El ¡®carpe diem¡¯ de Depeche Mode
La banda de Basildon mostr¨® vitalidad y vigencia en un concierto que acab¨® en una fiesta en el Palau Sant Jordi de Barcelona
Pong¨¢monos en el final, cuando la masa en un concierto es un solo cuerpo en comuni¨®n con quien est¨¢ en el escenario. Esa multitud, ahora persona multiplicada por miles, mov¨ªa los brazos de lado a lado, impulsada por un Dave Gahan que parec¨ªa mandar ejercicios a la chavaler¨ªa del Gran Circo de TVE . Se bailaba con desatino y voluntad, con energ¨ªa y entrega, sin miramientos, sin hacer prisioneros, sin temor al rid¨ªculo. Se bramaban los estribillos de las tres ¨²ltimas piezas, que salvado el primer bis, un precalentamiento en forma de Condemnation, no tocada en Madrid, eran la traca para reventar las ¨²ltimas prevenciones, si es que alguna quedaba. Just Can¡¯t Get Enough recordaba la alegr¨ªa pop del grupo y el Sant Jordi, lleno, era un mar de burbujas, mientras Never Let My Down y Personal Jesus devolv¨ªan la est¨¦tica al discurso severo y oscuro, no por ello menos bailable, del ahora d¨²o de Basildon. En el escenario las luces azotaban toda su extensi¨®n, proyect¨¢ndose hasta el p¨²blico, como buscando a quien ajeno luc¨ªa aburrimiento. Nadie. S¨ª, la gira recuerda en su t¨ªtulo, Memento Mori, que todos hemos de morir, pero aunque buena parte de la audiencia se encontraba en esa franja de edad en la que eso ya no parece una opci¨®n remota, el carpe diem ten¨ªa mucho m¨¢s empuje. Era el momento ¨¢lgido de la noche, el que siempre llega sin por ello dejar de perder la emoci¨®n que de ¨¦l se espera. Una sorpresa que no lo es, como saber que tras el primer final hay bises, pero un truco que como la paloma que emerge bajo el pa?uelo contin¨²a abob¨¢ndonos felizmente. No somos tan complejos.
Todo ello hab¨ªa comenzado dos horas antes, y en una ambientaci¨®n completamente diferente. Sonidos ¨¢speros de coraz¨®n fabril en un escenario casi completamente oscuro. Gahan, primera muestra de estado de forma, hac¨ªa sentadillas como para retar a sus 61. A¨²n a oscuras se le ve¨ªa el tip¨ªn de siempre. La mala vida, si la superas, puede cincelar anatom¨ªas. Sonaba My Cosmos Is Mine, misma pieza con la que, entonces oscureciendo pero con a¨²n luz natural, abrieron su ¨²ltimo paso por Barcelona, en el Primavera Sound del a?o pasado, ante un p¨²blico quiz¨¢s m¨¢s joven. Pero en el Sant Jordi la pieza son¨® m¨¢s oscura, m¨¢s acongojante, m¨¢s tocada para que la voz de Gahan resonase por encima de la parca instrumentaci¨®n. En la parte de atr¨¢s una M presid¨ªa la escena imponi¨¦ndose como un signo totalitario, el de un grupo que ha mandado desde los lejanos ochenta. Focos cenitales aguijoneando la escena en Wagging Tongue para comenzar a abrir la espita de los ¨¦xitos con Walking In My Shoes, It¡¯s Not Good y Policy Of Thruth, en la que ya bailaba todo el mundo. La presi¨®n iba en aumento sin llegar a reventar las calderas como dos horas despu¨¦s. El repertorio, no muy diferente al del Primavera Sound y con leves retoques con respecto al ofrecido en Madrid d¨ªas atr¨¢s, planteaba una autoafirmaci¨®n de la banda a trav¨¦s del tiempo, y lo hac¨ªa con el entusiasmo de sus cuatro componentes, s¨®lo dos de ellos hist¨®ricos, Gahan, el pincel, y Martin Gore en un discreto segundo plano que s¨®lo abandon¨® para interpretar en clave ac¨²stica, s¨®lo con piano y voz, Strangelove y Somebody. El p¨²blico, siempre detallista, respondi¨® con lucecitas. Era el momento de Raymond Poulidor, el eterno segund¨®n del ciclismo.
Porque Eddy Merckx es Dave Gahan, un can¨ªbal en escena. Pelo repeinado para atr¨¢s, cara de haber visto muchas cosas, bastantes de ellas oscuras, tanto como el negro dominante en su indumentaria, s¨®lo blanqueada por una camisa de mangan anchas y gran cuello. Es f¨¢cil imaginarlo vestido de torero, pues hay un cierto aire taurino en sus saltitos, en su caminar despreocupado al que s¨®lo le falta un toro plantado, rendido y exhausto a su espalda. S¨®lo le sobrar¨ªa la montera, un gorro que como el tricornio parecen pensados para sentar de aquella manera. Fue el centro del espect¨¢culo, dominador del pie de micro y recurriendo, como siempre y como siempre se espera, a ese giro sobre su eje con los brazos abiertos, algo que no todas las personas de su edad pueden conseguir sin el consiguiente mareo. Cambi¨® dos veces su vestimenta superior, qued¨¢ndose en chaleco bicolor y brazos desnudos en Ghosts Again justo tras el lucimiento vocal de Gore, y ya en chaleco negro para los bises. Sus botines blancos, como los negros de Gore, ¨¦ste siempre en chaleco y con collares, fueron objeto de primeros planos. Los detalles cuentan.
El espect¨¢culo estuvo tan centrado en Gahan que apenas us¨® el provocador, ese pasillo que se adentra en platea y permite que las miradas del p¨²blico devoren de cerca a las estrellas. Fue casi una decoraci¨®n sin apenas uso m¨¢s all¨¢ de en cuatro o cinco ocasiones, la principal el inicio de los vises, con tres de los cuatro m¨²sicos en el extremo del mismo, sin el bater¨ªa. Tampoco hubo un despliegue llamativo de recursos esc¨¦nicos, m¨¢s all¨¢ del inicial uso de tonalidades dominantes por cada tema, del azul al naranja pasando por el rojo, quiz¨¢s el color dominante de la noche. Las pantallas, con se?al diferenciada, una enorme central, dos laterales tama?o sello de correos, proyectaron en ocasiones clips, caso de Behind The Wheel, dedicada al fallecido Andy Fletcher, recursos como las manos enguantadas en blanco de un prestidigitador en Everything Counts, paisajes evocadores o la misma imagen del grupo en acci¨®n, casi siempre en riguroso blanco y negro. El rizo, si es que as¨ª puede considerarse, fue un picado de planos a gran velocidad que fue usado en un par de ocasiones, as¨ª como otros efectos de inspiraci¨®n psicod¨¦lica. El mensaje pareci¨® claro, ?para qu¨¦ imaginar si ya se sabe que todo mundo mirar¨¢ al sex-symbol que demuestra capacidad de seducci¨®n a una edad cercana al Imserso? Pues eso, que baile y Gahan. Y bien que lo hizo.
De igual manera que sobre su prestancia f¨ªsica, ese tiempo impenitente no parece mellar tampoco la m¨²sica del grupo, que hasta se permiti¨® cerrar Enjoy The Silence, justo antes de los bises, cuando se mostraron las botas negras de Gore, con una guitarra casi funky. S¨ª, el mensaje est¨¦tico del grupo es oscuro, no parece concitar la alegr¨ªa, pero su alma pop, revestida con teclados y guitarra y hecha carne con una robusta bater¨ªa ac¨²stica, acab¨® en juerga. De la oscuridad inicial al vital desparrame final. Veintid¨®s canciones para rubricar una vigencia en buena medida centrada en un Dave Gahan plet¨®rico, un bar¨ªtono saltar¨ªn que a¨²n se r¨ªe del Memento Mori.
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