La masificaci¨®n tur¨ªstica de Barcelona desde dentro: ¡°Yo no podr¨ªa vivir aqu¨ª¡±
Los turistas lamentan la cantidad de visitantes, las esperas y las colas, pero admiten su propia contribuci¨®n al fen¨®meno
La masificaci¨®n tur¨ªstica ha vuelto implacable a Barcelona. El ¨²ltimo a?o antes de la pandemia la ciudad (que tiene 1,6 millones de habitantes) recibi¨® 28 millones de visitantes, y el sector coincide en que 2023 cerrar¨¢ con cifras iguales o superiores. La Universidad Rovira i Virgili public¨® hace unas semanas un estudio que alertaba de que m¨¢s de la mitad de los cruceristas consideran que la ciudad est¨¢ masificada. Incluso el fundador de las gu¨ªas Lonely Planet, Tony Wheeler, citaba Barcelona entre las ciudades europeas que lo est¨¢n, junto a ?msterdam o Venecia, y animaba a visitar ¡°otras donde haya menos gente¡±. La densidad media de turistas en la ciudad es de 3.854 por kil¨®metro cuadrado, pero en Ciutat Vella, el centro hist¨®rico, alcanza los 21.861 visitantes, cinco veces m¨¢s. El sector, con todo, representa el 14% del PIB de la ciudad y emplea a 150.000 personas. Los expertos se?alan sobre la masificaci¨®n que es la ¡°pulsi¨®n irresoluble¡± que se produce entre el deseo de visitar destinos singulares y el ¨¦xito que tienen. En un ejercicio de aproximaci¨®n al fen¨®meno, preguntados los visitantes en los principales puntos de inter¨¦s de Barcelona, responden con una paradoja: lamentan que haya tanta gente, las colas y las esperas; pero reconocen su contribuci¨®n a la masificaci¨®n, al tiempo que la ciudad les sigue gustando y, pese a todo, recomiendan visitarla.
Tambi¨¦n admiten que su presencia impacta en la vida de los barceloneses: que dificulta su movilidad, desaparece comercio de proximidad y encarece la vivienda. Dos visitantes en puntos distintos utilizan incluso la misma frase: ¡°Yo no podr¨ªa vivir aqu¨ª¡±. Primero la pronuncia en la Sagrada Familia Frank, de Florida (Estados Unidos), que viaja con su pareja y otro matrimonio y se alojan en un piso alquilado por Airbnb en La Rambla. ¡°El otro d¨ªa de vuelta a casa me perd¨ª, y el 90% de la gente que hab¨ªa en la calle ¨¦ramos turistas. No podr¨ªa vivir en el centro¡±, lamenta. La otra es Elga, alemana de M¨²nich que viaja con su hijo Sebastian: ¡°La ciudad es preciosa, pero yo no podr¨ªa vivir aqu¨ª, demasiada gente¡±, afirma mientras admira la Casa Batll¨®. ¡°Pero nosotros tambi¨¦n somos turistas¡±, convienen Frank y Elga. Ella cada pocos segundos esquiva coches en el atestado espacio para el tr¨¢fico que hay frente al edificio. ?l gira la cabeza cada vez que un vendedor ambulante grita para ofrecer casta?uelas, abanicos, imanes de nevera o palos selfi. ¡°Es un dilema global. La clave est¨¢ en ser respetuoso con los lugares que visitas¡±, remacha casi estresado el visitante de Estados Unidos.
Enfrente de La Boqueria, donde hay tanta gente que no se ven los puestos de dentro, Steve, que viaja con su familia de Texas sonr¨ªe: ¡°It¡¯s part of the deal¡± [es parte del trato]. ¡°Mucha gente, pero Barcelona es una ciudad tan rica en cultura, arquitectura, comida¡±. Son tres generaciones. Cuarto d¨ªa en la ciudad. Han visitado Italia y Francia tambi¨¦n. ¡°Venecia es peor, todav¨ªa hay m¨¢s turismo¡±, se?ala su hija mayor. Se despiden antes de adentrarse en el mercado para comer. En la Rambla, m¨¢s arriba, comen sentados al pie de una estatua Amaya y Julen. Han dado una vuelta r¨¢pida por el famoso mercado. ¡°Demasiada gente, ya casi no queda nada del antiguo mercado¡±, lamentan apuntando que su ciudad, Castro-Urdiales, en Cantabria, ¡°tambi¨¦n es tur¨ªstica todo el a?o, pero nada que ver¡±. ?Recomiendan Barcelona? ¡°S¨ª¡±, responde Amaya: ¡°Pero con paciencia, que vengan dispuestos a esquivar, esperar y hacer cola¡±.
August y Anne, cruceristas austr¨ªacos, tienen ¡°siete minutos para volver al autocar¡± que los llevar¨¢ de vuelta al barco. Salieron de Mallorca, escalan en Barcelona y luego visitar¨¢n M¨¢laga y Lisboa. ¡°Demasiada gente, pero es inevitable. Igual se podr¨ªa hacer algo¡±, plantean en el atestado barrio G¨°tic sin tiempo para concretar la idea. Marion y Raymond s¨ª tienen tiempo y otro perfil. Son escoceses, de un pueblo ¡°donde para comprar pan hay que conducir 10 kil¨®metros¡±, jubilados y llevan dos meses viajando en una autocaravana. Se alojan en un camping de la costa y han venido en tren. Marion est¨¢ contrariada. ¡°Decepcionada y agobiada con los mogollones¡±. Se quedar¨¢ sin visitar la Sagrada Familia porque no reservaron entradas por internet. Raymond conoci¨® Barcelona en 1973, ¡°cuando trabajaba en un crucero, cuando el turismo era cosa de las ¨¦lites¡±. ¡°La ciudad era gris pero fascinante¡±, apunta y no es capaz de elegir entre aquello y la ciudad actual. ¡°Es otro mundo. Todo el mundo es otro mundo¡±, lamenta. Con todo, volver¨¢n, aseguran.
A unos metros, Bel¨¦n y Facundo han ¡°escapado del invierno de Buenos Aires¡± y, gracias a la diferencia horaria, combinan turismo por las ma?anas y trabajo por internet por las tardes. ¡°Est¨¢ todo lleno de gente, pero no nos escandalizamos. Ya sabes lo que te vas a encontrar si eliges Barcelona¡±, dice ella. ?l admite que ¡°tanta gente pesa en la experiencia: las colas, las esperas¡±. ¡°Pero no te puedes quejar, t¨² tambi¨¦n eres gente y eres un privilegiado¡±, plantea Facundo, que conoci¨® la ciudad en 2016 y guardaba sus visitas a los b¨²nkeres del Carmel (el mejor mirador de la ciudad) como un tesoro de pionero: ahora se lleva las manos a la cabeza cuando ve en Instagram las im¨¢genes de la colina atestada cada tarde, con presencia policial y cerrada con vallas de noche. Bel¨¦n comenta ¡°la pena de que todos los comercios pr¨®ximos al templo de Gaud¨ª sean de grandes cadenas internacionales¡± y destaca que intentan combinar visitas a lugares muy concurridos con otras jornadas de alejarse del centro o incluso de la ciudad.
El ge¨®grafo de la Universitat de Girona y miembro del Instituto de Investigaci¨®n en Turismo, Jos¨¦ Antonio Donaire apunta que en la mayor¨ªa de las encuestas entre turistas, ¡°la mitad cree que hay demasiados y la otra no considera que el destino est¨¦ desbordado¡±. ¡°Tiene que ver con la pulsi¨®n del turismo contempor¨¢neo: entre el ¨¦xito de la destinaci¨®n y la saturaci¨®n que provoca el deseo de conocerlos. Es una paradoja: ¡°Mucha gente tiene la percepci¨®n de estar en el lugar correcto, pero al mismo tiempo es consciente de que hace como todo el mundo, que forma parte de la masa¡±.
Una tensi¨®n ¡°irresoluble¡±, conviene Donaire, ¡°fruto de la democratizaci¨®n del turismo, que antes era un fen¨®meno exclusivo y elitista: estoy en el festival donde todo el mundo quiere estar, pero inc¨®modo porque hay mucha gente¡±. ¡°No tiene f¨¢cil soluci¨®n, porque las grandes destinaciones son un bien escaso con demanda masiva e inter¨¦s exponencial¡±, concluye. Y a?ade que las ¡°colonizaciones se van desplazando¡±. Ejemplo, Nueva York: ¡°El Soho atrajo a vecinos y turistas cool y bohemios, pero cuando se masific¨® por el turismo, se marcharon a Little Italy, luego a Tribeca¡ y saltaron fuera de Manhattan¡ la historia de los que buscan lo diferente¡±. En Barcelona, est¨¢ ocurriendo algo parecido: la presi¨®n tur¨ªstica expulsa a vecinos y turistas de Ciutat Vella, y se desplazan hacia Gr¨¤cia o Poblenou¡±.
El antrop¨®logo Manuel Delgado, escribi¨® hace tiempo citando a colegas acad¨¦micos como Jos¨¦ Mansilla o Claudio Milano, que acababan de publicar Ciudad de vacaciones. Conflictos urbanos en espacios tur¨ªsticos (Pol.len Editorial y el Observatorio del Conflicto Urbano) que en la pr¨¢ctica del turismo, ¡°en realidad nunca esperamos nada nuevo, nada distinto de lo que hemos visto en las fotograf¨ªas exhibidas en los libros o las revistas de viajes, postales o v¨ªdeos de amigos¡±. ¡°Hemos llegado hasta donde sea para confirmar que todo lo que nos fue mostrado como en sue?os existe de veras¡±, apuntaba y mantiene ahora que la presi¨®n tur¨ªstica en el centro ha llegado a tales extremos que ¡°incluso a los vecinos nos han convertido en turistas¡±. Cuando, por ejemplo, desaparece el comercio de proximidad. Delgado se?ala tambi¨¦n que Richard Sennett, en su libro Construir y habitar, cita el proyecto de peatonalizaci¨®n de la superilla de la exalcaldesa Ada Colau, como ejemplo de ¡°nuevo espacio p¨²blico barcelon¨¦s separado de la vor¨¢gine tur¨ªstica¡±.
Cruceristas: menos de cinco horas de visita para recorrer un centro que la mayor¨ªa ve masificado
La Universidad Rovira i Virgili presentó hace unas semanas Visitmob, la movilidad de los visitantes en Barcelona tras la covid, un estudio sobre movilidad turística en el que una de las cuestiones que afloraba era que el 53% de los cruceristas consideraban que los lugares que visitan están masificados. El director del Departamento de Geografía e Investigador del Grupo de Análisis Territorial y Estudios Turísticos (GRATET en sus siglas en catalán), Aarón Gutiérrez, explica que del estudio “de flujos de turistas en el espacio y el tiempo se constata la tendencia a visitar los mismos sitios a las mismas horas” y que cuanto más corta es una visita, más interés en acudir a los puntos más conocidos. “La visita más corta es la de los cruceristas, cuatro horas y 50 minutos, contando los desplazamientos de ida y vuelta al barco. Y todos comenzando por la estatua de Colón, al final de la Rambla”, señala.
A este colectivo le da tiempo a caminar por la Rambla, el barrio Gòtic, la catedral y acercarse, sin entrar, a la Sagrada Familia. “Al preguntarles por la percepción de masificación, del 1 al 5, el 53% respondió con un 4 o 5”, detalla y apunta: “Respondían que tanta gente sí les condicionaba la visita, que no habían podido hacer todo lo que esperaban debido a la cantidad de gente… y pese a todo, la valoración de la ciudad es altísima”.
Gutiérrez revela otra cuestión interesante: a la hora de elegir los puntos a visitar, no hay condicionantes de origen, renta o incluso si el turista ha visitado anteriormente la ciudad: “Los puntos de interés se repiten, bien porque ahora los quieres enseñar a tus acompañantes (tu pareja, tus hijos), bien porque por naturaleza tendimos a ir donde está la gente”.
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