Un psicoanalista en busca de la l¨®gica del absurdo
Est¨¢ en los sue?os nocturnos, en nuestros deslices freudianos, en los chistes¡ Lo absurdo nos incita a buscar significados y explicaciones, incluso m¨¢s all¨¢ de la veracidad de las evidencias
Durante una sesi¨®n terap¨¦utica, uno de mis pacientes, perplejo ante la efervescencia de las elecciones en Estados Unidos, me coment¨®: ¡°Nunca me ha interesado la pol¨ªtica, y menos la de ese pa¨ªs. Entonces, ?por qu¨¦ no puedo despegar los ojos de ese vetusto personaje caricaturesco? [Trump]¡±. A lo que ¨¦l mismo respondi¨®: ¡°Porque es absurdo¡ una bufonada¡±. Otro paciente, este de mediana edad, exitoso en su trabajo, viene a verme, atormentado por una orden que afirma: ¡°Si no rezas dos horas antes de ir a trabajar, te despedir¨¢n¡±. E indaga acerca del s¨ªntoma: ¡°Si es absurdo, ?por qu¨¦ lo hago?¡±. Cuanto m¨¢s v¨ªvida es su experiencia obsesiva, m¨¢s apremiante la compulsi¨®n. Vivimos en una era de desconcierto que conlleva una panoplia de absurdos. No solo en lo que concierne a la pol¨ªtica mundial. Nos atrae lo absurdo del absurdo. Pero ?qu¨¦ constituye el sentimiento del absurdo? Y ?qu¨¦ mecanismos permiten que una manifestaci¨®n psicol¨®gica tan sinsentido sea tan importante para la vida ps¨ªquica del ser humano?
Travis Proulx, de la Universidad de Cardiff, que ha venido estudiando las respuestas psicol¨®gicas al absurdo, explica: ¡°Cuando hablamos de ¨¦l, hablamos de violaciones de nuestros modelos mentales, es un tema al que los fil¨®sofos existencialistas han dedicado gran parte de su pensamiento. La muerte es la amenaza m¨¢s poderosa, viola todos los modelos, pero en lo cotidiano constantemente enfrentamos violaciones de nuestras expectativas sobre c¨®mo funciona el mundo. Mientras m¨¢s se cuestionan nuestros patrones, m¨¢s ansiosos nos volvemos y nos orientamos hacia la acci¨®n para alejarnos de lo que amenaza a nuestros modelos de mantenimiento de significado¡±. La persona atrapada en lo absurdo tiende a ver patrones donde no los hay, volvi¨¦ndose m¨¢s propensa a teor¨ªas de conspiraci¨®n o de causalidad religiosa.
La necesidad de orden se satisface, al parecer, independientemente de la veracidad de la evidencia. ¡°Las amenazas a nuestros marcos de significado, cualquiera que sea su fuente, nos motivan a buscar el significado en otra parte¡±, enfatiza Proulx. En la fase inicial de ansiedad, el estado de excitaci¨®n puede medirse en la dilataci¨®n de las pupilas. ¡°Est¨¢s motivado y ves las se?ales en el ruido¡±, dice Proulx, cuyo trabajo frecuentemente utiliza la pupilometr¨ªa para cuantificar la excitaci¨®n fisiol¨®gica ante ¡°el sentimiento de lo absurdo¡±. Es m¨¢s, los estudios de im¨¢genes cerebrales de personas a las que se les pidi¨® que enfrentaran dilemas absurdos registran, asegura, niveles significativos de actividad en la corteza cingulada anterior, ¡°que participa en la regulaci¨®n de la atenci¨®n y las emociones, el control inhibitorio, el seguimiento de errores y la motivaci¨®n¡±.
Pero no todas las incertidumbres son iguales y no es de esperarse que tengan los mismos efectos. Los acontecimientos traum¨¢ticos violan las estructuras de significado profundo, se convierten en enigmas existenciales, y nos obligan a reajustar nuestras expectativas de la realidad. ¡°El trastorno de estr¨¦s postraum¨¢tico conduce a una vigilancia cr¨®nica; cualquier peque?a anomal¨ªa desencadena una ansiedad abrumadora que no es adaptativa¡±. Sin embargo, dentro de un espectro de absurdo razonable, la activaci¨®n del patr¨®n de monitoreo de se?al en ruido puede resultar beneficiosa.
Para probarlo, Proulx y su colega Steven H. Heine, de la Universidad de Columbia Brit¨¢nica, pidieron a un grupo de estudiantes que leyeran una versi¨®n modificada del cuento Un m¨¦dico rural, de Franz Kafka, que inclu¨ªa una serie de eventos absurdos y algo inquietantes. Un segundo grupo ley¨® una versi¨®n diferente en la que la trama s¨ª ten¨ªa sentido. Luego se les pidi¨® que completaran una tarea de aprendizaje de gram¨¢tica en la que se les expuso a patrones ocultos en cadenas de letras, se les pidi¨® que copiaran las cadenas de letras individuales y marcaran aquellas que segu¨ªan un patr¨®n similar.
Los que leyeron la versi¨®n absurda identificaron un mayor n¨²mero de cadenas de letras. ¡°Claramente, estaban motivados para encontrar una estructura¡±, concluyen los investigadores, ¡°pero lo m¨¢s significativo es que en realidad fueron m¨¢s precisos que aquellos que leyeron la versi¨®n coherente. Realmente aprendieron el patr¨®n mejor que los otros participantes¡±. La prueba es una medida del aprendizaje impl¨ªcito o conocimiento adquirido sin conciencia. Estamos tan motivados por deshacernos del sentimiento de extra?eza, que, sin darnos cuenta, buscamos significado y coherencia en otra parte, canalizamos el sentimiento hacia alg¨²n otro proyecto.
Miremos donde miremos, el absurdo est¨¢ en todas partes. Cada noche tenemos una cita con el absurdo en los sue?os; de d¨ªa, tropezamos con ¨¦l en nuestros deslices freudianos; ?qu¨¦ ser¨ªa del chiste sin su n¨²cleo absurdo? El simple sentido com¨²n no puede llevarnos muy lejos en la dimensi¨®n del inconsciente, que se expresa de un modo muy absurdo.
El absurdo nos incita a configurar marcos alternativos de significado para mantener la integridad del yo y de nuestro entorno. En palabras del poeta Pierre Reverdy: ¡°La realidad po¨¦tica surge del encuentro de dos realidades lejanas¡±.
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