Arranca Peralada: sue?o de danza en una noche de verano
El Bayerisches Staatsballett de M¨²nich inaugura el festival con romanticismo y energ¨ªa
El castillo de Peralada no es Neuschwanstein pero Luis II de Baviera se hubiera sentido muy a gusto este viernes en la inauguraci¨®n del festival, vamos como en casa. De entrada, por la belleza del entorno y la atm¨®sfera rom¨¢ntica que se respiraba: a Ludwig le llamaban el rey cisne y der M?rchenk?nig, el rey de los cuentos de hadas. Y desde luego no ser¨¢ por cisnes en Peralada (es una tradici¨®n hacerse selfies con ellos junto al lago a la salida de las funciones); ni ser¨¢ tampoco, esta edici¨®n, por hadas (se estrena el d¨ªa 22 una esperad¨ªsima producci¨®n de La reina de las hadas, de Purcell). Pero sobre todo el rey b¨¢varo amante de las artes, protector y mecenas de Wagner, hubiera disfrutado de lo lindo -sin descartar que le hubiera hecho los honores al exclusivo Village- viendo bailar en el auditorio del festival Castell de Peralada, en ese encantador ambiente, a la compa?¨ªa de danza de su ciudad.
Efectivamente, en estupenda sinton¨ªa que aplaudir¨ªa Visconti, los jardines y el teatro del castillo catal¨¢n se vieron hechizados por el fantasma del rey, que sin duda viaja en la maleta del Bayerisches Staaatsballet de M¨²nich, el Ballet Estatal de Baviera, elegido para inaugurar la 36 ? edici¨®n del festival. El Bayerisches es una formaci¨®n moderna, de hecho su creaci¨®n como entidad separada de la ?pera Estatal en pie de igualdad data s¨®lo de la temporada 1990-91 (ambas entidades comparten sedes, Teatro Nacional Cuvill¨¦stheater y Prinzregentheater y a la compa?¨ªa de danza se la denomina tambi¨¦n Ballet de la ?pera de M¨²nich). Pero la tradici¨®n de ballet en M¨²nich y Baviera es muy antigua; en el siglo XIX actuaron bailarines famosos en el Teatro Nacional y en 1869 se instal¨® la bailarina Lucile Grahn como maestra de ballet participando en el dise?o de la danza de los estrenos mundiales de las ¨®peras de Wagner como El oro del Rhin y Tannh?user. En M¨²nich se han estrenado el pol¨¦mico Abraxas de Werner Egk y obras de William Forsythe. La compa?¨ªa es heredera del trabajo de numerosos profesionales que mezclaron escuelas como la rusa y la inglesa, y posee un importante y extenso repertorio que abarca desde el romanticismo al siglo XXI.
El primero de los dos programas que ha tra¨ªdo la compa?¨ªa a Peralada y que se ha bailado en la velada del viernes se titulaba Caminos y horizontes y estaba compuesto por tres coreograf¨ªas muy diferentes, Capriccio for piano and orchestra (segunda parte del ballet Jewels de George Balanchine con m¨²sica de Stravinsky); With a chance of rain, de Liam Scralett, en la que se bailan los Seis preludios de Rachmaninov, y Bedroom Folk, de Sharon Eyal, con la m¨²sica electr¨®nica de Ori Lichtik. El programa que bailar¨¢n el s¨¢bado se denomina Los colores del alma y consta de Affair of the heart de David Dawson, Pictures at an exhibition de Alexei Ratmansky y la repetici¨®n de la obra de Balanchine.
El aforo no se ha llenado para la inauguraci¨®n, algo deslucida en lo social y con escasa representaci¨®n de pol¨ªticos, que deben andar en sus cosas de pol¨ªticos. Ellos (y todos los que no han acudido) se lo han perdido porque el arranque de Peralada es de esos eventos que iluminan el verano y m¨¢s a¨²n si se alza el tel¨®n con una buena propuesta art¨ªstica como lo es sin duda el Ballet Estatal de Baviera. Un viento caliente y extra?o molest¨® un rato al principio antes del tradicional paseo entre el bosque, como los personajes del Sue?o de una noche de verano, para llegar al Auditorio. De nuevo la maravilla de la lenta ca¨ªda de la noche expectante, y el acomodarse del p¨²blico en las localidades mientras las cig¨¹e?as regresan con su crotorar (esa indispensable banda sonora del festival) a sus nidos en los altos plataneros.
La primera coreograf¨ªa, con 15 bailarines ataviados de escarlata y ellas con tiaras, recortados sobre el escenario vac¨ªo y un movimiento y trabajo gestual que mezcla el cl¨¢sico con elementos de danza jazz y teatro musical, no despert¨® especial entusiasmo. Cosa que s¨ª hizo el segundo trabajo, con interpretaci¨®n de piano en directo y momentos de arrebatadores romanticismo y belleza. Sobre una pantalla azul, ocho bailarines realizaron bailes corales de calidad escult¨®rica y pasos de dos ante los que no se pod¨ªa evitar un suspiro. El Auditorio del festival es un escenario muy especial en el que la representaci¨®n queda enmarcada por el bosque y bajo el fulgurante carro de la Osa Mayor, suspendida como una gran condecoraci¨®n de la noche, que dir¨ªa Rilke. Bailarinas de una ligereza a¨¦rea, inmaterial, evolucionaban en los brazos de bailarines de rotunda fisicidad, incluido un rotundo apolo de torso capitolino.
Tras el descanso, que permiti¨® la renovada experiencia de tomar cava con los pies en el c¨¦sped y por techo el cielo estrellado mientras juzgabas los jet¨¦s, lleg¨® el momento m¨¢s esperado: la coreograf¨ªa de la israel¨ª Eyal, actual enfant terrible de la danza y de la que ya hemos disfrutado dos trabajos esta temporada, el impresionante Aisha and Abhaya, por el Rambert Ballet, en el TNC en marzo (uno de esos espect¨¢culos que marcan como hierro candente), y la misma Beedroom Folk que bail¨® el Nederlands en la inauguraci¨®n del festival Grec hace una semana. Ver la misma coreograf¨ªa por dos grandes formaciones en tan breve plazo fue muy interesante. La opini¨®n general fue que el Nederlands se llev¨® el gato al agua, pero, claro, ellos contaban con el efecto sorpresa. Sea como fuere, la pieza por los bailarines de la formaci¨®n b¨¢vara, envueltos en una luz naranja que parec¨ªa brotar de Dune, result¨® lo mejor de la noche. Esa endiablada coreograf¨ªa, hipnotizante y obsesiva, de movimientos extra?os pero hechizantes y m¨²sica digna de lo mejor del S¨®nar (de Ori Lichtikvel) se te clava en la memoria con la fuerza de un moderno bolero de Ravel pasado por el acelerador de part¨ªculas de la contemporaneidad.
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