Fairbourne resiste la marea: c¨®mo un pueblo gal¨¦s se convirti¨® a su pesar en ejemplo del drama del retroceso de las costas
Los planes p¨²blicos de gesti¨®n del litoral dijeron que en el futuro ser¨ªa inviable proteger la poblaci¨®n de las inundaciones y se proyect¨® desmantelarla en 2054. Los vecinos han conseguido pararlo y ahora se buscan alternativas. La subida del nivel del mar har¨¢ cada vez m¨¢s frecuentes situaciones como esta
Angela Thomas asisti¨® el 1 de noviembre de 2017 a su primera reuni¨®n como secretaria del Consejo Comunitario de Arthog, un peque?o y precioso pueblo costero del norte de Gales, en el coraz¨®n del parque natural de Snowdonia, formado por tres aldeas: la que da nombre a todo el municipio, otra llamada Friog y la m¨¢s grande, Fairbourne. Thomas se hab¨ªa mudado a esta ¨²ltima unos a?os antes para estar cerca de sus padres, que llevaban viviendo all¨ª m¨¢s de cuatro d¨¦cadas, y fue precisamente un amigo de ellos quien la convenci¨® para ocupar uno de esos puestos p¨²blicos que nadie suele querer porque rentan poco y exigen mucho. ¡°Pagan algo, pero si echara la cuenta, no me saldr¨ªa ni a dos libras la hora¡¡±, explica.
Aquella tarde de 2017, despu¨¦s de que el presidente explicara que no pod¨ªan usar el ordenador port¨¢til del consejo porque estaba roto, los ocho consejeros presentes discutieron sobre el dif¨ªcil sostenimiento de los ba?os p¨²blicos, de los papeleos pendientes del cementerio y del eterno problema de las caravanas que acaparan uno de los aparcamientos. Pero, sobre todo, aquella reuni¨®n marc¨® un punto de inflexi¨®n en el asunto que ten¨ªa desde hac¨ªa alg¨²n tiempo la vida del pueblo patas arriba.
A principios de la d¨¦cada pasada, los planes de Gesti¨®n de Costas, encargados por el Gobierno gal¨¦s para hacer frente a los retos que traen consigo el cambio clim¨¢tico y la subida del nivel del mar, hab¨ªan colocado el ¨¢rea de Fairbourne bajo la categor¨ªa de ¡°realineaci¨®n controlada¡± a medio plazo, una especie de eufemismo t¨¦cnico que significa: ¡°retirada de las defensas [contra las inundaciones], cediendo parte del terreno al mar para formar una defensa m¨¢s sostenible a largo plazo¡±. Eso, a medida que fue desarroll¨¢ndose con la autoridad comarcal, el condado de Gwynedd, se concret¨® en dos ideas: los diques que protegen Fairbourne ¡ªun pueblo completamente llano en mitad de una antigua marisma y a muy poca altura sobre el nivel del mar¡ª frente a las aguas de la bah¨ªa de Cardigan, del estuario de Mawddach y de los dos r¨ªos que lo rodean y atraviesan se mantendr¨ªan en uso y buen estado hasta 2054; m¨¢s all¨¢ de esa fecha, no ser¨ªa ni rentable ni efectivo hacerlo, por lo que, para entonces, las 450 casas de la aldea deber¨ªan estar ¡°desmanteladas¡± y sus en torno a 750 vecinos permanentes, fuera de all¨ª.
Cuando esto lleg¨® a la prensa a principios de 2014, adem¨¢s de alguna confusi¨®n que hablaba de 10 a?os en lugar de 40 de fecha l¨ªmite, titulares en medios de todo el mundo empezaron a repetir que el pueblo estaba ¡°condenado¡± y que sus vecinos iban a convertirse en ¡°los primeros refugiados clim¨¢ticos del Reino Unido¡±. M¨¢s o menos adormecidos hasta entonces, ante una idea difusa para un futuro medio lejano y borroso, los lugare?os ¡ªdos tercios, mayores de 55, y buena parte, jubilados¡ª ve¨ªan ahora que de un d¨ªa para otro el precio de sus casas se hab¨ªa desplomado (entre un 40% y un 70%, dependiendo de las fuentes); ning¨²n banco estaba ya dispuesto a conceder all¨ª hipotecas. Adem¨¢s, ni les daban soluciones (se estaban estudiando) ni hab¨ªa dinero para compensaci¨®n alguna. La reubicaci¨®n en un lugar cercano tampoco era posible porque est¨¢n en medio del parque natural. As¨ª que un grupo de vecinos decidi¨® contraatacar por medio de una asociaci¨®n: Fairbourne Facing Change (algo as¨ª como se enfrenta al cambio).
El nombre se contrapon¨ªa al de la agencia creada un a?o antes para desarrollar todo el proyecto de adaptaci¨®n, Fairbourne Moving Forward (Fairbourne avanza), formada por el condado de Gwynedd y su consultora YGC, el Gobierno gal¨¦s y la agencia p¨²blica de gesti¨®n de los recursos naturales (NRW, en sus siglas en ingl¨¦s), adem¨¢s del Consejo de Arthog, entre otros. Su primera respuesta fue intentar integrar a la agrupaci¨®n vecinal, pero las tensiones afloraron desde el principio. Hasta que, en aquella reuni¨®n de noviembre de 2017, la nueva secretaria, Thomas, pudo escuchar el relato de la ruptura total del condado con la asociaci¨®n ¡ªno pensaban mantener con ellos ning¨²n di¨¢logo m¨¢s¡ª y la confirmaci¨®n definitiva de que no habr¨ªa compensaciones para nadie porque, aseguraban, el condado no tiene ninguna obligaci¨®n legal de proteger la aldea; en ¨²ltima instancia, el riesgo de estar en una zona peligrosa recae sobre el individuo.
¡°Fairbourne ha sido utilizado como un conejillo de Indias¡±, recoge el acta de aquella reuni¨®n de un consejo que cruj¨ªa entre sus deberes institucionales y la clara identificaci¨®n de algunos consejeros con la combativa asociaci¨®n. Lo que qued¨® claro aquella tarde fue que los vecinos no pensaban rendirse, convencidos de que podr¨ªan poner en cuesti¨®n los escenarios oficiales, las estimaciones cient¨ªficas, esto es, ¡°las cifras de Greg Guthrie [consultor de la empresa Royal HaskoningDHV para los planes de costa galeses] sobre el aumento del nivel del mar en el futuro¡±.
Esto lleg¨®, sobre todo, entre 2021 y 2022, con una serie de informes de un estudioso de la zona llamado Graham Hall, exprofesor de Geolog¨ªa en The Open University y el centro de educaci¨®n continua Coleg Meirion-Dwyfor, y doctor en Hidrolog¨ªa. ¡°Su trabajo asegura que, con un peque?o mantenimiento, Fairbourne estar¨¢ seguro en 2100 y m¨¢s all¨¢¡±, cuenta Angela Thomas en el sal¨®n-cocina de su casa una ma?ana de principios de octubre. Aunque est¨¢ en primera l¨ªnea, no se puede ver la playa desde su ventana; la tapa un mont¨ªculo de unos 6,5 metros de altura que recorre toda la orilla y los protege del agua. Al otro lado, hay una gran monta?a de los guijarros que han formado la playa durante miles de a?os, hoy amontonados contra esa barrera reforzada con un muro en la cresta. Completan la imagen unos grandes bloques de hormig¨®n clavados a lo largo de la playa durante la Segunda Guerra Mundial para evitar el avance de los alemanes en caso de invasi¨®n. En las noches de tormenta, el ruido del viento, del mar y de las piedras chocando puede llegar a ser estremecedor.
¡°Han sido siete a?os muy duros¡±, confiesa Thomas. ¡°Pero me gusta pensar que he podido ayudar a la comunidad a seguir prosperando. Y eso es lo que esperamos los miembros del consejo¡±. En general, la gente del pueblo huye de los periodistas como de la peste ¡ªel traj¨ªn de medios de todo el mundo ha sido extenuante y el resultado casi nunca les gust¨®¡ª, pero esta mujer de 72 a?os ha decidido atender a El Pa¨ªs Semanal porque ¡°la narrativa ha cambiado¡±; las autoridades, todas, han dejado de hablar de ¡°desmantelamiento¡± y de 2054 como fecha l¨ªmite. Seguramente, el trabajo de Hall y su eco en los medios locales haya influido (aunque, oficialmente, se han rechazado sus propuestas), pero tambi¨¦n habr¨¢ tenido que ver el hecho de que la resistencia vecinal llegara al Parlamento de Gales en 2022 y, poco despu¨¦s, que el consejo local manifestara p¨²blicamente su rechazo frontal al plan del condado, al que llegaron a acusar de tratarles peor por ser un pueblo ¡°de veraneo y de inmigrantes ingleses¡±.
Lo cierto es que, ahora, Gwynedd insiste en que nunca aprob¨® oficialmente desmantelar la aldea en 2054 y a los vecinos les ha asegurado que todo fue idea de un responsable de la consultora YGC, hoy jubilado, al que durante todo ese tiempo ¡°nadie le hab¨ªa llevado la contraria¡±. La agencia Fairbourne Moving Forward ha mutado en Fairbourne Partnership, y el condado dice por correo electr¨®nico que ellos son ah¨ª uno m¨¢s, justo antes de a?adir que las defensas frente a inundaciones no son su responsabilidad, sino de la agencia galesa de Recursos Naturales. Esta, a su vez, responde que las seguir¨¢n ¡°gestionando y manteniendo de acuerdo con la pol¨ªtica del Gobierno, las orientaciones y la financiaci¨®n disponible¡±. No le ponen fecha. A?aden que han comenzado un proyecto nuevo con el que se estudiar¨¢n en los pr¨®ximos a?os todas las posibilidades de futuro para la zona. Advierten, eso s¨ª, que sigue habiendo un criterio irrenunciable: ¡°Comparar los costes de mantenimiento de las defensas con el coste y el valor de las propiedades que se protegen¡±. El Gobierno gal¨¦s, para terminar de cerrar el c¨ªrculo, vuelve a lanzar la pelota hacia el tejado de Gwynedd: ¡°Las autoridades locales son responsables de fijar las pol¨ªticas de gesti¨®n futura del litoral¡±.
Asomados a esa madeja burocr¨¢tica, cuesta creer que todo se debiera al empe?o de una sola persona; esta revista ha pedido a Gwynedd que confirmara o negara lo que dicen los vecinos y refleja el acta de la reuni¨®n del Consejo de Arthog de marzo de 2023, pero no ha hecho ni una cosa ni la otra. ¡°Lo cierto es que se comportaron como abusones¡±, protesta Thomas. ¡°Llegaron aqu¨ª y pensaron que ¨ªbamos a decir: muy bien se?ores, vosotros sois los que sab¨¦is. Pero les plantamos cara¡±.
El experimentado ingeniero de costas Greg Guthrie, al que mencionan en el acta del Consejo de Arthog, no ten¨ªa ninguna capacidad de decisi¨®n en todo este asunto. Su labor era asesorar, como consultor de la firma holandesa Royal HaskoningDHV, en los planes de costa y explicar sus conclusiones a los vecinos de los pueblos afectados, incluido Fairbourne. Habla por videoconferencia al final de una ma?ana de finales de septiembre:
¡ª?Cu¨¢l es la principal lecci¨®n que ha aprendido usted all¨ª?
¡ªPrefiero contestar m¨¢s en general; me da reparo hablar de Fairbourne, porque las cosas han cambiado all¨ª. Pero, m¨¢s en general, me produce una ligera frustraci¨®n que, si la gente no escucha lo que quiere o¨ªr, la respuesta tiende a ser: hagamos otro estudio y tal vez obtengamos una respuesta diferente. Y encuentras a alg¨²n profesor que te dice, efectivamente, lo que quieres.
Fairbourne est¨¢ levantado sobre una marisma drenada que, antes de que se construyeran sus primeras defensas marinas a mediados del siglo XIX, se sol¨ªa inundar en primavera. Poco a poco, sobre todo desde principios del XX, el lugar se fue desarrollando como destino vacacional de la mano del magnate de la industria harinera Arthur McDougall. Desde entonces, esas defensas contra las inundaciones han ido adapt¨¢ndose y mejorando: el mont¨ªculo reforzado que recorre la playa; el dique que los separa del estuario de Mawddach, el cauce y las canalizaciones del r¨ªo que rodea y el que atraviesa el pueblo, y la red de acequias con las que se controla el agua subterr¨¢nea¡ De hecho, seg¨²n recuerda la agencia galesa de Recursos Naturales, se han gastado en su mantenimiento m¨¢s de nueve millones de libras (casi 11 millones de euros) desde 2014.
Pero los riesgos son muchos y variados, y est¨¢n interconectados: el muro afecta al movimiento natural de la playa de piedras, el aumento del nivel del mar puede causar tambi¨¦n problemas en el estuario no solo por la altura del dique, sino porque, si sobrepasa el nivel de los dos r¨ªos que desaguan all¨ª, no podr¨¢n hacerlo, aumentando los peligros de inundaci¨®n por el camino, sobre todo si adem¨¢s bajan aguas torrenciales desde las monta?as que los rodean por la espalda¡ Por eso, los expertos que hicieron los planes de costa y desarrollaron la iniciativa de Fairbourne Moving Forward llegaron a la fat¨ªdica conclusi¨®n: ¡°La defensa del pueblo a largo plazo se considera insostenible en t¨¦rminos de inversi¨®n¡±, dec¨ªa el borrador de Masterplan del proyecto en 2018, que calculaba en unos 115 millones de libras el coste de mantenerlo a salvo en el pr¨®ximo siglo.
Nunca hubo una estimaci¨®n oficial del coste de demoler el pueblo, pero circul¨® una cifra de 27 millones que los vecinos consideraron infravalorada. Igual que ve¨ªan exagerados los 115 millones, sobre todo porque Graham Hall hab¨ªa calculado que, con 10 millones de inversi¨®n, estar¨ªan seguros durante 100 a?os y mucho m¨¢s. Entre otras cosas, su trabajo rebate las previsiones del Masterplan con unos argumentos que resumi¨® as¨ª su esposa, Margaret, en un art¨ªculo titulado La demolici¨®n de todo un pueblo es una reacci¨®n exagerada ante un problema solucionable, y que el Consejo de Arthog ofrece en un lugar destacado de su web: ¡°Mientras que la tormenta Clara, en febrero de 2020, y la tormenta Eunice, en febrero de 2022, causaron grandes inundaciones y da?os materiales en todo el norte de Gales, Fairbourne permaneci¨® completamente seco¡±. Algo que repiten una y otra vez los habitantes del pueblo que pasean una ma?ana de primeros de octubre por la playa. Lo hacen y se?alan al norte, al otro lado del estuario, al pueblo de Barmouth, un poco m¨¢s rico que el suyo, que s¨ª sufri¨® da?os por el agua durante aquellas tormentas.
Aunque los especialistas rebaten esa comparaci¨®n ¡ª?la parte m¨¢s baja de aquel municipio est¨¢ un metro m¨¢s alto que ellos sobre el nivel del mar¡ª, los vecinos no lo ven claro. ¡°Todas las ciudades costeras tienen algunas inundaciones, puede suceder. Nos han tratado como basura, pero era completamente innecesario¡±, se queja Roy, vecino de Fairbourne desde hace algo m¨¢s de una d¨¦cada, cuando se mud¨® desde el norte de Birmingham para disfrutar aqu¨ª de su jubilaci¨®n. Mientras recoloca el sedal de su ca?a de pescar, a?ade: ¡°Pones mucho dinero para comprar una casa y, cuando vienes, te dicen que tienes que desmantelarla. No es justo¡±.
Los lugare?os que aceptan hablar del asunto recuerdan que la ¨²ltima gran inundaci¨®n fue hace un siglo y aseguran que las peque?as que ha habido m¨¢s recientemente, en una zona de camping, se produjeron porque los arreglos en la parte sur de la playa ¡ªse colocaron 20.000 toneladas de rocas para contrarrestar el desplazamiento de guijarros y el desgaste de la barrera¡ª no se hicieron bien a la primera. El problema es que se tomaron como referencia los peores pron¨®sticos de subida del nivel del mar, repiten.
¡°Pero incluso si tom¨¢ramos una curva m¨¢s suave, se llegar¨ªa a un punto ¡ªde acuerdo, quiz¨¢ 20 a?os m¨¢s tarde¡ª en el que habr¨ªa que tomar las mismas decisiones de cambio¡±, insiste Guthrie. Y a?ade: ¡°La gente a¨²n tiene perspectiva a corto plazo. Dicen, pongamos otro ladrillo en la pared. Hasta que levantas un muro gigantesco, pero en realidad debemos cambiar la forma en que vivimos en la costa. Hay muchos espacios que se pueden permitir inundarse cada 20 a?os, pero es que hay un riesgo real de que dentro de medio siglo se inunden con cada marea alta¡±. Los documentos del antiguo plan sol¨ªan insistir en la gran oportunidad que supon¨ªa poder dise?ar con tanta antelaci¨®n el camino hacia un resultado final que va a llegar, aseguraban, irremediablemente.
¡°En el fondo, me temo que da casi lo mismo si los c¨¢lculos son correctos o no. Lo que realmente importa es c¨®mo conducir a la gente y conseguir que acepte una forma de gestionar la costa que sea m¨¢s sensible y eficaz en el futuro¡±, aporta, tambi¨¦n por videoconferencia, Michael Buser, profesor de Colaboraci¨®n Comunitaria en la Universidad de West England, en Bristol. ¡°La gente, por supuesto, se va a resistir. Van a decir: no me quiero ir, vamos a proteger este lugar. Y hay que convencerlos, no puedes simplemente echarlos de sus hogares sin darles, no ya una raz¨®n, sino un significado real. Mostrar una m¨ªnima sensibilidad ante quien est¨¢ en un espacio tan vulnerable como ese¡±.
Buser decidi¨® estudiar hace unos a?os el caso de Fairbourne porque varios detalles le llamaron poderosamente la atenci¨®n: el uso de una palabra tan contundente como desmantelamiento (decommissioning), iniciar un plan tan a largo plazo, el sensacionalismo con el que muchos medios abordaron el tema o que se trate de un lugar que ahora mismo no tiene realmente problemas de inundaciones. ¡°No es como uno de esos sitios en los que ves las casas a punto de caerse al agua¡±. El investigador opina que el gran fallo fue que todo arranc¨® de ¡°un enfoque centrado en la ingenier¨ªa¡±, basado ¨²nicamente en los datos ¡ª¡±el aumento del nivel del mar, la eficacia de las barreras y las previsiones¡±¡ª, pero se dedic¨® muy poco esfuerzo ¡°a buscar alternativas, a involucrar a la gente y a hablar de sus preocupaciones¡±. Despu¨¦s, cuando todo estall¨® a trav¨¦s de prensa, ¡°algunas personas del Gobierno se esforzaron de verdad en recuperar la confianza de los vecinos, pero ya era tarde¡±.
As¨ª, con la confianza rota, sin financiaci¨®n, en manos unas autoridades locales que tampoco tienen ni los recursos ni el tiempo necesario, navegando en medio de una nebulosa de competencias repartidas y ¡°documentos pol¨ªticos de alto nivel no oficiales¡±, todos los intentos de dar salidas a los vecinos de Fairbourne ¡ªa trav¨¦s de asociaciones de viviendas sociales, de sistemas de compra para alquilar, de una sociedad de inversi¨®n comunitaria¡¡ª acabaron disolvi¨¦ndose por el camino.
¡°Somos parte de miles y miles de personas en todo el mundo que se ver¨¢n afectadas de forma similar. As¨ª es la vida, ?no? Por ejemplo, a lo largo de mil millas en la costa este de los Estados Unidos, da igual si usted cree en el calentamiento global o no, algo est¨¢ empujando las mareas, mucho m¨¢s aqu¨ª. Pero all¨ª el Gobierno federal est¨¢ pagando precios justos por las propiedades. Aqu¨ª no hay compensaci¨®n alguna¡±, protesta Geoff Homer, un empresario jubilado que se mud¨® a Fairbourne hace 24 a?os procedente de la zona de Birmingham.
Puede que la clave, como casi siempre, sea el dinero. De hecho, en Estados Unidos el problema ahora es que ya no hay recursos suficientes para todas las zonas afectadas. Y cada vez habr¨¢ menos, a medida que los problemas aumenten y se extiendan. ¡°Me temo que van a ser los lugares acomodados y ricos los que sean capaces de resistir y protegerse y los menos acomodados y menos organizados los que simplemente ser¨¢n abandonados. Y esto, globalmente, es lo que est¨¢ pasando¡±, concluye el profesor Buser.
La suya, titulada Planificaci¨®n de la adaptaci¨®n costera en Fairbourne, Gales: lecciones para la adaptaci¨®n al cambio clim¨¢tico, es solo una de las decenas y decenas de investigaciones publicadas en todo el mundo sobre el proceso en esta peque?a aldea galesa. Parece que, finalmente, s¨ª han servido como conejillo de indias ¡ªcomo tem¨ªan en aquella reuni¨®n del Consejo de Arthog en de 2017¡ª y su ejemplo ha mostrado c¨®mo enfrentar mejor unas situaciones que cada vez ser¨¢n m¨¢s frecuentes.
Se calcula que la subida del nivel de mar afectar¨¢ a 300 millones de personas en todo el mundo en 2050 y las amenazas van m¨¢s all¨¢ de esas casas que parecen estar a punto de caerse al agua. La preocupaci¨®n se est¨¢ desplazando r¨¢pidamente al peligro de unas inundaciones cada vez m¨¢s habituales y catastr¨®ficas que se meter¨¢n tierra adentro, afectando a casas e infraestructuras b¨¢sicas. En ese contexto, hasta Pa¨ªses Bajos ha llegado a plantear, aunque t¨ªmidamente, el debate sobre la medida de adaptaci¨®n m¨¢s radical, la retirada de la costa. Otros, como Panam¨¢ y Nueva Zelanda, desarrollan protocolos para convencer y ayudar a las comunidades en estos casos.
Quiz¨¢ este peque?o pueblo gal¨¦s pag¨® el hecho de llegar el primero; de hecho, en el este de Inglaterra, el Gobierno brit¨¢nico s¨ª ha empezado unos procesos parecidos en East Riding y North Norfolk con la financiaci¨®n por delante: 36 millones de libras. Y puede que, como predicen algunos, los vecinos de Fairbourne del futuro acaben recordando todo esto como una oportunidad perdida de gestionar con mucho tiempo un resultado que iba a llegar igual.
Por ahora, la gente del pueblo solo quiere ¡°seguir con sus vidas y olvidar lo que ha pasado¡±, asegura Angela Thomas, nacida en el sur de Gales, propietaria durante 27 a?os de una tienda de aparejos de pesca en Reading, al oeste de Londres. En estos 10 a?os, algunos vecinos han fallecido ¡ªcomo los padres de Thomas¡ª y otros se han marchado, pero tambi¨¦n han llegado nuevos habitantes, tanto jubilados como j¨®venes con ahorros que han podido comprar barato sin tener que pedir hipoteca. Esto ha hecho que se recuperen un poco los precios, aunque a Thomas le gustar¨ªa que alcanzaran todo su valor de mercado para que su pareja pueda dejar algo a su hijo.
Los turistas tambi¨¦n siguen llegando, principalmente, del ¨¢rea de Birmingham, como Charlotte, que pasea con su perro por la playa: ¡°Est¨¢ muy bien. Siempre hay gente, incluso en temporada baja, y los vecinos han invertido mucho, construyeron el pub, hay algunos comercios que van estupendamente¡¡±. En estos d¨ªas de primeros de octubre, adem¨¢s, un equipo de rodaje est¨¢ alborotando la vida del pueblo y dejando de paso un buen dinero. ¡°La pel¨ªcula trata de un pueblo que est¨¢ en peligro por la llegada inminente de una tormenta que acabar¨¢ arrasando todo. Es una pel¨ªcula de misterio y asesinatos y ese es su argumento¡±, r¨ªe Roy, con su ca?a de pescar en la mano.
¡ª?Y a usted le parece bien que hagan una pel¨ªcula con ese argumento precisamente aqu¨ª?
¡ªPrefiero eso a que est¨¦n viniendo periodistas a decirte que tienes que desmantelar tu casa.
Thomas tiene claro que, aunque el tono de las autoridades se haya suavizado, deber¨¢n seguir hablando con ellos de inundaciones y de defensas: ¡°Especialmente con Recursos Naturales, para asegurar que nuestras acequias est¨¦n bien dragadas y drenadas y que la playa mantenga un buen perfil. Eso es lo que nos ocupa ahora mismo¡±. A la espera de una operaci¨®n de cadera, dice que tal vez tenga que dejar su puesto en el consejo municipal. Le da pena porque sabe que no ser¨¢ f¨¢cil encontrar reemplazo para esa complicada y exigente tarea. ¡°El problema es que no puedes ganar. Si intentas algo, alguien dir¨¢ que no deber¨ªas haberlo hecho, que est¨¢ mal. Si no lo haces, dir¨¢n que deber¨ªas haberlo intentado. As¨ª que hay que sopesarlo y hacer lo que creas que va a beneficiar m¨¢s a la comunidad¡±.
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