El ¡®caso Almer¨ªa¡¯: una disculpa del Estado que llega con cuatro d¨¦cadas de retraso
La directora general de la Guardia Civil pidi¨® perd¨®n en un acto p¨²blico el pasado enero por el asesinato en 1981 de tres hombres que fueron confundidos con etarras. ¡°Es un gran paso, pero queremos saber lo que pas¨® y por qu¨¦¡±, dicen las familias


Francisco Ma?as lleva casi 42 a?os carcomido por la culpa desde que el 10 de mayo de 1981, con ocho a?os, hiciera su primera comuni¨®n. Su hermano mayor, Juan, y dos amigos suyos de Santander, Luis Cobo y Luis Montero, hab¨ªan venido desde la capital c¨¢ntabra hasta su pueblo, Pechina (Almer¨ªa), para asistir a la ceremonia. Nunca llegaron a hacerlo. Agentes de la Guardia Civil los detuvieron un d¨ªa antes en Roquetas de Mar y, despu¨¦s de torturarlos, los asesinaron, quemaron sus cad¨¢veres y los tiraron junto con el coche en una curva, a la altura del kil¨®metro 8,4 de la carretera comarcal de G¨¦rgal. Primero aseguraron que se trataba de los tres etarras que dos d¨ªas antes hab¨ªan atentado contra el teniente general Joaqu¨ªn Valenzuela; luego sostuvieron que eran tres delincuentes comunes; por ¨²ltimo, confesaron que los confundieron con los terroristas y afirmaron que los mataron cuando intentaban huir.
Ese crimen, plagado de encubrimientos, ocultaciones y obstrucciones a una justicia que acab¨® condenando por homicidio, y no por asesinato, a tres de los 11 guardias civiles que intervinieron en los hechos, ha pasado a la historia como el caso Almer¨ªa y como uno de los episodios m¨¢s turbios de la Transici¨®n. Los familiares de las v¨ªctimas han carecido durante m¨¢s de cuatro d¨¦cadas del m¨¢s m¨ªnimo amparo por parte del Estado. El pasado 20 de enero, el Gobierno trat¨® de resarcir ese da?o indeleble con un acto de reparaci¨®n celebrado en la subdelegaci¨®n del Gobierno de Almer¨ªa, al que asistieron la directora general de la Guardia Civil, Mar¨ªa G¨¢mez, y el secretario de Estado para la Memoria Hist¨®rica, Fernando Mart¨ªnez. ¡°No cabe justificaci¨®n¡±, dijo G¨¢mez.
Unas disculpas simb¨®licas que las familias agradecen, pero que no sacian su necesidad de que se esclarezca lo que verdaderamente ocurri¨® y el porqu¨¦. ¡°Es un primer paso muy importante y tambi¨¦n necesario¡±, reconoce Francisco Ma?as en videoconferencia desde Andorra, donde se encuentra trabajando temporalmente. ¡°Queda mucho por hacer, pero es un avance porque hasta este momento hemos tenido a todos los gobiernos enfrente, ausentes, y ahora nos hemos encontrado¡±, abunda desde Muriedas (Cantabria) Javier Montero, sobrino de Luis Montero, otro de los tres asesinados. ¡°Seguramente que para mi abuela, mi madre o mi t¨ªa no sea muy significativo, pero para m¨ª, que no hab¨ªa nacido cuando ocurrieron los hechos, significa mucho. Es muy significativo que la directora general de la Guardia Civil estuviera all¨ª y reconociera la responsabilidad de manera tan rotunda¡±, opina desde Santander Lola Liquete Cobo, de 38 a?os y sobrina de Luis Cobo, el tercer fallecido.
Todos coinciden en que este es un comienzo para ¡°seguir trabajando para buscar la verdad del caso Almer¨ªa, para que se pueda hacer justicia¡±.
Varias versiones

El caso Almer¨ªa comenz¨® en Santander el 7 de mayo de 1981. Esa tarde tres trabajadores ¡ªLuis Montero, de 33 a?os y natural de Fuentes de San Esteban (Salamanca); Luis Cobo, de 29, nacido en Santander; y Juan Ma?as, de 24, de Pechina (Almer¨ªa)¡ª salieron de la capital c¨¢ntabra en un Seat 127. Iban al pueblo de Ma?as para asistir a la primera comuni¨®n de su hermano Paco. Ese mismo d¨ªa, en Madrid, un comando de ETA atent¨® con un coche bomba contra el teniente general Joaqu¨ªn Valenzuela. Las fotos de los terroristas fueron difundidas por todo el pa¨ªs de inmediato.
El veh¨ªculo de los tres j¨®venes se averi¨® a la altura de El Provencio (Cuenca) y, despu¨¦s de tomar un tren, en Manzanares (Ciudad Real) alquilaron un Ford Fiesta. La premura con la que pidieron el nuevo coche despert¨® las sospechas del responsable de la empresa, que alert¨® a las autoridades. Continuaron viaje hasta que, a las dos de la madrugada del s¨¢bado 9, llegaron a Pechina. Ese d¨ªa Ma?as llev¨® a sus compa?eros a conocer la capital de la provincia y, despu¨¦s de comer en su casa familiar, salieron por la tarde hacia Roquetas, donde pensaban pasar la tarde previa a la comuni¨®n. All¨ª fueron detenidos por la Guardia Civil.
Los tres j¨®venes fueron interrogados y torturados en un cuartel abandonado cerca de Cabo de Gata. Luego los agentes los introdujeron en el mismo Ford Fiesta que hab¨ªan alquilado y, escoltados por otros dos veh¨ªculos del instituto armado, los condujeron hasta el kil¨®metro 8,4 de la carretera de G¨¦rgal, donde dispararon contra ellos y prendieron fuego al coche.
A las siete de la ma?ana del domingo 10 de mayo, Paco fue a la habitaci¨®n de su hermano, emocionado, porque era el d¨ªa de su comuni¨®n. ¡°No estaban. Se lo coment¨¦ a mi madre y empezamos a buscarlos, en los hospitales, por todas partes. Preguntamos a la polic¨ªa y a la Guardia Civil que, aunque sab¨ªan lo que hab¨ªa pasado, no nos dijo nada¡±, recuerda ahora Francisco Ma?as. ?l fue a hacer la comuni¨®n acompa?ado de sus otros hermanos, mientras su padre y un t¨ªo segu¨ªan buscando. ¡°En las peticiones yo ped¨ª por que aparecieran mi hermano y sus amigos y eso despert¨® la preocupaci¨®n del cura, porque no era lo que ten¨ªa que decir¡±.
En el telediario del mediod¨ªa escucharon que hab¨ªan aparecido los cuerpos carbonizados de tres etarras en la carretera de G¨¦rgal. ¡°Mi padre se temi¨® lo peor, porque no ten¨ªa mucho sentido¡±, prosigue Ma?as. A esa misma hora, Javier Montero y su padre estaban escuchando la misma informaci¨®n a 976 kil¨®metros de distancia, en Muriedas. ¡°Contaban que los llevaban de vuelta a Madrid y que trataron de escapar y que en el forcejeo con los guardias el coche dio un bandazo y cay¨® por un barranco y que tuvieron que dispararles y que se prendi¨® fuego el veh¨ªculo¡ Era todo bastante inveros¨ªmil. Yo le dije a mi padre que se hab¨ªan cargado a los etarras¡±, relata Montero, que entonces ten¨ªa 13 a?os. Aquella fue la primera versi¨®n oficial que se ofreci¨® de lo sucedido. ¡°Al d¨ªa siguiente, en el parte de las dos de RNE ya dijeron que no eran etarras, sino delincuentes comunes, y creo que fue entonces cuando dieron sus nombres¡±, rememora.
Esa misma tarde se presentaron en casa de los padres de Luis Montero dos agentes de la Guardia Civil para confirmarles que uno de los fallecidos de Almer¨ªa era su hijo. Tambi¨¦n ese lunes acudieron a casa de Ma?as. ¡°Desde el minuto uno supimos que estaban encubri¨¦ndolo todo, gracias sobre todo a la informaci¨®n de cuatro periodistas valientes que desafiaron la oficialidad¡±, abunda Montero. En un primer momento no les permitieron abrir el ata¨²d, pero gracias a la insistencia de su abogado, Dar¨ªo Fern¨¢ndez, comprobaron c¨®mo les faltaban los brazos y las piernas. Todos murieron a causa de disparos ¡°en zonas vitales y no vitales, pues se trata de r¨¢fagas¡±, se?alaron en el juicio los m¨¦dicos forenses. Ma?as ten¨ªa cinco orificios en el coraz¨®n.
La versi¨®n oficial definitiva fue que se hab¨ªa confundido a los tres hombres con los etarras y que, cuando los llevaban esposados en la parte trasera del Ford Fiesta, trataron de huir, el coche volc¨® y, para defenderse ante el riesgo de ser agredidos, los guardias civiles abrieron fuego. ¡°Siempre se ha dicho que fue un error, pero no pudo haber error ninguno, porque cuando alquilaron el coche dieron su documentaci¨®n, sab¨ªan que no eran terroristas¡±, defiende Ma?as. ¡°Cuando los detuvieron preguntaron en el cuartel de Santander, sab¨ªan perfectamente qui¨¦nes eran¡±, a?ade Montero.
Pedro Manuel de la Cruz, actual director de La Voz de Almer¨ªa, era entonces el corresponsal de EL PA?S en esa provincia. Fue uno de esos ¡°cuatro periodistas¡± que desde el primer momento cuestion¨® la versi¨®n oficial. De la Cruz cree que los guardias civiles estaban convencidos de que los detenidos eran los etarras. Y que sus respuestas en los interrogatorios, insistiendo en una coartada aparentemente tan perfecta como que iban a asistir a una comuni¨®n, en lugar de sacarlos de su empecinamiento los hicieron convencerse m¨¢s de que ment¨ªan. ¡°Y eso pese a que en otras comandancias les dec¨ªan que eran ¡®desconocidos en base¡±, subraya el periodista, que a?ade: ¡°Creo que al teniente coronel Carlos Castillo Quero [el jefe del operativo] se le fue la mano con Ma?as, que ten¨ªa cinco balazos en el coraz¨®n, y es cuando decidi¨® matar a los dem¨¢s¡±.
Condenados por homicidio

A la versi¨®n oficial se fueron incorporando nuevas aportaciones plagadas de incoherencias, contradicciones y falsedades que las defensas de los acusados reprodujeron durante el juicio para justificar los hechos. El juez se neg¨® a practicar pruebas para esclarecer si hubo torturas. ¡°A mis padres los tuvieron que obligar a abandonar la sala en varias ocasiones por su reacci¨®n ante el c¨²mulo de mentiras que estaban escuchando. Fue un momento muy doloroso¡±, recuerda Francisco Ma?as.
Si el encubrimiento inmediato por parte del Estado ¡ªel ministro del Interior de la ¨¦poca, Juan Jos¨¦ Ros¨®n (UCD), defini¨® lo sucedido como un ¡°tr¨¢gico error¡±¨D supuso un oprobio para las familias de las tres v¨ªctimas, el proceso judicial fue otro desplante a su dignidad. ¡°Fue una pantomima. Solo se juzg¨® a tres de los 11 que participaron en los hechos y no se les conden¨® por asesinato, sino por homicidio¡±, recalca Javier Montero. Los procesados fueron el teniente coronel Carlos Castillo Quero, el teniente Manuel G¨®mez Torres y el guardia Manuel Fern¨¢ndez Llamas. El primero fue condenado a 24 a?os de c¨¢rcel por homicidio con la eximente de cumplimiento del deber; los otros dos, a 15 y 8 a?os, respectivamente, tambi¨¦n por homicidio y con la atenuante de obediencia debida. No se les conden¨® por torturas. Castillo Quero solo cumpli¨® nueve a?os de prisi¨®n; Gomez Torres, siete; y Fern¨¢ndez Llamas, cuatro. Los otros ocho agentes fueron exculpados sin llegar a juicio.
¡°Mi madre siempre sostuvo que no importaba los gigantes que nos encontr¨¢ramos en el camino, que el hecho de haber sentado en el banquillo a tres guardias civiles en plena Transici¨®n y que los hubieran condenado era un ejemplo de que, luchando, incluso los m¨¢s grandes pueden caer y que la justicia hay que perseguirla¡±, se?ala Lola Liquete, sobrina de Luis Cobo.
Los privilegios de los que gozaron los condenados ¡ªpese a ser juzgados y condenados como civiles, estuvieron en c¨¢rceles militares y su pena fue rebajada por buena conducta¨D contribuyeron a¨²n m¨¢s a ahondar la sensaci¨®n de abandono e impunidad de los familiares. ¡°Y, para colmo, cuando salieron recibieron fondos reservados para rehacer sus vidas. Nosotros no recibimos ni un perd¨®n, pero a¨²n, casi parec¨ªa que algo habr¨ªan hecho¡±, indica Montero, en alusi¨®n a la informaci¨®n que adelanto EL PA?S en 1999 que aseguraba que los tres guardias civiles, tras ser expulsados del cuerpo por el crimen, recibieron dinero de esas partidas opacas siguiendo un acuerdo que se adopt¨® entre el primer Gobierno socialista y la UCD.
La esperanza del arrepentimiento de los guardias absueltos

Es al arrepentimiento de alguno de los agentes que estuvieron presentes durante la detenci¨®n de los tres hombres y su posterior asesinato a lo que se aferran ahora los familiares de Ma?as, Montero y Cobo para intentar que se esclarezca toda la verdad 40 a?os despu¨¦s. En este tiempo, la familia Ma?as ha recibido una carta an¨®nima de alguien que aseguraba ser uno de aquellos guardias civiles y en la que narraba con todo lujo de detalles lo que sucedi¨® esa noche; y otro testimonio, tambi¨¦n an¨®nimo, de un supuesto hijo de otro de los agentes que intervino, que asegur¨® que cuando muriera su padre contar¨ªa todo incluso ante un tribunal. ¡°Son declaraciones an¨®nimas, que no tienen m¨¢s validez en un tribunal. No es que nos aferremos a eso, pero siempre queda esa esperanza. Hubo 11 guardias civiles y ocho quedaron totalmente impunes. Esperamos que alg¨²n d¨ªa puedan hablar y pueda hacerse justicia¡±, afirma Ma?as.
Una confesi¨®n permitir¨ªa saber qu¨¦ paso, pero lo que tanto Ma?as como Montero necesitan saber es por qu¨¦ pas¨®. Ellos tienen la convicci¨®n de que la orden parti¨® de alguien ¡°de arriba¡±. ¡°No se me ocurre otra explicaci¨®n que no sea que recibieron una orden superior de arriba, y la prueba es que a posteriori han seguido tap¨¢ndolo¡±, subraya Montero. ¡°No hace falta darle muchas vueltas. Si antes de detenerlos ya saben que no son los etarras y aun as¨ª se los detiene, se los tortura y se los mata¡ Quer¨ªan una reacci¨®n cuanto antes al atentado. Y, en plena Transici¨®n, la Guardia Civil debi¨® de pensar que si calcinaban unos cuerpos y dec¨ªan que eran de etarras no habr¨ªa juicios y nadie har¨ªa preguntas. Pero las cosas se torcieron¡±, abunda Ma?as.
Indolencia del Estado

El acto de reconocimiento del pasado 20 de enero, en el que la Guardia Civil pidi¨® formalmente perd¨®n por el crimen, es un primer paso que deja atr¨¢s un abismo de indolencia e incomprensi¨®n por parte de las administraciones. ¡°Todo sucedi¨® tres meses despu¨¦s del golpe de Estado, eran momentos dif¨ªciles, pero despu¨¦s se ha seguido ignorando. Hemos estado 35 a?os contando esta misma historia y no nos ha hecho caso pr¨¢cticamente nadie¡±, sostiene Javier Montero. ¡°La Transici¨®n no fue ni tan id¨ªlica ni tan pac¨ªfica como la muestran. Y este caso, aunque pueda parecer menor, es un ejemplo¡±, se?ala Liquete, quien tras la muerte de su madre ¡ªhermana de Luis Cobo, uno de los asesinados¡ª asumi¨® su tarea de ¡°seguir luchando por que se reconociera la inocencia¡± de los tres hombres. Las familias han tratado, tanto en el Parlamento de Cantabria como en el de Andaluc¨ªa ¡ªen este ¨²ltimo en dos ocasiones¨D, que los tres j¨®venes sean considerados v¨ªctimas de terrorismo. Sin ¨¦xito.
En el kil¨®metro 8,4 de la carretera de G¨¦rgal y en la estaci¨®n de Santander, un monolito y una escultura recuerdan el asesinato de Ma?as, Montero y Cobo y toda la crueldad que han tenido que soportar los familiares despu¨¦s. Ahora es la Ley de Memoria Democr¨¢tica, que ampl¨ªa el reconocimiento de v¨ªctimas hasta 1983, el faro que ilumina la v¨ªa hacia una reparaci¨®n que se les ha hurtado durante m¨¢s de cuatro d¨¦cadas. Montero lleva coleccionando recortes de prensa de lo sucedido desde que el 10 de mayo de 1981 escuchara junto a su padre la falsa noticia de un comando de ETA aniquilado. Su abuela, que entonces ten¨ªa alzh¨¦imer, se libr¨® de conocer el verdadero alcance de lo sucedido, pero ¨¦l ha heredado la carga por esclarecer la verdad que primero llev¨® su madre. Igual que la de Liquete, que falleci¨® antes de recibir la petici¨®n de disculpas de manos de la directora general de la Guardia Civil.
Ma?as sigue arrastrando la pena de creerse responsable de lo sucedido, un castigo inmerecido al que se suma el dolor de ver c¨®mo su madre se iba consumiendo sin haber logrado nunca sobreponerse. ¡°Ella no lo ha olvidado, no lo ha superado, por eso esta reparaci¨®n deber¨ªa haber llegado antes, cuando estaba m¨¢s activa. Tiene 87 a?os y est¨¢ delicada de salud, pero asisti¨® al acto del Gobierno porque era importante para nosotros¡±, se?ala su hijo.
El abogado Dar¨ªo Fern¨¢ndez, la cuarta v¨ªctima del 'caso Almer¨ªa'
La muerte de Juan Mañas, Luis Montero y Luis Cobo el 10 de mayo de 1981 y todas sus crueles derivadas no solo ha condicionado la vida de sus familiares. El periodista Pedro Manuel de la Cruz, como la mayoría de los compañeros de profesión que siguieron el suceso desde el comienzo, han estado marcados por el caso Almería, pero para quien se convirtió en una obsesión fue para Darío Fernández, el abogado que dirigió la acusación.
El representante de las víctimas, fallecido en 2021, se enfrentó a todas las trabas oficiales y oficiosas de la época —le colocaron una bomba y llegó a dormir en una casa cueva— para llevar a cabo una investigación contra el reloj, porque el juicio se celebró solo un año después. Hizo del caso Almería y, sobre todo, del esclarecimiento de la verdad y de la búsqueda de la justicia su razón de ser. “Me dijo que fue la cuarta víctima del caso Almería. Cuando se jubiló empezó a padecer insomnio, le cambió el biorritmo. Él nunca paró de trabajar en el caso”, cuenta Francisco Mañas. Fernández siempre sostuvo que ese juicio, tarde o temprano, sería reabierto.
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