El sexo y las narices
Esa fantas¨ªa biol¨®gica que yace en el suelo es un rinoceronte negro al que acaban de disparar un dardo sedante desde un helic¨®ptero para que no se entere de que le van a rebanar el cuerno con una sierra mec¨¢nica. ?Con qu¨¦ objeto? Con el de salvarle la vida, pues en la regi¨®n de Sud¨¢frica donde se obtuvo la imagen abundan furtivos que los matan para vender esa especie de pezu?a facial a la que atribuyen propiedades medicinales m¨¢gicas. Dado que el cuerno, como las u?as, vuelve a crecer, dentro de un par de a?os habr¨¢ que repetir el sacrificio.
Imaginemos ahora que se corre la voz de que las narices de las personas de su barrio de usted, cocinadas al ajillo, resultan ser un potente afrodisiaco. Proliferar¨ªan enseguida toda clase de criminales dispuestos a acabar con la vida de sus convecinos, adem¨¢s de con la suya, a fin de robarles el preciado ap¨¦ndice. Las autoridades podr¨ªan hacer dos cosas: o perseguir a los asesinos o amputar las narices a todas las personas de su barrio. La nariz o la vida, en fin. Ante tal dilema, la polic¨ªa sudafricana ha decidido optar por la nariz, o sea, por el cuerno. ?Para qu¨¦ sirve un cuerno?, se preguntar¨¢n algunos. No tenemos ni idea, pero lo cierto es que los rinocerontes amputados no se atreven a salir de casa. Se quedan, en fin, por los entornos que les resultan familiares, lo que reduce sus posibilidades de encontrar pareja exponi¨¦ndose, m¨¢s si cabe, a la extinci¨®n (solo quedan en el mundo 27.000 ejemplares de cinco especies diferentes). Cuidado, pues, con lo que se empieza a rumorear de nuestras narices porque nos jugamos el sexo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.