Inmigraci¨®n, incertidumbres y populismos
Crece el cultivo del at¨¢vico miedo al extranjero y del maltrato al inmigrante pobre, a quien, por otra parte, se necesita para que nuestras envejecidas sociedades funcionen
El flamante presidente de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), Llu¨ªs Llach, aseguraba hace unos d¨ªas en el programa Caf¨¨ d¡¯Idees de La 2 que ¡°las izquierdas no se han planteado nunca la inmigraci¨®n como una cuesti¨®n estructural, de pa¨ªs¡±. El cantautor, ya al corriente del pago de cuotas atrasadas a la ANC, recordaba c¨®mo capot¨® electoral y pol¨ªticamente el Partido Comunista Franc¨¦s de Georges Marchais porque sus votantes se pasaron a la ultraderecha lepenista.
La postura de Llach obedece a la de una parte de cierto progresismo que cree que a la izquierda le falta la valent¨ªa que le atribuye al populismo para abordar pol¨ªticas de inmigraci¨®n. ?Por qu¨¦ abandon¨® la clase obrera los PCs? Quiz¨¢s porque nunca estuvo toda ah¨ª. De haber sido as¨ª, siempre hubieran ganado las elecciones los comunistas y en cambio hubo longevas mayor¨ªas de derecha: UCD, PP, CiU o los gaullistas. Los cambios econ¨®mico-sociales han hecho desaparecer el modelo industrial. Y el viejo y presuntamente althuseriano proletariado ha dejado paso al nuevo precariado, cuyo escalaf¨®n m¨¢s bajo ocupan los inmigrantes, ante el decrecimiento de la llamada poblaci¨®n aut¨®ctona. En 2024, un tercio de los vecinos de Barcelona ya ha nacido en el extranjero. En la capital catalana hay 180 nacionalidades¡ Y ante la incertidumbre plurinacional y pluricultural son muchos quienes abrazan las soluciones modelo catecismo Gaspar Astete que ofrece el populismo.
Ah¨ª est¨¢ el alcalde de Lleida, el socialista F¨¨lix Larrosa ¨Cque debi¨® en parte su victoria electoral a su oposici¨®n a la construcci¨®n de un albergue para los sintecho¨C, acusando a ¡°un ayuntamiento del sur¡± de pagar billetes a una treintena personas subsaharianas sin papeles para viajar a la capital del Segri¨¤ y trabajar ilegalmente en la recogida de la fruta. Este peri¨®dico, a trav¨¦s de Alfonso Congostrina, no pudo localizar a ning¨²n migrante que hubiera llegado a Lleida por este sistema. El alcalde se neg¨® a facilitar el nombre de ese ¡°ayuntamiento del sur¡±. Y, a pesar de afirmar que todo estaba acreditado, Larrosa no aport¨® documentaci¨®n alguna. Mientras, los subsaharianos dorm¨ªan en las calles. La mano dura da votos.
Catalu?a, Espa?a y Europa se hallan sumidas en una oleada nacional-populista que no es nueva. Crece el cultivo del at¨¢vico miedo al extranjero y del maltrato al inmigrante pobre, a quien, por otra parte, se necesita para que nuestras envejecidas sociedades funcionen. Lo f¨¢cil es convertir a la naci¨®n en la foto de una familia que nunca existi¨®.
Antes de la llegada de los murcianos para construir el metro, a finales de a?os veinte del siglo pasado, algunos catalanes ya echaban de menos los viejos tiempos. El obispo Josep Torras i Bages, anatemizando a la Ilustraci¨®n, rememoraba una Edad Media en que ¡°la sociedad pol¨ªtica [catalana] no se compon¨ªa de oprimidos y opresores (¡) sino que incluso en la distribuci¨®n de la riqueza hab¨ªa un equilibrio, desconocido en otros pa¨ªses¡± (La tradici¨® catalana, 1892). Torras era el inteligente pe¨®n eclesial de una burgues¨ªa que combat¨ªa a un creciente movimiento obrero todav¨ªa muy aut¨®ctono. Enric Prat de la Riba diez a?os antes de presidir la Mancomunitat clamaba en La Veu de Catalunya contra los t¨ªmidos intentos libertarios de sistematizar el control de natalidad, evitar los sueldos de hambre y luchar contra la miseria a trav¨¦s de la llamada huelga obrera de vientres. Muy en l¨ªnea con el gen rojo que buscar¨ªa Vallejo-N¨¢jera en el cerebro de los republicanos espa?oles, Prat sosten¨ªa que ¡°el anarquismo es la exacerbaci¨®n pasional de los malos instintos que anidan en nuestra animalidad, sancionados y legitimados por una desviaci¨®n cerebral que los eleva a teor¨ªa¡±.
Buscar certezas populistas en la historia es escapar de la realidad, reivindicando mundos inexistentes. Hay que huir de ciertas pol¨ªticas por rentables que electoralmente sean o atractivas que resulten a ciertos nacionalismos.
Puedes seguir a EL PA?S Catalunya en Facebook y X, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.