El ¡®Hijo de Sat¨¢n¡¯ que serv¨ªa al dinero en un chal¨¦ de C¨¢diz
Un hombre acaba condenado a m¨¢s de tres a?os de prisi¨®n por estafar a sus v¨ªctimas, a las que sugestionaba con rituales demoniacos
Para que una estafa prospere hace falta que el estafador d¨¦ con el flanco d¨¦bil de la v¨ªctima y lo explote en su beneficio. Las flaquezas m¨¢s comunes, y habitualmente m¨¢s trabajadas por estos delincuentes, suelen ser la codicia, como en el timo de la estampita, o la ignorancia, como en las cartas nigerianas que anuncian al incauto que ha ganado un premio de loter¨ªa que no ha jugado. Otros delincuentes, como Carlos Javier Rojas, que se hac¨ªa llamar el Hijo de Sat¨¢n, se aprovechan del estado de necesidad, los terrores o las supersticiones de sus v¨ªctimas para manipularlas y sacarles el dinero.
¡°Profesor vidente brujo Sat¨¢n, experiencia y seriedad, poder en todos los ¨¢mbitos, para solucionar problemas especialmente de amor, recuperar pareja, quitar mal de ojo, impotencia sexual¡±. Este anuncio, publicado entre 2008 y 2009 en una web de anuncios clasificados, atrajo al menos a cuatro personas que, desesperadas por sus problemas, acudieron a un chal¨¦ de Chiclana de la Frontera (C¨¢diz) para participar en rituales en los que Rojas se ba?aba en la sangre de animales ante un altar en el que el ¨²nico culto era al dinero. Con sus ritos esot¨¦ricos y la advertencia de que el demonio les traer¨ªa ¡°desgracias personales¡± si no hac¨ªan sacrificios econ¨®micos, el Hijo de Sat¨¢n sac¨® a sus v¨ªctimas m¨¢s de 350.000 euros.
Rojas no solo se dedicaba a manipular mentes asustadas, como la de Consolaci¨®n, madre de un ni?o enfermo, que vendi¨® dos pisos con la esperanza de calmar al maligno a trav¨¦s de los ritos del estafador. El santero tambi¨¦n ten¨ªa un negocio ilegal de venta de coches que importaba de Alemania y a los que trucaba el cuentakil¨®metros. La Audiencia Provincial de C¨¢diz lo ha condenado a tres a?os y medio de prisi¨®n por estafa continuada. Junto a ¨¦l ha sido condenada su esposa, Marisa M. P, que le asist¨ªa en el chal¨¦, y su socio, Abel V. A., que le ayudaba a manipular los veh¨ªculos.
La sentencia, recurrible ante el Tribunal Supremo, ha sido m¨¢s leve de lo que cabr¨ªa esperar: Rojas se ha beneficiado de la atenuante por dilaciones indebidas. Su caso ha tardado 11 a?os en juzgarse. La sentencia le ha llegado mientras cumpl¨ªa condena por otra estafa de compraventa de coches.
Cuando los agentes descubrieron lo que ocurr¨ªa en el interior del chal¨¦ en el oto?o de 2009, Rojas hizo una gira televisiva en la que negaba la estafa y presum¨ªa de tratos con el maligno. En el juicio celebrado contra ¨¦l la semana pasada volvi¨® a incidir: ¡°Lo invert¨ª todo en mi dios Sat¨¢n¡±, explic¨®, seg¨²n recogi¨® Diario de C¨¢diz.
Los jueces parten de la base de que ¡°realizar ritos religiosos, esot¨¦ricos o m¨ªsticos¡± por dinero no constituye por s¨ª solo un delito. S¨ª lo es que a esos clientes se les sugestione ¡°para que creyesen que sin su intercesi¨®n ante Sat¨¢n iban a sufrir graves desgracias, para lo cual deb¨ªan hacer donaciones que (¡) implicaron significativas, inexplicables y, ante todo, desproporcionadas entregas de dinero¡±, como recoge la sentencia.
Rojas y su esposa organizaban supuestos rituales sat¨¢nicos en los que no dudaban en sacrificar animales como cabras o gallinas y ba?arse con su sangre. Eva Mar¨ªa y Antonio, una pareja de novios, acabaron participando de estos ritos nocturnos. A ella, el santero la advert¨ªa de que iba a ¡°sufrir una enfermedad y que su madre iba a morir¡±, lo cual ¡°¨²nicamente pod¨ªa solucionarse mediante entregas de dinero a Sat¨¢n¡±. A ¨¦l le convenci¨® de que deb¨ªa ofrendar dinero al demonio para que su negocio funcionase. Antonio acab¨® entregando una placa de oro y hasta 12.000 euros que colocaba por las noches en el altar de los sacrificios y que ¡°desaparec¨ªa al d¨ªa siguiente¡±, como queda recogido en la sentencia.
El santero embauc¨® a Mar¨ªa Consolaci¨®n para que acabase vendiendo dos pisos y le entregase los 239.000 euros que obtuvo, parte de un importe que lleg¨® a d¨¢rselo en una bolsa de basura en la misma notar¨ªa. Le prometi¨® ¡°curar una enfermedad de su hijo menor¡± y ¡°la convenci¨® de que sobre ella y sobre su hijo pesaba el riesgo de morir en un accidente y que para evitarlo hab¨ªa que hacer una serie de sacrificios econ¨®micos¡±, afirma la resoluci¨®n.
Con las mismas amenazas de sufrir posesiones, males y accidentes provocados por el maligno, otra mujer, Mar¨ªa Luisa, lleg¨® a darle otros 60.000 euros de otra propiedad vendida. Los jueces creen probado que todas estas estafas eran posibles porque ¡°el acusado lograba un claro ascendiente sobre los perjudicados¡±.
Rojas compatibiliz¨® su sucursal del mal en Chiclana con otra estafa por la que tra¨ªa coches desde Alemania para venderlos en Espa?a con el kilometraje trucado. Los magistrados le han considerado tambi¨¦n culpable de embaucar hasta a ocho personas. A algunas de ellas nunca les entreg¨® los veh¨ªculos ni les devolvi¨® las fianzas entregadas. A otras les lleg¨® a dar los veh¨ªculos, aunque sin tasaciones reales y con valoraciones y kilometrajes trastocados. Se hac¨ªa llamar Hijo de Sat¨¢n, pero no ten¨ªa m¨¢s dios que el dinero.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.