Todo ocurre por algo, lo que vivimos tiene significado: por qu¨¦ nos fascinan las casualidades
Al igual que los sue?os, las coincidencias nos orientan sobre decisiones que necesitamos tomar

Este oto?o har¨¢ medio a?o de la muerte de Paul Auster, que ten¨ªa fijaci¨®n por los juegos del azar. De hecho, contaba que un n¨²mero de tel¨¦fono equivocado inspir¨® su c¨¦lebre novela Ciudad de cristal. Al parecer, recibi¨® una llamada nocturna en la que le preguntaban con urgencia por la agencia de detectives Pinkerton. Tras aclarar que se hab¨ªa equivocado, esa llamada se repiti¨® la noche siguiente. El escritor y guionista estadounidense dio la misma repuesta, pero empez¨® a acariciar una idea: si la tercera noche se produc¨ªa el mismo error, dir¨ªa que era detective e iniciar¨ªa la investigaci¨®n. Esa llamada no se produjo, pero en el campo de la ficci¨®n s¨ª, dando inicio a la primera novela de la llamada Trilog¨ªa de Nueva York.
La loter¨ªa del destino seguir¨ªa presente a lo largo de su carrera, con novelas como La m¨²sica del azar. De hecho, la fascinaci¨®n de Auster por las coincidencias le llev¨® a escribir todas las que hab¨ªa vivido en El cuaderno rojo. Entre las muchas que re¨²ne, cuenta que un amigo suyo estuvo meses tratando de localizar cierto libro que era tan excepcional como dif¨ªcil de encontrar. Ansioso por leerlo, pas¨® por decenas de librer¨ªas y rastre¨® cat¨¢logos, todo sin ¨¦xito. Cuando ya se daba por vencido, una tarde que hab¨ªa tomado un atajo por la estaci¨®n de trenes de Grand Central, subi¨® por las escaleras que llevan a la neoyorquina avenida de Vanderbilt. Y fue all¨ª donde, de repente, vio a una muchacha apoyada en la baranda con un libro en la mano: el que llevaba meses buscando desesperadamente. El amigo de Auster no sol¨ªa hablar con desconocidos, pero estaba tan asombrado que le confes¨® a la joven que llevaba mucho tiempo buscando aquel libro. ¡°Es estupendo¡±, dijo ella. ¡°Acabo de terminar de leerlo¡±. Segunda casualidad. Si ya era dif¨ªcil que aquella obra inencontrable en librer¨ªas con miles de t¨ªtulos apareciera en las manos de una desconocida, que justo lo hubiera terminado de leer en el instante que ¨¦l la hab¨ªa descubierto era demasiado.
El protagonista de esta historia pregunt¨® a la chica d¨®nde pod¨ªa comprar un ejemplar como aquel, enfatizando que significaba mucho para ¨¦l. Ella se lo regal¨® y el amigo de Auster primero se resisti¨® a aceptarlo, diciendo a la joven que era suyo. ¡°Era m¨ªo¡±, respondi¨® ella, ¡°pero ya lo he acabado, y he venido hoy aqu¨ª para d¨¢rtelo¡±. En la resoluci¨®n de este encuentro, quiz¨¢s la lectora se recre¨® en la situaci¨®n para darle un final enigm¨¢tico, pero eso no resta magia a esta coincidencia. Entre los millones de libros que existen, ?qu¨¦ probabilidad hab¨ªa de que la chica de las escaleras hubiera acabado de leer justo el incunable que el otro buscaba?
Solemos pensar en clave de causa y efecto, pero en casos como este no encontramos una causa racional que explique el suceso. ?Es azar? ?Casualidad? ?Una causalidad de origen oculto? El psiquiatra, psic¨®logo y ensayista suizo Carl Gustav Jung lo llamaba sincronicidad, que defin¨ªa como la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido, pero de una manera no causal.
Todo el mundo experimenta de forma cotidiana estas casualidades significativas. Un viejo amigo te viene a la memoria, tras largo tiempo sin acordarte de ¨¦l, y justo entonces se pone en contacto contigo. O una sincronicidad m¨¢s com¨²n a¨²n: piensas en una canci¨®n y la persona delante de ti empieza a tararearla.
Para Jung, que al final de su vida public¨® el libro Sincronicidad: Un principio conector acausal, bajo muchas de estas coincidencias hay una causalidad que no se ha descubierto a¨²n. Quiz¨¢s nos fascinan, justamente, porque apuntan a un orden oculto dentro de nuestro mundo ca¨®tico. Aunque gran parte de la poblaci¨®n haya dejado de ser creyente, nos gusta pensar que todo ocurre por algo o para algo, que al final lo que vivimos tiene un significado. Es el hombre en busca de sentido, como la obra del psiquiatra austriaco Viktor Frankl. Las sincronicidades ser¨ªan, desde este punto de vista, pistas que nos revelan el rumbo secreto de nuestra vida. Y cuanto m¨¢s atentos estemos a ellas, mayor n¨²mero seremos capaces de detectar.
Volviendo a Paul Auster, en su libro Cre¨ªa que mi padre era Dios seleccion¨® historias reales que los oyentes enviaban a un programa de la radio p¨²blica que dirigi¨®. Muchas tienen que ver con esta clase de sucesos. Un hombre de Oreg¨®n aseguraba que cada vez que hab¨ªa visto un neum¨¢tico rodando por la carretera, cosa que le hab¨ªa ocurrido varias veces, le hab¨ªa surgido una oportunidad de trabajo.
Podemos pensar que es solo azar, pero Carl Gustav Jung suger¨ªa que, al igual que los sue?os, las sincronicidades nos orientan sobre decisiones que necesitamos tomar o bien nos preparan para un cambio a punto de acontecer.
Los p¨¢jaros de Jung
¡ª En su libro sobre la sincronicidad, el psiquiatra suizo se?ala que esta se da en ¡°un acontecimiento simult¨¢neo de un cierto estado ps¨ªquico con uno o m¨¢s sucesos externos¡± que parecen ser significativos.
¡ª A modo de ejemplo, escribe que la esposa de un paciente le cont¨® que a la muerte de su madre y a la de su abuela hab¨ªa observado un mismo fen¨®meno: una bandada de p¨¢jaros se hab¨ªa reunido en las ventanas de la c¨¢mara mortuoria, como si estuvieran all¨ª para despedir a la fallecida.
¡ª Un tiempo despu¨¦s, el paciente de Jung, que era un cincuent¨®n, fue a hacerse unas pruebas de coraz¨®n tras notar algunas molestias. El especialista no encontr¨® motivo de alarma. Sin embargo, nada m¨¢s salir de la consulta sufri¨® un colapso y lleg¨® moribundo a su casa.
¡ª Su esposa le esperaba muy asustada ya que, al poco de que saliera hacia el m¨¦dico, una bandada de p¨¢jaros se hab¨ªa posado en su casa.
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