (Taurus): ¡°En la filosof¨ªa del individualismo el centro es el yo, y el yo tiene prioridad sobre la sociedad¡±. Tal y como pensaba Crowley.
Vivimos cierta hiperinflaci¨®n en la ideolog¨ªa individualista provocada no solo por el dogma econ¨®mico dominante desde los a?os ochenta, que pone el acento en la iniciativa privada y la responsabilidad individual, y que impregna todos los ¨¢mbitos de la sociedad, sino tambi¨¦n por la revoluci¨®n en las tecnolog¨ªas digitales. Estos ingenios, si bien hacen mucho para conectarnos, tambi¨¦n generan conexiones d¨¦biles, debilitan la interacci¨®n f¨ªsica y facilitan el aislamiento.
Muestras de individualismo son el abuso de la palabra libertad, el ¨¦nfasis en el ¨¦xito personal, la b¨²squeda de la singularidad o la liquidez de las relaciones sentimentales. Tambi¨¦n la baja natalidad y la proliferaci¨®n de hijos ¨²nicos: en 2021, seg¨²n Eurostat, solo nacieron 1,19 ni?os por mujer en Espa?a, una cifra cada vez m¨¢s baja. Tambi¨¦n el n¨²mero de personas que viven solas: el 27% de los hogares en 2021 seg¨²n el Instituto Nacional de Estad¨ªstica, un 20% m¨¢s que un decenio antes. O la epidemia de soledad no deseada: un estudio de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) muestra que un 25% de las personas mayores en Europa est¨¢n solas, pero no quieren estarlo.
Nuestra pasi¨®n est¨¢ en nuestras vidas, trabajos y consumo, m¨¢s que en el bien com¨²n¡±Danilo Martuccelli
Y la actual preocupaci¨®n por las identidades es parad¨®jica: por un lado, nos hace sentirnos afiliados a colectivos, pero tambi¨¦n est¨¢ basada en la reivindicaci¨®n de la propia diferencia.
Las filosof¨ªas individualistas extremas florecen por internet, ya sea en forma de gur¨²s de la cultura de la competici¨®n y el esfuerzo individual (v¨¦ase el casi par¨®dico triunfador Amadeo Llad¨®s, odiador de ¡°gordos¡± y ¡°mileuristas¡±), como de influencers ultraliberales contrarios a lo p¨²blico y abominadores de los impuestos, afines, por ejemplo, al presidente argentino, Javier Milei. Si bien el t¨¦rmino individualismo ha sido utilizado tradicionalmente como peyorativo, ahora aparecen corrientes que lo reivindican como una virtud.
Un problema estructural, no cultural
¡°Odio sonar como un viejo marxista¡±, dice Richard Sennett por videollamada, ¡°pero el individualismo no es una inocente categor¨ªa cultural, su fundamentaci¨®n est¨¢ en la econom¨ªa¡±. Seg¨²n el soci¨®logo estadounidense, autor de obras como La corrosi¨®n del car¨¢cter o El declive del hombre p¨²blico (ambos, en Anagrama), la cosa tambi¨¦n va por clases. Las ¨¦lites no son individualistas, predomina cierto corporativismo y en ocasiones se dice que la clase alta es la que tiene mayor conciencia de clase y se organiza mejor para defender sus derechos. El individualismo se promueve entre las clases medias y bajas, donde las nuevas formas de trabajo ofrecen pocas experiencias sociales y fomentan la competici¨®n. El auge del individualismo est¨¢ asociado al auge de los trabajos de oficina y las profesiones liberales, menos dados a la uni¨®n de los trabajadores que el tradicional trabajo industrial, seg¨²n encontr¨® un estudio de las universidades de Waterloo (Canad¨¢) y Arizona (EE UU).
¡°La modernizaci¨®n y el auge del capitalismo fueron en detrimento de lo comunitario¡±, explica la fil¨®sofa Carolina del Olmo, autora de ?D¨®nde est¨¢ mi tribu? (Clave Intelectual). Lo ejemplifica con la disminuci¨®n de las relacionales sociales densas: desde la transformaci¨®n de la vida de pueblo (con todos sus inconvenientes) en la vida urbana hasta la sustituci¨®n de la familia extensa por la familia nuclear moderna, pasando por el trabajo estable que se torna en precariedad y cambio constante. Del Olmo observa esta disoluci¨®n de lo social especialmente en la crianza: donde antes se criaba entre muchos miembros de la familia extensa e incluso vecinos circundantes, ahora los padres (m¨¢s en concreto, las madres) tienen que echarse la crianza a la espalda o externalizar los cuidados a terceros. Pero, como dice un proverbio africano, para criar un ni?o hace falta toda una tribu.
Si bien en algunas sociedades antiguas, como la democracia ateniense o la rep¨²blica romana, la condici¨®n de ciudadano, aunque era restringida, implicaba la participaci¨®n en la vida p¨²blica, en las sociedades individualistas contempor¨¢neas priman los intereses personales. En Espa?a se observa que, aunque la pol¨ªtica sea el entretenimiento nacional, la afiliaci¨®n a los partidos y sindicatos es baja, igual que es modesto el asociacionismo, ya sea en asociaciones pol¨ªticas o sociales como culturales o de ocio. La tasa de asociacionismo es del 25% frente al 43% de la media europea. Baja en comparaci¨®n con otros pa¨ªses del entorno como Francia (51%) o Alemania (48%), seg¨²n un informe de la Fundaci¨®n BBVA de 2019. Los pa¨ªses n¨®rdicos tienen tasas muy altas, como Dinamarca (92%) o Suecia (83%), seg¨²n otro informe de la misma entidad de 2013.
¡°Poner al individuo en el centro dio pie a las declaraciones de derechos humanos¡±Victoria Camps
¡°Todos los actores de las sociedades modernas, quien m¨¢s, quien menos, somos individualistas¡±, explica por correo electr¨®nico Danilo Martuccelli, soci¨®logo de la Universidad de Par¨ªs; ¡°es evidente que nuestras pasiones est¨¢n m¨¢s en nuestras vidas, en nuestros amigos, en nuestras ocupaciones, en nuestras pasiones de consumo cultural que en el bien colectivo o pol¨ªtico¡±. El compromiso con los asuntos de la polis es muchas veces demasiado pesado para ser compatible con la exploraci¨®n de la libertad y la b¨²squeda de experiencias.
¡°La gran incertidumbre asociada a la vida individualista acaba llevando a una personalidad m¨¢s marcada por una suerte de ego¨ªsmo de n¨¢ufrago¡±, dice Del Olmo; ¡°cuando no tienes una red de apoyo y m¨¢s fr¨¢gil eres, m¨¢s instintiva es la reacci¨®n de salvar tu propio culo¡±. El consumismo colabora ¡°como una escuela de personalidad muy individualista y egoc¨¦ntrica. Esa manera de estar en el mundo en la que puedes ir eligi¨¦ndolo todo, como si todo fueran productos para el carrito del supermercado¡±.
Del Renacimiento a la posmodernidad
El individualismo es una postura parad¨®jica. En sus comienzos signific¨® un progreso para las sociedades y contribuy¨® a la superaci¨®n del Antiguo R¨¦gimen. Poner el foco en el individuo permiti¨® la conquista de las libertades y la construcci¨®n de las democracias liberales. Pero las tensiones entre lo individual y lo colectivo son inherentes a la experiencia humana y siguen inevitablemente en el coraz¨®n de los debates. ?Cu¨¢ntos impuestos debemos pagar? ?Cu¨¢nto deben abarcar los servicios p¨²blicos? ?Cu¨¢l es mi responsabilidad en los problemas medioambientales? El individualismo exacerbado, tal como se propone en la actualidad, puede llevar a la atomizaci¨®n y desgarro de la sociedad.
¡°Poner al individuo en el centro del pensamiento moral y pol¨ªtico, cosa que ocurri¨® a partir del Renacimiento, dio pie, por ejemplo, a las distintas declaraciones de derechos humanos fundamentales¡±, explica la fil¨®sofa Victoria Camps, autora, entre otros, de Paradojas del individualismo (Cr¨ªtica). El objetivo de lo colectivo se fij¨® en lograr la realizaci¨®n igualitaria de todos los individuos. La paradoja que propone Camps reside en que la libertad individual lleg¨® con otros problemas: ¡°Cada vez es m¨¢s dif¨ªcil usar esa libertad¡±, a?ade la pensadora.
El humanismo renacentista, pues, suele citarse como un origen del individualismo, aunque el poeta ingl¨¦s John Donne, escribiera por entonces aquello de que ¡°ning¨²n hombre es una isla¡±. Ese individualismo fue respaldado posteriormente por la Ilustraci¨®n y la Revoluci¨®n Francesa, donde, al abolirse los privilegios, (casi) todos los seres humanos son individuos iguales en sus derechos. A partir de ese sustrato se construyen las nuevas sociedades. El liberalismo cl¨¢sico propone libertad individual, limitaci¨®n del poder del Estado, propiedad privada. Adam Smith hizo hincapi¨¦, por ejemplo, en la conveniencia de la persecuci¨®n del inter¨¦s propio para lograr el bien com¨²n, mediante la intervenci¨®n de la ¡°mano invisible¡± del mercado. El t¨¦rmino individualismo, seg¨²n el consenso aceptado, surge a principios del siglo XIX, al mismo tiempo que socialismo.
Tras la Segunda Guerra Mundial se establece el Estado de bienestar, alimentado por vientos socialdem¨®cratas, que logr¨® un mayor equilibrio entre la responsabilidad individual y la solidaridad colectiva. ¡°Se otorgaron derechos sociales que ¡®desmercantilizaron¡¯ ciertas prestaciones o seguros, lo que permiti¨® una profundizaci¨®n del individualismo. ¡®Libres¡¯ de ciertos temores, como el desempleo, la enfermedad o la vejez, los individuos se sintieron m¨¢s libres en la elecci¨®n de sus obligaciones sociales. La familia, los amigos, la comunidad fueron percibidos como menos ¡®esenciales¡¯ para la propia sobrevivencia¡±, dice Martuccelli. Parad¨®jicamente, el Estado social fue clave para el aumento del individualismo. Tambi¨¦n la contracultura de los a?os sesenta, de corte izquierdista radical, promovi¨® un tipo de individualismo creativo que est¨¢ en el coraz¨®n de la ideolog¨ªa de Silicon Valley y los estilos de vida promovidos por el neoliberalismo.
¡°La desigualdad fomenta el individualismo de la clase media¡±Richard Sennet
Solo en la bolera es la traducci¨®n del po¨¦tico t¨ªtulo Bowling Alone, obra del soci¨®logo Robert D. Putnam: durante los a?os ochenta se registr¨® en Estados Unidos un declive del juego en com¨²n a los bolos. La gente jugaba sola. Los patrones de sociabilidad estaban cambiando. Putnam public¨® este ensayo en 2000 denunciando desde el t¨ªtulo la debilitaci¨®n de los lazos comunitarios. Para el autor, esa falta de interacci¨®n social pon¨ªa en peligro la democracia. ¡°Alexis de Tocqueville, cuando escribi¨® La democracia en Am¨¦rica a principios del siglo XIX, asumi¨® que el individualismo y la igualdad iban de la mano, pero se ha comprobado que no es as¨ª¡±, apunta Sennett. En los Estados Unidos del silgo XX el individualismo siempre encontr¨® suelo f¨¦rtil y sigue poniendo el carril por el que avanzan los dem¨¢s pa¨ªses occidentales. Ah¨ª hizo carrera Ayn Rand, la novelista rusoestadounidense creadora del objetivismo, partidaria de un individualismo radical, que rayaba en la celebraci¨®n del ego¨ªsmo (no tienen por qu¨¦ ser sin¨®nimos) y el triunfo de los m¨¢s fuertes. ¡°Rand no cre¨ªa que la preocupaci¨®n por el bienestar de los dem¨¢s tuviera que suponer un l¨ªmite para la libertad personal¡±, escribe Higgs. En su teor¨ªa se inspir¨® tambi¨¦n la religi¨®n satanista de Anton LaVey, que la consideraba algo as¨ª como ¡°Ayn Rand con adornos¡±.
Adem¨¢s de a ciertos satanistas, Rand inspir¨® a las corrientes m¨¢s neoliberales: uno de sus seguidores m¨¢s cercanos fue Alan Greenspan, que lleg¨® a presidente de la Reserva Federal estadounidense. El neoliberalismo, en principio una corriente casi subterr¨¢nea promovida por la peque?a Sociedad Mont Pelerin y un pu?ado de economistas austriacos, acab¨® imponi¨¦ndose en los a?os ochenta, cuando Reagan y Thatcher llegaron al poder y dieron carpetazo a la hegemon¨ªa socialdem¨®crata. Fomentaron la iniciativa y la responsabilidad individual, con un rechazo cerval a lo colectivo.
La soledad en el Starbucks
¡°La desigualdad entre los de arriba y los de abajo ha fomentado el individualismo de los del medio¡±, dice Sennett. Lo percibe en las cafeter¨ªas de la cadena Starbucks: si el caf¨¦ cl¨¢sico era un lugar para socializar, en estos lugares se suele abrir el ordenador para perderse en sus entretelas. Tambi¨¦n en los centros de las grandes ciudades devoradas por el turismo, que ya no est¨¢n dispuestas para la vida social, sino para el negocio. ¡°Nuestras redes sociales cada vez son m¨¢s cortas e ¨ªntimas, solo nos relacionamos con los familiares o amigos m¨¢s cercanos¡±, a?ade el soci¨®logo.
Lo comunitario se reivindica en estos tiempos disgregados por los nacionalismos, que, frente a las sociedades cada vez m¨¢s atomizadas, proponen un sentimiento de pertenencia a la naci¨®n. La extrema derecha reivindica visceralmente valores tradicionales como la familia y la patria. Desde la izquierda se sigue haciendo hincapi¨¦ en la necesidad de sostener lo p¨²blico y lo com¨²n lejos de la jungla de la competici¨®n y el mercado. Las condiciones del futuro pueden mover el p¨¦ndulo hacia un lado: el pensador franc¨¦s Bruno Latour cre¨ªa que la amenaza del cambio clim¨¢tico, del que no podemos protegernos solos, llevar¨ªa a nuevas formas de comunidad. En la ¨²ltima pandemia, sin ir m¨¢s lejos, ya se experiment¨® un reflujo de lo colectivo: el coronavirus hizo evidente la ¨ªntima conexi¨®n entre todos los terr¨ªcolas.
¡°Otra forma de reivindicar la comunidad¡±, dice Camps, ¡°ser¨ªa el republicanismo bien entendido: preocuparse de la res p¨²blica y tomar conciencia como ciudadanos¡±. ?C¨®mo lograr el equilibrio entre lo individual y lo colectivo? Es una pregunta de dif¨ªcil respuesta. ¡°Muchos debates actuales (socialismo versus liberalismo, colectivismo versus libertarismo, justicia social versus responsabilidad individual) son variantes de esta tensi¨®n fundamental. Salvo posturas extremas, las sociedades buscan c¨®cteles entre ambos principios¡±, concluye Martuccelli. La tarea fundamental de la pol¨ªtica en las sociedades contempor¨¢neas es, precisamente, establecer un equilibrio aceptable entre lo individual y lo colectivo. Entre el yo y el nosotros.
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