Apaga y v¨¢monos
Este tiempo convulso ha sobredimensionado una C¨¢mara convertida m¨¢s en escenario de altos principios y huecas declaraciones que en el recinto donde la raz¨®n se impon¨ªa a la emoci¨®n
Una de las muchas convenciones que marcan nuestra acci¨®n pol¨ªtica es evaluar una legislatura por el n¨²mero de leyes aprobadas en sus Parlamentos. Como si la cantidad lo fuera todo y la calidad importara poco. Como si todos los textos legales fueran precisos, claros y adecuados. Eficaces para regular la situaci¨®n que los determina. Como si los reglamentos que desarrollan su posterior aplicaci¨®n fueran normas insubstanciales, meros tr¨¢mites, cuando ser¨¢n los que acaben orientando la pauta real de lo que se pretende y busca verdaderamente. Como si la frase del conde de Romanones solo tuviera el valor anecd¨®tico de la cita ilustrada cuando encierra, todav¨ªa hoy y en s¨ª misma, el aut¨¦ntico esp¨ªritu de la pol¨ªtica gubernamental: hagan ustedes la ley, que yo ya har¨¦ el reglamento.
Tres a?os en los que el realismo m¨¢gico se ha impuesto a la necesidad vital y los brindis al sol a los hechos
Todos sabemos, pues, que el balance de un per¨ªodo legislativo no deber¨ªa ser la suma de principios l¨ªcitos suscritos por la c¨¢mara. Ni siquiera si estos, adem¨¢s, fueran acompa?ados de las correspondientes derogaciones de normas anteriores que dificultan, cuando no obstruyen directamente, su f¨¢cil y r¨¢pida aplicaci¨®n, que tanto ayudar¨ªa a paliar los muchos efectos negativos por sobredosis de preceptos legales que nos inundan. Unos cien mil, se calcula que rigen hoy en Espa?a. En su gran mayor¨ªa de ¨¢mbito auton¨®mico, aunque tambi¨¦n obligadas por la fiebre europea que canaliza un promedio superior a la docena de disposiciones diarias.
A pesar de todo ello y como si el tiempo pasara en balde, esta convenci¨®n se est¨¢ aplicando de nuevo estos d¨ªas en Catalu?a al ponerle el cierre a la XII legislatura. La que naci¨® al amparo de las elecciones convocadas por la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 de la Constituci¨®n y que, como maleficio, ha quedado marcada por el profundo vac¨ªo de su efectividad aparentemente disfrazada. Un per¨ªodo de tres a?os en los que el realismo m¨¢gico se ha impuesto a la necesidad vital y los brindis al sol a la contundencia de los hechos. Si a todo lo que llevamos arrastrando pol¨ªticamente durante este trienio le a?adimos lo que la pandemia ha condicionado, tenemos tambi¨¦n una gobernanza por decreto mucho mayor que por la convicci¨®n de los consensos y la autoridad moral del trabajo profesional que se espera de una c¨¢mara que parece haber decidido que el apoyo de los letrados solo le ha servido a la mayor¨ªa si estos avalaban sus pretensiones. Lo que nos devuelve a otra de las muchas sentencias de Don ?lvaro Figueroa y Torres: es m¨¢s f¨¢cil dogmatizar que discutir, vencer que convencer. Al conde le ayud¨® su trabajo period¨ªstico. Y aunque fue m¨¢s empresarial que de plumilla, se hart¨® de dictar titulares.
Hemos visto, pues, c¨®mo este tiempo convulso ha sobredimensionado una c¨¢mara convertida m¨¢s en escenario de altos principios y huecas declaraciones que en el recinto donde la raz¨®n se impon¨ªa a la emoci¨®n. Donde las rencillas se mezclaban con los alegatos y la l¨®gica se perd¨ªa ante la fantas¨ªa. Un tiempo en el que una parte del independentismo obstaculizaba la labor del presidente propio cuando este decidi¨® no convertirse en otro m¨¢rtir innecesario cumpliendo con su obligaci¨®n. Donde las minor¨ªas parec¨ªan invitados de piedra confundi¨¦ndose interesadamente mayor¨ªa parlamentaria con mayor¨ªa social. Excepto cuando los intereses creados en forma de prebendas de ¨ªndole diversa o venganzas de baja condici¨®n se impon¨ªan a la delicada obligaci¨®n de defender las necesidades ciudadanas ante las que deber¨ªan responder de sus actos. Pero ni es as¨ª ni se espera.
La desilusi¨®n social ha hecho suspender a sus se?or¨ªas y no percibe s¨ªntomas de mejor¨ªa para el pr¨®ximo ciclo que se inicia tras los comicios de San Valent¨ªn
La doble burbuja en la que la sociedad catalana vive instalada no parece buscar ni trasvases ni esperar pinchazos. En una sociedad avanzada como la que nos dicen que estamos, una situaci¨®n tan extraordinariamente grave como la pandemia y su gesti¨®n potenciar¨ªan un an¨¢lisis cr¨ªtico, constructivo y propositivo que podr¨ªa acabar cuestionando muchas cosas, entre ellas el voto. Porque partir¨ªa de la base que el precio del sufragio personal, moneda ¨²nica e intransferible de curso democr¨¢tico, es lo suficientemente alto como para sobrevolar otros intereses tan leg¨ªtimos como intangibles. Y esta valoraci¨®n tanto deber¨ªa aplicarse a los grupos parlamentarios sobre los que se sustenta el Gobierno como a los integrantes de la oposici¨®n. Porque los primeros poco podr¨ªan hacer si los segundos estuvieran en su lugar en el supuesto de que las mayor¨ªas fueran inamovibles. La estad¨ªstica demuestra que tampoco ha sido as¨ª cuando les ha convenido. Por todo lo cual, la desilusi¨®n social ha hecho suspender clamorosamente a sus se?or¨ªas y, peor a¨²n, no percibe s¨ªntomas de mejor¨ªa para el pr¨®ximo ciclo que se inicia tras los comicios de San Valent¨ªn.
Claro que, como el patrono del amor en Catalu?a es Sant Jordi, bien pudiera ser que la siguiente ola de coronavirus, cepa tradicional o nueva, importada o aut¨®ctona, impidiera la cita con las urnas hasta llegado abril. A lo que el conde de Romanones revivir¨ªa: ?qu¨¦ tropa, joder, qu¨¦ tropa!
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