Invisibles hasta que arden
Hay muchas naves con infravivienda como la que se quem¨® en Badalona en el ¨¢rea metropolitana. Ver c¨®mo las administraciones se pasan la pelota en llamas explica por qu¨¦ la pol¨ªtica parece a veces tan alejada de la realidad
Circula por Twitter la etiqueta #homelesslivesmatter, pero, ?importan realmente la vida de los sin techo? Me temo que la pena, la compasi¨®n o la rabia provocadas por el incendio de la nave de Badalona en el que murieron tres inmigrantes se desvanecer¨¢n en cuanto se apaguen los rescoldos del fuego. Era pat¨¦tica la insistencia del alcalde Xavier Garc¨ªa Albiol en marcar la distinci¨®n entre un largo periodo de ocupaci¨®n pac¨ªfica que se remonta a su anterior periodo como alcalde, y los tres ¨²ltimos a?os en los que, seg¨²n ¨¦l, hab¨ªan llegado elementos violentos que alteraban la convivencia y no se hab¨ªa hecho nada. La nave llevaba 15 a?os abandonada y desde hace 12 estaba ocupada por cientos de personas sin hogar. Ver c¨®mo las administraciones se pasaban la pelota en llamas explica por qu¨¦ la pol¨ªtica parece a veces tan alejada de la realidad. Para Garc¨ªa Albiol, la realidad es algo que se toma o se deja seg¨²n convenga.
Pero la realidad est¨¢ ah¨ª y a veces sube a la superficie para abofetear a los que siempre miran para otro lado. Entre los pocos testimonios que los medios pudieron encontrar, porque la mayor¨ªa de los que huyeron del fuego huyeron tambi¨¦n de los focos por miedo a la deportaci¨®n, hab¨ªa un inmigrante que lleva 20 a?os en Espa?a y que todo ese tiempo de para¨ªso so?ado no le ha servido para nada m¨¢s que para levantar con cuatro tablones un remedo de hogar en una inh¨®spita nave abandonada. Diez a?os llevaba otro viviendo en ese lugar que entre todos trataban de dignificar.
All¨ª estaban, con sus televisiones, sus alfombras y esas pulcras mesitas ante las que se sentaban en sillas ergon¨®micas de despacho encontradas en cualquier parte, vestigios de una opulencia que a ellos se les niega. Uno de los que saltaron por la ventana viv¨ªa en la nave pese a tener trabajo y se sent¨ªa afortunado porque pod¨ªa comer, pero hab¨ªa desistido ya de salir de all¨ª: nadie quer¨ªa alquilarle a ¨¦l, piel oscura tirando a negro, con tanta gente blanca compitiendo por la gama baja del alquiler. Invisibles hasta que arden. Entonces llegan los pol¨ªticos y los lamentos, pero en cuanto los focos se apagan vuelven a la invisibilidad de otro solar, a las colas del hambre de los bancos de alimentos. Hay mucha infravivienda en naves y solares abandonados del ¨¢rea metropolitana. El Ayuntamiento de Barcelona lleva un registro que no para de moverse en el que ahora constan 70, pero en el resto del ¨¢rea ni siquiera se sabe cu¨¢ntas hay.
En La expulsi¨®n de lo distinto (Herder, 2017), el fil¨®sofo Byung-Chul Han, escribe: ¡°La pol¨ªtica de lo bello es la pol¨ªtica de la hospitalidad. La xenofobia es odio y es fea. Es expresi¨®n de la falta de raz¨®n universal, un indicio de que la sociedad todav¨ªa se encuentra en un estado irreconciliado. El grado civilizatorio de una sociedad se puede medir justamente en funci¨®n de su hospitalidad, es m¨¢s, en funci¨®n de su amabilidad¡±. Los subsaharianos que viven en las naves saben muy bien lo poco que tolera nuestra sociedad lo distinto, por eso intentan pasar desapercibidos. Raramente piden ayuda y pasan con sus carros de chatarra o sus telas por la playa susurrando la mercanc¨ªa. Y la gente, absorta en sus m¨®viles, levanta la mirada un momento y observa el horizonte sin verlos. Ha pasado un nadie. Lo invisible no existe, no molesta, no provoca cargos de conciencia.
Solo los que quieren realmente mirar se acercan a la ellos. Las organizaciones humanitarias como Cruz Roja, C¨¢ritas o Arrels, que les llevan medicamentos, comida, estufas y algo de calor humano. Hay mucha gente que no quiere mirar a otro lado pero tampoco sabe c¨®mo implicarse. Delega en las organizaciones humanitarias la hospitalidad y se siente inc¨®moda, pero tampoco ve una soluci¨®n. ¡°Medio planeta querr¨ªa vivir aqu¨ª si abri¨¦ramos las fronteras¡±. Es verdad. Para muchos que no son racistas ni xen¨®fobos, no es tanto el miedo a lo diferente, a los extranjeros que ya est¨¢n entre nosotros, como el miedo a los que podr¨ªan llegar. Un problema de proporciones, dicen. Y en esas contradicciones se mueven entre la tristeza y la impotencia.
El ministro de Interior del Gobierno m¨¢s progresista de la historia tampoco quiere trasladar a la pen¨ªnsula a los que llegan en pateras a Canarias. No quiere provocar un efecto llamada, dice, ignorando que el gran efecto llamada es el enorme contraste entre la forma como vivimos nosotros aqu¨ª y las expectativas que tenemos, y la forma en que viven all¨¢ y las expectativas que tienen. Aunque aqu¨ª tambi¨¦n tengamos a nuestros propios excluidos y aunque el viaje al para¨ªso de los que huyen de all¨¢ acabe en una nave en la que muchas veces se sienten infinitamente peor que en la aldea de la que partieron.
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