Golpismo, en versi¨®n posmoderna
El colmo del retorcimiento discursivo es que quien vulnera la ley para mantener secuestradas a las instituciones que controla pretenda hacer creer que lo hace precisamente para salvarlas de injerencias indebidas
Esta semana se ha traspasado un l¨ªmite en el deterioro institucional que sit¨²a a la democracia espa?ola en una situaci¨®n de peligro. El bloque de derechas y el bloque de izquierdas se han acusado mutuamente de querer destruir las instituciones y ambas han invocado el fantasma del golpe de Estado. El lenguaje est¨¢ ya tan distorsionado que las palabras no sirven para describir lo que ocurre porque se utilizan, en el m¨¢s puro estilo trumpista, para crear una ¡°realidad alternativa¡±. En esas circunstancias, la ciudadan¨ªa tiene muchas dificultades para discernir quien tiene raz¨®n y eso es precisamente lo que busca el PP con el discurso destinado a camuflar su estrategia de demolici¨®n institucional.
Pero los hechos son los hechos, aunque cueste rescatarlos de tanta versi¨®n distorsionada. Y los hechos son que, con su negativa a renovar el Consejo General del Poder Judicial, que lleva cuatro a?os caducado, y una parte del Tribunal Constitucional, el PP pretende perpetuar su control sobre uno de los tres poderes del Estado, el Judicial, y a trav¨¦s de este, tratar de condicionar al resto. Para ello cuenta con la complicidad de un n¨²mero importante de jueces afines que, en abierta y descarada rebeld¨ªa, no solo incumplen la ley, sino que se han atrincherado en sus puestos, lo que constituye un secuestro de facto de las instituciones que representan.
Esta semana el PP ha ido m¨¢s all¨¢ y ha intentado bloquear tambi¨¦n la acci¨®n del legislativo. Lo ha hecho movilizando al Tribunal Constitucional para suspender la votaci¨®n del Congreso de los Diputados que deb¨ªa poner fin al bloqueo. No lo consigui¨®, pero de consumarse el pr¨®ximo lunes la maniobra, los miembros del Constitucional que act¨²an al dictado del PP lograr¨ªan impedir que se apruebe una norma que obligar¨ªa a varios de ellos a abandonar el cargo. Se erigen as¨ª en jueces y parte, en el sentido estricto de la expresi¨®n.
Mientras desarrollaban esta estrategia, los diputados del PP gesticulaban en el Parlamento present¨¢ndose como v¨ªctimas de un atropello y acusando al PSOE y a la mayor¨ªa parlamentaria de atentar contra las instituciones y la democracia. Acusar al adversario de lo que uno practica es una forma h¨¢bil de sembrar confusi¨®n y neutralizar las cr¨ªticas. Y el colmo del retorcimiento discursivo es que quien vulnera la ley para mantener secuestradas a las instituciones que controla pretenda hacer creer que lo hace precisamente para salvarlas de injerencias indebidas. Montesquieu llorar¨ªa de rabia ante un argumentario tan insidioso para justificar un atentado contra la divisi¨®n de poderes.
?C¨®mo podemos definir esta situaci¨®n? No se puede hablar de golpe de Estado, ni tampoco compararla con el 23F, porque all¨ª se pretendi¨® suspender la democracia con las armas. Pero, ?qu¨¦ calificativo merece este deterioro deliberado de las instituciones por la v¨ªa de impedir su normal funcionamiento? Esta semana, muchos hemos sentido una inquietante punzada en el est¨®mago al imaginar qu¨¦ puede ocurrir si esta pulsi¨®n golpista que se percibe en la derecha espa?ola va a m¨¢s. Est¨¢ claro que esta derecha solo considera leg¨ªtimo el poder cuando ella lo ostenta. En esta deriva de golpismo posmoderno que se apunta, ?cu¨¢l ser¨¢ el siguiente paso?
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