Apagafuegos, el escuadr¨®n de los corsarios del aire
Un total de 49 pilotos y 23 mec¨¢nicos conforman la tripulaci¨®n de los 18 hidroaviones del Ej¨¦rcito del Aire desplegados por Espa?a para sofocar los incendios. Son los piratas del cielo: vuelan con ¡°carta blanca¡± y afrontan riesgos extremos
El Bombardier CL-415 es un avi¨®n anfibio desnudo. Una especie de barco amarillo con alas y con todo al aire: cables, remaches, conexiones, dep¨®sitos, tuber¨ªas, cuadros de mando... No tiene ni un solo revestimiento y, a simple vista, resulta muy rudimentario, como si se quisiera poner a volar un tractor. Su misi¨®n es acudir a los incendios forestales para apagarlos descargando las seis toneladas de agua que puede almacenar en su barriga. ¡°Es una lata de aluminio y acero, y lo m¨¢s parecido a volar un avi¨®n de la Segunda Guerra Mundial¡±, bromea el capit¨¢n Aitor Bellido, piloto, de 39 a?os, con diez de antig¨¹edad en el Grupo 43, la unidad de los apagafuegos, m¨¢s conocidos como ¡°los corsarios¡± por su escudo. ¡°Y porque somos un poco los piratas del cielo¡±, cuenta.
Bellido es uno de los 49 pilotos de este at¨ªpico escuadr¨®n, una especie de hermandad que surca los cielos casi con carta blanca bajo el lema ¡°?Apaga y v¨¢monos!¡±. Surgi¨® en 1971 en el Ej¨¦rcito del Aire y ahora cuenta con una flota de 18 aparatos repartidos, en plena campa?a contra incendios, por toda la geograf¨ªa espa?ola. Centralizados en la base a¨¦rea de Torrej¨®n de Ardoz (Madrid), funcionan como una subcontrata del Ministerio de Transici¨®n Ecol¨®gica (Miteco) y dependen operativamente de la Unidad Militar de Emergencias (UME) del Ministerio de Defensa.
Los hombres y la mujer (solo hay una) que forman parte de los pilotos de ¡°el 43¡å tienen entre 23 y 52 a?os y han superado previamente cinco a?os en la academia militar de San Javier (Murcia), aparte de estudios y ex¨¢menes posteriores para obtener ascensos. Parecen estar hechos de una pasta ign¨ªfuga especial porque, aunque aman su trabajo (¡°si esto no te gusta, aqu¨ª no aguantas¡±, coinciden), tambi¨¦n tienen motivos de sobra para estar quemados.
El vuelo en estas naves de planchas met¨¢licas atornilladas, en las que el ruido es ensordecedor y la temperatura dentro supera f¨¢cilmente los 50 grados, requiere ¡ªal menos en Espa?a¡ª que la tripulaci¨®n est¨¦ formada por dos pilotos (la comandancia corresponde al que acumula m¨¢s experiencia) y de un mec¨¢nico, que atiende las incidencias que puedan producirse en el aire. ¡°Por eso lleva todos los mecanismos a la vista¡±, dice Juan S¨¢nchez, mec¨¢nico de vuelo, de 49 a?os, con 14 como tripulante. ¡°Puedes actuar r¨¢pidamente casi sobre cualquier aver¨ªa en pleno vuelo¡±, explica.
Un vuelo artesanal
¡°Se trata de un vuelo totalmente manual, artesanal, no es ni parecido a un vuelo comercial, que lleva incorporados m¨²ltiples sistemas autom¨¢ticos que calculan movimientos y los ejecutan apretando un bot¨®n o moviendo un joystick¡±, apunta el capit¨¢n David Juan Conde, de 28 a?os, antes instructor de vuelo y ahora piloto en el 43. ¡°Aqu¨ª se vuela por sensaciones, con tus manos sintiendo los mandos y con tu cuerpo sacudido por las fuertes turbulencias y los cambios de presi¨®n que generan las variaciones de temperatura¡±, explica Bellido. ¡°Te gu¨ªas por lo que ven y estiman tus ojos (haya o no humo en el aire o reflejos en el agua), por eso solo podemos volar desde que sale el sol hasta que se pone, nunca de noche¡±, a?ade. ¡°En nuestro vuelo las decisiones se toman bas¨¢ndose principalmente en la experiencia y la pericia, y ¡°a ojo¡±, por eso son importantes las horas de instrucci¨®n y entrenamiento, se vuela muy bajo, entre monta?as y ¨¢rboles, antenas y cables de alta tensi¨®n, esquivando p¨¢jaros, o rocas, boyas y embarcaciones en el agua¡±, se?ala el piloto. ¡°Adem¨¢s, nosotros no despegamos y aterrizamos una sola vez por vuelo¡±, advierte, ¡°sino que lo hacemos hace tantas veces como sea necesario cargar y descargar agua, 20 o 30, hasta sofocar un fuego, y hasta un m¨¢ximo de tiempo de nueve horas en el aire, que es l¨ªmite que establece nuestra normativa¡±, detalla Juan Conde. ¡°En resumen: esto es volar de verdad¡±, concluye Bellido.
El tipo de misi¨®n de emergencia que deben cumplir estos piratas del cielo implica que no est¨¢n solo sujetos a la normativa general del espacio a¨¦reo, sino que por sus excepcionales condiciones y funciones pueden tambi¨¦n volar de manera excepcional, con patente de corso, para aterrizar y despegar en lugares casi imposibles, impulsados por dos potent¨ªsimos motores de 2.500 caballos para vencer la resistencia del agua, mientras cargan sus dep¨®sitos (seis toneladas en solo 12 segundos) por la propia presi¨®n del roce del avi¨®n contra la superficie de pantanos, lagos o mares.
La vida en tierra
Pero, adem¨¢s, ser ¡°un corsario del aire¡± lleva aparejada una vida particular en tierra. Por ejemplo, nunca tienen vacaciones de verano, porque la campa?a contra incendios va de junio a octubre. Esa mitad del a?o viven con ¡°una maleta de tres d¨ªas¡± siempre preparada para salir volando, literalmente. Pasan ese periodo de tiempo cambiando de destino aproximadamente cada mes entre ocho aeropuertos de toda Espa?a por los que se distribuye la flota de hidroaviones: Santiago de Compostela, Salamanca, Badajoz, M¨¢laga, Albacete, Pollensa, Zaragoza y Torrej¨®n de Ardoz. La otra mitad del a?o, su base est¨¢ en Torrej¨®n, donde se dedican a labores administrativas, reparaciones, entrenamientos, o estudios para promocionar, aparte de poder tomarse sus vacaciones: ¡°Vamos al rev¨¦s de nuestras familias, el ¨ªndice de divorcios aqu¨ª es muy alto¡±, se?alan
Los salarios van de 2.100 a 2.600 euros mensuales. ¡°Los franceses y los italianos, con los que hacemos intercambios habituales, cobran el doble que nosotros, literalmente¡±, se?ala Bellido. Los meses que est¨¢n fuera, les pagan unas exiguas dietas de 77 euros (netos) diarios, con los que deben de cubrir alojamiento y manutenci¨®n. No cobran ni las horas extra ni las guardias. Y durante la campa?a (cinco meses), si no ¡°abren la alarma¡± ¡ªes decir, si no est¨¢n de guardia¡ª para ponerse en el aire en el momento en que se les reclame y en un tiempo m¨¢ximo de 20 minutos, deben de permanecer siempre localizados y pr¨®ximos a la base. ¡°Da igual si est¨¢s en el gimnasio o en el cine, y por supuesto de ca?as no puedes ir tampoco por si te llaman¡±. Los controles m¨¦dicos son rigurosos y peri¨®dicos: ¡±Vista, o¨ªdo, sangre, drogas, coraz¨®n, psic¨®logo, psiquiatra, dientes... nos miran todo¡±.
Hace 20 a?os ¡ªtocan madera¡ª que no hay un accidente mortal en la unidad. Pero el recibidor de su modesto edificio, en un extremo de la base de Torrej¨®n, est¨¢ presidido por su patrona, la virgen de Loreto, y una placa dorada con los nombres de los ca¨ªdos: 15, en cinco accidentes ocurridos entre 1976 y 2003. Por lo que cuentan, la mayor parte de los pilotos del 43 se fraguaron desde la ni?ez: ¡°No recuerdo haber querido ser nunca otra cosa¡±, coinciden. Algunos incluso ten¨ªan como objetivo en la vida pilotar un hidroavi¨®n: ¡°Es el vuelo m¨¢s divertido que existe¡±. ¡°Es precioso¡±, aseguran. ¡°Y aunque no nos den medallas, resulta enormemente reconfortante cumplir la misi¨®n de sofocar un incendio y sentir despu¨¦s el agradecimiento de la gente¡±, comentan. A estos corsarios del aire, antiguamente conocidos como botijeros ¡ª¡°porque llevaban un botijo de barro en la cabina para poder beber agua¡±¡ª no solo les une la pertenencia a un valeroso y valioso escuadr¨®n, sino algo bastante m¨¢s profundo, les une una emoci¨®n.
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