Teffi y la ensalada rusa sat¨¢nica
Los punzantes textos que la c¨¢ustica y divertida escritora perge?¨® en plena revoluci¨®n bolchevique aparecen por vez primera en catal¨¢n
¡°La tasa de robos ha disminuido en los ¨²ltimos tiempos. Los vecinos se alegran, lo atribuyen al hecho de que esta cuesti¨®n tambi¨¦n la ha monopolizado el gobierno¡±, suelta con su ¨¢cida iron¨ªa connatural Nadejda Aleks¨¤ndrovna L¨®khvistkaia, literariamente Teffi, sobre la vida en su San Petersburgo natal en 1919, entonces ya Petrogrado. A medida que los bolcheviques cierren el pu?o, sus art¨ªculos-retratos-cuentos crecen hacia lo hiperb¨®lico, aunque tampoco est¨¢n tan alejados de la realidad. ¡°Y he aqu¨ª que un d¨ªa fue a comprar un panecillo, cogi¨® un malet¨ªn con dinero, cinco millones justos, se pas¨® cuatro d¨ªas haciendo cola y cuando lleg¨® su turno le comunicaron que el pan ahora val¨ªa dos millones m¨¢s¡±, lanza en otro texto, con regusto al Larra de Vuelva usted ma?ana.
La iron¨ªa incisiva, c¨¢ustica, de Teffi (San Petersburgo, 1872; Par¨ªs, 1952) sol¨ªa ir acompa?ada de cierta compasi¨®n sincera hac¨ªa los m¨¢s desfavorecidos, lo que convirti¨® los relatos de esa joven de familia noble y tradici¨®n literaria (su hermana mayor, Mar¨ªa, era considerada la Safo rusa) en una autora popular, retratista de un mundo que cambiaba irremediablemente, querida por un amplio espectro: desde los empleados de correos al mism¨ªsimo zar Nicol¨¢s II, algo que se acrecent¨® en sus escritos entre 1917 y 1919, aparecidos en revistas sat¨ªricas hasta que ¨¦stas fueron clausuradas y ella tuvo que huir de la nueva Uni¨®n Sovi¨¦tica hacia Par¨ªs en 1920. Cinc c¨¨ntims sobre Lenin (Males Herbes) recoge 41 de esas piezas, en la que es la primera traducci¨®n al catal¨¢n de esta autora, en versi¨®n de Alexandra Rybalko, y apenas la segunda en todo el Estado, tras los relatos en castellano de El duende del hogar (2010).
¡°?ramos personas y nos hemos convertido en bocas¡±, suelta en otro escrito a medida que avanza el tortuoso proceso revolucionario que Teffi desgrana en textos breves, muchas veces en forma de di¨¢logos, siempre muy atenta a argot y a ensartar lo que llama la ¡°propalog¨ªa¡±, neologismo de propaganda e ideolog¨ªa construido por el poder bolchevique. Que ¨¦ste la mirara mal no es de extra?ar a tenor de lo que describe, especialmente lo relacionado con aquellas ¡°bocas¡± porque falta de todo: desde harina, mantequilla o arroz hasta electricidad (¡°s¨®lo va cinco horas al d¨ªa¡±) o le?a. La gente ya no quiere dinero porque no vale nada: ¡°Un pobre diablo comerciaba ni m¨¢s ni menos que con billetes de 25 rublos (¡) extendi¨® sus billetes falsos y empez¨® a venderlos por 10 rublos la pieza¡±, cuenta. Todo el mundo se lanza al trueque de cualquier cosa (¡°pomos de puerta, viejos pantalones, relojes de oro¡¡±) y cuando consiguen algo de comida, lo devoran: ¡°Comen presos del terror, de la desesperaci¨®n. Han dejado de guardarse reservas. Simplemente, se lo comen al momento, all¨ª mismo, todo lo que les quepa¡±, retrata.
El desencanto de Teffi es gradual, pero r¨¢pido. Como muchos de su condici¨®n, aplaudi¨® la revoluci¨®n de Octubre, si bien ahora ¡°todos quieren marchar. Hablo de la llamada intelligentsia¡±, aunque primero ironiza sobre el proceso revolucionario, pensando que mientras tuviera lugar y tras el ¨¦xito ¡°todos fumar¨ªan pac¨ªficamente en sus apartamentos y se explicar¨ªan an¨¦cdotas de la vida de Rasput¨ªn¡±. Y, ya instalado, el ¡°pueblo liberado agradecer¨ªa al destino poder demostrar todas sus cualidades morales: modestia, pasi¨®n hacia la luz, abnegaci¨®n y sentido del deber¡±. Luego, la cosa es m¨¢s seria porque ¡°los medio analfabetos con pocos estudios y los ignorantes se disfrazan de intelectuales¡±: el nuevo poder del pueblo lleva a la expulsi¨®n del profesional liberal, sospechoso de burgu¨¦s, destinado a hacer los trabajos m¨¢s m¨ªseros mientras esos profesionales son substituidos por personas que no saben ni leer ni escribir.
Gamberros y santos ignorantes
Es todo fruto de la pol¨ªtica bolchevique, gente que ¡°nunca han sentido ni presentido los giros en la historia, no han pillado ning¨²n movimiento obrero a tiempo¡±, que ¡°nacieron privados de toda intuici¨®n pol¨ªtica a un nivel ins¨®lito y pasmoso¡±. Peor si son leninistas, ¡°bolcheviques, anarcosindicalistas, bandidos, ladrones con licencia... ?qu¨¦ ensalada rusa sat¨¢nica! (¡) Todos quienes busquen trabajar menos y zampar m¨¢s que no duda en llamarse leninista¡±, escribe de los seguidores de un l¨ªder ¡°faltado de empuje y de fuego¡±.
Un comentario de Trotski sobre las dos categor¨ªas de figuras p¨²blicas existentes en el nuevo gobierno (¡°los gamberros que se han colado y los santos ignorantes¡±) dan pie a Teffi a algunos de sus mejores pasajes, cuando se pregunta d¨®nde mandan unos u otros en cada ministerio o recita proyectos que no tienen sustento en la realidad, yendo m¨¢s all¨¢ salt¨¢ndose lo inmediato, previo y necesario. Algo que puede recordar propuestas muy cercanas al lector catal¨¢n y barcelon¨¦s: ¡°?M¨²sica!, ?Jardines! ?Presupuestos! Asignaciones! ?Esbozos de grandes planes de revoluciones mundiales!... No hay nada real, vital o claro¡±. Y cuando los dirigentes hablan de ni?os que han de crecer en jardines ¡°al son de la m¨²sica¡±, con presupuestos millonarios para ello, hace responder a un personaje: ¡°Escuche, ciudadano encargado. Por Dios, consiga para los ni?os ni que sea un pa?uelo de bolsillo per c¨¢pita. Que se suenan en los vestidos¡¡±.
Gastaba mucho humor Teffi, pero con un punto melanc¨®lico, quiz¨¢ fiel reflejo de su propia vida, nada feliz ni f¨¢cil: casada con tres hijos (el var¨®n, muri¨®; la peque?a no quer¨ªa saber nada y s¨®lo con la mayor mantuvo contactos espor¨¢dicos), se separ¨® y march¨® a Francia, donde llev¨® vida de indigente y pas¨® literalmente hambre, malviviendo hasta que encontr¨® una mecenas rusa que, desde Estados Unidos, le financi¨® algunos libros, recuerda la poeta y cr¨ªtica literaria X¨¨nia Dyakonova en el pr¨®logo. Una m¨ªsera situaci¨®n, chocante en quien, en su momento ¨¢lgido, logr¨® que sus admiradores pusieran su nombre a unos bombones y a un perfume.
Teffi ten¨ªa miedo de enloquecer (el apodo lo adapt¨® del de un criado demente de la familia; en Par¨ªs, contaba cada d¨ªa todas las ventanas de cada planta de un edificio cercano a su domicilio: ¡°Yo qu¨¦ s¨¦ por qu¨¦. Lo tengo que hacer y punto¡±). Pero era mujer de convicciones y car¨¢cter: ¡°Siempre que digas aquello que te manda la consciencia ya puedes pensar que alguna cosa has hecho, has contribuido con una piedrecita (la que te haya enviado Dios) al inmenso empedrado de nuestro gran camino¡±, dice uno de sus personajes. Ella lo hizo con sus textos.
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