Omar Souto, el visionario que llam¨® al padre de Messi para que su hijo jugase con Argentina
Es el gerente de selecciones nacionales de la Asociaci¨®n de F¨²tbol Argentino, pero, sobre todo, es el hombre que hace 20 a?os habl¨® con Jorge Messi para preguntarle si su hijo querr¨ªa jugar con el combinado albiceleste y no con Espa?a
Como en todo mito de nacimiento del h¨¦roe, la estructura de la narraci¨®n es la misma, aunque hay versiones encontradas: en un Mundial juvenil de 2003 (el sub-17 en Finlandia, el sub-20 en Emiratos ?rabes Unidos), un espa?ol (el cocinero de la selecci¨®n o un delegado del Valencia) le hace una pregunta al t¨¦cnico argentino (Hugo Tocalli): ¡°?Por qu¨¦ no trajo al jugador del Barcelona? Es mucho mejor que todos los que est¨¢n ac¨¢¡±. En ambos casos todos los que estaban ah¨ª eran jugadores de primer nivel. En las dos versiones, angustiado, el t¨¦cnico argentino se pregunta qui¨¦n es ese chico: Lionel, el de los pies m¨¢gicos.
Como en todo mito de nacimiento del h¨¦roe hay personajes principales, personajes secundarios y otros que intervienen en momentos clave y, al igual que las moiras griegas o las parcas romanas, ayudan a cumplir un destino. Omar Souto (provincia de Buenos Aires, 72 a?os), hoy gerente de selecciones, es uno de ellos.
Desde hac¨ªa tiempo, la selecci¨®n espa?ola intentaba convencer a Messi de que se uniera a la escuadra. Seg¨²n la normativa vigente en ese entonces, si un jugador debutaba en un seleccionado no pod¨ªa jugar para otro. A pesar de los 16 a?os y la timidez furiosa, en Espa?a el rumor de que Messi era distinto no paraba de crecer: en el equipo cadete del Bar?a hab¨ªa hecho 38 goles en 31 partidos. Sin embargo, cada vez que lo llamaban, el padre en representaci¨®n del hijo dec¨ªa que no. Los espa?oles segu¨ªan insistiendo.
A la vuelta del Mundial juvenil, Tocalli le dijo: ¡°Ten¨¦s que traerme al chico del Barcelona¡±. ¡°?A qui¨¦n?¡±. ¡°A Leo Messi¡±. Lo primero que se pregunt¨® Souto, en aquella ¨¦poca en la que los celulares se usaban para hablar por tel¨¦fono, fue c¨®mo encontrar a alguien de quien solo sab¨ªa el apellido. En un locutorio, pidi¨® la gu¨ªa de Rosario. Entr¨® en la cabina, arranc¨® la p¨¢gina de los ¡°Messi¡± y fingi¨® una llamada. Cuando atendieron, cort¨®: no le interesaba hablar sino disimular el peque?o hurto. Desde el predio de la Asociaci¨®n del F¨²tbol Argentino (AFA), recorri¨® la lista. Uno por uno hasta llegar a Eusebio Messi. Al atender, Rosa Mar¨ªa P¨¦rez le dijo que s¨ª, que ese chico era su nieto y le pas¨® el n¨²mero de su hijo Jorge. ¡°Buenos d¨ªas, te habla Omar, del departamento de selecciones de Argentina, y quer¨ªa hablar con Leonardo¡±. ¡°?Por fin llaman!¡±, dijo Jorge antes de corregir el nombre de su hijo. Lo que sigui¨® fue el armado de dos partidos amistosos para asegurar al crack como jugador argentino. Y, luego, todo lo dem¨¢s. Desconocedor del miedo, el rosarino mostr¨® su furia en las inferiores y, luego, cuando entr¨® en confianza con la mayor no hubo quien pudiera detenerlo. En un a?o y medio, la Copa Am¨¦rica en Maracan¨¢, la Finalissima ante Italia en Wembley y la Copa del Mundo de Qatar confirmaron su estatus m¨ªtico.
Hoy, lejos de la ¨¦pica de las leyendas heroicas, Souto se recupera de un accidente cardiovascular que lo dej¨® tres meses internado. Cuenta que perdi¨® un poco la vista, que debe hacer di¨¢lisis de lunes a viernes y un s¨¢bado cada dos semanas pero que, con esfuerzo, puede continuar con su trabajo. Bajo su responsabilidad est¨¢ la log¨ªstica de todos los planteles: futsal y f¨²tbol playa en sus distintas categor¨ªas, chicas y chicos; la sub-15, la sub-17, la sub-20, la sub-23, la mayor y la selecci¨®n del ascenso.
De chico, quer¨ªa estudiar abogac¨ªa o periodismo, pero su padre falleci¨® cuando ¨¦l ten¨ªa 18 y su hermano 15, as¨ª que tuvo que ir a trabajar. En la administraci¨®n de una maderera primero, de una confiter¨ªa luego, de una carpinter¨ªa despu¨¦s.
A mediados de los a?os noventa era el encargado de un supermercado mayorista. Los envases deteriorados (latas de melocotones, fideos rotos) no pod¨ªan venderse y ¨¦l se los donaba al Club El Porvenir para que comieran los jugadores. All¨ª, conoci¨® al presidente de la instituci¨®n. Luego de que el supermercado cerrara, fue a pedirle trabajo. ¡°Yo te voy a hacer entrar a la AFA¡±, le dijo el hombre. Y cumpli¨®.
Souto minimiza su rol en el mito (¡°?l siempre hab¨ªa querido jugar para Argentina¡±) y se enoja con los periodistas deportivos. ¡°Ac¨¢ lo trataban mal: buscaban cualquier cosa para pegarle. Y, ahora, despu¨¦s de ganar la Copa Am¨¦rica y el Mundial, lo contrario: a lo mejor ahora hace m¨¢s cagadas que antes, pero est¨¢n todas bien. ?Sab¨¦s cu¨¢l es el problema? No analizan el juego: solo buscan crear pol¨¦mica. Fijate que, en el partido con Francia, en el primer tiempo y un rato del segundo, Argentina jug¨® con cinco n¨²meros 10 ubicados en la cancha. Nadie lo not¨®. ?Ganamos! ?Salimos campeones! ?Con qu¨¦ t¨¢ctica? ?C¨®mo se hab¨ªa desplazado el equipo? A nadie pareci¨® importarle¡±.
En estos 28 a?os, cuenta, aprendi¨® a trabajar con las selecciones, a respetarlas. ¡°Estoy en un lugar que quisieran estar los 40 millones de argentinos: ver a Messi, hablar con ¨¦l, con los jugadores, los t¨¦cnicos, tener confianza con ellos¡±.
Viaj¨® por todo el mundo: Italia, Espa?a, Holanda, Jap¨®n, China, Corea y lugares a los que nunca hubiera ido ni de vacaciones, como Nigeria y Finlandia, pero que termin¨® disfrutando. ¡°Yo creo que cumpl¨ª. ?Qu¨¦ podr¨ªa pedir? Solo tener un poco m¨¢s de vida para seguir disfrutando todo esto¡±.
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