A ver qu¨¦ hac¨¦is con ello
A vosotros, mis queridos, y a los dem¨¢s varones de coraz¨®n blanco, os recuerdo que el machismo es un problema vuestro
Entre las varias calamidades que me apretujan el coraz¨®n en estos d¨ªas est¨¢ el horror sin paliativos de la dana (y la asquerosa manipulaci¨®n sectaria posterior: estamos tan ciegos que ya ni la mayor tragedia es capaz de unirnos), o bien esa distop¨ªa apocal¨ªptica que es el triunfo de Monster Trump (que no Mister). Pero hoy voy a hablar de otro tema que es tambi¨¦n muy triste y asombroso: la incomprensible chaladura abusiva contra las mujeres que muestran tantos hombres, evidenciada por en¨¦sima vez (y por desgracia no ser¨¢ la ¨²ltima) con el caso Errej¨®n.
Pero, por todos los santos, ?qu¨¦ demonios les pasa a los varones? ?Qu¨¦ parte de la intrincada maquinaria de su cerebro o de su coraz¨®n est¨¢ averiada? Esta pregunta ag¨®nica y at¨®nita es la que te sube a la cabeza, de entrada, cada vez que sale a la luz p¨²blica un caso semejante. ?Errej¨®n! ?Uno de los colegas del camino antisexista! ?Tambi¨¦n t¨²! Hay veces que parece que llueve y nunca escampa.
Dec¨ªa Simone de Beauvoir que el machismo no era un problema de las mujeres, sino un problema de los hombres con las mujeres, y ten¨ªa toda la raz¨®n. Me gustar¨ªa poder explicar a los compa?eros del planeta que, ante casos as¨ª, lo primero que sentimos nosotras, o al menos a m¨ª me pasa, no es rabia ni enemistad ni deseo de venganza, sino desconsuelo y desconcierto. Pero ?c¨®mo es posible? ?Es que entonces todos guardan un peque?o monstruo en su interior que puede brotar en cualquier momento? Tal vez la testosterona sea demasiado inestable, incluso t¨®xica, y, potenciada por la aberraci¨®n de una educaci¨®n machista, pueda desembocar en la patolog¨ªa. En fin, algo de esto seguramente hay, pero ?hasta estos extremos? Me niego a aceptarlo. No es ese el mundo que queremos.
No es el mundo que queremos, pero existe. Un odio violent¨ªsimo persigue a las mujeres de la Tierra. Les rebanan el cl¨ªtoris; las violan como bot¨ªn de guerra. Son casadas de ni?as a la fuerza. Las matan a palos por no llevar velo. En Afganist¨¢n acaban de prohibir que se pueda escuchar en p¨²blico la voz de las mujeres. Son enterradas vivas, enmudecidas. Y la comunidad internacional permanece impert¨¦rrita ante estas atrocidades.
No es de extra?ar que en algunas comunidades especialmente machacadas por el sexismo las mujeres est¨¦n recurriendo a medidas extremas, como el movimiento 4B de Corea del Sur, un pa¨ªs moderno en lo econ¨®mico y al mismo tiempo muy machista. El movimiento 4B comenz¨® en 2019 y viene de cuatro mandatos que sus seguidoras practican: bihon (no al matrimonio), bichulsan (no al parto), biyeonae (no a las citas con hombres) y bikesu (no al sexo con hombres). Y lo m¨¢s interesante es que esta iniciativa radical est¨¢ recorriendo el mundo como un fuego sobre rastrojos secos. Si los hombres no cambian, parecen estar diciendo muchas mujeres, nosotras viviremos al margen de ellos. Todo esto no es nuevo; ya en el feroz siglo XIX numerosas mujeres eligieron vivir juntas y sin hombres en lo que se llamaba ¡°matrimonios de Boston¡± (t¨¦rmino nacido de la novela de Henry James Las bostonianas). Aunque algunas veces pod¨ªa haber un ingrediente lesbiano, lo que buscaba la mayor¨ªa era la autonom¨ªa y una vida plena sin contar con los varones. Por no hablar de aquellas mujeres que han hecho huelga de sexo para forzar a los hombres a acabar con guerras o injusticias, como en Lis¨ªstrata, la c¨¦lebre comedia del griego Arist¨®fanes, o como en varios ejemplos hist¨®ricos actuales: en la guerra de Liberia de 2003, en Turqu¨ªa en 2009, en Ucrania en 2010, en Filipinas en 2012, en Kenia en 2009 y 2017¡ Parece que las mujeres est¨¢n, estamos, cada vez m¨¢s hartas de aguantar lo inaguantable.
Yo no quiero vivir sin ellos. Sin los hombres. Lo que quiero es vivir sin la barbarie machista. Cuando me entra la congoja, como con el caso Errej¨®n, pienso en los muchos varones maravillosos que he tenido en mi vida. Amores con los que he re¨ªdo y crecido y aprendido much¨ªsimo; desde la juventud, Roberto y David, hasta la madurez, Javier, John, Pablo. Y los amigos, hermanos esenciales: Alejandro, Fernando, Gorka, Carlos y por fortuna tantos otros que aqu¨ª no me caben. Much¨ªsimas gracias, mis hombres de luz, porque sois el consuelo ante el desconsuelo del sexismo. La innegable esperanza. Pero eso s¨ª: a vosotros, mis queridos, y a los dem¨¢s varones de coraz¨®n blanco que en el mundo existen, os recuerdo que el machismo es un problema vuestro. A ver qu¨¦ hac¨¦is con ello.
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