La noche que Romangordo e Higuera de Albalat vieron ¡°el infierno¡±
De los 500 evacuados por el incendio de Monfrag¨¹e, un centenar resisten a las altas temperaturas en el polideportivo municipal de Navalmoral de la Mata
El d¨ªa de la Virgen del Carmen a Carmelita Barquilla (78 a?os) le gusta que suene el tel¨¦fono, pero para felicitarla, no por los motivos por los que este s¨¢bado no dejaba de timbrar. Sobre el c¨ªrculo central del polideportivo de Navalmoral de la Mata, Carmelita, sentada en una silla de pl¨¢stico, habla y canta mientras los dem¨¢s la escuchan. En este pabell¨®n se refugian un centenar de personas, que no ten¨ªan otra opci¨®n de alojamiento, por culpa de las llamas del incendio del parque natural de Monfrag¨¹e (C¨¢ceres), que este s¨¢bado hab¨ªa quemado ya 3.000 hect¨¢reas. La vecina apoya sus pies hinchados sobre la campana del escudo de este municipio del norte de C¨¢ceres mientras cada dos minutos suena Campanera de Joselito, el politono de su m¨®vil que deja sonar unos segundo antes de responder una en¨¦sima llamada. ¡°?Yo no me voy! Aqu¨ª estamos todos. Si digo no, ?es no!¡±, responde a una amiga que trata de convencerla para llevarla a su casa.
Desde el jueves, se han evacuado a 500 personas de los pueblos aleda?os. Los primeros 150 fueron los vecinos de Casas de Miravete. A los que la madrugada del s¨¢bado se sumaron 150 de Higuera de Albalat y 200 de Romangordo, seg¨²n la Consejer¨ªa de Agricultura de Extremadura.
Carmelita, junto a sus amigas Luisa F¨²nez (68 a?os) y Soledad Ruiz (78) recuerdan la noche de este viernes. ¡°Vi el infierno¡±, confiesa. Eran las dos de la madrugada y la mujer no pod¨ªa conciliar el sue?o, un mal presagio la acompa?aba desde hace d¨ªas. ¡°Cuando no puedo dormir hago bolillos y me leo un libro. Pero anoche no. Con un ojo miraba la televisi¨®n y con el otro vigilaba la calle¡±, explica. De repente, la voz de Evaristo Bl¨¢zquez, alcalde de Romangordo, retumb¨® por la megafon¨ªa de la localidad: ¡°?Atenci¨®n, atenci¨®n! Por causa del incendio hay que evacuar el pueblo lo antes posible¡±.
En ese momento, las tres coinciden en asegurar que se sobresaltaron. Cogieron lo imprescindible ¡ªmedicinas, documentaci¨®n, una muda¡ª y marcharon a la plaza donde les hab¨ªan citado para proceder a la evacuaci¨®n. ¡°No sent¨ªa las piernas, se me subi¨® el coraz¨®n a la garganta. Me puse a llorar cuando vi la iglesia con las llamas detr¨¢s¡±, dice Soledad. ¡°?Las llamas del infierno!¡±, contesta Carmelita.
Varios autobuses esperaban a los vecinos para trasladarlos al pabell¨®n municipal, que ya estaba acondicionado con camas port¨¢tiles. Barquilla, mujer de buena fe, trat¨® de acomodarse en una de ellas, pero se qued¨® en vela. A las cinco de la ma?ana decidi¨® tomar cartas en el asunto. ¡°Cog¨ª el rosario que llevo siempre en el bolso y sal¨ª a la calle a rezar. Cinco oraciones para pedirle a Dios que apagara el incendio¡±, confiesa.
Durante el d¨ªa, este s¨¢bado, el term¨®metro marca 41¡ã. Dos ventiladores gigantes a cada extremo de la pista de f¨²tbol sala alivian el calor. Trabajadores de la Cruz Roja y Protecci¨®n Civil atienden las necesidades de los evacuados. A media ma?ana, Felipe del Castillo, secretario de la alcald¨ªa, coge el micr¨®fono para pronunciar unas palabras de ¨¢nimo y anunciar que la comida se servir¨¢ en breve. Sobre la mesa, hay manzanas, bollos, y garrafas de caf¨¦ con leche.
¡°?Agua fresca por aqu¨ª!¡±, avisan los voluntarios que reparten botellas reci¨¦n sacadas del congelador. Los vecinos de Higuera de Albalat lo agradecen. Como Edilberto Melo, de 63 a?os, que toca una jota extreme?a con la guitarra mientras los evacuados vac¨ªan las fiambreras de arroz. O como Adolfo Cordero, de 55 a?os, que relame la cuchara y recuerda apenado el desalojo: ¡°El olor a humo invadi¨® todo el pueblo y se hac¨ªa irrespirable¡±. Algunos se han quedado aqu¨ª porque no quieren alejarse demasiado de sus tierras. Es el caso de Eusebio Vadillo (61 a?os), nacido y criado en Higuera de Albalat, a quien le preocupa que el fuego abrase sus parcelas familiares de olivos y alcornoques: ¡°Yo he visto muchos fuegos, pero pocos como este¡±.
Despu¨¦s de comer, algunos aprovechan para recuperar las horas de sue?o interrumpidas por el fuego, o al menos, descansar la mente del alboroto de las ¨²ltimas horas. Aunque, ?lvaro, de 11 a?os, prefiere matar el tiempo jugando a un videojuego en el m¨®vil antes de ir a la piscina municipal. El peque?o estaba en la plaza con unos amigos, cuando la Guardia Civil empez¨® a desalojar a los habitantes. ¡°Salimos porque se nos hab¨ªa perdido la pelota¡±, dice mientras mira de reojo a su madre, con cara traviesa. Pero, su rostro cambia de expresi¨®n al recordar la huida: ¡°Me dio un susto muy grande y me puse nervioso¡±. ?lvaro es de Madrid, pero pasa todos los veranos en la finca de su abuelo. La familia al completo intenta refrescarse ante el calor sofocante con un helado que se derrite antes del primer leng¨¹etazo.
Entre ellos, su t¨ªa abuela, Clotilde Sanju¨¢n, que vive entre Madrid y Romangordo, el pueblo donde naci¨® hace 67 a?os y que ha tenido que abandonar esta madrugada por el incendio originado este jueves en la localidad de Casas de Miravete, a ocho kil¨®metros. ¡°Dormir, lo que se dice dormir, poco¡±, lamenta. La extreme?a sali¨® anoche de la cama, cogi¨® ¡°la ropa sin doblar¡± y se meti¨® en el coche de camino a Navalmoral de la Mata. Lleg¨® a las cuatro de la madrugada. Estaba en la casa que hered¨® de sus abuelos. ¡°Todo fue muy r¨¢pido. En dos horas, el fuego ya estaba cerca del pueblo¡±, cuenta mientras ense?a las fotograf¨ªas de la ladera en llamas que hizo con su tel¨¦fono.
Tras horas de espera, el aviso llega a las seis y media de la tarde. Jos¨¦ Mar¨ªa Felipe (52 a?os) anuncia que se quedar¨¢n aqu¨ª esta noche, mientras muestra en la pantalla de su m¨®vil el comunicado que les ha enviado el Ayuntamiento de Higuera de Albalat a trav¨¦s de la aplicaci¨®n de informaci¨®n municipal, despu¨¦s de la reuni¨®n con el Servicio de Prevenci¨®n y Extinci¨®n de Incendios Forestales de la Comunidad Aut¨®noma de Extremadura (Infoex) y la Guardia Civil, que indica: ¡°Seguimos evacuados mientras haya riesgos¡±. Y el celular de Carmelita vuelve a vibrar para dar sentido a sus plegarias. Un audio entre sollozos de su sobrina Mari Fe le anuncia que hay dos ¨¢ngeles en el cielo que se preocupan de ellas. El fuego ha quemado todo el monte salvo un punto concreto: la parcela donde el hijo tiene una treintena de colmenas con miel sin recoger. La mujer no da cr¨¦dito y exclama con las manos hacia arriba: ¡°?Es un milagro del cielo! Ahora tengo un motivo de alegr¨ªa!¡±.
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