Mayores migrantes: aplazar la jubilaci¨®n para empezar de cero en Espa?a
La llegada de extranjeros de m¨¢s de 55 a?os se ha duplicado desde 2008
Tras criar a cinco hijos, celebrar la llegada de 16 nietos, superar un matrimonio tormentoso y cumplir 47 a?os trabajados y no siempre cotizados, Marcia Asipuela se compr¨® un billete de ida a Espa?a. A los 59, esta ecuatoriana ha emprendido el camino que sus dos hermanos hicieron hace ya 30 a?os. Mucho mayor, m¨¢s cansada y m¨¢s preocupada, pero no siente que llegue tarde, sino en el momento justo. ¡°Las mujeres a partir de los 50 a?os en Ecuador tienen poco futuro laboral¡±, afirma en una cafeter¨ªa de Madrid. ¡°Yo ya s¨¦ lo que es estar lejos de mi casa¡±. A su lado, su actual pareja Mario Chicaiza, de 55 a?os, asiente. Comparten un sue?o sencillo: ¡°No queremos vivir aqu¨ª para siempre, quiero conseguir un trabajito de tres o cuatro a?os y ahorrar ese dinero para poder tener una casita para nuestra vejez¡±. Una casa en Ecuador, a?ade ¨¦l, en la que, al menos, no entre agua y fr¨ªo. ¡°All¨¢ al mes se ganan 450 d¨®lares [405 euros] y no alcanzan para nada¡±, aseguran.
La pareja calcul¨® que en dos o tres meses podr¨ªan conseguir un trabajo, pero se han pasado medio a?o chocando de frente con un mercado laboral complicado para todos, y especialmente dif¨ªcil para los inmigrantes de mayor edad y sin papeles. ¡°Si no vienen con un contrato de trabajo, estas personas van a tener serias dificultades para encontrarlo¡±, explica el profesor de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad de M¨¢laga Rafael Dur¨¢n. ¡°Si los residentes tienen dificultades para encontrar trabajo despu¨¦s de los 45, a¨²n m¨¢s una persona reci¨¦n llegada y mayor de 55. Son personas llamadas a experimentar vulnerabilidades significativas¡±, a?ade.
Cada vez son m¨¢s los extranjeros que empiezan de cero en Espa?a. Aprietan el bot¨®n de resetear sus vidas en el momento en el que deber¨ªan estar pensando en c¨®mo y cu¨¢ndo jubilarse. Entre 2008 y 2022, el porcentaje de mayores de 55 a?os, entre los extranjeros llegados a Espa?a, ha pasado del 5,3% al 12%: m¨¢s del doble. Es decir, unos 26.000 mayores el a?o pasado. La cifra excluye a ciudadanos de la UE, una emigraci¨®n muy distinta que, generalmente, busca una jubilaci¨®n pl¨¢cida y soleada en las costas espa?olas. Esos nuevos mayores, llegados principalmente de Am¨¦rica Latina ¡ªun flujo creciente en los ¨²ltimos a?os¡ª buscan reencontrarse con hijos o hermanos 20 a?os despu¨¦s o recomenzar vidas atropelladas por la violencia o las crisis en sus hogares. Se los ve cada vez m¨¢s en las colas de las iglesias pidiendo ayuda, en las comisar¨ªas pidiendo asilo o intentando reenganchar, a duras penas, sus carreras en empresas, hospitales y organizaciones espa?olas.
Los inmigrantes de m¨¢s edad, casi siempre invisibles en el imaginario colectivo, provocan, sin embargo, un impacto en los lugares en los que se asientan. En algunos casos es evidente, como la di¨¢spora inglesa en municipios costeros, pero tambi¨¦n es creciente el inter¨¦s ante la llegada de otros perfiles con otras motivaciones y procedentes de pa¨ªses m¨¢s lejanos.
Animados por la falta de estudios que aborden este tema en su complejidad, el profesor Rafael Dur¨¢n y otros colegas de la Universidad de M¨¢laga crearon el Observatorio Europeo de Gerontoinmigraciones. Como su nombre lo dice, analiza la migraci¨®n de personas de avanzada edad hacia Espa?a, un fen¨®meno marcado por los flujos de jubilados europeos, que son el colectivo m¨¢s numeroso, pero tambi¨¦n por personas mayores reagrupadas por sus familiares ya residentes, las envejecidas aqu¨ª como inmigrantes laborales o aquellas que adquieren la nacionalidad espa?ola a la edad adulta por ser descendientes de espa?oles emigrados. ¡°Nos dimos cuenta de que son un grupo con mucho impacto en determinados municipios y comunidades aut¨®nomas; adem¨¢s, no hab¨ªa un conocimiento acad¨¦mico y multidisciplinar, as¨ª que decidimos adentrarnos en ello investigadores de ciencias jur¨ªdicas y sociales¡±, explica.
Dur¨¢n se?ala que la pandemia sirvi¨® para visibilizar ¡°las bolsas de discriminaci¨®n¡±. Los municipios dedicaron m¨¢s esfuerzos en conocer las necesidades de sus ciudadanos y acabaron aflorando realidades que pasaban inadvertidas. ¡°Hemos tendido a pensar que quien ven¨ªa con una edad avanzada lo hac¨ªa porque econ¨®micamente se lo pod¨ªa permitir, pero al mismo tiempo hay bolsas de marginaci¨®n y exclusi¨®n que los llevan a estar seriamente desprotegidos desde el punto de vista social y sanitario, sin que las autoridades tengan conocimiento de su existencia¡±, explica el profesor.
En una de esas iglesias de Madrid donde los inmigrantes sin papeles hacen cola con la esperanza de que monjas y curas les consigan un empleo est¨¢ Lucrecia Pacherres, que dej¨® su casa en Lima hace cinco meses. Viaj¨® a Espa?a junto a su hija de 35 a?os con la idea de trabajar, ¡°tener algo para la vejez¡± y regresar a Per¨² para poner un taller de tejidos y bordado. En su pa¨ªs alternaba el oficio de costurera con el de limpiadora de casas, pero en Espa?a a¨²n no ha logrado arrancar. Al llegar se instal¨® en Santander, donde su hija consigui¨® un trabajo de limpieza, pero ella, que cumple 60 a?os en noviembre, pas¨® cuatro meses buscando infructuosamente, hasta que decidi¨® mudarse sola a Madrid a principios de abril. En este tiempo, aparte de una labor espor¨¢dica de confecci¨®n de pulseras y llaveros que hace para un conocido, no ha conseguido nada m¨¢s.
Pacherres ha pensado en regresar a Lima. Confiesa que la ansiedad que le produce el desempleo a veces la sobrepasa, aunque encuentra fuerza en las palabras de su hija: ¡°Ella me anima, me dice que si las dos vinimos ha sido para luchar, no para que me vaya y la deje, que si yo le di cosas a ella, ahora le toca darme a m¨ª. Pero no es as¨ª, porque ella tambi¨¦n est¨¢ luchando para traer a su esposo y a su hijo, y yo no voy a ser una carga m¨¢s¡±, dice.
Rafael Dur¨¢n mantiene que alrededor del 70% de los inmigrantes que se jubilan o envejecen en Espa?a termina qued¨¢ndose en el pa¨ªs, tanto por los nuevos v¨ªnculos personales que crean como por las renuncias econ¨®micas que har¨ªan si deciden regresar. Sin embargo, tanto Chicaiza como Asipuela y tambi¨¦n Pacherres quieren volver a sus pa¨ªses de origen. Se revuelven ante la idea de quedarse para siempre en Europa. En su caso, rondando los 60, el reloj juega especialmente en contra: su salud es una preocupaci¨®n para mantener el ritmo de un trabajo exigente y, cuanto m¨¢s tarden en recomenzar en Espa?a, m¨¢s les costar¨¢ volver a empezar de vuelta en su pa¨ªs. Despu¨¦s de seis meses sin dejar de buscar, el contador de Marcia Asipuela y Mario Chicaiza acaba de ponerse en marcha. Ella ha comenzado a trabajar como interna en Madrid; ¨¦l, que padece una discapacidad en un brazo y en su pierna derecha, encontr¨® un empleo como pe¨®n de construcci¨®n en Soria. Aunque separados, ya est¨¢n algo m¨¢s de cerca de conseguir esa casa sin goteras.
Este reportaje ha sido publicado como parte del proyecto Re:framing Migrants in European Media, apoyado por la Comisi¨®n Europea. El proyecto est¨¢ coordinado por la Fundaci¨®n Europea de Cultura.
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