El fiasco de las comunidades energ¨¦ticas: las trabas burocr¨¢ticas retrasan los proyectos
El Ministerio de Transici¨®n Ecol¨®gica habla de que hay 46 proyectos en gestaci¨®n pero no sabe si ya funcionan
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80 hect¨¢reas de bosque atl¨¢ntico proporcionan a los vecinos de Tameiga, en el municipio de Mos (Pontevedra), kil¨®metros de paseos a la sombra y algo m¨¢s. Cada a?o 325 familias de su comunidad de montes reciben le?a para alimentar sus calderas de biomasa y pasar el invierno. Cortan lo suficiente para llenar entre 400 y 500 peque?os camiones con la correosa y calor¨ªfica madera de eucalipto y replantan una parte de lo explotado con frondosas. Hace poco instalaron paneles solares en varios puntos del parque industrial que gestionan para redistribuir corriente el¨¦ctrica entre las casas con la idea de pasar a ser una comunidad energ¨¦tica y verter los excedentes en la red. Pero algo les ha fallado. ¡°Nosotros, seg¨²n la definici¨®n de la directiva europea, somos una comunidad energ¨¦tica desde hace 20 a?os, desde que gestionamos la biomasa que generan los montes¡±, explica Gonzalo P¨¦rez, t¨¦cnico de la entidad y uno de los responsables de convencer a los comuneros de que cambiasen sus antiguas calderas de gas o de gas¨®leo para pasar a depender del bosque. Pero sobre el papel no es as¨ª: llevan m¨¢s de un a?o pele¨¢ndose con la administraci¨®n y con la distribuidora energ¨¦tica de la zona (Fenosa energ¨ªa, filial de Naturgy) para poder volcar a la red sus excedentes y convertirse formalmente en lo que se conoce como una comunidad energ¨¦tica. ¡°Parece que est¨¢n por todo el pa¨ªs, pero cuando rascas no hay ninguna¡±, ironiza.
La Uni¨®n Europea impuls¨® en 2019 la creaci¨®n de estas entidades aut¨®nomas y abiertas a la participaci¨®n de los vecinos con la idea de que poco a poco los ciudadanos fuesen evitando la dependencia de las compa?¨ªas el¨¦ctricas convencionales. Crear asociaciones para producir, consumir, almacenar, compartir o vender energ¨ªa a trav¨¦s de peque?as instalaciones iba a suponer la descentralizaci¨®n del sistema el¨¦ctrico y un ahorro importante para muchas familias a trav¨¦s del autoconsumo. Pero la realidad es que ni el Idae, organismo dependiente del Ministerio de Transici¨®n Ecol¨®gica, ni el propio ministerio sabe cu¨¢ntas comunidades son una realidad, aunque explican que impulsarlas est¨¢ entre sus m¨¢ximas prioridades. ¡°No hay una definici¨®n exacta, ni un registro de comunidades energ¨¦ticas¡±, razona un portavoz. El organismo que dirige Teresa Ribera public¨® en junio un primer balance tras anunciar ayudas de 100 millones en distintos programas: hay solo 46 proyectos en gestaci¨®n, el 16% buscan erradicar la pobreza energ¨¦tica incluyendo consumidores vulnerables entre sus socios y la inversi¨®n estimada apenas alcanza los 15 millones. Las cosas van muy despacio. El plan +SE aprobado el pasado martes por el Consejo de Ministros propone ¡°dotar de un marco jur¨ªdico a las comunidades energ¨¦ticas que facilite su desarrollo¡±, que se materializar¨¢ en un real decreto que completar¨¢ la Ley del Sector El¨¦ctrico. Su tramitaci¨®n se espera para antes de que termine el a?o. El Gobierno tambi¨¦n ha anunciado m¨¢s ayudas y en diciembre del a?o pasado estableci¨® sanciones a las el¨¦ctricas que se retrasen en compensar a los productores que vuelcan su energ¨ªa en la red.
El ejemplo que todos mencionan es la villa de Crevillent, un pueblo al pie de una cadena monta?osa situado a 25 kil¨®metros de la costa de alicante que se convirti¨® en la primera comunidad energ¨¦tica local del pa¨ªs. ¡°Pero es un caso peculiar, ellos ya ten¨ªan una comercializadora propia hace a?os¡±, juzga P¨¦rez. En la Comunidad de Montes de Tameiga creen que la suya es una figura que encaja a la perfecci¨®n en las directivas europeas (de 2018 y 2019) que regulan las comunidades energ¨¦ticas, pero no tanto en la normativa espa?ola. ¡°Creamos trabajo local, una veintena de puestos; gestionamos un pol¨ªgono industrial; realizamos descuentos a los comuneros en la venta de madera de un 60% sobre los precios de mercado¡±, explican, y son un ejemplo de gobernanza colectiva. ¡°Los bienes de la comunidad son de todos, la le?a es de todos, el agua es de todos¡ los comuneros no tenemos participaciones individuales, son partes proindivisas. No nos mueven criterios puramente econ¨®micos¡±. Pero una y otra vez se han encontrado con barreras porque las comunidades de montes solo se dan en Galicia y tienen sus peculiaridades (carecen de personalidad jur¨ªdica pero tienen capacidad jur¨ªdica). Bruno Dutto, el t¨¦cnico que lleva todo el papeleo, se ha desesperado m¨¢s de una vez con la distribuidora: ¡°Toda la tramitaci¨®n se hace desde su p¨¢gina web pero no te facilitan modelos, tienes que buscarlos en Red El¨¦ctrica o en otras p¨¢ginas. Te piden un mont¨®n de documentaci¨®n y no explican c¨®mo se la tienes que entregar. As¨ª que te equivocas. Y cuando te equivocas tres veces tienes que volver a empezar. Yo pienso que tengo tres vidas y que las voy gastando. Adem¨¢s, a cada paso, la distribuidora tiene 20 d¨ªas en contestar¡±.
No muy lejos de all¨ª, en la Illa de Arousa, la alemana Gabriele v. Hundelshausen explica la iniciativa de varios vecinos desde la asociaci¨®n Arousa en Transici¨®n, un proyecto en el que tambi¨¦n colaboran el Ayuntamiento y la cofrad¨ªa. Son una docena de familias que en 2019 se embarcaron para producir energ¨ªa en sus tejados y tienen la primera c¨¦lula de autoconsumo en marcha. No han conseguido constituirse como una comunidad energ¨¦tica, pero Hundelshausen es m¨¢s optimista que Gonzalo. ¡°No descartamos producir con una mini estaci¨®n e¨®lica, aprovechar la energ¨ªa maremotriz¡ cada vez hay m¨¢s tecnolog¨ªa disponible¡±. Pasar de ser meros consumidores a productores les est¨¢ llevando a adaptar su consumo, aprovechando las horas de luz para poner la lavadora o el lavavajillas y reduciendo al m¨ªnimo sus necesidades de noche. ¡°Hay mucho margen para aprender a aprovechar las renovables¡±, cree la alemana. En su pa¨ªs de origen hay unas 2.000 comunidades funcionando. Mientras buscan financiaci¨®n, esperan conectarse a la red para verter los excedentes antes de que acabe el a?o, algo fundamental para convertirse en una verdadera comunidad energ¨¦tica local. ¡°Contamos con que abastecer¨¢ la mitad de nuestras necesidades, pero depende de lo que vamos aprendiendo para adaptar patr¨®n de consumo, hay mucho margen¡±. En el futuro sus paneles alimentar¨¢n un punto de carga el¨¦ctrico para coches donde los participantes podr¨¢n optar a una tarifa reducida y estudian otros proyectos relacionados con la movilidad el¨¦ctrica en la isla.
Otra entidad gallega que se pelea por lo mismo est¨¢ en los montes de Buchabade (Ponte Caldelas, Pontevedra), donde tambi¨¦n han puesto sus ojos las empresas e¨®licas. Fernando Malvar, uno de sus impulsores, explica que su plan naci¨® cuando un promotor e¨®lico fue a instalar un gran parque a un kil¨®metro y medio del pueblo. ¡°Nos preguntamos por qu¨¦ ten¨ªan que ser proyectos renovables tan inmensos y ah¨ª conocimos las comunidades energ¨¦ticas¡±. La comunidad de montes aprob¨® a finales de 2021 invertir unos 80.000 euros en una instalaci¨®n para autoconsumo, pero se dieron cuenta de que ese camino no iba a ser f¨¢cil, porque como en el caso de Tameiga, la legislaci¨®n espa?ola no reconoce expl¨ªcitamente la figura de los comuneros. ¡°Decidimos ir a lo pr¨¢ctico y formamos una cooperativa, un camino administrativo m¨¢s dif¨ªcil, pero con m¨¢s oportunidades. Somos 80 comuneros, fue un proceso de mucho trabajo voluntario por parte de cinco personas, con muchas dudas al principio. Hicimos cuatro o cinco asambleas previas y lo aprobamos por unanimidad¡±.
Tras determinar el marco jur¨ªdico proyectaron una instalaci¨®n de 100 kilovatios de potencia con paneles fotovoltaicos. Contaron con la ayuda de su distribuidora, Elemol, pero no consiguieron los datos de consumo de cada hogar, fundamentales para dise?ar la instalaci¨®n. Cada vecino tuvo que pedirlos a trav¨¦s de una aplicaci¨®n del Ministerio de Transici¨®n Energ¨¦tica. ¡°Hay casas que consumen 1.300 kilovatios / hora al a?o y otras que necesitan diez veces m¨¢s¡±. Su idea es repartir la energ¨ªa que generen a todo el mundo por igual. Despu¨¦s de pedir 500 euros a cada cooperativista, tienen en marcha un segundo desarrollo que esperan que sea subvencionado para conseguir producir 130.000 kilovatios, que proporcionar¨ªan unos 1.625 kilovatios de energ¨ªa a cada hogar, suficiente para cubrir el 100% del consumo en algunos domicilios. El ahorro parece evidente, pero tardar¨¢ en hacerse sentir en sus bolsillos: en seis o siete a?os piensan que habr¨¢n amortizado lo invertido siempre y cuando reciban ayudas. Mientras esperan, ven c¨®mo el cambio clim¨¢tico est¨¢ disparando la inseguridad energ¨¦tica. ¡°El colapso est¨¢ teniendo lugar. Las comunidades organizadas y descentralizadas ser¨¢n las que mejor resistan¡±, cree Malvar.
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