Aprender y desaprender
Nunca imagin¨¦ que podr¨ªa llegar a ser tan dichoso como docente hasta que he dejado de serlo
¡°No s¨¦ si m¡¯explico!¡±
Los alumnos del seminario del curso 1997-1998 me regalaron a final de cuatrimestre una pelota con sus firmas y una dedicatoria que explicaba el v¨¦rtigo que hasta entonces hab¨ªa sentido en aquella aula de la planta cuarta de Blanquerna. Nunca pens¨¦ que me dedicar¨ªa a la docencia hasta que Francesc Marc ?lvaro, Mar?al Sintes y Albert S¨¢ez me convencieron de que en la universidad hab¨ªa un cierto inter¨¦s por el periodismo deportivo y mucho por el Bar?a. Aunque no s¨¦ ni c¨®mo me convencieron, recuerdo que puse la condici¨®n de que dejar¨ªa de comparecer el d¨ªa en que sintiera el vac¨ªo de la clase de la misma manera que en su d¨ªa renunci¨¦ a ser un hereu pag¨¦s cuando me di cuenta de que no sab¨ªa c¨®mo gestionar el huerto de mi casa de Perafita. ¡°M¡¯explico o no m¡¯explico?¡±, insist¨ªa yo, m¨¢s aprendiz que profesor, examinado por los estudiantes de cuarto de Periodismo.
Advert¨ª con el tiempo, siempre en cualquier caso con el mismo temor reverencial del d¨ªa en que llegu¨¦ a la calle Valldonzella 23, que cuanto sab¨ªa y asimilaba del ejercicio del oficio pod¨ªa ser compartido y debatido con quienes aspiraban a ser protagonistas en pocos meses de una ceremonia de graduaci¨®n en Blanquerna. Aunque nunca he dejado de reflexionar sobre el s¨ªndrome del impostor, el v¨ªnculo con los alumnos y los mandos de la universidad se ha mantenido durante 25 a?os, mientras la tensi¨®n educativa ha sido la misma que la informativa, como si el periodista y el profesor fueran la misma persona, ambos adictos a la informaci¨®n y a la necesidad de esforzarse permanentemente, preocupados por la posibilidad de ser puestos en evidencia por el alumno, el oyente, el espectador o el lector de El Pa¨ªs.
Mi preocupaci¨®n comenz¨® hace unos tres a?os cuando repar¨¦ en que el mundo universitario no paraba de cambiar mientras yo no me hab¨ªa movido del sitio al que llegu¨¦ en 1997. Ya no reconoc¨ªa a muchos profesores, algunos de los que fueron compa?eros hab¨ªan asumido responsabilidades distintas, no hab¨ªa manera de que me familiarizara con la burocratizaci¨®n y las exigencias administrativas y de pronto me ve¨ªa como un extra?o en un escenario que me hab¨ªa hecho m¨ªo con el consentimiento de los alumnos y la anuencia de Blanquerna. A pesar de que mi adrenalina se manten¨ªa, poco a poco fui perdiendo motivaci¨®n, fuerza e ilusi¨®n y he acabado por renunciar en el momento en que la jubilaci¨®n me lo permite; mejor anticiparse y no esperar a que te quiten, tengas 65 o 70 a?os.
Todo aquello que sab¨ªa hacer y ten¨ªa una utilidad, lo que de alguna manera import¨® durante un par de d¨¦cadas, ha caducado y por tanto lo m¨ªo no me alcanza ¡ªcomo dir¨ªa Messi¡ª. No consigo actualizarme, preciso de ayuda de especialistas y ya no disfruto sino que sufro, como si hubiera una distancia infinita entre los estudiantes y el profesor. Las necesidades no son las mismas y no quiero ser un tap¨®n, tampoco un estorbo y menos a¨²n un mal consejero desde que no logro hacer interesante lo importante ¡ªhabitualmente se confunde tambi¨¦n lo urgente con lo esencial¡ª y no soy capaz de suspender ni siquiera a los que me toman el pelo.
No est¨¢ claro de qu¨¦ sirve la pir¨¢mide invertida ni para que es necesario jerarquizar las noticias de la misma manera que no penaliza escribir bien o mal, el trabajo de campo no punt¨²a y se premia m¨¢s la opini¨®n y el entretenimiento, f¨®rmulas que se utilizan a menudo como atajos informativos y no como una evoluci¨®n del periodismo cl¨¢sico que obliga a buscar noticias y a saber que la palabra escrita tiene un valor.
No soy nadie para buscar culpables y desde luego eximo a los alumnos. Un buen amigo me recuerda a menudo que ¡°cuando lo que pasa con los j¨®venes nos resulta extra?o o mortificante es que nos hemos hecho viejos¡±. Yo quiero envejecer bien por m¨¢s que me preocupen las reflexiones de sabios que teorizan preocupados sobre la moda de la felicidad y la ¨¦poca de la infantilidad en detrimento del pensamiento cr¨ªtico, como si hablar de Manolo V¨¢zquez Montalb¨¢n, ?lex J. Botines o Josep Maria Planes supusiera ser un abuelo cebolleta.
Tengo la sensaci¨®n de que para continuar necesitar¨ªa volver a aprender y por tanto desaprender, un esfuerzo que me obligar¨ªa a regresar como alumno cuando he abandonado como profesor. Antes necesito tomar distancia despu¨¦s de gozar del cari?o expresado por el personal de la facultad y por los estudiantes, del primer seminario al ¨²ltimo ¡ªtambi¨¦n los habr¨¢ descontento ¡ª, afortunado como he sido sin m¨¢s lema que el de ¡°pasarlo bien sin perder el tiempo¡±. Nunca imagin¨¦ que podr¨ªa llegar a ser tan dichoso como docente hasta que he dejado de serlo.
No creo ser el ¨²nico que se encuentra en una situaci¨®n parecida. As¨ª que me gustar¨ªa recoger el sentir de muchos, la mayor¨ªa en paz consigo mismos, alejados de los reproches y de cualquier ejercicio de nostalgia, y en cambio agradecidos, responsabilizados ¡ªes una profesi¨®n seria ¡ª y liberados, sabedores de que se empieza con ¡°no s¨¦ si m¡¯explico¡± y se acaba con ¡°no s¨¦ si m¡¯enteneu¡± ¡ªla ¨²ltima dedicatoria consensuada del curso 2022-2023 ¡ª. No es precisamente lo mismo: al principio te desvives por llegar hasta los alumnos, despu¨¦s peleas para que no se te escapen y al final te vences porque se te han ido, aunque sigan sentados en el aula.
El problema no es c¨®mo te ven sino c¨®mo te sientes y yo siento que es el momento de decir adi¨®s, dar las gracias y aguardar a que me vengan ganas de volver.
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