La yincana de votar en Ordizia, la localidad del foco de los 73 confinados por coronavirus
La localidad guipuzcoana acude a las urnas entre precauciones especiales tras un rebrote esta semana que impide ejercer el voto a los contagiados
El colegio parece un laberinto lleno de flechas en el suelo, vallas marcando el recorrido y precintos para acotar las sendas. Un laberinto decorado con coloridos carteles infantiles. Al fondo, un tobog¨¢n; junto a una pared, los triciclos. Solo que los menores no est¨¢n invitados a esta fiesta. Los participantes deben llevar mascarilla y quienes lucen chalecos reflectantes no son monitores, sino los encargados de distribuir los turnos de voto ante las mesas electorales de Ordizia (Gipuzkoa). La expansi¨®n del coronavirus ha provocado un rebrote en uno de los bares de este municipio con 10.150 habitantes censados, por el que 73 personas permanecen recluidas, la mayor¨ªa en la localidad o los alrededores, y no pueden ejercer su derecho al sufragio este 12 de julio, d¨ªa de las elecciones vascas.
La organizaci¨®n de la jornada electoral no ha sido un juego de ni?os. El circuito distribuye el tr¨¢fico de votantes, separados escrupulosamente por marcas en el suelo, rumbo a las mesas que les corresponden. Pobre de aquel que se acerque demasiado, no respete turnos, no se proteja la nariz y la boca o no se eche gel higi¨¦nico en las manos: los j¨®venes desplegados por el Ayuntamiento para garantizar estas medidas reprenden sin miramientos. Tambi¨¦n a quienes no salen por los lugares indicados. El alcalde, Adur Ezenarro (EH Bildu), critica al Gobierno vasco por permitir los comicios y destaca que su Consistorio ha trabajado duramente para ¡°priorizar la salud¡±: los presidentes de las mesas quedan protegidos por una mampara aparte de por las mascarillas y la distancia. El regidor acudi¨® desde primera hora al reconvertido front¨®n local para dar instrucciones a los vecinos e incluso medir la temperatura de los representantes de las mesas. Aquellos que acudan a las urnas, sostiene, lo har¨¢n con certezas. Pero no todo el pueblo puede votar, algo ¡°incre¨ªble en pleno siglo XXI¡± seg¨²n su alcalde, molesto con que la Junta Electoral rechazara el recurso de su partido contra la celebraci¨®n electoral de este domingo lluvioso en la ma?ana de Ordizia.
El agua le resulta indiferente a Jos¨¦ Mar¨ªa P¨¦rez, que ha depositado su papeleta a primera hora vestido con pantalones cortos. ¡°Estamos en verano¡±, argumenta. Raz¨®n no le falta, aunque la climatolog¨ªa y las circunstancias de unas auton¨®micas en pleno julio contrasten con una ¨¦poca estival convencional. Su amigo Jes¨²s Alonso y ¨¦l coinciden en que los confinados ¡°deber¨ªan poder votar¡± de alg¨²n modo y ponen como ejemplo el voto por correo.
Los paseantes cumplen escrupulosamente la orden de llevar mascarilla. Unas se?oras comentan frente a una farmacia que se sienten ¡°como un delincuente com¨²n¡± si se les ocurre ir sin ella. Varios agentes patrullan, caminando y en coche, para controlar que se cumpla la normativa y, como afirma uno de ellos, certificar que los aislados permanecen en sus casas. ¡°De momento no hay problema¡±, se?ala un uniformado: sus compa?eros y ¨¦l visitan de vez en cuando los domicilios de estos 73 individuos y les piden que se asomen por la ventana o den se?ales de que siguen en sus hogares.
El pensamiento general de aquellos que han depositado su papeleta es la solidaridad con quienes no han podido hacerlo, aunque comprenden que el contexto sanitario impida que lo hagan. El problema es que no puedan ejercer este derecho fundamental ¡°de ning¨²n modo¡±, tal y como dice Ignacio Ruiz, aunque matiza que ¡°tampoco son tantos¡± los afectados. Uno de ellos es un sobrino suyo que, seg¨²n ¨¦l, tampoco ten¨ªa intenci¨®n de ir a las urnas. A Ruiz tambi¨¦n le extra?a que no puedan votar de ning¨²n modo, ni mandando ¡°un notario¡± a sus domicilios. Mar¨ªa Garmendia, una votante veterana, lamenta que los ¡°tristes acontecimientos¡± hayan implicado esta problem¨¢tica. ¡°Me hubiera dado mucha pena quedarme sin votar¡±, asegura esta jubilada, a quien su familia no le ha tratado de impedir el sufragio. Ella admite ¡°algo de miedo¡± pero quien vence en este conflicto es su deseo de ¡°cumplir su deber¡±.
Los perjudicados por este rebrote optan por la discreci¨®n. Uno de ellos, seg¨²n explica su pareja a trav¨¦s del telefonillo del portal, prefiere no contestar. Misma respuesta entre los contagiados del entorno de una de las j¨®venes que ayudan en el front¨®n, aunque esta admite que ¡°todo el pueblo los conoce¡±. Javier Garc¨ªa le pone una sonrisa a la situaci¨®n, m¨¢s por resignaci¨®n que por disfrute. La casualidad ha querido que le haya tocado presidir una mesa en dos elecciones consecutivas. Admite sentirse ¡°c¨®modo y seguro¡± gracias a la mampara, la mascarilla y la distancia de seguridad.
La donostiarra Maite Leturia se contagi¨® en Ordizia y no podr¨¢ votar en San Sebasti¨¢n, donde se ha confinado, algo que considera ¡°irresponsable y vergonzoso¡±. La mujer siente que los afectados parecen ¡°apestados¡± y censura que los responsables sanitarios carecieran de un plan ante rebrotes.
Los bares ejercen de term¨®metro, esta vez social, del ambiente en Ordizia. Los grupos, de diversas edades, aprovechan que sale el sol para ocupar las terrazas, tomarse unos vinos y unos pinchos. La variedad en las consumiciones se opone al tema monotem¨¢tico de conversaci¨®n: esta pandemia que ha provocado que en sus calles haya m¨¢s carteles pidiendo precauci¨®n que panfletos electorales.
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