Los vagabundos del Estrecho: migrantes sin techo, sin papeles, invisibles, frustrados...
La situaci¨®n irregular condena a muchas de estas personas a vivir en la calle como una poblaci¨®n flotante invisible expuesta a adicciones, enfermedades mentales y radicalismos
Ayoub dice que quiere contar su historia ¡°sinceramente¡± y la advertencia suena casi a expiaci¨®n. Tiene las manos heladas de haber pasado el d¨ªa deambulando por las calles de Algeciras, pero se explaya mientras aprovecha la espera para entrar en calor con una ducha en el centro nocturno de Humanos con recursos, donde pasar¨¢ la noche con otras 17 personas sin hogar. Naci¨® en Castillejos (Marruecos) hace 20 a?os, emigr¨® solo a Ceuta con tan solo ocho a?os y, en ese corto lapso vital, ya le ha dado tiempo a bajar al infierno de la delincuencia y las drogas varias veces. ¡°He tenido muchas oportunidades, quiz¨¢s es que no me educaron bien¡±, reconoce como resumen a una trayectoria marcada por los centros de menores, un grave accidente en los bajos del cami¨®n en el que cruz¨® a la Pen¨ªnsula y una condena por robo cuando a¨²n era un adolescente. As¨ª que si pudiese hablar con su yo del pasado, sabe bien lo que le dir¨ªa: ¡°Si lo hubiera sabido, me habr¨ªa quedado en casa. Me enga?aron con que en Espa?a lo ten¨ªa todo¡±.
El joven Ayoub se mueve en el ambiente de los invisibles de Algeciras, ese paisaje de las personas sin hogar que puebla las calles de todas las ciudades espa?olas. All¨ª coincid¨ªa con Yassine Kanjaa, el supuesto asesino del sacrist¨¢n de La Palma investigado por yihadismo. ¡°Le ve¨ªa subir y bajar, intentar entrar a las mezquitas. No estaba bien¡±, explica el extutelado. Ayoub, como sintecho, y Yassine, como okupa en una paup¨¦rrima y destartalada casa en la calle Ruiz Tagle, son solo dos de las personas migrantes que, sin papeles de residencia, han acabado condenadas a formar parte de una indeterminada poblaci¨®n flotante que se mueve excluida al margen de la sociedad y expuesta a adicciones, enfermedades mentales y radicalismos. ¡°La indocumentaci¨®n lleva a la econom¨ªa sumergida, a la desesperanza, al desarraigo, a la frustraci¨®n y eso es caldo de cultivo de extremismos. El inmigrante sin papeles no existe socialmente. Ahora hablamos de seguridad, pero en el caso de Yassim, ?d¨®nde estaban los servicios sociales?¡±, se pregunta Michel Bustillo, coordinador de Voluntarios por otro mundo, una asociaci¨®n que ayuda a extutelados migrantes en Jerez de la Frontera.
Bustillo ha seguido de cerca lo ocurrido en Algeciras porque le recuerda mucho a lo que le toc¨® vivir con uno de sus chicos hace casi un a?o, cuando tuvo que ir a recogerle a Moguer ¡ªdonde trabajaba en la campa?a de la fresa¡ª, despu¨¦s de que el joven comenzase a manifestar episodios de agresividad en los que invocaba a Al¨¢ y hablaba de la guerra a los infieles. ¡°Tuvieron que ingresarlo en la zona psiqui¨¢trica del Hospital de Jerez¡±, resume el activista. Tras 15 d¨ªas de hospitalizaci¨®n, el marroqu¨ª de 21 a?os sali¨® con una medicaci¨®n y un diagn¨®stico: esquizofrenia. ¡°Acab¨® en Nador con su madre para seguir el tratamiento¡±, a?ade el voluntario. Pero cuando no hay papeles, ni hogar, ni red de ayuda, todo se vuelve a¨²n m¨¢s complejo.
El atacante de Algeciras recibi¨® tratamiento psiqui¨¢trico en Marruecos y carec¨ªa de antecedentes penales y policiales en su pa¨ªs
El activista jerezano colabor¨® durante m¨¢s de dos a?os con un equipo de la Universidad de M¨¢laga en el estudio Factores psicosociales de la radicalizaci¨®n y el extremismo de los j¨®venes inmigrantes. El estudio lleg¨® a la conclusi¨®n de que la falta de inclusi¨®n social provocaba en los migrantes problemas de hostilidad con la identidad colectiva, frustraci¨®n, deshumanizaci¨®n de un otro y glorificaci¨®n de la acci¨®n violenta, seg¨²n algunas de las conclusiones que resalta el propio Bustillo. Mohamed ¡ªuno de los compa?eros de piso de Kanjaa que pide nombre ficticio¡ª ha pasado ¡°la mitad¡± de sus 28 a?os de vida en las calles de San Sebasti¨¢n, Valencia o Murcia, antes de recalar en Algeciras, donde por fin consigui¨® trabajo y la residencia legal permanente. En ese periplo, ha visto a muchos amigos caer en ese pozo de pensamientos negativos del que ¨¦l dice que escap¨®: ¡°Estaban bien de la mente, pero de estar en la calle, de fumar y de lo que vieron algo cambi¨® en ellos para siempre¡±.
Manuela Rivero, coordinadora psic¨®loga del centro de Humanos de Algeciras, est¨¢ acostumbrada a atender casos de personas sin hogar con patolog¨ªas duales de problemas mentales y drogadicci¨®n. Los ha visto en algunas de las 507 personas que ya llevan atendidas desde que abri¨® el recurso en marzo de 2021 ¡ªfinanciado con ayudas europeas, primero, y con subvenci¨®n municipal, ahora¡ª para suplir parcialmente la hist¨®rica ausencia de albergue municipal que sufre Algeciras. Dos tercios de los usuarios atendidos en ese periodo eran extranjeros y ah¨ª es donde el equipo de psic¨®logos y trabajadores sociales encuentra m¨¢s escollos en la atenci¨®n. ¡°Muchos de los nacionales tienen alguna ayuda, como rentas de inserci¨®n o ingreso m¨ªnimo vital, pero los migrantes no pueden tener nada. El desamparo empieza desde que suben en la patera. Llegan al centro frustrados y presionados porque se sienten responsables de enviar dinero para sostener a su gente¡±, relata la profesional.
Sofian, de 24 a?os, sue?a con conseguir ¡°alguna herramienta para trabajar¡± y enviar dinero a casa, seg¨²n explica en ¨¢rabe marroqu¨ª con la ayuda de traducci¨®n Said, de 62 a?os. Los dos van a dormir al centro de Humanos desde hace meses. El joven lleg¨® con graves problemas de adicci¨®n que ya dej¨® atr¨¢s y ahora emplea las ma?anas en intentar aprender castellano. El mayor se decidi¨® a cruzar a la Pen¨ªnsula en el verano de 2021, despu¨¦s de echar toda la vida como trabajador transfronterizo en Ceuta y quedarse atrapado en la ciudad con el cierre de la frontera por la pandemia. ¡°Quise probar suerte. Solo quiero encontrar trabajo, pero ahora este [por el supuesto asesino] ha manchado el nombre de los marroqu¨ªes. Tengo miedo de que la polic¨ªa me coja por la calle y me lleven a Marruecos. All¨ª no tengo a nadie¡±, tercia Said con agobio.
La vida para un migrante sin casa, en situaci¨®n irregular y sin trabajo en Algeciras, se mueve entre las zonas m¨¢s cercanas al puerto y la propia infraestructura, donde los que no tienen ni un recurso como okupas duermen por las madrugadas en la terminal de pasajeros. Ayoub ha pasado noches en un chal¨¦ abandonado y en la playa, pero frecuenta el centro de Humanos desde hace 15 d¨ªas. All¨ª puede merendar, cambiarse con ropa limpia, cenar y descansar. Toda su esperanza cabe en un peque?o monedero rojo con decoraci¨®n turca: su DNI marroqu¨ª, la tarjeta del banco donde su madre le ingresa algo de dinero cuando puede, el permiso de residencia espa?ol y su vida laboral, por si la b¨²squeda diaria de trabajo diese frutos. ¡°Yo lo ¨²nico que quiero es organizar mi vida, tener un techo y prosperar¡±, avanza el joven esperanzado, justo antes de pasar a darse una ducha caliente. Es viernes y es noche de perritos calientes. En el largo trecho que va de la realidad al deseo, esta noche fr¨ªa de enero, Ayoub, al menos, tiene techo y comida. Y eso ya es mucho para un invisible del Estrecho.
Los papeles como diferencia
En el centro de Humanos con recursos en Algeciras no solo dan techo y calor en la noche. Manuela Rivero emplea buena parte de la tarde y las mañana en ayudar a los usuarios del centro en lo posible en sus trámites administrativos o médicos. En ese objetivo, los migrantes marroquíes que han llegado a España de adultos parten con desventaja. Sin permiso de residencia, no pueden optar a un trabajo legal, y sin un empadronamiento tampoco pueden conseguir los trámites para la residencia. “No tienen nada”, resume Rivero. De ahí que el activista Michel Bustillo se queje del vacío asistencial que impidió que alguien detectase el camino de supuestos problemas mentales y radicalidad en el que se había internado Kanjaa: “Todos tendríamos que hacer lectura de la invisibilidad de Yassine, ¿qué ha pasado? Quizás los servicios sociales tendrían que haber salido de sus despachos. Estamos ante el reflejo de las carencias sociales de la Administración”.
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