M¨²sicos rurales para festivales rurales: los 10 a?os del Boina Fest revolucionando Arenillas
Localidades peque?as celebran festejos culturales para reivindicar la despoblaci¨®n y las bandas locales
Todo para el pueblo pero con el pueblo. El nuevo r¨¦gimen rural, golpeado absolutamente por la despoblaci¨®n, trata de reivindicar desde la cultura los m¨²ltiples motivos para romper con la tendencia centralista que merma a la Espa?a interior. Para muestra, un front¨®n como el de Arenillas (Soria, 40 habitantes). Este emblema arquitect¨®nico de las peque?as localidades, donde lo mismo quedan los chavales con sus bicis y sus pipas que alg¨²n deportista le arrea a la raqueta, aloja escenarios modestos, pero muy valiosos: las tablas donde se suben artistas y m¨²sicos para cantarle a p¨²blicos reducidos pero implicados. El festival gratuito Boina Fest cumple 10 a?os revolucionando Arenillas bajo una esencia: el cartel se configura con bandas de or¨ªgenes rurales. Bewis de la Rosa, asistente en 2023 con su rap apegado al sentimiento conquense, lo sintetiza as¨ª: ¡°La cultura ya est¨¢ en los pueblos, no hay que ir a llevarla¡±.
El exiguo censo de Arenillas se multiplica cuando a principios de agosto el ciervo con boina, gafas de sol y patillas usado como icono del festival embiste a la tranquilidad habitual. Los coches se apelotonan en los aparcamientos exteriores, las furgonetas colonizan las explanadas, los campistas extienden sus tiendas a la sombra de las sabinas y el municipio rebosa vida. Los m¨¢s de 1.000 espectadores de 2023 acreditan el tir¨®n de la muestra, basada en una filosof¨ªa: m¨²sica rural para p¨²blico rural. Primero, explica su fundador, Rodrigo Gismera, solo recurrieron a grupos sorianos. Las tres o cuatro plazas buscadas se completaron entre los ¡°15 o 20 candidatos¡±; el ¨¦xito actual les ha implicado ampliar el per¨ªmetro a aquellas zonas en situaci¨®n de peligro demogr¨¢fico. ¡°?Para nada, para nada cuesta traer bandas rurales!¡±, exclama Gismera, de 40 a?os, encantado con la acogida aunque implique con cada edici¨®n m¨¢s jaleo con la seguridad, la comida y la bebida, la organizaci¨®n y las gestiones relacionadas con m¨¢s de 12 horas seguidas de m¨²sica en directo. De eso se encargan los grupos rurales complementados con invitados forasteros como La Regadera, Grison y Tuli o Guapo Calavera.
El cofundador desarrolla la filosof¨ªa del Boina, comprometido con el talento de proximidad y tambi¨¦n con atraer a poblaciones rurales a bandas poco acostumbradas a salir de las ciudades. ¡°El estilo es variado, pop, rock, hip-hop, rumba, fusi¨®n¡ optamos por m¨²sica animosa y festiva¡±, detalla el descendiente soriano. ¡°Los cabeza de cartel casi nunca van a Soria y menos a pueblos tan peque?os¡±, afirma, de ah¨ª su empe?o por contratarlos y cambiarles el paso, algo tambi¨¦n agradecido para los m¨²sicos envueltos en rutinarias giras de pabellones y polideportivos. Arenillas les ofrece las vistas de la iglesia, cierto fresquete nocturno en agosto y un p¨²blico donde alg¨²n ancianete aprovecha para menearse al son de esos forasteros.
Este empleado de Renfe y residente en Madrid destaca c¨®mo los herederos de ese vaciamiento demogr¨¢fico se han implicado con el Boina para que todo fluya sin quejas. ¡°Somos los hijos quienes fundaron la asociaci¨®n sociocultural contra la despoblaci¨®n. Eran unas 50 personas y bajando, sin ni?os, y se pusieron para atraer familias con ni?os, mantener la escuela y rehabilitar viviendas municipales. Los pueblos alrededor est¨¢n casi abandonados, pero en Arenillas se han mantenido y tenemos ni?os¡±, explica Gismera. Para ello pesa mucho el ensalzamiento de la cultura popular y la resignificaci¨®n del territorio, tantas veces denostado en favor de la urbe. La gente, concienciada, no hace botell¨®n, sino que consume a precios civilizados en las barras del Boina Fest, compra camisetas y recuerdos y permite la autogesti¨®n. Algunas ganancias se han utilizado para plantar ¨¢rboles en los alrededores. La alcaldesa, Sonia Tobaruela (PP), aplaude la iniciativa y solo presenta un ruego: ¡°Para que la experiencia fuese completa estar¨ªa muy bien que alguien se interesara en quedarse, eso ser¨ªa el 100%. Tenemos la esperanza¡±. Los lugare?os se implican conforme a su edad: ¡°No le pedimos a se?ores de 90 a?os que aguanten hasta la madrugada, pero todos ayudamos¡±.
El festival encandil¨® a la conquense Bewis de la Rosa, de 29 a?os, con un estilo donde fusiona rap con tem¨¢ticas rurales. ¡°La cultura ya est¨¢ en los pueblos, no hay que ir a llevarla¡±, defiende la joven, valedora de las citas musicales ¡°fomentando la conciencia contra la despoblaci¨®n¡±. La artista avisa del peligro de vender la etiqueta de festival rural, en mitad de la naturaleza, y luego rendirse a las ganas de ¡°crecer desde el consumismo y el capitalismo¡±, sin considerar las necesidades de cada pueblo y vi¨¦ndolo como un objeto por exprimir: ¡°Tenemos una mirada de crecimiento muy abrasiva, muy vertical¡±. La castellano-manchega disfruta cuando la audiencia se reduce ¡°y podemos armar entre todas un zafarrancho, vi¨¦ndonos las caras como en una reuni¨®n, eso nos hace comportarnos diferente y ser espectadoras desde la implicaci¨®n¡±. Faltar¨¢n los fuegos artificiales y los efectos sonoros, pero el humilde escenario junto al front¨®n, en plena plaza de Arenillas, construye esa identidad compartida entre personas de muy diversas procedencias y mismo concepto hacia la sangr¨ªa demogr¨¢fica.
De la Rosa lo entiende como l¨ªnea musical y art¨ªstica expresada a trav¨¦s de sus letras y de su actitud vital. Ella y otras tantas agrupaciones han crecido d¨¢ndose a conocer en encuentros sin masificaci¨®n, lejos de elevad¨ªsimos precios y la constante sensaci¨®n de atraco para satisfacer cualquier necesidad fisiol¨®gica o de ocio durante los d¨ªas de conciertos. Por eso valora el caso del Agrocuir en Monterroso (Lugo, 3.500 personas) como una ¡°lecci¨®n de decrecimiento, teni¨¦ndolo todo como lo anunciaron con poco margen, redujeron escenarios, artistas¡ para que siguiese siendo lo que es y no un macrofestival¡±. Las citas masivas no permitir¨ªan an¨¦cdotas inolvidables como la experimentada en el festival What is Music de Fr¨ªas (Burgos, una ciudad medieval con unos 200 habitantes). All¨ª se encontraba en plena plaza, un recinto reducido, sin grandes m¨¢rgenes para acumular a m¨¢s gent¨ªo. La cantante interpretaba su Los labradores y lleg¨® a esta estrofa.
¡°Les ni?es rompiendo el bucle asom¨¢s en los balcones, ?No los ves?¡±.
Los vio. Justo entonces, dos se?oras mayores, poco ni?es ya, pero casi sincronizadas, abrieron la ventana de su casa y ¡°con su pose de se?oras mayores¡± escucharon el resto de las canciones. Bewis de la Rosa contin¨²a asombrada por el suceso, hechos impagables e inauditos en las m¨¢s grandes citas musicales de Espa?a: ¡°?No fue casualidad, sino causalidad!¡±.
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