Lana del Rey, la diosa del Primavera Sound
La cantante baj¨® a la tierra y deslumbr¨® a una multitud embelesada
Si hab¨ªan esperado 5 horas ante el escenario, no iban a molestarse por esperar 25 minutos m¨¢s, los que tard¨® Lana del Rey en aparecer. Vestida como una vestal minifaldera, peinado esculpido y las botas que hubiese deseado Elton John para su Rocket Man. Se mov¨ªa con parsimonia celestial, dej¨¢ndose ver, caminando sin tocar tierra, como hacen las divinidades. Griter¨ªo estridente. Salud¨® con rutina en un decorado abigarrado y con aplomo la diva sofisticada, la mujer de otra ¨¦poca, la venida del pasado para trascender hasta el futuro, comenz¨® con Without You y en las primeras de cambio abord¨® ¨¦xitos como West Coast, Summertime Sadness, Doin¡¯ Time o Ride, preludio de un ¨¦xito cantado. La multitud lo corrobor¨® con su presencia. Lana del Rey rein¨® sin despeinarse.
Porque en ese no despeinarse reside gran parte de su ¨¦xito. Atendiendo con esmero a la construcci¨®n de su personaje, una diva divina, cuanta menos gesticulaci¨®n, sudor, movimiento o asunci¨®n de atributos mortales, mayor es su nivel de penetraci¨®n. Cuenta adem¨¢s con una voz de contralto que aporta una sonoridad grave, lo que da a¨²n m¨¢s peso al efecto de sus palabras entre los fieles, amplificada en el Primavera en temas como Born To Die. Tambi¨¦n acarici¨® con esa voz que puede variar de entonaci¨®n, como hizo en The Grants, donde por momentos pareci¨® una chiquilla implorante. En conjunto Lana del Rey es la perfecta construcci¨®n de un fen¨®meno en el que todo suma consiguiendo la cuadratura del c¨ªrculo, ser una especie de divinidad asequible, una diosa que habla en humano. Se despidi¨® con Young & Beautiful evidenciando que por mucha bailarina, m¨²sicos en escena y decoraci¨®n recargada, lo ¨²nico importante all¨ª era una diosa capaz de cantar Videogames como si fuera una biblia laica.
Tras su concierto la explanada se despobl¨® y The National, que actuaron en el escenario contiguo, tuvieron ante s¨ª una masa de bolsillo. Tras el hieratismo de Lana, ellos, se?ores mayores atribulados, hasta parecieron punkis, todo movimiento y fibra. La gesticulaci¨®n, nunca excesiva de Matt Berninger, pareci¨® por contraste de vendedor ambulante, gesticulando en Sea Of Love, Eucalyptus o Don¡¯t Swallow The Cap, primeras canciones de un generoso repertorio que apoyado por metales, lleg¨® a su fin dos horas m¨¢s tarde, con About Today. Hasta el momento ha sido la actuaci¨®n m¨¢s larga del Primavera, un sonido el de The National que pese a su esencia indie conecta con el p¨²blico m¨¢s adulto, porque es tan verdad que los indies se hacen mayores como que el festival tiene tambi¨¦n un p¨²blico bastante crecidito.
La jornada nocturna ofreci¨® otro concierto singular de Tirzah, una artista a la que no gusta facilitar el acceso a su m¨²sica en directo. Sus escenarios, siempre en penumbra aunque esta vez se le pudo ver la cara, la muestran ajena a toda concesi¨®n, los temas acaban bruscamente, se inician de manera que en ocasiones parecen la continuaci¨®n del anterior, no hay comentarios o agradecimientos y sus beats, rugosos y en el Primavera crecientemente saturados, son el colch¨®n sobre la que ella lanza sus letras, basadas como el ritmo, en la repetici¨®n de frases y palabras como si se tratase de un mantra. Hay un aire de dejadez y abandonos narc¨®ticos en su m¨²sica, que no cabe en etiquetas m¨¢s all¨¢ de las texturas electr¨®nicas disparadas por su colaborador en los ritmos, ¨²nico acompa?ante en el escenario. El repertorio se bas¨® en su ¨²ltimo trabajo, trip9love¡? que interpret¨® en su casi totalidad, y acab¨® bruscamente. Tirzah es la ¨²nica habitante de su propio mundo.
En cambio por la tarde, bajo el imperio del sol, ya se notaba que la jornada ser¨ªa concurrida. Una riada humana transitaba del metro al recinto, donde decenas de auxiliares encauzaban el flujo. Uno de ellos dec¨ªa ¡°ahora bien, pero por la noche salen muy torcidos, en especial los guiris, ?se pegan cada torta al tropezar con los bordillos!¡±. Le quedaban un mont¨®n de horas de trabajo, pero estaba contento, no se sent¨ªa mal pagado, 700 euros limpios por doce horas diarias durante cinco d¨ªas. Otros trabajadores, estos polic¨ªas, levantaban tapas de alcantarillas en torno al recinto para verificarlas: ¡°Lo hacemos por protocolo en todos los acontecimientos¡±, dec¨ªa el mando a cargo del operativo, seguro de no encontrar nada m¨¢s all¨¢ de lo normal bajo una tapa de alcantarillado. Ya en los accesos a la plataforma mar¨ªtima, donde los escenarios principales, un gent¨ªo hac¨ªa cola y no era para ver a Ferran Palau sino para conseguir lugar ante el escenario donde actuar¨ªa Lana del Rey. Emily, 18 a?os, ven¨ªa con su madre desde Alicante y estar all¨ª era el regalo por haber cumplido 18 a?os. Por cierto, los menores de 15 entraban gratis y tambi¨¦n hac¨ªan una importante cola para recibir su pulsera. D¨ªa grande se intu¨ªa.
¡°En vaya plaza me ha tocado actuar¡±, ironizaba Ferran ante un p¨²blico que no era suyo y charlaba como s¨®lo se charla al estar nervioso. Ellas vestidas con faldas largas y encajes, ellos como siempre, m¨¢s vistosos los homo y m¨¢s convencionales, con excepciones, los heteros. Purpurina y brillos por doquier. Ante ese panorama, Ferran fue a lo suyo, a desplegar ese maravilloso pop-folk delicado, centrado en el amor y con unos soberbios solos de guitarra de Jordi Matas, un guitarrista que a¨²na la t¨¦cnica, la sutileza y el calor humano. Palau, que presentaba Plora aqu¨ª, probablemente su mejor disco, fue acerc¨¢ndose poco a poco al p¨²blico con temas como Fil d¡¯or, S¡¯estenen flors, Snif o M¡¯encanta muestra de un cancionero sutil e ¨ªntimo que redonde¨® con temas cl¨¢sicos como Univers. Su iron¨ªa le llev¨® a preguntar a los fans de Lana c¨®mo se llamaban, ?laners?, ?delsreyes?, evitando t¨¦rminos m¨¢s castizos como por ejemplo ¡°laneros¡±.
La siguiente cita era en el Auditori, lo que significaba caminar contra corriente, ya que se encuentra en la entrada del recinto. Era f¨¢cil sentirse una tortuga neonata que equivocando el camino se dirig¨ªa hacia las palmeras y no al mar. Ya en esas palmeras, Joanna Sternberg desplegaba en la solemne oscuridad del recinto un cancionero folk para el que esgrimi¨® tanto guitarra como teclado. Persona singular, el sustantivo equilibrio no ser¨ªa la mejor definici¨®n de la personalidad de esta artista que tambi¨¦n dibuja, asentada en Nueva York. Voz n¨ªtida y aguda que puede evocar a la de Karen Dalton, temas como I¡¯ve Got Me, She Dreams o The Human Magnet Song impusieron un celoso silencio s¨®lo roto cuando ella bromeaba con su incapacidad para comenzar bien los temas (repiti¨® la entrada de varios de ellos). Con s¨®lo dos discos ya tiene un buen ramillete de canciones desnudas en las ant¨ªpodas del artificio.
De vuelta a los escenarios al aire libre, parada obligada en Energy Control, donde sus responsables aseguraban que las drogas compradas fuera eran de mejor calidad y menos peligrosas que las adquiridas dentro del festival. Esta organizaci¨®n vela porque quien desea alterarse lo haga con garant¨ªas. Y garant¨ªa de eficiencia mostr¨® Guillem Gisbert en su escenario. El cantante en excedencia de Manel mostr¨® que su repertorio tambi¨¦n funciona en grandes escenarios, aunque frente a ¨¦l todo el p¨²blico fuese local, lo que siempre ayuda. Pero al aire libre sus canciones ganaron eso, aire, y temas como Les dues torres o Un home realitzat sonaron perfectos, con ¨¦l haciendo moderadamente el tonto al atreverse con unos pasos de sardana para acabar Balla la masurca. Espl¨¦ndido su pase, reafirmaci¨®n del buen momento de la m¨²sica en catal¨¢n.
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