Con peucos y mascarillas en la Casa Amatller
El edificio modernista construido en Barcelona por Puig i Cadafalch retoma las visitas suspendidas hace casi cinco meses por la pandemia
Cuando en marzo de 2015 abri¨® la Casa Amatller al p¨²blico, despu¨¦s de cinco a?os de intensa restauraci¨®n de su piso noble, el meticuloso Santiago Alcolea, director de la Fundaci¨® Institut Amatller d¡¯Art Hisp¨¤nic que gestiona el inmueble, hizo que todos los visitantes se colocaran peucos en los pies y que los gu¨ªas llevaran guantes; una medida que por entonces parec¨ªa algo exc¨¦ntrica, pero que reflejaba la alta concienciaci¨®n por el patrimonio que caracteriza a Alcolea, y que hoy, a la vista de los acontecimientos, parece de lo m¨¢s acertada y precursora. Ayer, despu¨¦s de casi cinco meses cerrada por la pandemia, las primeras personas que acudieron a visitar este edificio reformado por Josep Puig i Cadafalch, pared con pared con la Casa Batll¨® de Gaud¨ª y dentro de la Manzana de la Discordia del paseo de Gr¨¤cia barcelon¨¦s, lo primero que hicieron fue calzarse los peucos, porque todo el mundo ven¨ªa de casa con su mascarilla.
Fue despu¨¦s de que los recibiera Laura Pastor, responsable, junto a Isabel Vall¨¨s, de Cases Singulars, la empresa que desde 2010 permite visitar el interior de muchas de las ricas casas de familias burguesas que entre finales del XIX y comienzos del XX se construyeron desde el Modernismo.
El grupo, formado por siete personas, era p¨²blico local, todos mayores de 50 a?os, amigos o parejas, como Xiscu y Cristina que hab¨ªan venido desde Santa Coloma de Gramenet. Todos confesaron que era la primeva vez que visitan la casa y que aprovechaban el vac¨ªo de turistas para conocer lo que hasta ahora les parec¨ªa que estaba copado por ellos. ¡°Estamos de vacaciones y nos gusta visitar este tipo de casas¡±, explica Xiscu, que no perdi¨® detalle de los animales humanizados ¡ªperros, gatos, garzas, ¨¢guilas y lechuzas¡ª que decoran los capitales de piedra de las puertas que dan paso de una habitaci¨®n a otra.
Laura se gan¨® al p¨²blico cuando, tras cruzar la puerta de este piso de 400 metros cuadrados, aut¨¦ntico para¨ªso de las artes decorativas en las que mosaicos, parquets, maderas, pinturas, paredes enteladas y muebles, compiten por llamar la atenci¨®n del visitante, comenz¨® a cambiar la intensidad de las luces para transportar a todos, ahora s¨ª, a comienzos del siglo XX cuando el industrial chocolatero, Antoni Amatller y su hija Teresa, se instalaron a vivir en esta casa que contaba con todo los elementos de modernidad de entonces que no eran otros que agua, luz, ascensor y cochera.
Dos grupos sin cruzarse
El grupo reducido de la visita obedec¨ªa a las medidas adoptadas para poder abrir, pero tambi¨¦n es una marca de la casa por la que apost¨® Alcolea en 2015 a la hora de las visitas: pocas personas que permitan una visita calmada y relajada y que ahora, otra vez, son pan de cada d¨ªa. Laura comenz¨® la visita en la parte privada de la vivienda, mientras que Nuria, otra compa?era, guiaba a otro grupo de ocho personas que comenzaron por la parte de representaci¨®n, el gran sal¨®n comedor que da al interior de la manzana en la que sobresale la chimenea-escultura de piedra de Eusebi Arnau.
En los dormitorios del padre y de la hija, en sus ba?os contiguos, en la habitaci¨®n de costura de ella, en el despacho del industrial que conserva incluso los libros cuentas de la f¨¢brica, y en el gran sal¨®n, donde la mesa est¨¢ preparada para sentarse a tomar una buena merienda, parece que padre e hija est¨¦n a punto de volver y que su ausencia se aproveche para mostrar a los visitantes c¨®mo viven, en presente, porque el tiempo parece parado en esta casa no cinco meses, sino un siglo.
El grupo pregunta cosas c¨®mo que hacen ramos de flores secas en las sillas y sillones, a lo que Laura les contesta que evitan que la gente se siente en ellos, algo realmente tentador. Tambi¨¦n que si el rico Amatller era viudo y por qu¨¦ no se habla de la madre¡. y Laura gira sus explicaciones sobre patrimonio hacia la prensa rosa: ¡°Se separaron en 1877, despu¨¦s de que ella se fugara a Italia con un cantante de ¨®pera y en los acuerdos se estipul¨® que Teresa vivir¨ªa a partir de los siete a?os con su padre y que la madre no pondr¨ªa un pie en Casa Amatller¡±. Tambi¨¦n eran modernos en eso.
La apertura de ayer era doblemente grata como remarco Laura: ¡°El 12 de marzo cumplimos cinco a?os de la apertura al p¨²blico, pero tuvimos que cerrar como todos los equipamientos culturales. Hoy, por fin, podemos abrir¡±. Al grupo solo le falta aplaudir, pero se sienten afortunados de haber pagado los 12 euros que cuesta la entrada. Mucho m¨¢s cuando Laura, al final del recorrido les obsequia a todos con una cajita de ¡°hojas finas de chocolate, 70% cacao¡± de la marca Atmaller, el mismo que hizo rico al due?o de la casa y le permiti¨® pagar los trabajos para realizar este interior modernista privilegiado.
Ya han reservado para hacer visitas los pr¨®ximos d¨ªas 100 personas. ¡°Ser¨¢ una media de entre 25 o 30 personas, frente a las m¨¢s de 80 del a?o pasado¡±, explica Laura. La apertura servir¨¢ como pre¨¢mbulo para que el pr¨®ximo 1 de septiembre, si el coronavirus lo permite, reabran el resto de calas Cases Singulars.
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