Rebeli¨®n laboral en el Vaticano
Empleados de los Museos Vaticanos se quejan de la obligaci¨®n de devolver lo cobrado durante la pandemia, de las horas extra infrapagadas y de las promociones opacas.
En sus casi 100 a?os de existencia, el Estado de la Ciudad del Vaticano ha visto de todo: asesinatos, esc¨¢ndalos financieros y hasta un atentado contra un papa, Juan Pablo II, pero nunca algo tan com¨²n fuera de sus murallas como una protesta laboral. Motivos, sin embargo, no faltan a juzgar por las quejas hechas p¨²blicas recientemente por 49 empleados de los Museos Vaticanos, los primeros en romper el pacto de silencio no escrito que ha funcionado hasta ahora en un territorio donde no est¨¢n permitidos los sindicatos. En una respetuosa carta dirigida al cardenal salmantino Fernando V¨¦rgez Alzaga, presidente del Governatorato del Estado de la Ciudad del Vaticano (autoridad ejecutiva del territorio), los trabajadores se lamentan de ser tratados como ¡°mercanc¨ªa¡± y reclaman cambios sustanciales en sus condiciones de trabajo. De no encontrar respuesta, amenazan con los tribunales. Un plante ins¨®lito que ha venido a empa?ar la imagen del peque?o territorio en el que reina como soberano absoluto el papa Francisco.
?Qu¨¦ ha llevado a estos fieles servidores de su santidad, todos cat¨®licos, como es preceptivo, italianos y residentes en Roma, a plantearle semejante desaf¨ªo al pont¨ªfice? Todo apunta a que el detonante ha sido la decisi¨®n de los administradores del Estado de obligarles a reembolsar los salarios percibidos durante la pandemia, cuando todas las instalaciones culturales permanecieron cerradas. Los empleados (47 vigilantes, un restaurador y un encargado de la librer¨ªa) tambi¨¦n denuncian la falta de criterios y transparencia en las promociones o c¨¢lculo de antig¨¹edad, tach¨¢ndolas de ¡°patrimonio absoluto del jefe¡±, y la anomal¨ªa de que las horas extraordinarias ¡°se pagan menos que las ordinarias¡±. Su iniciativa va en serio. La misiva, difundida por Corriere della Sera en mayo, lleva el sello de la c¨¦lebre abogada Laura Sgr¨°, que reabri¨® el caso de la desaparici¨®n en 1983 de Emanuela Orlandi, hija de un trabajador de la Santa Sede.
Entre los motivos de su descontento, los trabajadores mencionan la obligaci¨®n, en caso de enfermedad, de estar a disposici¨®n de una eventual inspecci¨®n del Vaticano las 24 horas del d¨ªa, lo que, se?alan, es ¡°una violaci¨®n de la dignidad de la libertad personal¡±. En el mismo escrito hablan tambi¨¦n de los problemas de seguridad de los Museos Vaticanos, que atesoran incalculables obras de arte, y son visitados a diario por entre 25.000 y 30.000 personas. Pese a ello, dicen que solo funcionan dos de las salidas de emergencia, muchas de las salas carecen de climatizaci¨®n, la seguridad policial se limita a un agente y el trabajo de la detecci¨®n de metales no siempre es riguroso.
A pesar de ser una protesta minoritaria (en los museos trabajan 700 personas y en el Estado Pontificio, 5.000), los problemas que enumeran los firmantes de la carta son, dicen, ¡°comunes a muchos trabajadores¡±. As¨ª lo puntualiza la Asociaci¨®n de Empleados Laicos del Vaticano que, en su web, explica que lleva pidiendo desde hace meses, ¡°precisamente para evitar el clamor medi¨¢tico, un di¨¢logo con los responsables del Gobierno vaticano, sin haber obtenido respuesta alguna¡±. Las relaciones laborales del Estado est¨¢n reguladas por un reglamento que se renueva peri¨®dicamente desde 1932 (el ¨²ltimo, aprobado en 2010). Pero los cambios incorporados no impiden que el documento se mantenga lejos de las legislaciones laborales europeas. Conced¨ªa un solo d¨ªa de permiso por el nacimiento de un hijo (ahora ampliado a tres) y mantiene cierto control sobre las vidas privadas de los empleados. Y una conducta inapropiada, dentro o fuera del trabajo, puede ser objeto de sanci¨®n.
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