Los virus blanquearon Andaluc¨ªa
Las antiguas epidemias contribuyeron a instalar el encalado de la arquitectura popular como un rito social
Con su cubo y su pinceleta mojada de cal, Manuela Delgado contribu¨ªa cada primavera a mantener viva la imagen pulcra e inmaculada de Medina Sidonia, uno de esos pueblos blancos de postal de C¨¢diz. Reviv¨ªa el rito que vio durante a?os en su madre y su abuela sin plantearse demasiado el porqu¨¦. Pero, en estos d¨ªas en los que la crisis del coronavirus no le ha dejado encalar como le gustar¨ªa, Delgado ha recordado el motivo de la lecci¨®n matriarcal: ¡°Se blanqueaba por las epidemias. Por mucho que nos hayamos modernizado, mira c¨®mo la naturaleza dice hasta aqu¨ª lleg¨®. Ya dec¨ªan mis antepasados que la cal quita todos los microbios¡±.
Recorrer pueblos andaluces como Medina Sidonia supone toparse con una sucesi¨®n de fulgurantes fachadas blancas. La impronta est¨¢ tan marcada que en muchos casos es precepto urban¨ªstico y reclamo tur¨ªstico. Pero no siempre fue as¨ª, ?qu¨¦ ocurri¨® para que localidades que luc¨ªan colores como el almagre, el azul o el albero se decoloraran? Las sucesivas epidemias de peste, fiebre amarilla o tifus de los siglos XVI al XIX fueron en buena parte culpables de esta obsesi¨®n que sobrevive como un rito social asociado a la higiene, la mudanza de las estaciones, la pulcritud y hasta la renovaci¨®n tras la muerte.
El efecto antis¨¦ptico y antibacteriano del ¨®xido de calcio est¨¢ contrastado en distintos estudios cient¨ªficos y hace que la cal mantenga m¨¢s de 130 usos relacionados con su poder higienizante. Aunque a¨²n no se ha demostrado la incidencia concreta que podr¨ªa tener contra el coronavirus, en las caleras tradicionales de Gordillos, en Mor¨®n de la Frontera (Sevilla), han donado pintura a la base de cal para blanquear las estancias comunes de la residencia de ancianos de la localidad. ¡°Ten¨ªamos la obligaci¨®n moral de poner nuestra empresa a este fin. Hay estudios y experiencias de que es algo que se ha hecho en las epidemias¡±, razona Isidoro Gordillo, ¨²ltima generaci¨®n al frente de una empresa fundada en 1874.
La cal es uno de los materiales de construcci¨®n m¨¢s antiguos empleados por el hombre. Mezclada en mortero con o sin pigmentos, disuelta en agua como enlucido, se ha empleado durante milenios en la arquitectura. Sin embargo, no es tan f¨¢cil determinar el momento exacto en el que se estableci¨® una causa-efecto para su uso durante epidemias. La archivera de Medina Sidonia Mar¨ªa Jos¨¦ D¨¢vila ha encontrado referencias hist¨®ricas a ¨®rdenes para el sellado de las tumbas con cal durante la peste, ya en el siglo XVII. Y el catedr¨¢tico y arquitecto especializado en restauraci¨®n Eduardo Mosquera recuerda las medidas higienistas durante el periodo del rey Carlos III ¡ªsiglo XVIII¡ª que llevaron, entre otras medidas, a pintar los interiores de hospitales e iglesias de blanco.
¡°Fue por higiene y por uniformizaci¨®n acad¨¦mica¡±, rememora Mosquera, en referencia a un periodo neocl¨¢sico que llev¨® a denostar el color del barroco. El arquitecto apunta a que, por asimilaci¨®n, el fulgor pudo extenderse a una arquitectura popular que, con toques de color en el caso del sur peninsular, ya usaba el blanco en zonas c¨¢lidas y del Mediterr¨¢neo por su poder refractario de la luz. Para Gema Carrera, antrop¨®loga del Instituto Andaluz del Patrimonio Hist¨®rico, hay otra causa m¨¢s en la p¨¦rdida de color sucesiva que experimentaron muchos pueblos despu¨¦s de cada virus: ¡°En ¨¦pocas de carest¨ªa como en las epidemias y hambrunas no siempre era f¨¢cil disponer de pigmentos. Esto encarec¨ªa la pr¨¢ctica del encalado. Por lo que se empleaba fundamentalmente el blanco de la cal¡±.
Con cada oleada de infecciones, la practicidad fue mutando en rito, especialmente arraigado en zonas como la Baja Andaluc¨ªa, que comprende las provincias de C¨¢diz, Huelva y Sevilla. ¡°En la habitaci¨®n donde mor¨ªa alguien se derret¨ªa cal¡ªen referencia a la t¨¦cnica de hidrataci¨®n o apagado¡ª¡±, rememora Gordillo. ¡°El blanco es lo inmaculado, donde se distingue la suciedad¡±, a?ade Mosquera. Y por ello, el encalado se convirti¨® en un rito de limpieza vinculado a la mujer. De ah¨ª, salt¨® a los tiempos del a?o: las fachadas se pintaban en primavera, para las fiestas patronales y los cementerios, en noviembre para adecentarlos por el mes de los difuntos. ¡°En casi todas las viviendas andaluzas hab¨ªa siempre alg¨²n rinc¨®n con los materiales necesarios para un cuidado fundamental: brochas, escobillas, escaleras, tinajas, cubos, con cal apagada, siempre dispuesta para ¡®dar un repasito¡¯ y ¡®coger los desconchones¡±, rememora Carrera.
Con la costumbre del encalado tan interiorizada, el r¨¦gimen franquista lo convirti¨® en reclamo tur¨ªstico para algunos pueblos ubicados en la Sierra de C¨¢diz y sus alrededores. El fen¨®meno se extendi¨® m¨¢s all¨¢ de la provincia y fue decolorando las fachadas de municipios de toda la geograf¨ªa andaluza. Y el blancor sobrevivi¨® incluso m¨¢s que la cal, ya que la mayor¨ªa de estos pueblos ya se enlucen con pinturas pl¨¢sticas modernas. Solo algunos Ayuntamientos, como el de Medina, intentan mantener viva la costumbre del encalado regalando terrones de material a sus vecinos. Aunque, parad¨®jicamente, la iniciativa este a?o est¨¢ paralizada por la cuarentena. Que se lo digan a Manuela Delgado que a¨²n no ha podido coger su pinceleta, justo en la primavera en la que su pueblo revive una nueva epidemia como esas que marcaron a sus antepasados.
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