La Guerra Civil por los gatos de Piedrah¨ªta de Castro
Unos vecinos en un pueblo de Zamora denuncian muertes felinas por disparos de carabinas y venganzas
Dos ojos azules miran con desconfianza y curiosidad desde una gatera en Piedrah¨ªta de Castro (Zamora, 100 habitantes). El minino entra y sale del orificio junto a otros cong¨¦neres mientras otros sestean al sol sobre el hormig¨®n de la plaza del pueblo. El grupo recela del visitante, pero disfruta de una tarde tranquila para ellos, pero tensa, de nuevo, para los humanos: las recientes muertes de varios ejemplares han dividido al pueblo. Un grupo de animalistas denuncia una ¡°masacre¡± al aparecer varios ejemplares fallecidos, uno de ellos en el felpudo de uno de los cr¨ªticos, mientras la mayor¨ªa social rechaza las acusaciones y se?ala a esos vecinos por traer ¡°problemas¡±.
Todo comenz¨® en primavera. La valenciana y afincada hasta hace poco en Barcelona Mamen Castell¨®, de 50 a?os, lo relata en una terraza de un pueblo cercano. No quiere acercarse al lugar porque sabe ¡°lo que pasar¨ªa¡±. Ella lleva unos meses en Zamora y un d¨ªa pas¨® por Piedrah¨ªta, vio gatos en mal estado y les dej¨® agua y pienso. Entonces llegaron los insultos. Ella asegura que un hombre la increp¨® y amenaz¨® con ¡°envenenar a todos los gatos¡±. Pese a sugerirle poner la comida en otro lado, persistieron los insultos. ¡°Desde mayo han ido apareciendo gatos muertos por todos lados¡±, lamenta la mujer, apuntando a ¡°cuadrillas con carabinas que pimpampum a todo lo que ven¡±. Otro vecino, rogando anonimato para evitar represalias, lamenta el ¡°deporte nacional de disparar a los gatos¡± y afirma que llegan a apalearlos, adem¨¢s de dispararlos, y colocarlos en la carretera para fingir atropellos. Los enfrentamientos llegaron al culmen el ocho de agosto, cuando Castell¨® recibi¨® el aviso de una felina embarazada y acudi¨® a llev¨¢rselo al veterinario para analizarlo antes del parto. ¡°Se echaron sobre m¨ª 30 personas, dijeron que estaba robando el gato y me rompieron una luna del coche¡±, recuerda. Ahora lo tiene en casa. La Guardia Civil envi¨® a los antidisturbios, cuatro patrullas y una ambulancia ante el tumulto y ella fue denunciada por supuesto robo, aunque insiste en que era ¡°callejero¡± y los presuntos propietarios no ten¨ªan fotos o muestras de posesi¨®n del mam¨ªfero.
Pocos en Piedrahita la apoyan. El antiguo alguacil, llamado Fidel, hab¨ªa alimentado a las colonias en los ¨²ltimos a?os pero una noche grab¨® c¨®mo una perra de caza mataba a un gato al que ¨¦l intent¨® rescatar en vano. Los lugare?os y el due?o lo achacan a que el animal, en celo, se escap¨® y atac¨® al minino; ellos sospechan que lo solt¨® intencionadamente. Esa secuencia y otras fotos de gatos muertos llegaron al partido animalista PACMA, a quien Castell¨® agradece el apoyo junto a Sacrificio Cero, y el tema cogi¨® peso. Tambi¨¦n apareci¨® la venganza: al poco Fidel encontr¨® en su felpudo un gato muerto. Fuentes de la Guardia Civil atribuyen lo sucedido a la dificultad del animalismo para entender las costumbres rurales como la libertad callejera de los gatos y que los h¨¢bitos de los pueblos tampoco aceptan cr¨ªticas forasteras. Por tanto, creen imposible poner chips y cuidar ¨®ptimamente de esos gatos que saltan de tapia en tapia y de cuadra en cuadra, sin pertenecer como tal a nadie, pero tambi¨¦n asumen que ¡°alg¨²n cafre seguro que ha pegado perdigonazos a algunos gatos y los dem¨¢s le han re¨ªdo la gracia¡±.
Las autoridades tambi¨¦n apuntan al bar como eje de divergencias. El due?o ha interpuesto decenas de denuncias ¡°por ver a perros sueltos por la calle¡± y gatos sueltos, adem¨¢s de visitar frecuentemente el cuartel para exponer supuestas amenazas o injurias. Tampoco se ha ganado amistades, como evoca indignado un anciano jugador de petanca, al avisar a los agentes ¡°por llevar una nevera con refrescos a la pista de petanca¡±; los parroquianos, a quien los defensores de los gatos acusan de conductas inapropiadas en el local, dejaron de acudir y los felinos se han convertido en arma arrojadiza al ser el gerente expareja de Castell¨®. Fuentes del Seprona afirman que est¨¢n investigando los hechos por si hubiera maltrato animal. El bar, de titularidad municipal y adjudicado a ese forastero llegado al lugar hace unos meses, permanece cerrado estos d¨ªas. En los pueblos cercanos han aparecido pintadas de ¡°Guardia Civil hijos de puta. Cerdos con pistola¡±.
Nadie en Piedrah¨ªta accede a dar su nombre, pero los escasos j¨®venes y todos los mayores coinciden: no hay ¡°masacre de gatos¡± pero s¨ª admiten perdigonazos ¡°de chavales que cogen la carabina y salen a tirar a palomas, conejos o gatos¡±. ¡°Me preocupa la imagen del pueblo, nos van a acusar de asesinos¡±, afirma un jugador de petanca y otra vecina tilda de ¡°un poco locos¡± a los animalistas, aunque lamenta que se matara a un gato y se colocara ante la puerta de Fidel. La situaci¨®n trae a las conversaciones las pel¨ªculas de Berlanga o El disputado voto del se?or Cayo, de Miguel Delibes, con grandes conflictos en pueblos de pocas personas. Un pu?ado de esos habitantes echa la tarde en un banco mientras 10 gatos juguetean entre el corral de las gallinas y aceptan alg¨²n mimo. ¡°Puede haber alg¨²n calentado¡±, admiten, pero reivindican la funci¨®n de estos animales: ¡°Sin ellos tendr¨ªamos invasi¨®n de ratas¡±.
Mamen Castell¨® y sus defensores insisten: por la noche se siguen oyendo disparos, aunque no han encontrado m¨¢s cad¨¢veres. Los vecinos, firmes: nadie mata a los felinos por gusto. La Guardia Civil advierte: seguir¨¢n pendientes y temen que no haya soluci¨®n entre las partes. Los protagonistas, mientras, siguen en la plaza, ajenos al debate. El ¨²ltimo en sumarse, un gato negro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.