Vida de mir: as¨ª es el d¨ªa a d¨ªa de los 32.517 j¨®venes m¨¦dicos imprescindibles para el sistema sanitario espa?ol
Tras seis a?os de carrera y un duro examen, estos m¨¦dicos pasan cuatro o cinco a?os de residencia y, despu¨¦s, la incertidumbre, entre la inestabilidad o la emigraci¨®n. Ya nadie les aplaude desde los balcones, pero su vocaci¨®n sigue siendo la clave
¡°Despu¨¦s de una noche en urgencias, piensas: ?Qui¨¦n me ha mandado hacerme m¨¦dico? No valgo. ?D¨®nde me he metido? Soy un impostor. ?C¨®mo se sale de aqu¨ª?¡±.
La primera pregunta a una joven o un joven interno es c¨®mo se siente alguien de veintitantos, que acaba de abandonar el pupitre de la universidad tras seis a?os de estudio te¨®rico y otro m¨¢s engullendo 12 horas al d¨ªa el temario del examen de mir, cuando por fin se enfrenta al dolor y la muerte. Responden. Roc¨ªo: ¡°Recordar¨¦ toda la vida a la primera persona que se me muri¨®¡±. Zoraida: ¡°Llega un momento en que no puedo con tanto estr¨¦s¡±. Alejandra: ¡°Le dices a una compa?era: ¡®Dame un abracito¡¯. Y sigues¡±. Ismael: ¡°El d¨ªa previo a la guardia ya tengo ansiedad¡±. Ana: ¡°Te vas al ba?o, lloras, te lavas la cara, y vuelves¡±. Clara: ¡°Maduras en minutos¡±. Eva: ¡°Asumes que no eres dios¡±. Miguel: ¡°Lo vives con impotencia y frustraci¨®n¡±. Gabriela: ¡°Pasas de los manuales a la cruda realidad¡±. Natalia: ¡°No te acostumbras nunca¡±. Antonio: ¡°Aprendes a separar tu existencia de la tragedia¡±. Susana: ¡°Te vas haciendo una coraza¡±. Ana: ¡°Es vital tener una vida fuera, no puedes ser m¨¦dico 24 horas al d¨ªa¡±. ?lex: ¡°S¨ª, pero hay pacientes con los que empatizas tanto¡ que te recuerdan a tu hermano, a tu abuelo, y se te van¡¡±.
El remedio para estos yogurines de la medicina lo prescribe la doctora Ana Mart¨ªnez Virto, tres d¨¦cadas en el oficio, coordinadora de urgencias en La Paz de Madrid y tutora y alma docente de este hospital, que concentra en 52 especialidades sanitarias a 700 m¨¦dicos internos residentes, algunos con las mejores notas de Espa?a, pero todos con las mismas dudas: ¡°Cuando sacas a alguien de una parada cardiorrespiratoria no hay nadie en el mundo m¨¢s feliz que t¨². No lo puedo describir. Sin vocaci¨®n, no aguantas. Si no la tienes o no la desarrollas, esto no tiene sentido. Trabajas por amor al arte. Eres un servicio p¨²blico¡±.
Ten¨ªan un et¨¦reo ideal de ayudar a los dem¨¢s, pero su destino manifiesto no era ser m¨¦dicos. La mayor¨ªa no tiene ning¨²n referente familiar. Eran buenos estudiantes, de 13 puntos para arriba (de un m¨¢ximo de 14) en la EBAU. Quer¨ªan llegar lejos. Son muy competitivos. Pero no h¨¦roes. Ni estrellas de las redes. En especial, los olvidados m¨¦dicos de familia, que suponen la puerta de entrada al 95% de los pacientes y, por tanto, el pararrayos de su descontento hacia el sistema por las demoras en la atenci¨®n primaria, las listas de espera cl¨ªnicas y la escasez de recursos humanos. La agresividad del paciente hacia el sanitario se ha vuelto un hecho com¨²n que se intuye en las salas de espera. Especialmente despu¨¦s de la covid. Entre 2021 y 2022, esas agresiones aumentaron un 38%. ¡°El paciente y su familia ya no son sujetos pasivos y mal informados; te exigen un desenlace favorable, pero no siempre puede ser. El paciente ha cambiado en una d¨¦cada incluso m¨¢s que el m¨¦dico¡±, explica un veterano especialista. Y ese paciente, el cliente, el contribuyente, parece tener claro lo que hay que hacer para que esa situaci¨®n revierta. Seg¨²n una encuesta del CIS de 2020, un 94,8% de los consultados afirmaba que hay que dedicar m¨¢s recursos econ¨®micos, y un 95,9%, aumentar las plantillas.
No son sacerdotes. Hace a?os que se despojaron del manto de la infalibilidad y la distancia. Hoy, para empezar, se tienen que enfrentar a la competencia desleal de internet. Para una residente de quinto: ¡°Muchos pacientes llegan con un diagn¨®stico propio, que han visto en una p¨¢gina web y es dif¨ªcil apearles de esa certeza. Antes, lo que el m¨¦dico dec¨ªa iba a misa; ahora tienes que competir con el doctor Google. El otro d¨ªa lleg¨® un se?or a urgencias y nos dijo muy serio: ¡®Tengo neumon¨ªa del l¨®bulo derecho¡¯. No era cierto. Era un tema muscular. Y me cost¨® convencerle de lo contrario. A ese nuevo fen¨®meno lo llamamos cibercondr¨ªa¡±. Para el director m¨¦dico de La Paz, el internista Juan Jos¨¦ R¨ªos, ¡°en el examen de mir, la inteligencia artificial tendr¨ªa mejores notas que un humano; por eso, el m¨¦dico debe tener otras capacidades: empat¨ªa, intuici¨®n, capacidad de deducci¨®n¡±. Lo recalca uno de sus pupilos, Sergio Carrasco, de 28 a?os, mir, murciano y en el ¨²ltimo a?o de Medicina Interna: ¡°El paciente debe de salir de la consulta sabiendo exactamente lo que le pasa. Y para eso, como m¨¦dico, debes de tener la curiosidad de llegar hasta el final en tu juicio cl¨ªnico. Preguntar y repreguntar y requetepreguntar; ser un detective de la salud. Muchas veces no se trata tanto de realizarle pruebas muy agresivas, sino de escucharle. Pero necesitas tiempo. Y no te sobra¡±.
Les han apeado del reverencial don y do?a y se han quedado apenas con el nombre de pila. Y las m¨¦dicas m¨¢s j¨®venes, para algunos pacientes, en poco m¨¢s que ¡°ni?as¡±. ¡°Se?or, no soy una ni?a, soy su m¨¦dica¡±, responden. Ya nadie les aplaude en los balcones. Son currantes. Y en el caso de los mir, eternos trabajadores en pr¨¢cticas en hospitales y centros de salud, que firman contratos anuales con las comunidades aut¨®nomas y, adem¨¢s, son alumnos evaluables a los que el sistema exige que adquieran unas capacidades, habilidades y destrezas, hasta alcanzar unos objetivos. Que rotan continua y transversalmente por otros servicios, hospitales y pa¨ªses; reciben cursos de realidad aumentada, comunicaci¨®n de malas noticias o para detectar la agresi¨®n de g¨¦nero; realizan simulaciones; no hacen menos de seis guardias al mes, atienden las urgencias y las plantas, y debutan como R1 (residentes de primero) con un sueldo similar al m¨ªnimo interprofesional: 1.280 euros brutos. A los que suman unos 500 euros por las guardias nocturnas. ¡°De las que sales destrozada, has dormido tres horas en una cama caliente, est¨¢s a tope de adrenalina y tienes cambiado el horario. Y al d¨ªa siguiente casi es peor. Las guardias son nuestro desequilibrio¡±.
En los ¨²ltimos compases de ese largo camino (de cuatro o cinco a?os seg¨²n la especialidad), ya como R4 o R5, no ganar¨¢n m¨¢s de 2.500 euros. Y cuando concluyan su residencia, explotar¨¢ esa burbuja hospitalaria en la que se han mantenido durante ese tiempo y su contrato con el Estado quedar¨¢ extinguido. ¡°Es el momento en que piensas: ¡®Algo he debido hacer mal para verme en la calle¡±, explica Miguel, residente de Interna en el hospital Pr¨ªncipe de Asturias, de Alcal¨¢ de Henares.
El mir no es una oposici¨®n al uso. La organiza cada a?o en exclusiva la Administraci¨®n central el mismo d¨ªa de enero y con las mismas 200 preguntas en toda Espa?a, pero superarla no da derecho a una plaza en el Sistema Nacional de Salud. Da acceso por un tiempo limitado a un programa de especializaci¨®n en unidades docentes acreditadas por el Ministerio de Sanidad, cuyas plazas son adjudicadas seg¨²n la nota obtenida. Y, cuando lo concluyan, tendr¨¢n que iniciar un penoso peregrinaje de empleo temporal a la espera y busca de un contrato digno y, en el futuro, una disputada plaza en propiedad, que es casi una quimera. De que otro m¨¦dico se muera, jubile o pida una excedencia. ¡°Mientras, vas repartiendo tu curr¨ªculo por las cl¨ªnicas y hospitales como si lo dejaras en el Zara¡±, afirma Alejandra Vaquero, de 29 a?os, que acab¨® su residencia el a?o pasado y es m¨¦dica eventual del servicio de urgencias y jefa de residentes de La Paz (el eslab¨®n entre los mir y el hospital). ¡°Y, en ese momento de incertidumbre, muchos piensan si se habr¨¢n equivocado de profesi¨®n¡±.
Otros decidir¨¢n emigrar. Una opci¨®n que describen como poco deseada y que se lleva a cabo por motivos econ¨®micos y, en menor medida, para la adquisici¨®n de conocimientos. Como ya ha hecho un 5% de j¨®venes m¨¦dicos hacia pa¨ªses de la OCDE (Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®micos): en torno a 8.000 profesionales. ¡°No lo descarto, pero me dar¨ªa mucha rabia¡±, explica ?lex Marcelles, de 28 a?os, R4 de medicina interna en el Hospital Cl¨ªnico San Carlos de Madrid. Una fuga de talentos, de gente muy bien formada, de un sistema que les necesita como nunca: seg¨²n el estudio Oferta-necesidad de especialistas m¨¦dicos 2021-2035, del equipo EcoSalud de la Universidad de Las Palmas, el sistema sanitario espa?ol tendr¨¢ en 2027 un d¨¦ficit de 9.000 m¨¦dicos y en 2035, de 17.765. ¡°La mayor esperanza de vida y el imparable envejecimiento de la sociedad, con un gran porcentaje de enfermedades cr¨®nicas, multipatolog¨ªas y necesidades sanitarias complejas, hacen necesario un mayor n¨²mero de profesionales y con perfiles diferentes. Hacen falta, por ejemplo, m¨¢s geriatras y especialistas en cuidados¡±, describe Silvia Calz¨®n, m¨¦dica epidemi¨®loga y secretaria de Estado de Sanidad durante la pandemia. ¡°Sin contar con las extensas jubilaciones de m¨¦dicos baby boomers, que se sab¨ªa que nos ven¨ªan encima. Las autoridades lo ten¨ªan claro desde hace mucho tiempo. Y no se hizo nada. No se planific¨® demogr¨¢fica ni socioculturalmente. Especialmente, tras los recortes que practicaron los gobiernos del PP a partir de 2009, cuando se lleg¨® a invertir un 20% menos en la sanidad p¨²blica. No se pens¨® en el tama?o, composici¨®n ni distribuci¨®n del personal sanitario para un futuro que estaba encima. Y no te inventas a un m¨¦dico de la noche a la ma?ana: tardas 12 a?os¡±. No fue hasta 2020 cuando se empezaron a ofertar en torno a 2.000 plazas m¨¢s de mir cada a?o que durante las r¨¦plicas de la crisis financiera de 2008. En estos momentos, la oferta anual supera las 8.700 plazas, frente a las raqu¨ªticas 5.956 de 2015 y a?os sucesivos, con un fuerte fortalecimiento de las vacantes para los m¨¦dicos de familia. Por el otro extremo del sistema, la mitad de los profesionales ya tiene m¨¢s de 50 a?os y el 21%, m¨¢s de 60. Est¨¢n a las puertas de la retirada y se comienza a hablar de flexibilizar sus jubilaciones, al menos, hasta los 70.
¡°El problema real no es la falta de m¨¦dicos. Los hay, y muy bien formados, lo que faltan son contratos decentes¡±, resume Manuel Quintana. Intensivista, docente, enlace de su hospital con la Universidad Aut¨®noma de Madrid y director de la Unidad de Simulaci¨®n Avanzada de La Paz. ¡°Tienes gente muy buena, pero no la puedes retener y termina dando tumbos¡±. Quintana hace esta reflexi¨®n en la UCI de Politrauma y Quemados, donde acaban de ingresar a un paciente tras un grav¨ªsimo accidente de moto, y otro abrasado. No se despega de ¨¦l Ismael del Val, de 25 a?os, madrile?o de Fuenlabrada y residente de primero de intensiva. ¡°Desde ni?o quise ayudar a los dem¨¢s y aqu¨ª me siento feliz¡±. Junto a Quintana est¨¢n tambi¨¦n dos j¨®venes doctoras adjuntas, Claudia y Alba, cuyo empleo pende de un hilo. Llevan a?os de contratos inestables y temporales: ¡°Terminas viviendo al d¨ªa¡±.
Otros mir al final de su camino probar¨¢n suerte en la cada vez m¨¢s extendida atenci¨®n privada, a la que ya acude (sobre todo, en consultas de especialidades) un tercio de la poblaci¨®n espa?ola. Sin embargo, no parece una alternativa real. Los ciudadanos son tozudos en su defensa del sistema p¨²blico. Seg¨²n el CIS de diciembre de 2023, el 71% de los espa?oles prefiere las consultas con sus m¨¦dicos de cabecera en la p¨²blica, y el 75,4% la hospitalizaci¨®n en hospitales p¨²blicos, aunque critican las esperas y demoras que superan en primaria los siete d¨ªas.
Frente a esa reivindicaci¨®n de lo p¨²blico, m¨¢s de un tercio de los contratos de los m¨¦dicos espa?oles son temporales. M¨¢s de 85.000 profesionales (m¨¦dicos y enfermeros) esperan la regularizaci¨®n de su situaci¨®n bajo la lupa de la Comisi¨®n Europea, y esperando los 1.000 millones del Componente 18 del Plan de Recuperaci¨®n, Transformaci¨®n y Resiliencia del Gobierno de Pedro S¨¢nchez, especialmente en dos de sus puntos clave: ¡°Fortalecimiento de la atenci¨®n primaria¡± y ¡°reducci¨®n de la temporalidad¡±. La realidad es que algunos m¨¦dicos j¨®venes coleccionan por morbo los centenares de n¨®minas de medias jornadas, d¨ªas y semanas que han acumulado: cubriendo bajas, participando en ensayos cl¨ªnicos o gan¨¢ndose el jornal a base de guardias. Y eso provoca desesperanza y desmotivaci¨®n. Seg¨²n una encuesta del Consejo General de Colegios Oficiales de M¨¦dicos, el 35,3% de los m¨¦dicos espa?oles se declara insatisfecho con el ejercicio de su profesi¨®n, ¡°siendo los factores m¨¢s influyentes la carga laboral/asistencial (65,2%) y el nivel de exigencia (32,9%)¡±. El 43,6% tiene problemas de conciliaci¨®n. El 55,7% se siente emocionalmente cansado.
?Y qui¨¦n cuida al sanitario? ?Qui¨¦n se ocupa de su salud mental? Al parecer, nadie. ¡°Te buscas la vida¡±. ¡°Con la pandemia tocamos fondo. Todos salimos tocados. Fue una debacle: 120.000 muertos. Estabas hablando en urgencias con tres pacientes, y 20 minutos despu¨¦s hab¨ªan fallecido, y sus camas estaban otra vez llenas y un centenar m¨¢s esperando en el gimnasio. Volv¨ªas a casa emparanoiada. Ten¨ªas miedo de contagiar a tus hijos. Todos pillamos la covid. Ca¨ªmos como pichones. ?C¨®mo gestionas esa carga emocional? No hay cuerpo que lo aguante¡±, explica una m¨¦dico veterana que pone palabras a un sentimiento que aflora en muchas conversaciones. Las promociones de mir que vivieron la pandemia jam¨¢s lo podr¨¢n olvidar. Las cifras de la OCDE hablan de una situaci¨®n pospandemia de hasta un 46% de m¨¦dicos con ansiedad y hasta un 37% con depresi¨®n en su territorio. El informe concluye con estas palabras: ¡°A menudo, se han sentido abandonados e infravalorados por sus organizaciones. Todos estos problemas han derivado en una mayor presi¨®n para su salud mental¡±. Un escenario que a muchos profesionales a¨²n les cuesta (y temen) reconocer, y que a algunos les conduce a la automedicaci¨®n, la depresi¨®n y hasta el suicidio.
¡°El m¨¦dico ha sido siempre muy poco reivindicativo¡±, explica Sheila Justo, m¨¦dica de familia y vicepresidenta del sindicato AMYTS. ¡°Nunca se ha planteado sus condiciones laborales, las consideraba parte de su oficio. El m¨¦dico del pueblo estaba disponible 365 d¨ªas al a?o. Pero ahora los profesionales aspiran a conciliar [en parte por la imparable feminizaci¨®n de la profesi¨®n] y tener una vida. Y el sistema se tiene que adaptar a ese m¨¦dico, que lo ¨²nico que quiere es ser mejor m¨¦dico. Se puede y se debe conciliar, pero ahora provoca que sobrecargues a tus compa?eros y te sientas fatal. Incluso las m¨¦dicas embarazadas se sienten culpables, porque dejan a sus compa?eros a los pies de los caballos. Es una raz¨®n del retraso de la maternidad en el sector. El problema es que hay unas plantillas muy reducidas. Pero ya no nos callamos, como hemos hecho con la huelga de cuatro meses de atenci¨®n primaria en la Comunidad de Madrid. Tampoco nadie se ha ocupado de nuestra parte emocional, que es muy compleja. Pero eso est¨¢ cambiando con los nuevos m¨¦dicos. Hay otra generaci¨®n de residentes entrando al escenario¡±, explica Sheila Justo.
Por ejemplo, Gabriela, de 29 a?os, R3 de neumolog¨ªa en el Hospital Gregorio Mara?¨®n de Madrid: ¡°Yo eleg¨ª esta especialidad por calidad de vida; quiero formar una familia y tener una vida estable¡±. O Carolina, de 31, residente de familia en Arganda del Rey: ¡°Lo m¨ªo son las personas. Y estoy feliz con los pacientes, aunque las condiciones del m¨¦dico me parezcan horribles. Aspiro a trabajar en un pueblito, conocer a los chavales y los abuelos. Me gusta el sentido social de la medicina¡±. Domingo Antonio S¨¢nchez, onc¨®logo en Murcia, que termin¨® su residencia hace dos a?os y es el representante de los m¨¦dicos j¨®venes en el Consejo de Colegios Oficiales, resume: ¡°Nuestra generaci¨®n tiene otras prioridades: un equilibrio entre el trabajo y la vida; entre tu labor asistencial y tu formaci¨®n. Somos nativos digitales; tenemos inquietud profesional, idiomas y m¨¢steres, pero el sistema provoca nuestro desencanto¡±.
En cuanto firman su contrato de mir (con su correspondiente cl¨¢usula de confidencialidad sobre los datos que manejen), reciben su pijama verde y una tarjeta identificativa y pasan en horas de ser universitarios a ser m¨¦dicos. A partir de ah¨ª, aprenden sobre la marcha, por ¨®smosis; est¨¢n obligados a ser esponjas con una alta capacidad de absorci¨®n y asimilaci¨®n. No solo interiorizan los cada vez m¨¢s complejos t¨¦cnicas y procedimientos, y asumen la pesada carga burocr¨¢tica; tambi¨¦n deben desarrollar la capacidad de empat¨ªa, trabajo en equipo, liderazgo, gesti¨®n de recursos, eficiencia, intuici¨®n y comunicaci¨®n. Y de madrugada, un rato para estudiar y ponerse al d¨ªa en una profesi¨®n que evoluciona constantemente. Y, si se tercia, salir de fiesta con sus ¡°co-R¡± hasta que el cuerpo aguante. ¡°Das todo de ti y luego desconectas a tope. Nuestras quedadas son m¨ªticas. La mitad est¨¢ enrollada con la otra mitad. Terminas siendo endog¨¢mico, porque nadie m¨¢s entiende esta vida¡±, explica un mir.
Seg¨²n el reumat¨®logo Eugenio de Miguel, presidente de la Comisi¨®n de Docencia de La Paz, ¡°el perfil del m¨¦dico actual debe ser un profesional que combine la calidad t¨¦cnica con las habilidades humanas¡±. Para conseguirlo, los residentes deben observar a sus tutores, sus referentes, curtidos especialistas, con una sensibilidad especial para la docencia, que siguen y tutelan a un m¨¢ximo de cinco pupilos por a?o, y no reciben ni un euro por esa dedicaci¨®n. Y, en ocasiones, ofician, por a?adidura, de psic¨®logos y pa?o de l¨¢grimas. ¡°El tutor debe ser emp¨¢tico, pegado al terreno, con conocimientos, capacidad de liderazgo y disponibilidad constante¡±, explica Juan Jos¨¦ R¨ªos, director m¨¦dico de La Paz. ¡°Se deber¨ªan dedicar en exclusiva al seguimiento, planificaci¨®n, supervisi¨®n y evaluaci¨®n de sus residentes (que ya es bastante), pero la sobrecarga asistencial lo impide. Y tienen que estar a muchas cosas¡±.
A la sombra de esos tutores, a trav¨¦s de los a?os de residencia, los R van adquiriendo responsabilidades y demandando una menor supervisi¨®n de sus mayores (como a¨²n se les denomina en los hospitales; los nuevos son los peque?os). Aprenden sobre el terreno, no en clases magistrales. Escalar¨¢n desde la responsabilidad m¨ªnima del R1, ¡°que asiste y observa¡±, hasta la m¨¢xima de un R4 o R5, ¡°que ejecuta e informa¡±. Todo est¨¢ por escrito: acreditado y auditado por el Ministerio de Sanidad. Cuando sean R3, creer¨¢n que lo saben todo, y cuando sean R4 o R5 pensar¨¢n que no saben nada. Estar¨¢n listos para la botadura.
Seg¨²n Celia G¨®mez, directora general de Ordenaci¨®n Profesional del Ministerio de Sanidad, hay en Espa?a 32.517 residentes. A los que habr¨¢ que a?adir los 8.700 graduados en Medicina que superaron la ¨²ltima prueba del mir, el pasado 21 de enero, y de las que el 65% son mujeres. Se incorporar¨¢n en junio, tras adjudicarles una plaza en orden descendente seg¨²n su calificaci¨®n. Las especialidades m¨¢s cotizadas son dermatolog¨ªa, cirug¨ªa, pl¨¢stica, cardiolog¨ªa y endocrinolog¨ªa, que se supone tienen buenas salidas, demanda en la privada, menos guardias y ofrecen mejor calidad de vida. Esos 32.517 j¨®venes m¨¦dicos son la columna vertebral del sistema sanitario. La clave de su sostenibilidad. ¡°Sin ellos, esto se desmoronar¨ªa¡±, afirma un veterano.
Diez de la ma?ana. En el quir¨®fano de La Paz, un deslumbrante espacio de alta tecnolog¨ªa, hay seis mujeres concentradas en torno a la mesa de operaciones. Llevan el pijama rojo de cirug¨ªa y gorros estampados con emoticonos. Van a abordar un tumor a trav¨¦s de laparoscopia. Es una intervenci¨®n de riesgo. El gorro de Roc¨ªo S¨¢nchez, de 25 a?os, cordobesa y residente de primero de Anestesiolog¨ªa, lleva tiburones. El de su tutora, Elena Gredilla, jefa de su secci¨®n, cerezas. La residente se mueve entre un laberinto de cables y tubos. Maneja toda la informaci¨®n a trav¨¦s de una gran pantalla de ordenador a los pies de la paciente, donde desfilan ante sus ojos las ecograf¨ªas, las constantes, la analgesia. Su tutora no le quita la vista de encima. Roc¨ªo eligi¨® Anestesiolog¨ªa porque le gusta ¡°el quir¨®fano, trabajar con las manos, tener contacto con los pacientes¡± y sentir que es ¡°¨²til¡±. Para su tutora, ¡°esto no consiste en que sepan (porque el estudio es obligado), sino que act¨²en con calidez, cuidado, respeto y prudencia¡±. Y a?ade: ¡°Est¨¢s en un sistema p¨²blico y eres un gestor de recursos¡±.
La imagen de seis profesionales de la sanidad (cirujanas, anestesistas y enfermeras) copando un quir¨®fano hubiera sido impensable hace 20 a?os. La primera licenciada en Medicina de Espa?a, Dolors Aleu, data de 1882. En 1965 eran mil mujeres. Y una cuarta parte del total en los a?os ochenta. Hoy, el 57% del total de colegiados son mujeres; como lo son el 65% de los mir y el 70% del alumnado de las facultades de Medicina. La edad media de esas colegiadas es de 45 a?os, cinco menos que los hombres. Hoy se jubilan dos hombres por cada mujer y entran en el sistema dos mujeres por cada hombre, lo que supondr¨¢ la feminizaci¨®n de la profesi¨®n en muy poco tiempo. Aunque, de momento, las c¨¢tedras y gran parte de las jefaturas de servicio (hasta un 70%), y las plazas en propiedad (un 55%) est¨¦n en manos de hombres. ¡°Pero, al menos, ha cambiado esa percepci¨®n rancia de la sociedad en la que el hombre curaba y la mujer cuidaba¡±, resume Mar¨ªa Jes¨²s de la Iglesia, enfermera interna residente (EIR) de salud mental.
Tres de la tarde. Es un mal d¨ªa en el servicio de Urgencias de La Paz. Las decenas de camas de sus cinco salas est¨¢n repletas. Los profesionales de enfermer¨ªa circulan entre ellos con habilidad. La atm¨®sfera es espesa. La mayor¨ªa de los pacientes son personas mayores: el reflejo de la sociedad. Dirige la orquesta la doctora Ana Mart¨ªnez Virto. A su lado, dos residentes de primero, Silvia y Marta. Hablan con los pacientes, elaboran su historia cl¨ªnica, piden pruebas e intentan discernir los que est¨¢n graves de los que pueden esperar en una escala desde 10 a 240 minutos. Confiesan que en ocasiones se sienten sobrepasadas. Su trabajo no es dar un diagn¨®stico exacto, sino valorar la urgencia. El residente mayor es Michael, R3, ecuatoriano, neum¨®logo. ?l ya toma decisiones: ¡°En un ¨¢rea tan ca¨®tica como esta, en la que te llega de todo, desarrollas aptitudes y aprendes a manejar tus emociones. El problema es que cuanta m¨¢s sobrecarga asistencial sufres, m¨¢s errores puedes cometer¡±. Suena una alarma sorda y las j¨®venes y las veteranas salen disparadas hacia el ¨¢rea de reanimaci¨®n, donde acaba de ingresar un joven con un infarto grave. As¨ª durante 12 horas de guardia.
La quedada de los R1 es en la Taberna Murciana. Corre la voz por su grupo de WhatsApp. A las nueve no son menos de 40. No hay tutores ni mayores. Surgen desde la cocina croquetas y huevos rotos y circulan r¨¢pido las cervezas. A algunos se les nota por el gesto de cansancio que salen de guardia. Otros entrar¨¢n la ma?ana siguiente, ¡°a ver si la adrenalina nos deja dormir¡±. Son gente muy joven, arrasan en n¨²mero las mujeres, y su look es muy variado, desde la formalidad hasta la est¨¦tica trapera. Suena reguet¨®n. Son agradables y espont¨¢neos. Hablan de su trabajo. Hay varias parejas. Muchos comparten piso. La b¨²squeda de apartamento es su viacrucis. Y las guardias, su monta?a rusa emocional y su salvavidas salarial. Hacen corros por especialidades. Anestesia e intensivos, junto a la barra; en frente, las de pediatr¨ªa (son este a?o 20 mujeres); a la izquierda, una mezcla de tres especialidades de moda: endocrinolog¨ªa, dermatolog¨ªa y rehabilitaci¨®n. Al fondo, las siete de ginecolog¨ªa mezcladas con varias de familia, un cirujano pedi¨¢trico y una de preventiva.
?Por qu¨¦ eligieron esas especialidades? La mayor¨ªa tuvo dudas; algunos no consiguieron la nota para su primera opci¨®n y optaron sobre la marcha. La mayor¨ªa lo hizo por descarte. ¡°Buscas combinar la calidad de vida y ganar dinero con ejercer un buen servicio p¨²blico¡±, dice Mar¨ªa, la ¨²nica R1 de urolog¨ªa. ¡°Yo la cog¨ª porque es muy completa y tiene un componente de ayudar a los dem¨¢s¡±. Inmaculada, de preventiva y salud p¨²blica, que trabaja con datos, busca ¡°planificar pol¨ªticas para mejorar la salud¡±. Paloma, de ginecolog¨ªa, quiere ¡°solucionar problemas en el momento¡± y Micky, la quinta mejor nota de Espa?a, apost¨® por cardiolog¨ªa: ¡°Eres un m¨¦dico completo, sabes de ri?ones, de pulmones, eres como un internista de coraz¨®n. Y est¨¢ muy bien en la privada¡±.
Doce de la ma?ana. Planta de Oncolog¨ªa de La Paz. Mar¨ªa Alameda, de Madrid, y Antonio Rueda, de M¨¢laga, tienen 28 a?os y son R4. Ella entra de guardia y ¨¦l sale. ?Por qu¨¦ se hizo Mar¨ªa onc¨®loga?: ¡°Despu¨¦s de la covid me cuestion¨¦ muchas cosas, y decid¨ª que quer¨ªa algo que me llenara, me hiciera vivir intensamente, me pusiera los pelos de punta. Dar el m¨¢ximo de m¨ª. Y es el momento de mi vida en que m¨¢s he crecido como persona¡±. Antonio a?ade: ¡°Nuestro paciente es complejo cient¨ªfica, cl¨ªnica y humanamente. Hay que estar a su lado. Acompa?arle. Nos a?ade una carga emocional, pero tienes muy buenos momentos. Si logras ayudarle, ya tienes un motivo para seguir en esto. Vale la pena¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.