Terranova, la tumba del Atl¨¢ntico
La ciudad canadiense, anta?o conocida por su flota pesquera, ha reconvertido su econom¨ªa a la generaci¨®n de servicios a las plataformas petrol¨ªferas
En las calles de San Juan de Terranova, una villa fundada a comienzos del siglo XVI por marineros de la localidad guipuzcoana de San Juan de Pasajes (actual Pasaia), s¨®lo el viento tiene derecho de paso. Las r¨¢fagas, huracanadas, son tan violentas que frenan el avance de los viandantes, cuando no los trasladan en volandas unos metros, o derriban a alguien en un cruce muy expuesto. El viento zarandea con sa?a los sem¨¢foros y los m¨¢stiles de los pesqueros amarrados en el puerto, mientras las banderas enloquecen en el asta, fren¨¦ticas. Si eso sucede en tierra firme, resulta imposible imaginar las circunstancias que rodearon el naufragio y la b¨²squeda de la tripulaci¨®n del Villa de Pitanxo, el arrastrero gallego que pescaba flet¨¢n y que zozobr¨® en la madrugada del martes en el Gran Banco de Terranova. O s¨ª se puede imaginar, vagamente: algo as¨ª como el infierno surgido del hielo.
Ver entrar por la bocana del puerto al Playa Mendui?a II, el pesquero gallego que este s¨¢bado devolvi¨® a tierra a los tres supervivientes y siete de los cad¨¢veres recuperados, permite hacerse una idea de la peque?ez de un barco de dimensiones parecidas al siniestrado: 50 metros de eslora (de proa a popa), un se?or barco. Pero en comparaci¨®n con la inmensidad del entorno, parece una c¨¢scara de nuez flotando, a merced del destino.
De los 24 miembros de la tripulaci¨®n del Villa de Pitanxo, s¨®lo se han salvado tres. A los nueve cad¨¢veres recuperados durante el rescate, hay que sumar 12 desaparecidos, originarios de Galicia, Per¨² y Ghana. Sus familiares exigen que se retome la b¨²squeda, y las autoridades de Canad¨¢ han mostrado su voluntad, pero de poco sirve cuando el viento alcanza los 120 kil¨®metros por hora y el tiempo transcurrido desde el accidente, y la temperatura del agua, permiten albergar muy pocas esperanzas de supervivencia. La diferencia entre recuperar los cuerpos e iniciar el duelo ¡ªadem¨¢s de poder cobrar una indemnizaci¨®n o la pensi¨®n de viudedad u orfandad¡ª y llorar a un desaparecido no es s¨®lo una cuesti¨®n de incertidumbre, sino de dolor sobrea?adido.
¡°Que nadie piense que Canad¨¢ pone trabas u obst¨¢culos, porque son los tr¨¢mites habituales. La burocracia es esencialmente garantista, pero en este pa¨ªs est¨¢ regulado todo, hasta el l¨ªmite de capturas por especie y por pescador en la modalidad de pesca deportiva, cuando no hay veda. Est¨¢ todo reglamentado, es un sistema funcional que puede pecar de exhaustivo, pero funcional al cabo, por eso a los familiares puede parecerles que han tardado mucho¡±, explica Denis, due?o de un negocio de pesca deportiva. En efecto, s¨®lo cumplimentar los formularios sanitarios a la llegada al pa¨ªs ¡ªe incluso al aterrizar en la provincia de Terranova tras un vuelo dom¨¦stico¡ª requiere enormes dosis de paciencia: resultan fatigosos hasta el desmayo. Eso tambi¨¦n explica que la incidencia de la covid sea mucho m¨¢s limitada que en EE UU, pese a las insistentes protestas de los camioneros antivacunas. La repatriaci¨®n de las v¨ªctimas del Villa de Pitanxo no iba a ser una excepci¨®n a la norma, para desesperaci¨®n de las familias.
Los estragos de la covid y el duro invierno canadiense han convertido San Juan de Terranova en una ciudad fantasma. Casi no hay peatones, s¨®lo indigentes sentados a la intemperie, con la palma de la mano abierta, implorante, y los estragos del alcohol visibles en el rostro: la provincia de Terranova y Labrador presenta la tasa m¨¢s alta de consumo excesivo de alcohol del pa¨ªs (casi el 30%, diez puntos m¨¢s que la media nacional). Decenas de locales comerciales han cerrado y hay incontables carteles de inmuebles en venta. La cercan¨ªa de plataformas petrol¨ªferas y la generaci¨®n de servicios han sustituido como fuente de ingresos el man¨¢ tradicional de la pesca, en decadencia progresiva desde los sesenta, e incapaz de competir m¨¢s tarde con la pesquer¨ªa industrial, masiva, de pa¨ªses como China, o de Jap¨®n en el Mediterr¨¢neo.
Por eso San Juan de Terranova, pese a ser la ciudad m¨¢s poblada de la provincia y la segunda mayor de las regiones del Atl¨¢ntico canadiense, hiberna como un oso sin madriguera. Una poblaci¨®n envejecida ¡ªel 20% de los trabajadores superaba los 55 a?os en 2016; la mayor¨ªa de los indigentes los cumplieron hace mucho¡ª y un crecimiento econ¨®mico positivo, pero bastante a la zaga de otras ciudades de tama?o similar en el pa¨ªs, ofrecen la foto fija, casi congelada, de una ciudad tan pr¨®spera (14.500 millones de d¨®lares canadienses de PIB en 2021, unos 10.040 millones de euros) como desdichada, dado el historial de naufragios que atesora. El Titanic se hundi¨® en estas aguas.
¡°Nuestra riqueza son los recursos naturales. Antes era la pesca, pero el man¨¢ del petr¨®leo desplaz¨® el inter¨¦s de la industria. La pesca est¨¢ muy sujeta a criterios de sostenibilidad, por eso es imposible competir con flotas m¨¢s industrializadas, mientras que los yacimientos petrol¨ªferos no¡±, a?ade Denis, que reconvirti¨® el viejo negocio familiar (una peque?a flota pesquera) hacia la modalidad deportiva. En el muelle donde est¨¢n amarrados los pesqueros de bajura, imposibilitados de faenar por el mal tiempo, la arboladura de los barcos entrechoca como un combate de esgrima por culpa del viento huracanado. Paul Lion, irland¨¦s casado con una canadiense y residente en San Juan desde hace d¨¦cadas, confirma el declive de la industria pesquera, pero no el de los naufragios. ¡°Las condiciones en invierno son dur¨ªsimas, cada vez menos gente se dedica a la pesca. Pero los naufragios no cesan, en el ¨²ltimo s¨®lo hubo un superviviente de una tripulaci¨®n de 18 personas¡±. El bajo porcentaje de inmigraci¨®n que recibe la isla de Terranova, en comparaci¨®n con otras zonas del pa¨ªs, no es suficiente para reemplazar a los locales desencantados de la mar. En el puerto de San Juan es mucho m¨¢s habitual este s¨¢bado ver barcos de apoyo de las plataformas petrol¨ªferas ¡ªcomo el Nexus, que particip¨® en el rescate del Villa de Pitanxo y llev¨® a dos cad¨¢veres a puerto¡ª y cargueros que coloridos pesqueros.
¡°En Terranova se vive bien, hay una fant¨¢stica calidad de vida y los servicios p¨²blicos son muy buenos: hay todo lo que puedas desear, de bibliotecas a piscinas o canchas de deporte, universidad, colegios. Es un lugar muy indicado para criar a los hijos, aunque las perspectivas de bienestar se pierden m¨¢s adelante, por un consumo excesivo del alcohol, por fortuna no generalizado. Y los terranovenses son de lejos los canadienses m¨¢s acogedores de todos¡±, dice Paul con un gui?o, como s¨®lo un irland¨¦s puede hacerlo: con conocimiento de causa. ¡°Pero la gente joven no quiere sufrir, por eso no se embarcan. O emigran o se van a trabajar a las plataformas¡±. De esa ¨¦poca a?eja, cuando el mar era el medio de vida, quedan esos indigentes con los ojos velados por el alcohol, muchos de ellos viejos lobos de mar, desubicados lejos de las salas de m¨¢quinas y los aparejos. Seres a la deriva a merced, como todos, del Atl¨¢ntico.
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