Estrellas del pop y nuevas f¨®rmulas: el musical de Broadway muta
Los nuevos musicales de ¨¦xito ya no siguen la estela de los cl¨¢sicos. Llegan obras nuevas compuestas por Rufus Wainwright o Florence Welch
El pasado 14 de abril ocurrio? lo casi nunca visto en Broadway: el estreno de un musical completamente nuevo, creado desde cero por profesionales del teatro que ni adaptaban un libro ni una novela ni una serie ni estrujaban el cancionero de un grupo de radiofo?rmula. Lempicka contaba una historia nueva, la de la retratista polaca Tamara de Lempicka, y en ella sus creadores habi?an vertido 13 an?os de trabajo.
El 19 de mayo ocurrio? algo que si? suele verse en Broadway: ese musical nuevo cerraba de forma fulminante, esta vez tras solo 41 funciones por falta de pu?blico. Lempicka se ha convertido en el u?ltimo ejemplo del creciente veneno que es la originalidad en el teatro comercial, incluso en su capital plantearia, Broadway.
Y tambie?n es sen?al de algo ma?s profundo: que el oficio de creador de musicales (esas obras escritas por dramaturgos y compositores con de?cadas de formacio?n que han dedicado an?os de su vida a colaborar con actores, esceno?grafos y coreo?grafos para crear una funci¨®n u?nica y nueva donde la tradicio?n musical y de otras tantas disciplinas se concilia con las necesidades drama?ticas de una historia concreta) est¨¢ en peligro de extinci¨®n. El modus operandi que durante d¨¦cadas nos ha dado West Side Story, Sweeney Todd, My Fair Lady, Evita y otros tantos cl¨¢sicos, o incluso Los miserables, empieza a ser una reliquia.
Hasta ahora le comi?a terreno el invencible jukebox musical, obras con canciones de grupos ya conocidos (el irreductible Mamma Mia! de Abba, los de Elvis Presley, Madonna, Blondie, Take That, Green Day, los Beatles, Cher, Spice Girls, Michael Jackson Daft Punk, Donna Summer y Alanis Morissette, e incluso hay dos de Bob Dylan). Actores y decorados superpuestos a la imagen de estrellas del pop.
A la sombra de estas superproducciones languideci?an los Stephen Sondheim, Richard Rodgers, Leonard Bernstein, Cole Porter o George Gershwin de nuestros di?as. Alguna obra daba alguna alegri?a: Hamilton, de 2015, es un taquillazo de ma?s de 1.000 millones de do?lares, y de los pocos musicales en conseguir el Pulitzer; en 2020, el experimental In The Loop lograba el mismo galardo?n. Pero por lo dema?s, el estado de salud del ge?nero es... Lempicka.
Ahora surge una tercera vi?a. Ni e?xitos de radiofo?rmula ni obras pura- mente teatrales. En los u?ltimos meses hemos visto el anuncio de musicales casi totalmente originales, cuyos compositores son... estrellas del pop. Hay un El Gran Gatsby de Florence Welch (de Florence and the Machine), un Opening Night de Rufus Wainwright (basado en Noche de estreno, de John Cassavetes), un Romeo y Julieta de Jack Antonoff (productor de Lana del Rey, Taylor Swift, Lorde) y una peli?cula que dirigira? Michel Gondry donde los personajes cantara?n canciones de Pharrell Williams (torrencial rapero y director creativo de las colecciones masculinas de Louis Vuitton, para quien quiera entrever ah¨ª alguna tesis sobre la cultura en 2024). Es uno de los cambios ma?s radicales del ge?nero en su siglo y pico de vida: las manos que llenan los escenarios ya no se han nutrido en ellos. Vienen de fuera.
¡°No hay margen para la oportunidad, solo valen apuestas seguras¡±, razona el productor espan?ol Fernando de Luis-Orueta. Y sen?ala lo desorbitado de los precios en taquilla: ¡°Por 500 do?lares solo puedes salir satisfecho. Y a un fan de Rufus Wainwright ya lo tienes ganado antes de subir el telo?n¡±.
¡°?Quie?n produce los musicales ahora? Ya no son productores visionarios como en el pasado¡±, alerta Alberto Mira, profesor en la Oxford Brookes University y autor de The Pop Musical (Columbia University Press) y una monografi?a sobre Stephen Sondheim que publicara? Akal.
Se refiere a los legendarios productores que, en el siglo XX, se la jugaban con propuestas arriesgadas que desarrollaban con equipos creativos que ellos mismos formaban y mimaban como seleccionadores de fu?tbol: Harold Prince ayudo? a forjar West Side Story, Cabaret, Company, Evita, El violinista en el tejado o El fantasma de la o?pera, y Cameron Mackintosh, Los miserables. ¡°Ahora, los musicales salen de estudios como Stage o Disney, y los estudios quieren un sonido que funcione de antemano¡±. Los estudios operan de forma distinta. En vez de juntar a primeras lanzas a ver que? sale por o?smosis, se decide un resultado de antemano y, luego, la forma ma?s barata de llegar a e?l. Para algunos, es pura y dura demanda de mercado. Para los puristas, es defenestrar un oficio sagrado, poner a tiktokers a dirigir cine.
Ya ciertas estrellas de pop se habi?an atrevido con la dramaturgia, un ge?nero de prestigio incomparable cuando sale bien (los anglosajones lo llaman legitimate theatre por algo). Por Broadway ha pasado Tommy, la o?pera rock de The Who de 1969 y, en 1988, Chess, sobre un campeonato de aje- drez en lo ma?s crudo de la Guerra Fri?a: mu?sica original de Benny Andersson y Bjo?rn UIvaeus, compositores de Abba. Vistos en su di?a como ejercicios de intrusismo, en este nuevo panorama tienen el aura de precursores entran?ables: Tommy ha vuelto este an?o a Broadway y Chess lo hara? el que viene. Por otro lado, Elton John es el firmante del musical ma?s rentable de la historia, El rey leo?n (asi? como estropicios del tipo Aida, en 2000, Lestat en 2006 y El diablo viste de Prada en 2022). La fuerza con la que esta nueva remesa ha irrumpido sugiere buena salud.
?Y esos nuevos compositores formados para contar historias musicalmente? Ahi? siguen. Su apuesta segura son adaptaciones de cine: en 2025 llegara?n Karate Kid, La la land o Magic Mike. El e?xito de la temporada es La muerte os sienta tan bien. ?Sera? alguno una obra maestra? Responde De Luis-Orueta: ¡°El teatro siempre sobrevive¡±
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