Aqu¨ª no hay quien pare... ?o s¨ª?
Historias humanas de cambio de vida en tiempos de locura digital, laboral, exhibicionista y consumista
Tanto la cita filos¨®fica que sigue a estas l¨ªneas como los seis casos expuestos a continuaci¨®n (seis conversaciones ficticias de lo m¨¢s reales, incluso en absoluto ficticias, sino sacadas del cotidiano quehacer popular) apuntan a lo mismo: gracias a la monta?a rusa a la que se subi¨® hace ya tiempo y en la que sigue montado, el g¨¦nero humano empieza a parecerse peligrosamente al de los pollos sin cabeza. Adicci¨®n laboral, burnout, adicci¨®n tecnol¨®gica, exhibicionismo en las redes 24/7, consumo de inacabables dosis de material radiactivo en internet, viajes a repetici¨®n con o sin ton ni s...
Tanto la cita filos¨®fica que sigue a estas l¨ªneas como los seis casos expuestos a continuaci¨®n (seis conversaciones ficticias de lo m¨¢s reales, incluso en absoluto ficticias, sino sacadas del cotidiano quehacer popular) apuntan a lo mismo: gracias a la monta?a rusa a la que se subi¨® hace ya tiempo y en la que sigue montado, el g¨¦nero humano empieza a parecerse peligrosamente al de los pollos sin cabeza. Adicci¨®n laboral, burnout, adicci¨®n tecnol¨®gica, exhibicionismo en las redes 24/7, consumo de inacabables dosis de material radiactivo en internet, viajes a repetici¨®n con o sin ton ni son, horarios irreales, clases particulares, ¡°experiencias¡±, cursos, reuniones de planificaci¨®n apenas planificadas pero largas como ellas solas, cenas, comidas, meriendas, aperitivos, tardeos, quedadas, dale que te pego como si no hubiera un ma?ana¡, aunque casi lo que no va quedando ya es un hoy. Todo ello contribuye a que los problemas de salud mental se hayan convertido en uno de los campos profesionales m¨¢s prometedores de la medicina. El Oxford English Dictionary eligi¨® brain rot (¡°cerebro podrido¡±, o m¨¢s all¨¢ de eso, ¡°podredumbre mental¡±) como el concepto del a?o 2024. Por algo ser¨¢. La autorreflexi¨®n est¨¢ ah¨ª, permanente: ¡°Esto no me gusta, tengo que parar¡±. Luego nadie lo hace, o casi nadie, o poca gente lo hace. Algunos, s¨ª.
¡°Todas las desgracias del ser humano se derivan del hecho de no ser capaz de estar tranquilamente sentado y solo en una habitaci¨®n¡± (Blaise Pascal, Pensamientos, 1669).
Caso 1
¡ª?Dime, pero corre que voy a embarcar! (¡). ?No, ma?ana no puedo, todo el d¨ªa reunido! (¡). ?Pues tampoco, vuelvo muy tarde y el jueves me voy a Par¨ªs! No, el s¨¢bado nos vamos a C¨¢diz, ?joder, ya ver¨¢s qu¨¦ atasco, y ya el lunes vuelta a empezar con el puto jaleo, si es que habr¨ªa que descansar de los fines de semana! (¡). ?Vale, pues cuadramos las agendas y si eso ya quedamos la otra semana! (No quedar¨¢n, claro, ni esa otra semana ni la otra ni la otra).
Caso 2
¡ªComo te lo cuento. Mi cu?ado vive en Nueva York y su mujer y los ni?os aqu¨ª. S¨ª, es que trabaja en una megaconsultora de esas. Gana una lana, claro. ?Y viene cada viernes y se vuelve el domingo! Hace Nueva York-Barcelona, y cuando llega a casa, no te lo pierdas, coge el coche y se va a la Costa Brava. Que quiere navegar, dice. Un d¨ªa le pega un infarto.
Caso 3
¡ªVoy a por Irene al ballet, t¨² vete a por Iker a b¨¢squet y ya llevo yo ma?ana a Iker a chino, pero entonces t¨² llevas el viernes a Irene a h¨ªpica y el lunes a la psic¨®loga, ?eh?, ya llevar¨¦ yo a Iker el domingo al cumplea?os. ?Acu¨¦rdate de que hay que apuntarles a los dos para el viaje de la semana blanca y el intensivo de ingl¨¦s!
Caso 4
¡ª?A cenar!
¡ª?Estoy subiendo el trabajo de Biolog¨ªa!
¡ª?Pero si es s¨¢bado!
¡ªYa, pero como hacemos todo con el ipad, nos hacen subirlo en fin de semana. ?Mierda, disponibles las 24 horas!
¡ªYo estoy con mis amigas en TikTok y luego quer¨ªa mirar el Instagram, que si no ma?ana no me da tiempo a subir las stories. ?Ay, ven, que voy a hacer el BeReal! Oye, pap¨¢, ?t¨², cuando no exist¨ªan las redes sociales, c¨®mo llenabas el tiempo?
Caso 5
¡ªT¨ªo, me han hecho director adjunto.
¡ª?Joder, enhorabuena!
¡ªS¨ª, de puta madre, una pasta. Eso s¨ª, en casa pondr¨¦ una foto m¨ªa, porque ni me van a ver. Ya me han dicho: unas 12 o 13 horas al d¨ªa de curro¡, menuda mierda, ?no?
Caso 6
¡ª?Hola!
¡ªDime, corre, estoy liado.
¡ª?Que he sacado billetes para el finde para D¨¹sseldorf!
¡ª?Y qu¨¦ demonios hay en D¨¹sseldorf?
¡ªMmmm, no s¨¦¡, pero estaban a 45 euros, hay que aprovechar, ?no? Lo ¨²nico es que salimos a las 5.30 el s¨¢bado y volvemos a las 0.30 del lunes.
¡ªAh, pues qu¨¦ bien, qu¨¦ finde tan relajante.
El novelista, ensayista, meditador, superventas editorial (Biograf¨ªa del silencio) y sacerdote Pablo d¡¯Ors sostiene que la raz¨®n por la que no queremos quedarnos solos en esa habitaci¨®n a la que aludi¨® Pascal hace casi 400 a?os es que tenemos miedo al vac¨ªo. Que, en definitiva, la gente se tiene miedo. Puede.
Los bombardeos de la sobreinformaci¨®n, la sobreexposici¨®n y la sobreoferta se ven obsesiva y eficazmente reforzados por esa majestuosa compota de Gran Hermano orwelliano, club universal narcisista, perversa arma electoral y parque de bolas planetario llamada ¡°las redes sociales¡±. Tan claras son sus virtudes como que estas ya empiezan a palidecer frente a sus nocivos efectos y peajes, seg¨²n sostienen hasta algunos de los grandes pioneros y gur¨²s del mundo virtual (v¨¦ase Jaron Lanier y su libro Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato , editorial Debate). Y no hace falta decir que el aterrizaje de variados, multimillonarios y peligrosos mastuerzos del poder tecnol¨®gico al cetro del poder pol¨ªtico hace a¨²n mucho m¨¢s temible el panorama. De todo ese estado de cosas y de las diferencias entre lo mucho, lo excesivo y lo deseable ya escribi¨® el llorado Nuccio Ordine en su tratado La utilidad de lo in¨²til (Acantilado), donde se dec¨ªa aterrado ante el avance imparable de la quantitas frente a la qualitas. Bien conoce tambi¨¦n estas cuestiones el pensador franc¨¦s Gilles Lipovetsky, analista implacable de los tics y mutaciones de nuestras sociedades posmodernas, que en su ¨²ltimo ensayo traducido al espa?ol, La consagraci¨®n de la autenticidad (Anagrama), clava negro sobre blanco el actual estado de cosas en el no parar digital/virtual. Lipovetsky escribe: ¡°Es el momento de la democratizaci¨®n de las pr¨¢cticas de exposici¨®n de s¨ª, convertidas en un modo de comunicaci¨®n cotidiana y banalizada¡±, y establece inquietantes conceptos como ¡°el show de s¨ª¡±, ¡°el espect¨¢culo p¨²blico de la personalidad subjetiva¡±, el ¡°egocasting¡± y el ¡°hiperego¡±¡, otras tantas versiones de lo que ¨¦l considera como ¡°el exhibicionismo narcisista¡±.
La que sigue es una contradictoria galer¨ªa de personajes y situaciones vitales que supone una reflexi¨®n ¡ªte¨®rica y pr¨¢ctica¡ª en torno al concepto ¡°parar¡±. En ella se cruzan quienes de manera gradual o radical y por diferentes razones decidieron un d¨ªa hacerlo ¡ªparar sus vidas y empezar otras¡ª, quienes se lo plantearon seriamente y acabaron decidiendo no hacerlo, quienes creyeron que simplemente necesitaban un alto en el camino ¡ªpero que lo necesitaban s¨ª o s¨ª¡ª, quienes hablan y aconsejan a otros acerca de c¨®mo replantear o corregir el rumbo e incluso quienes consideran nocivo o no conveniente ¡°parar¡±.
La exempresaria y alta ejecutiva Olga Cuenca es de las personas que echaron el freno. De forma gradual y, al final, en seco. En 2011, tras asomarse al abismo, decidi¨® vender su participaci¨®n en Llorente & Cuenca (LLYC), la consultora de comunicaci¨®n que hab¨ªa fundado 16 a?os antes junto a Jos¨¦ Antonio Llorente, fallecido el 1 de enero de 2024. Juntos hab¨ªan convertido una ilusionante start-up en una multinacional con delegaciones en una docena de pa¨ªses. Hasta que ella hizo crac. Hoy, Olga Cuenca se dedica a la creaci¨®n pl¨¢stica ¡ªcon preferencia por la fotograf¨ªa y la escultura¡ª bajo el nombre de Ty Trias. En el estudio del madrile?o barrio de Tetu¨¢n al que acude cada ma?ana, explica su personal experiencia de cambio: ¡°Par¨¦ tras cuestionarme si realmente merec¨ªa la pena perder la salud y la vida personal tras 15 a?os de jornadas laborales interminables y viajes extenuantes por todo el mundo. Viv¨ªa en los aeropuertos y en los aviones, no ve¨ªa a mi familia, no ten¨ªa tiempo para el ocio, ni para el deporte, ni para la salud, ten¨ªa abandonado a mi marido, ten¨ªa un hijo de 13 a?os y pensaba que me lo estaba perdiendo y que un d¨ªa se ir¨ªa y ya no lo ver¨ªa m¨¢s. Y un d¨ªa fui al m¨¦dico y me dijeron que ten¨ªa tres enfermedades autoinmunes¡, todo mal¡, mi cuerpo hab¨ªa dicho ¡®basta¡±.
¡°Creo que cada cual, a su nivel, puede parar si lo desea de verdad¡±
As¨ª que Cuenca, que hab¨ªa hecho la carrera de Medicina pero ten¨ªa clavada desde ni?a la espina del arte, se march¨® a Londres a formarse en la prestigiosa Slade School of Fine Art. Hoy admite que no ser¨ªa honesta si no tuviera claro que el suyo es un caso de absoluto privilegio. Ella quiso parar y par¨®¡ porque pod¨ªa. No es el caso, desde luego, de miles y miles de personas que bien a gusto dir¨ªan ¡°hasta aqu¨ª¡± y constatan que los deseos bonitos se han de quedar en eso y que a la ma?ana siguiente esperan el despertador, los viajes quien los tenga, las tareas pendientes, el cansancio f¨ªsico y mental, la frustraci¨®n laboral, el jefe insoportable, los empleados inaguantables¡ Todo es dinero. Y las posibilidades reales de otra vida porque esta no nos gusta, tambi¨¦n. Y sin embargo, Olga Cuenca concluye: ¡°Creo que, cada cual a su nivel, puede parar si lo desea de verdad. Y desde luego parar te hace volver a conectar contigo misma, con el ¡®t¨²¡¯ aut¨¦ntico¡±.
Y de hecho no faltan, aun siendo minoritarios, los casos de profesionales de distintos ¨¢mbitos que, llegados a una situaci¨®n que consideran preocupante cuando no l¨ªmite, deciden dar un paso atr¨¢s priorizando el bienestar mental al perjuicio econ¨®mico. Como el de ese abogado de ¨¦xito que en esta historia prefiere quedar en el anonimato y que un buen d¨ªa, cansado de su jefe -y muy probablemente su jefe de ¨¦l- cort¨® por lo sano y se pill¨® tres meses sin empleo y sueldo con el consiguiente agujero en la cuenta corriente. Adem¨¢s, a la vuelta, ya no recuper¨® su puesto. ¡°Y sin embargo y a pesar de todo, fue de las mejores decisiones que he tomado en mi vida... y no lo hago hoy de nuevo porque ahora mismo no me lo puedo permitir¡±, explica con un deje nost¨¢lgico.
Un caso de par¨®n radical fue el que protagoniz¨® en diciembre de 2011 la presentadora de televisi¨®n Beatriz Monta?ez, por aquel entonces uno de los rostros m¨¢s populares de uno de los programas m¨¢s conocidos, El intermedio (La Sexta). Una ma?ana, al salir de una reuni¨®n, Monta?ez decidi¨® dejarlo todo, dijo a sus jefes que se iba y se fue con lo puesto y poco m¨¢s a vivir a una casa sin calefacci¨®n ni agua corriente en mitad de la nada, si a un punto indeterminado de la sierra valenciana se le puede llamar la nada. No expuso grandes razones para explicar su viaje. Cambi¨® el estrellato por las estrellas. Y solo 10 a?os despu¨¦s, cuando public¨® su libro Niadela (Errata Naturae), en el que recrea de manera entre po¨¦tica y desoladora su exilio rural, dio alguna entrevista donde apuntaba confusas aunque sentidas explicaciones sobre un estado de no retorno a la vida que estaba llevando.
¡°En la vida, avanzar significa dar dos pasos para atr¨¢s¡±
Esta periodista y guionista de cine y televisi¨®n formada en Estados Unidos, que gan¨® un Goya por Muchos hijos, un mono y un castillo y un Ondas por El intermedio, nunca volvi¨® a esa vida. Hoy sigue ¡ªya no en Valencia, sino en un lugar indeterminado que prefiere no revelar¡ª apartada del ¡°mundo¡±. ¡°Ahora estoy en una aldea de monta?a, una aldea semiabandonada, rodeada de ruinas, pues eso soy un poco¡±.
Preguntada sobre si su experiencia personal le permite o no sostener que ¡°parar¡± es aconsejable o necesario para cualquiera en medio de la inercia, Beatriz Monta?ez responde: ¡°Es salud. Un monje, en mi estancia en un templo zen, me dijo: ¡®En la vida avanzar significa dar dos pasos hacia atr¨¢s¡±. Preguntada sobre si considera que aquella decisi¨®n de hace 14 a?os supuso un cambio definitivo, un par¨¦ntesis o una cura, responde: ¡°Es todo a la vez. La vida es un continuo cambio definitivo, pero es tambi¨¦n un par¨¦ntesis, pues nos encontramos en continua evoluci¨®n y cada par¨¦ntesis marca un necesitado momento de reflexi¨®n. El resultado siempre ser¨¢ alg¨²n tipo de curaci¨®n¡±.
Pero como esta no es solo una historia sobre parar, sino sobre la posibilidad de hacerlo y tambi¨¦n la de no hacerlo, nos sentamos con la psic¨®loga cl¨ªnica y escritora Inma Puig en su gabinete de la zona alta de Barcelona. Ella no las tiene todas consigo. Es m¨¢s, tras un educado tanteo, se suelta y defiende su tesis: no hay que parar. Mejor ¡°corregir haciendo¡±. Para Puig, especializada en psicolog¨ªa empresarial y familiar, antes psic¨®loga del F¨²tbol Club Barcelona, actual colaboradora de los hermanos Roca en su restaurante El Celler de Can Roca y autora del libro La revoluci¨®n emocional, hay que distinguir entre conceptos como ¡°parar¡± y ¡°querer cambiar¡±, no necesariamente equivalentes bajo su punto de vista: ¡°Hay gente que no quiere parar, que lo que quiere es cambiar. Y el cambio se puede hacer sin parar; hay gente que no deja su vida pero que poco a poco va yendo hacia donde quiere, no hacia donde la vida le hab¨ªa marcado¡±.
¡°El cambio se puede hacer sin parar... creo que el cambio se hace mejor en movimiento¡±
Cuidado con las falsas salidas y con los atajos preciosamente envueltos en paquetitos regalo, previene Inma Puig. ¡°Hay gente que decide dejar su trabajo y para en seco para pensar en lo que de verdad quiere hacer. Y algunos se ponen entonces a hacer retiros de silencio, de mindfulness, de meditaci¨®n, de yoga, de taich¨ª, etc¨¦tera, pensando que de ah¨ª le vendr¨¢ la iluminaci¨®n. Y yo en cambio creo que el cambio se puede hacer mejor en movimiento, sin tener que ser tan radical. Pienso que es m¨¢s dif¨ªcil saber lo que quieres cuando est¨¢s parado que cuando est¨¢s en movimiento¡±. Ella ha trabajado con decenas de deportistas de ¨¦lite, sobre todo futbolistas y tenistas. ¡°Y cuando estuvieron mal, jam¨¢s les recomend¨¦ parar, sino ponerse en tratamiento, pero mientras segu¨ªan jugando, porque parar en seco pod¨ªa resultarles nocivo¡±.
Uno de ellos fue Andr¨¦s Iniesta, al que una depresi¨®n en 2009 le hizo llegar a pensar en dejar el f¨²tbol cuando era una de las estrellas del Bar?a y del f¨²tbol mundial y meses antes de marcar en Sud¨¢frica el gol que le dar¨ªa a Espa?a su primer Mundial. A?os m¨¢s tarde, sin ir m¨¢s lejos en abril del a?o pasado, ya recuperado por completo de aquella dolencia mental y en el transcurso de una larga conversaci¨®n en el emirato ¨¢rabe de Ras al Jaima, donde se acabar¨ªa retirando como futbolista poco despu¨¦s con 40 a?os, Iniesta nos hablaba as¨ª de la palabra que m¨¢s le rondaba entonces en la cabeza: ¡°Parar¡±. En su caso, por pura cuesti¨®n biol¨®gica: ¡°Hay d¨ªas en los que el cuerpo me dice ¡®basta¡¯, no tanto cuando estoy en el campo, sino en el antes y en el despu¨¦s. Hay un c¨²mulo de cosas que hacen que si antes hab¨ªa al mes cinco d¨ªas en los que pensaba ¡®ya est¨¢ bien¡¯, ahora hay 15. Habr¨¢ un d¨ªa en que yo me diga a m¨ª mismo ¡®ya est¨¢¡¯. Y ser¨¢ entonces: cuando los ¡®no puedo m¨¢s¡¯ ganen a los ¡°s¨ª puedo¡±. Ese d¨ªa le lleg¨® a Iniesta el 8 de octubre pasado cuando, entre l¨¢grimas, anunci¨® que dejaba el f¨²tbol.
La biolog¨ªa tambi¨¦n jug¨® un papel decisivo en otros adioses y parones recientes en el deporte de ¨¦lite, como el de Rafa Nadal, cuyo supers¨®nico cuerpo dijo ¡°hasta aqu¨ª¡±. Tambi¨¦n la mala fortuna hace de las suyas: las lesiones de rodilla de Carolina Mar¨ªn, estrella mundial del b¨¢dminton. Pero hay otras casu¨ªsticas. Los problemas psicol¨®gicos como causa de fuerza mayor: la diosa de la gimnasia art¨ªstica Simone Biles y su ca¨ªda del cartel en los Juegos de Tokio 2020 por problemas de salud mental (y su fulgurante regreso en los de Par¨ªs de 2024). O simplemente, las ganas de dejarlo todo cuando est¨¢s probablemente en lo mejor de tu carrera: el futbolista del Real Madrid y de la selecci¨®n alemana Toni Kroos anunci¨® su retirada en mayo de 2024 (¡°quiero acabar en el mejor momento¡, que es ahora¡±) dejando un agujero negro en el sistema de juego del club blanco.
Ahora dejemos de lado el factor biol¨®gico. En uno de sus (siempre reveladores) art¨ªculos, en este caso uno publicado recientemente en la revista El Cultural, el ensayista, poeta y m¨²sico Ram¨®n Andr¨¦s trat¨® el concepto de ¡°la autocolonizaci¨®n¡±. Escrib¨ªa el autor del libro No sufrir compa?¨ªa (Acantilado): ¡°La autocolonizaci¨®n a la que se somete cada individuo de manera voluntaria, un individuo asediado que no se deja en paz a s¨ª mismo, autoexplotado, angustiado por sus d¨ªa a d¨ªa crecientes necesidades materiales y ocio embrutecedor, entregado al autoexpolio personal con su avidez de identidad, s¨²bdito de las redes sociales m¨¢s vergonzosas, que lo manipulan sin respiro e impulsan a una vida adosada sin vistas a ninguna parte m¨¢s que a una pantalla¡¡±. Sin duda alude Ram¨®n Andr¨¦s ¡ªaun de forma inconsciente¡ª a lo que algunos psic¨®logos han identificado como el s¨ªndrome FOMO (en sus siglas en ingl¨¦s, fear of missing out, en castellano algo as¨ª como el miedo a perderse algo).
¡°He desconectado, y tengo que decir que no es dif¨ªcil desconectar de la realidad¡±
Su colega el novelista donostiarra afincado en Alemania Fernando Aramburu tambi¨¦n ha echado el freno recientemente. Al menos en una de sus facetas, la de columnista de prensa y m¨¢s concretamente en la ¨²ltima p¨¢gina de EL PA?S, cuyo hueco de los martes abandon¨® el 5 de noviembre con la columna Despedida. En ella, y en un ejercicio de honestidad intelectual poco frecuente, escribi¨®: ¡°La cesta est¨¢ vac¨ªa y a m¨ª me falta energ¨ªa y est¨ªmulo para llenarla. Creo sinceramente que no tengo gran cosa que aportar. Incluso abrigo la sospecha de que poco a poco me he ido convirtiendo en un desplazado de mi ¨¦poca; que he dejado de entenderla y que mis opiniones se asemejan cada vez m¨¢s a un paraguas abierto en medio del hurac¨¢n¡±. Durante su visita de diciembre a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), y preguntado por su decisi¨®n, Aramburu contest¨® con esta frase lapidariamente breve que supon¨ªa un aviso a navegantes: ¡°He desconectado y tengo que decir que no es dif¨ªcil desconectarse de la actualidad¡±.
De desconectar, o al menos de intentar no caer v¨ªctimas de la adicci¨®n tecnol¨®gica y laboral, tratan los cursos, talleres y charlas que desde la fundaci¨®n The Self-Investigation (la investigaci¨®n de uno mismo) imparten la periodista Mar Cabra y sus colaboradores. Su p¨²blico: otros periodistas. Esencialmente, aquellos cuya salud f¨ªsica y sobre todo mental entra en zona de riesgo por culpa del burnout, el tecnoestr¨¦s y las a menudo deficientes condiciones laborales, pero tambi¨¦n del eterno autoconvencimiento de tantos y tantos periodistas de que son imprescindibles en todo momento, lugar y condici¨®n, lo que, no se negar¨¢, es un bulo en s¨ª mismo. Ella resume su actual actividad profesional como ¡°la historia de la que se quem¨® y ahora ayuda a que otros no se quemen¡±.
Mar Cabra sabe de lo que habla. El 28 de junio de 2020 esta periodista madrile?a, que entonces ten¨ªa 37 a?os y que hab¨ªa ganado un Premio Pulitzer gracias a su labor de coordinaci¨®n en la investigaci¨®n y publicaci¨®n de los llamados Papeles de Panam¨¢ en el seno del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigaci¨®n (ICIJ, por sus siglas en ingl¨¦s), escribi¨® un art¨ªculo en este diario. Su t¨ªtulo: Cuando la mente cae esclava de la tecnolog¨ªa. En ¨¦l relat¨® su particular v¨ªa crucis, un no parar que la llevaba por todo el mundo concediendo entrevistas y protagonizando charlas, conferencias y cursos. ¡°Aquello era una inercia peligrosa, iba de Nueva York a Katmand¨² y de Katmand¨² a San Francisco y de San Francisco a Nueva York, daba charlas delante de 3.000 personas y luego me volv¨ªa a Espa?a y poco despu¨¦s volv¨ªa a Nueva York y otra vez a Espa?a, y me entrevistaban en El intermedio y mis redes sociales petaban¡, y eso de la adrenalina engancha mucho, ?sabes?, era adictivo, el momento m¨¢s rock star que he tenido en mi vida¡±.
Pero de repente su cuerpo empez¨® a enviarle se?ales. Una de ellas, en pleno vuelo transoce¨¢nico, grave. Mar Cabra cambi¨® de vida, dej¨® Madrid y se fue a vivir a un pueblecito de la costa de Almer¨ªa, iniciando ¡°un camino de redescubrimiento en el que el silencio y la meditaci¨®n fueron claves¡±. Recuerda: ¡°Si no hubiera parado, habr¨ªa tenido consecuencias mucho peores para mi salud. Creo que no estamos siendo conscientes del da?o que este ritmo y este ruido est¨¢n provocando en nuestra salud mental y f¨ªsica¡±.
¡°No estamos siendo conscientes del da?o que este ritmo est¨¢ provocando en nuestra salud mental y f¨ªsica¡±
Pero m¨¢s all¨¢ de la deshumanizaci¨®n laboral y tecnol¨®gica ¡ªasuntos tambi¨¦n tratados por Remedios Zafra en su muy oportuno ensayo El informe. Trabajo intelectual y tristeza burocr¨¢tica (Anagrama)¡ª, el asunto ensancha su complejidad hasta extremos psicol¨®gicos, sostiene Mar Cabra, para quien la gente no lleva bien la ausencia de est¨ªmulos. ¡°Hay como una percepci¨®n en las sociedades de hoy de que ir a toda velocidad todo el tiempo es lo bueno, y esos espacios o microespacios que hab¨ªa antes de silencio y de vac¨ªo ya no existen. Hoy, con la inmediatez digital, ya no hay espacio entre el est¨ªmulo y la respuesta¡±.
Los espa?oles pasamos una media diaria de seis horas utilizando internet, seg¨²n el informe Digital 2024 Espa?a del portal DataReportal y la agencia We Are Social, y 39,7 millones de espa?oles (un 83,6% de la poblaci¨®n) utilizan redes sociales. En un 45,3% de los casos, lo hacen ¡°para llenar el tiempo libre¡±. ?Tendr¨¢n estos datos que ver con aquellas dos frases para el recuerdo escritas por J. ?. Gonz¨¢lez Sainz en su conmovedor panfleto La vida peque?a. El arte de la fuga (Anagrama)?: ¡°Hemos apantallado el mundo¡±. ¡°Demasiados d¨ªas es todo ya demasiado desde demasiado temprano¡±.
Mar Cabra, que actualmente prepara un libro sobre todas estas cuestiones, alude entre otras cosas a lo que los expertos han identificado como el sesgo de la urgencia, que consiste, en esencia, en que cuando nos llega un mensaje v¨ªa correo electr¨®nico, WhatsApp u otra, tendemos a considerar que es mucho m¨¢s urgente de lo que en realidad es. La periodista pone el dedo en la llaga que m¨¢s escuece: ?c¨®mo administrar nuestras pausas, nuestros momentos de parar? ¡°Dif¨ªcil, por la sencilla raz¨®n de que, cuando hay pausa, empiezan a surgir todos nuestros miedos¡±. Y ah¨ª es donde volvemos a la habitaci¨®n vac¨ªa de Pascal. Y tambi¨¦n a algunas de las reflexiones del psiquiatra, neur¨®logo y escritor vien¨¦s Viktor Frankl en su perenne superventas El hombre en busca de sentido. O a la frase terrible del escritor y pensador George Steiner: ¡°Los j¨®venes ya no tienen tiempo¡ de tener tiempo¡± (entrevista con el suplemento Babelia, de EL PA?S, 1-7-2016).
Pausar. Parar. Templar. Pensar. Volver. El 24 de abril del a?o pasado, los miembros de Vetusta Morla, una de las bandas l¨ªderes en el panorama de la m¨²sica indie espa?ola, anunciaban en un comunicado su intenci¨®n de parar m¨¢quinas hasta 2026. En su texto admitieron con cierta sorna que pensaban haberlo anunciado la v¨ªspera pero que fueron obligados a posponerlo al d¨ªa siguiente. ¡°Alguien nos contraprogram¨®¡±, dijeron en alusi¨®n a aquella Carta a la ciudadan¨ªa de Pedro S¨¢nchez en la que explicaba que se tomaba cinco d¨ªas de reflexi¨®n para ver si segu¨ªa presidiendo el Gobierno o, a su vez, ¡°paraba¡±: para algunos, una voz de alarma sincera; para otros, un chantaje a la ciudadan¨ªa. Como todo el mundo sabe, S¨¢nchez no par¨®. S¨ª pararon los Vetusta, convencidos de que su decisi¨®n era ¡°una cuesti¨®n de salud¡±, de que la autoexigencia musical y extramusical autoimpuesta desde a?os atr¨¢s era ¡°en ocasiones enfermiza¡± y de que la industria en la que se mov¨ªan, la musical, era ¡°una picadora humana¡±.
¡°Parece que siempre est¨¢ pasando algo, pero a lo mejor donde siempre est¨¢ pasando algo es en tus redes, y no tanto en tu vida¡±
Jorge Gonz¨¢lez, el percusionista de la banda, desgrana hoy as¨ª los porqu¨¦s de aquella decisi¨®n, que se sumaba a la adoptada en los ¨²ltimos tiempos por ilustres colegas como Pablo Albor¨¢n (2024), Dani Mart¨ªn (2022), Quevedo (2024), Rayden (2023) o, en el plano internacional, Ed Sheeran (2016 y de nuevo en 2019). Parones definitivos en algunos casos, y en otros retiros temporales que ¡ªseamos sinceros¡ª en el mundo de la m¨²sica no siempre dejan claro si se trata de firmes decisiones de replanteamiento vital o de estudiadas estrategias de marketing. ¡°Esta decisi¨®n tuvo bastante que ver con la pandemia. Salimos de ella haciendo una gira, de eso hace ya cuatro a?os, y en estos cuatro a?os hemos sacado dos bandas sonoras, un documental, dos discos, hemos hecho una gira de grandes recintos, hemos tocado en muchos festivales¡ Ha sido todo demasiado intenso¡±.
El integrante de Vetusta, que en la actualidad est¨¢ inmerso en un proyecto personal sobre salud mental en la industria de la m¨²sica, no solo est¨¢ convencido de la conveniencia de un par¨®n para el caso concreto de Vetusta Morla y para otros ejemplos de solistas y bandas. Cree que los beneficios de un par¨¦ntesis o de una retirada ¡ªseg¨²n los casos¡ª resultan evidentes en lo que podr¨ªa denominarse como la era de la inercia. ¡°Vivimos¡±, explica, ¡°en una sociedad en la que parece que siempre est¨¢ pasando algo, pero a lo mejor donde siempre est¨¢ pasando algo es en tus redes, o en las noticias de los medios, y no tanto realmente en tu vida. O sea, b¨¢sicamente es un constructo que nos hacemos en nuestra cabeza con lo que recibimos en nuestros tel¨¦fonos¡±. ?D¨®nde queda la l¨®gica sucesi¨®n de trabajos y descansos, de actividad e inactividad, de furores y calmas? ?l lo tiene claro: ¡°Estamos como los burros esos que atan al carro, les tapan los ojos y les dicen que tiren todo el rato para adelante¡±.
El a?o 2017 no fue f¨¢cil para el empresario donostiarra Vicente Ansorena. Llevaba tiempo afrontando un drama familiar que lo ten¨ªa f¨ªsica y psicol¨®gicamente contra las cuerdas, pero todo se precipit¨® una noche, al despertar de golpe. Ah¨ª empez¨®, sin ¨¦l sospecharlo, el proceso que iba a cambiar su vida. Acab¨® sustituyendo sus d¨ªas de empresario exitoso en el campo de la venta de equipos de cine, televisi¨®n y m¨²sica por la pr¨¢ctica y ense?anza del yoga, la meditaci¨®n diaria y el cultivo de la atenci¨®n plena.
¡°Veo cada d¨ªa a muchas personas que viven como aut¨®matas¡±
Vicente Ansorena recibe a media tarde en la terraza de su casa en el donostiarra barrio de Berio. A lo lejos, sobre el monte, pegado a un caser¨ªo, hay un reba?o de ovejas que de lejos parece un adorno de nieve artificial espolvoreada sobre el verde. Es una de sus visiones favoritas cuando se levanta cada ma?ana y desayuna al fresco. Y se pone a recordar los viejos duros tiempos: ¡°La no aceptaci¨®n de lo que estaba viviendo me par¨® en seco de forma radical. Fue tan s¨²bito que ocurri¨® de madrugada mientras dorm¨ªa. Aquella noche, la somatizaci¨®n de mi sufrimiento parti¨® mi cuerpo en dos, me despert¨¦ con un dolor f¨ªsico bestial en el vientre y el pecho como jam¨¢s hab¨ªa sentido, adem¨¢s del espiritual, que ya llevaba sufriendo desde el d¨ªa en que nos comunicaron que mi ni?a ten¨ªa un tumor cerebral. Desde esa noche mi vida ya no fue la misma, y no he cesado hasta hoy. Es un cambio de paradigma en mi forma de ver, vivir y estar en el mundo¡±. Hoy admite que la feliz recuperaci¨®n de su hija tambi¨¦n ha debido de influir sobremanera en este su ¡°parar¡± y en este su ¡°cambiar¡±. Un ¡°parar¡± que ¨¦l considera ¡°absolutamente necesario, aunque tambi¨¦n contracultural¡±. ¡°Yo tuve la suerte¡±, cuenta, ¡°de que la vida me diera una segunda oportunidad, pero veo todos los d¨ªas c¨®mo mucha gente a mi alrededor vive dormida, como si fueran aut¨®matas. Y cuando me preguntan c¨®mo ellos tambi¨¦n podr¨ªan parar, veo que su m¨¢scara, sus prejuicios, sus creencias o su ego generan tal resistencia que la mayor¨ªa se abandona de nuevo al piloto autom¨¢tico¡±.
Probablemente la mayor paradoja de toda esta historia de aspiraciones, dudas y decisiones se llama Pablo y se apellida D¡¯Ors. El fundador del colectivo de meditadores Amigos del Desierto y autor del aclamado ensayo Biograf¨ªa del silencio (Siruela y Galaxia Gutenberg) lleva a?os predicando no solo en favor de ese silencio frente al exceso de ruido con o sin sonido, sino tambi¨¦n en defensa de una vida en la que la gente no tenga problema en quedarse quieta¡, aunque ¨¦l es el primero que no logra hacerlo. Desde que public¨® ese libro en 2012, D¡¯Ors no para de viajar por todo el mundo dando conferencias, participando en coloquios y en salones del libro, impartiendo retiros (?de silencio!), dando entrevistas y hablando sin parar en auditorios llenos. Una aut¨¦ntica estrella del pensamiento, t¨¦rmino que seguro le va a sentar fatal. ¡°Viajo y hablo much¨ªsimo, es cierto, y me relaciono con cientos de personas, es verdad, pero eso no significa que no pare. Paro todos los d¨ªas dos horas, que es mi ritmo de meditaci¨®n diario. Paro cada semana un d¨ªa y cada a?o siete veces, en mis retiros. En realidad, vivo como respiro: inspiro y espiro, entro y salgo¡ Lo saludable es, precisamente, ese ritmo¡±. Este autor que sabe meter el dedo en llagas cuya existencia a veces ni se sospecha ha hablado y escrito sobre un suced¨¢neo peligroso: ¡°La avidez por vivir en vez de realmente vivir¡±. Ah¨ª incluye la obsesi¨®n del rendimiento y el perfeccionismo como ley: ¡°Es uno de los males de nuestro tiempo. Valoramos a las personas por lo que rinden, no por lo que son. Y el perfeccionismo es sencillamente absurdo, porque revela falta de aceptaci¨®n de la realidad¡±.
¡°El perfeccionismo es absurdo, porque revela falta de aceptaci¨®n de la realidad¡±
Hace 18 a?os, cuando ten¨ªa 35, el periodista econ¨®mico Baltasar Monta?o tom¨® una decisi¨®n. Dejar¨ªa de trabajar antes de los 50. Hace ocho a?os que cumpli¨® su promesa. Su meta era de enunciado simple pero de complicada ejecuci¨®n: manejar su vida. Dise?¨® un plan para retirarse joven y vivir viajando sin parar y sin esperar a la jubilaci¨®n para disponer de todo su tiempo. Dicho y hecho. Se puso a ahorrar en serio, y en 2000 ¡ª¡°cuando a¨²n se pod¨ªa¡±¡ª se compr¨® un piso en el madrile?o barrio de La Latina. Lo pag¨® mediante hipoteca en 11 a?os. Hoy lo tiene alquilado y el importe de ese alquiler supone el 70% de sus ingresos mensuales, que tiene establecidos en torno a 1.700 euros. El otro 30% lo logra tirando un poco (en funci¨®n de lo que cueste la vida en el pa¨ªs en el que se encuentre en ese momento: no es lo mismo vivir en Jap¨®n que en Birmania) del colch¨®n de ahorro que mantiene¡°¡°¡°.
La suya es, cuenta, ¡°una vida en permanente movimiento por placer y gusto¡±. Cuando decide a qu¨¦ pa¨ªs va a viajar, solo planea ese destino, y solo cuando piensa que ha llegado el momento de salir, dise?a el pr¨®ximo. ?Los peores momentos? M¨¢s all¨¢ de alguna azarosa ruptura sentimental, aquella vez que se clav¨® un ancla en un pie buceando en Malasia, lo que le provoc¨® una grave infecci¨®n, y los dos controles de carretera que los narcos le hicieron pasar en Sinaloa (M¨¦xico). Estas y otras an¨¦cdotas las cont¨® con humor y pulso period¨ªstico hace dos a?os en su libro Sin billete de vuelta (C¨ªrculo de Tiza). Cada tres o cuatro meses pasa unos d¨ªas en casa de sus padres, en Puebla de Sancho P¨¦rez (Badajoz), donde carga pilas. Y reconoce: ¡°Para ser sincero, tengo que decir que este cambio de vida lo puedes hacer si tienes pocas responsabilidades, si te desligas de esas obligaciones que nos ponemos en nuestras vidas, como el tener hijos, querer gastar mucho, etc¨¦tera¡±, explica.
¡°Hay que ser sinceros: estos cambios de vida los puedes hacer si no tienes grandes responsabilidades¡±
Para este trotamundos vocacional, la vida es viajar. Y lo mismo pueden decir Carmen Balb¨¢s y Jos¨¦ Mar¨ªa Gonz¨¢lez. Catedr¨¢ticos de Historia del Arte jubilados, y ella, adem¨¢s, inspectora de Hacienda jubilada, llevan a?os haciendo y deshaciendo maletas y subiendo y bajando de aviones para hacer lo que m¨¢s les gusta en esta vida: viajar por todo el mundo. Hace poco estuvieron en Albania, que era el ¨²nico pa¨ªs que les faltaba de Europa. No hace falta decir que en bastantes de ellos han estado numerosas veces, y lo mismo en Am¨¦rica y Asia. Es su caso una paradoja en toda regla. Cuando abren la puerta de su casa de Majadahonda, ya est¨¢n planeando el siguiente viaje. O sea: no paran. Y sin embargo: ¡°Para nosotros viajar es parar, parar en el sentido de evadirnos de nuestra vida habitual¡±, sentencia Carmen. ¡°Para nosotros, el no parar es precisamente estos d¨ªas en Madrid, cuando nos dedicamos a ver a amigos, a ir a exposiciones, a hacer recados, a ir al m¨¦dico porque ya somos mayorcitos¡, es asfixiante, un estr¨¦s¡, un no parar. En cambio, cuando estamos por ah¨ª de viaje¡, pues estamos a nuestra bola¡±. Y a?ade su marido y compa?ero de viajes: ¡°Cuando estamos en casa mucho tiempo, es cuando nos sentimos m¨¢s cansados¡ y cuando m¨¢s discutimos. Por eso nos gusta decir que, como fuera de casa, en ning¨²n sitio¡±. ?Una adicci¨®n? ¡°Pues s¨ª, al final es una adicci¨®n¡±, admite Carmen.
El a?o pasado fue tranquilo. Estuvieron en Marbella, Canarias, Brasil (Salvador de Bah¨ªa, Minas Gerais, Iguaz¨², S?o Paulo, R¨ªo de Janeiro), Turqu¨ªa, Roma (con sus nietas), Sicilia, Bruselas, Albania y un viaje en barco por el canal de Castilla, todo ello salpicado de sucesivas visitas a su casita en Canet de Mar. Ya planean Sud¨¢frica y una en¨¦sima visita a Grecia. Traducci¨®n de todo esto al rom¨¢n paladino: no hace falta estarse quieto para ¡°parar¡±. Eso s¨ª, los viajes de Carmen y Jos¨¦ Mar¨ªa, que los preparan de manera concienzuda, no se parecen mucho a los de la pareja del encabezado de esta historia, que se iba a D¨¹sseldorf como quien se va a las Batuecas o a Cercedilla porque s¨ª, porque hay un billete barato. ?Los dos destinos que nunca olvidar¨¢n? En el caso de ella, un atardecer con los pies metidos en un canal de Delft (Holanda). En el de ¨¦l: un amanecer en las ruinas de Machu Picchu.
Sin duda, dos buenos lugares¡ donde parar.